lunes, 22 de julio de 2019

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 36)

 A esa zona del paladar y hueso maxilar superior derecho no le ha valido NADA, ni siquiera los mejores antibióticos o antiinflamatorios. Esa es la misma zona en que perdí por infección bacteriana dos piezas dentales (verano de 2017), se me detectó tardíamente un afta bucal (octubre 2017) y en julio de 2016 hubo que extirparme las amígdalas palatinas (la derecha era la problemática). Es allí de donde me viene siempre el escozor y ese salivazo blancuzco y molestoso. Hasta la parotiditis que pillé en febrero del presente año, y que me fue desinflamada en pocos días, fue en la glándula parótida derecha. De modo, que no han sido pocas las coincidencias. 

Por Iván Ottenwalder 

Tres años y cinco meses han transcurrido. Tres años y cinco meses soportando este aciago infierno: el mío. En lo particular no me consuela en nada que haya personas en peor situación que la mía, con sida o cáncer terminal. Me mortifica mi caso, es el que me afecta y ese es el punto. 

La secreción salivosa eterna no cede, tampoco el escozor en la zona del paladar duro y blando derecho. Ya la situación ha llegado a un punto que hasta en el momento digerir los alimentos me congestiono de secreción. Y eso ocurre en desayuno, almuerzo y cena. Hace apenas como un mes mi hermano estuvo en casa y me pidió checar la zona donde yo alego sentir la molestia y el sabor amargo del agua. Busqué un foquito de pilas y le mostré. Comprendió lo que venía diciendo. A su juicio, prácticamente el mismo que el mío, el lado izquierdo se veía muy bien, mientras que el derecho se notaba hinchado y con algunas líneas blancuzcas. Coincidimos en que no estaba infectado, pero si alterado y deforme con relación a su contraparte izquierda. Algo parecido me había expresado mi madre en el verano de 2018 cuando dijo: “no sé, parece que hay algo allí como si quisiera brotar”. Y más atrás aún, en noviembre de 2017, me acuerdo perfectamente que una cirujana maxilo-facial, que, junto a otro doctor que me drenó los senos maxilares una semana antes, observó y comentó mientras me retiraba los puntos del lado derecho: “no sé por qué eso siempre está tan hinchado”. Debí haberle preguntado a qué se estaba refiriendo, pero cuando estoy en una camilla odontológica no suelo hablar mucho. Pero de que es mucha la coincidencia, lo es.  

Menos mal que en este siglo XXI tengo el Internet a mi favor para que la gente pueda conocer ahora mi versión de los hechos y no solo la de los otros. Si en el ayer estuve indefenso y mi opinión prácticamente no contaba, al menos hoy me siento más valorado gracias al ciberespacio. 

A esa zona del paladar y hueso maxilar superior derecho no le ha valido NADA, ni siquiera los mejores antibióticos o antiinflamatorios. Esa es la misma zona en que perdí por infección bacteriana dos piezas dentales (verano de 2017), se me detectó tardíamente un afta bucal (octubre 2017) y en julio de 2016 hubo que extirparme las amígdalas palatinas (la derecha era la problemática). Es allí de donde me viene siempre el escozor y ese salivazo blancuzco y molestoso. Hasta la parotiditis que pillé en febrero del presente año, y que me fue desinflamada en pocos días, fue en la glándula parótida derecha. De modo, que no han sido pocas las coincidencias.  

Lo peor de todo es que aún sigo atrapado en el mismo laberinto sin salida, razón por la que ya no deseo hacer más turnos en salas de esperas ni verle la cara a médico alguno. Estoy harto de mirar las imbéciles caras de los pacientes en espera, de ver los rostros idiotas de las secretarias de los médicos, y de ser examinado por perfectos ineptos, como el otorrino del Centro Médico Dominicano, un mediocre a carta cabal.  

También estoy hastiado de aquella gente estúpida que me arropa de preguntas, que si tengo gripe, que si una alergia, que si esto o lo otro. Los medicamentos para gripes y alergias, incluyendo las inefectivas vacunas de inmunoterapia de 2014 y 2015, demostraron ser una PORQUERÍA. Bueno, en verdad el que mejor me ha funcionado de todos ha sido la hidroxicina. Tanto el ATARAX o el SERENUS (25 mg) me hacen bien y no me producen efectos secundarios. Pero es que para problemas de paladar o hueso maxilar hinchado o deforme no hay medicina que valga, solo cirugía. 

Cada noche cuando me voy a la cama lo primero que me llega a la memoria es ese más de lo mismo que vivo día a día. Tener que acostarme para levantarme al otro día con los mismos síntomas del coño. Esto no es un cuento de hadas para nadie. Secreción eterna, escozor, sabor amargo del agua, y todo eso las jodidas 24 horas del día. De nada sirve que pueda drenar bien si a los pocos segundos me congestiono de flema salivosa nuevamente. Es la historia de nunca acabar.  

¿Qué entonces estaría dispuesto a aceptar? 

Aceptaría de buena fe que me internen en un hospital de un país extranjero, donde se tengan grandes avances en medicina. Aceptaría que el internamiento dure el tiempo que sea necesario, hasta un año si es posible. Que dicho hospital tenga a mi disposición especialistas que, no solamente me evalúen e indiquen estudios en aparatos, sino también que platiquen conmigo y me escuchen. Que podamos implementar una dinámica en la que, cada vez que sienta el escozor, pueda decírselo al instante e inmediatamente me revisen toda la zona bucomaxilar derecha. Esto suena a utopía, lo sé, pues todavía la medicina convencional se rige por el médico de escritorio que atiende a los pacientes de forma rápida ...y, todo por el consabido de que afuera hay otro montón de enfermos esperando entrar. Además, en caso de que fuera posible esa sugerencia que planteo, me saldría bastante costosa y jamás tendría la plata para pagarla. De todos modos, insisto e insistiré toda la vida, que mi situación amerita de una cirugía bien profunda e invasiva. Ya los fármacos han dicho “no podemos”. 

Tampoco quiero en mi vida médicos cobardes, que tengan miedo de operarme y se valgan de evasivas astutas y argumentos estúpidos, como un judío-mesiánico que conozco y labora en el Centro de Otorrinolaringología y Especialidades. Si hay que operarme pues que se proceda, si muero en un quirófano, cosa que dudo ocurra en mi caso, pues simplemente morí y se acabó. Yo no soy de aquellos que se aferran a querer vivir eternamente.  

Un día que pasa es uno más en la existencia del ser humano, pero, al mismo tiempo, uno menos en su vida. Todos moriremos y descansaremos finalmente. Mi justo deseo es lo siguiente: si el caso mío no llega a una solución satisfactoria, prefiero no vivir más 50 años; en caso de que se solucione definitivamente, desearé vivir hasta los 80 u 85, no más. No ambiciono llegar a los 90 o 100, y mucho menos en República Dominicana, una sociedad con tantas precariedades, inequidades y desigualdades.  

Quiero dejar claro que no me arrepiento ni un ápice de todo lo escrito en este capítulo y los anteriores. Lo señalado ha sido fruto de mi convicción y determinación. Me tiene sin cuidado lo que se diga en mi contra.  

Continuará...

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