lunes, 24 de julio de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (2)

Por Iván Ottenwalder

Tras regresar de Fort Lauderdale a Santo Domingo el 1 de mayo, solo me quedaba esperar el tiempo prudente, poco más de dos meses para la realización de los preparativos del viaje a Ciudad Panamá, pautado, según mi calendario, entre el 13 al 17 de julio.

¿Y qué hice en ese periodo de dos meses y pico previo al viaje?

Puras rutinas. Ir al trabajo de 8:00 am a 3:00 pm, leer mucho, realizar mis compras en el supermercado, algunas visitas y estudios médicos puntuales, caminar, desayunar, almorzar y cenar, jugar al scrabble por internet, entre otros asuntos.

Para principios de junio tuve que mudarme por casi dos semanas al departamento de mi madre, pues Hilton Cabral, compadre de mi papá desde los años 60, venía a pasarse unos días en Santo Domingo y, como costumbre, siempre se hospedaba en el piso de mi progenitor, el cual solo posee dos habitaciones, la de este y la mía.
Mi boleto aéreo a Ciudad Panamá. 


Al igual que en 2017, 2018 y 2019, le cedí mi dormitorio a su compadre de más de cinco décadas.

Para esa misma fecha me puse en contacto, vía WhatsApp, popular aplicación tecnológica de comunicación, con la gerencia del hotel Hampton by Hilton de Ciudad Panamá para fines de reserva de habitación. Esta, como ya lo señalé antes, la programé para cuatro noches, arribando al hotel el jueves 13 de julio y saliendo el 17 de dicho mes.

Gloria Bonilla y Raúl Vega, como representantes del hotel, también se comunicaron conmigo a través de correo electrónico. Me suministraron, un formulario digital para que lo llenara. En este, debía adjuntar copia de mi cédula de lado a lado, fotocopiado (ambas caras) de mi tarjeta de crédito internacional, para así debitar mi estadía en el establecimiento, así como la numeración de mi pasaporte.

Dos semanas antes de la celebración del torneo, ya había comparado mi boleto aéreo. Viajaría por la aerolínea Copa Airlines. Este tique, me costó casi 30 mil pesos. El resto, realizar los llenados de los tiquetes electrónicos así como el check in, 24 horas antes del vuelo, era pan comido.

Día del vuelo

El 3 de julio empezaron mis vacaciones laborales. Había solicitado 20 días, pero, como los sábados y domingos así como los feriados no contaban, dada su naturaleza de no laborables, mis 20 días libres vendrían a convertirse prácticamente en un mes.

El jueves 13 de julio bien temprano, mi padre me llevó en su vehículo al aeropuerto Las Américas. Había llegado como a las 6:45 de la mañana, con tiempo suficiente para registrar mi maleta en la caseta de Copa Airlines. La representante me pidió primero mi pasaporte. Lo observó, vio que estaba visado con la visa americana, pero no encontró evidencia de algún viaje a los Estados Unidos previamente. Me preguntó si le había dado uso a la visa estadounidense. Le contesté afirmativamente. Ella me responde que en mi documento no se observa ningún sellado por parte de la migración de EUA. Le digo que viajé a Florida entre el 29 de abril al 1 de mayo. “Espéreme un momento, déjeme investigar allí en la oficina” me pide. Cinco minutos después regresa sonriente con un papel en la mano. “Es cierto, usted viajó a Fort Lauderdale, lo que pasa que en Florida ya no están sellando los pasaportes”, me explica. Me devuelve el pasaporte y me entrega el papel que tenía en manos. Me sugiere conservarlo por si me lo piden en el aeropuerto de Tocumen de Panamá. El papel no era más que una impresión de mi entrada y salida al viaje realizado a los Estados Unidos de América.


Media hora más tarde entro por la puerta que conduce al registro de migración. Después me desayuno con un emparedado y una botella de agua en uno de los restaurantes del aeropuerto. Al culminar eran como las 8:15 de la mañana. Checo en una de las tantas pantallas que muestran las horas de despegue de los aviones de las distintas aerolíneas así como sus respectivas puertas de embarque. Miro cual es la mía; me dirijo hacia esta.

Todo está en orden y abordo el avión. Este despega a las 9:07 am en ruta a Ciudad Panamá.

El vuelo fue placentero, de casi hora y media. El refrigerio fue escaso. Algún snack, café, agua, jugo o refresco. Cuando volé por Copa en 2017 rumbo a Asunción (Paraguay), la comida era más abundante y mejor, tanto en el trayecto de Santo Domingo – Panamá como en el de Panamá – Asunción. Ya los tiempos no son iguales. Pero esto ocurre casi en todas las líneas aéreas.

A las 10:30 de la mañana el aeroplano aterriza en el aeropuerto de Tocumen. La nave conecta con el túnel que colinda con la puerta de salida; los pasajeros debemos aguardar hasta que nos den la orden de desembarcar.

Como 20 minutos más tarde, ya estaba haciendo la cola en la zona de migración. Espero paciente mi turno. Cuando llega, me dirijo a un cubículo donde un representante me pide mi pasaporte. Este me pregunta por el vuelo en el que llegaba, y si había usado la visa americana previamente. Contesto las dos cuestiones. Él mira, tal como lo había hecho la representante de Copa en Santo Domingo que mi pasaporte no tenía sellada entrada alguna a los Estados Unidos. Me dice “vamos a revisar esa visa, acompáñeme”. Le acompaño hasta la puerta de una oficina, pero no puedo entrar allí. Le entrega mi documento de viaje a una señorita para que lo revise y se retira de nuevo a su cubículo. La dama no tarda más de un minuto en salir. “Bienvenido a Panamá, disfrute la estadía” y me devuelve el pasaporte.
Aeropuerto Internacional de Tocumen.


Me dirijo al área de los equipajes y retiro mi maleta. Debo hacer otra cola en la zona de declaración de bienes. Todo en regla. Finalmente me dirijo a la puerta de salida. Afuera un montón de taxistas. Busco con la mirada a Rubén Falconett, que me había prometido que me buscaría al aeropuerto. No lo diviso, pero sigo esperando. Cinco minutos después lo observo y le hago una seña. Nos saludamos con un abrazo. Nos dirigimos a su vehículo, un coche pequeño. Me ayuda a colocar el equipaje en la maletera. Tomamos rumbo hacia el hotel. En el trayecto observo los grandes edificios de Costa del Este y Santa María, demarcaciones donde residen grandes millonarios de Panamá. Rubén me va explicando sobre cada lugar por el que transitamos. Ya en el casco urbano de la capital panameña me muestra el Tornillo, un edificio con forma atornillada así como otros de bancos, hoteles y torres de apartamentos. Y ya llegamos al barrio El Cangrejo, donde queda situado el hotel Hampton by Hilton, sede del Norcenca de palabras cruzadas. Pero antes el presidente de la Asociación de Scrabble de Panamá toma la calle Vía Benneto, paralela a la Eusebio Morales, donde está el hotel. La primera es una arteria colmada de pequeños establecimientos comerciales, ideal para comprar algunos souvenirs como llaveritos e imanes alusivos a Panamá para llevar a Santo Domingo y regarlos a mis amistades y compañeros de trabajo. Y, finalmente, arribamos a la Eusebio Morales, una vía de menos bullicio y de aspecto más residencial. Llegamos al hotel.

En el hotel

Rubén me acompañó hasta el lobby con la maleta. Ya mi nombre estaba registrado. Firmé previamente un documento y pagué el monto equivalente a 286 dólares (por las cuatro noches, incluyendo desayuno y almuerzo).

Un empleado del hotel me explica que el check in suele ser a partir de las 3 de la tarde, pero que si quería podía dejar mi maleta y me la guardaban dentro de la oficina administrativa. Lo acepté. Rubén se despidió de mí “y cualquier cosa me llamas”. Eran poco más de las once de la mañana.

Hampton by Hilton, en Ciudad Panamá.
Salí a caminar hacia la Vía Benneto. Entré a un par de pequeñas tiendas y compré algunos llaveritos e imanes. El resto, los compraría entre el viernes y el sábado. Había llegado muy temprano al hotel, era verdad, de modo que seguí mi periplo callejero. Caminé por otra avenida, de más importancia que la Benneto aunque no sé su nombre. Allí, había un área de restaurantes tipo Fast Food y, después de tanto otear, me decidí por almorzar en Taco Bell. Ya era poco más de las doce del mediodía. Seguí mi andar, de nuevo por la Benneto. Observaba y memorizaba lugares que me interesasen. Me detuve en un cafetín especializado en postres y batidos nutricionales bajo en calorías y grasa. Pedí uno de manzana y un dulcito de banano con crema. Estuvo delicioso, aunque pagué la suma de casi siete dólares. Caminé de nuevo en ruta al hotel, pero antes me detuve en otra calle, perpendicular a la Eusebio Morales. Miré muchos cafetines, hoteles, pequeñas panaderías exhibiendo sus exquisiteces. Seguro comería algún bocadillo en una de ellas en días posteriores. ¡Ya me conozco!

Otra vez en el hotel. Pido la clave de wifi en la recepción para conectarme al servicio de internet y me siento en el área del comedor. Chateo con varias personas vía WhatsApp esperando que el reloj marque las 3:00 pm para pedir la llave de la que será mi habitación. Todavía falta tiempo, pues apenas era la 1:45 pm. Leo el periódico El Mundo (diario español) en formato digital. Los minutos corren. Por fin, ya como a las 3:15 pm me dirijo a la recepción otra vez. Ahora para pedir mi llave. Me la entregan. No es una llave común y corriente tal como las conocemos, sino una tarjeta de contacto para abrir la puerta del dormitorio. La misma también sirve para, una vez colocada dentro de un dispensador de electricidad, encender las luces y aparatos como el televisor y el aire acondicionado. Me otorgaron dos tarjetas, dentro de un diminuto sobrecito de cartón. Si por alguna causalidad se me perdía una, pues me quedaba con la otra.

Recojo mi maleta y me cuelgo la mochila a la espalda. Entro al elevador y subo hasta el piso cuarto. Allí busco la habitación número 407 y entro. Un lindo dormitorio con una buena vista al exterior. Coloco la tarjeta llave dentro del generador eléctrico y se enciende el televisor y aire acondicionado. Pincho los interruptores y me cercioro de que las luces encienden. Todo está correcto. Me descuelgo la mochila, abro mi maleta. Organizo algunas cosas. Enciendo mi ordenador electrónico portátil. Juego una partida de scrabble online con Reisel Murgadas desde la página electrónica www.isc.ro. Me la gana pero me da lo mismo. Guardo dos fundas repletas de chocolatines dominicanos en la neverita del dormitorio para que se mantengan refrigerados. Había comprados aquellos dulces dominicanos de la marca Cortés Hermanos días antes del viaje. Me los traje para repartirlos a manera de souvenir a los competidores de palabras cruzadas que verían acción en el torneo. Una funda, de la variedad Más Más; la otra, de Rocky Kid. Quería dejarles a cada participante un presente de la República Dominicana, y nada mejor que un delicioso derivado del cacao quisqueyano.
Foto con Enrique Cortes, colombiano. 


Me di una ducha, me sequé y vestí. Salí un rato de la habitación con rumbo al último piso, la azotea, donde estaba la piscina y el salón de juego donde sería disputado el Norcenca a partir de mañana viernes.

El salón del torneo estaba cerrado, no se abriría sino a partir del viernes a las 8:00 de la mañana, durante la inauguración de la justa.

Miré un rato hacia el gimnasio; también hacia ese espacio exterior copado de altos edificios. La panorámica, era preciosa. Volví a tomar el elevador y descendí a la cuarta planta. De nuevo en la 407, mi habitación por cuatro noches, hasta el lunes 17.

Miré un rato la televisión, pero me aburrí. Me puse a redactar el inicio de lo que sería el primer capítulo de esta crónica, que ya fue colocado en mi blog. Como sabrán, esta es la segunda parte. Vendrán más.

Me detuve como en el tercer párrafo. Lo grabé y decidí bajar hacia el lobby. Me encontré en el área de restaurante a un grupo de colombianos, unos platicando y otros jugando al scrabble. Me acerco a ellos. “¿Ustedes son de la gente del scrabble? Mi nombre es Iván Ottenwalder, de la República Dominicana y también competiré en el torneo”. Dos de ellos me responden casi al unísono “un placer”. Les cuento que había traído también mi tablero de juego y les propongo buscarlo para que juguemos. “¡Claro que sí cómo no!” me responde una elegante dama, María Alejandra García, me enteraría que era su nombre horas después.

Subo a mi habitación y busco mi tablero de cruza letras (otro de los sinónimos de scrabble además de palabras cruzadas). Desciendo nuevamente hacia el área de restaurante caja de juego en manos. “Acá de nuevo. Bueno, con quien desee”, sugiero. “Vamos conmigo”, se anima un señor mayor. Me dice que su nombre es Enrique Cortés. Su señora esposa también me saluda. Buscamos una mesa y buena iluminación. Abrimos la caja, organizamos tablero, bolsa y atriles, decidimos la salida y empieza la primera batalla.

El colombiano jugó mejor y se equivocó menos (él una vez y yo dos). Ganó la partida 440 -372. Le felicité y nos tomamos una foto. En ese instante llegaban el profesor Alejandro Terenzani y Diego Lattuf. Primero saludan al grupo de colombianos, incluyendo a los que estaban jugando algún match de fogueo. Luego se acercan a la mesa donde estábamos don Enrique yo. “Iván Ottenwalder, caballero cómo le va” me saluda el veterano jugador y catedrático de la Universidad Central de Venezuela (UCV) con un fuerte abrazo. Luego saludo a Diego con un apretón de manos, sin saber que aquel adolecente de 17 años sería mi terrible verdugo en el torneo días después.

Minutos más tarde Enrique y yo jugaríamos una segunda partida de calentamiento, la cual pude ganar con marcador de 453 – 386.

Mi próximo rival fue César Almengor, panameño al cual me le presenté e invité a jugar. Le vencí, por margen cerrado de 444 -430.

Tomé un descanso para mis neuronas como de treinta minutos mientras presenciaba una partida de María Alejandra contra uno de sus paisanos. Conocí en ese instante a Enmanuel Gely, un guatemalteco que venía también al torneo. Platicamos. Me contaba que la Asociación Guatemalteca de Scrabble (AGUAS) se hallaba inactiva, que de los pocos integrantes que la componían solo quedaba él. “Enmanuel, la historia suya es prácticamente idéntica a la mía. Nosotros en la República Dominicanos tuvimos un club entre los años 2007 al 2009 y se desintegró. Casi todos sus miembros tomaron rumbos distintos y se alejaron. ¡Vaya coincidencia!” le relaté. “Apenas juego, cuando se puede, con un amigo de nombre Guillermo. Él juega bien y conoce vocabulario, pero no le apetece mucho eso de jugar con reloj. Además anda por otra sintonía, en otros proyectos personales. El único en Santo Domingo que mira esto de manera competitiva es un servidor”, le detallo.

Rato después se van retirando las personas jugadoras de scrabble a sus dormitorios. Eran ya poco más de las diez de la noche. Solo quedábamos María Alejandra y yo, a la que invité a un desafío. Aceptó pero me pidió que jugáramos sin reloj y que llevara yo mismo las anotaciones, pues se encontraba cansada. “De acuerdo, no hay problemas con eso”, le complací.

Al principio ella me estuvo ganando, en un momento dado por 132 tantos de distancia. Luego, el punto de inflexión. Coloqué dos bingos consecutivos: ACODARE (84) Y PAGINAN (82), con los cuales viré la anotación a mi favor 377 -366. En lo adelante, la partida fue toda mía. Para mayor tortura, ya en la recta final le metí otro bonus, SALANDO (84) que fue el zarpazo final. El marcador final resultó ser de 576 a 416. Victoria contundente para mí. Pero bien lejos imaginaría que, dos días después, en una de las rondas del torneo, ella se las cobraría con creces propinándome una zurra que ahora prefiero no recordar. Fue su dulce desquite.

Fue la única que jugamos aquel jueves. Nos despedimos y cada quien enrumbó hacia su dormitorio. Ya eran más de las once de la noche. Había que dormir y prepararse para la partida de duplicadas a dos bolsas el viernes por la mañana, fecha de inauguración del torneo.

Continuará…

martes, 18 de julio de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (1)

Por Iván Ottenwalder

Una superstición que muchos creen infalible es aquella que reza “la tercera es la vencida”. Ciertamente que muchas veces el tercer intento suele ser como la redención, el fin de una pesadilla tras dos fracasos anteriores, aunque en vastas ocasiones no siempre es así. En muchas también se ha fracasado en el tercer intento.

Para buena nueva, en mi caso la tercera oportunidad prosperó. Fue finalmente en julio de 2023 cuando por vez primera pude lograr viajar a Panamá para competir en unos de sus exitosos torneos internacionales.

La memoria no me falla. Primero fue en 2016 cuando Rubén Falconett vía la plataforma de Facebook me hacía la invitación al torneo Norcenca en julio de ese año. No fui, pues me había comprometido en junio para participar en un nacional cubano efectuado en La Habana, Cuba. La segunda vez en 2019 cuando Panamá montó el mundial de scrabble. Tuve todo el deseo y hasta el dinero sobrado para acceder a esa magna competición. ¿El impedimento? Problemas para la obtención del visado panameño. Tampoco tenía la visa americana de los Estados Unidos de Norteamérica, que de igual manera me hubiese servido para el objetivo.

Cómo se logró el objetivo

La organización escrablista de Panamá cuyo nombre es Asociación Panameña de Scrabble obtuvo la sede para el montaje del Norcenca 2023 desde el año anterior (2022) y, para ser honesto, no tenía planificado competir en torneo escrablero alguno durante el presente año. Más bien tenía como norte viajar a los Estados Unidos de Norteamérica por dos semanas, hospedarme en casa de algún familiar y, de paso, visitar a mis entrañables amigos escrablistas Reisel Murgadas y José Lima (Pepón), jugar con ellos una infinidad de partidas, hasta quemar el vicio.

Pero, ¿qué pasó para que mis planes cambiaran? Durante el mes de marzo del año en curso la asociación panameña organizó un taller virtual de scrabble, cuyo exponente sería el venezolano y experimentado jugador Benjamín Olaizola. Escuché aquel webinario con atención y de verdad que fue de mucho provecho en cuanto a los niveles estratégicos de juego. Al final de este le agradecí a Rubén Falconett, presidente de la Asociación de Scrabble de Panamá, aquella invitación online. De repente me suelta una pregunta tipo invitación: “¿No te gustaría venir a Panamá a competir en el torneo Norcenca del mes de julio?” Al principio le dije que ya tenía planes de ir a Florida por dos semanas, pero que me diera unos días para pensármelo porque quizás la plata (dinero) me alcanzara para Panamá.

Independientemente de la decisión que fuera a tomar, él me envió el programa del torneo por vía whatsapp, incluyendo los precios de las habitaciones en el hotel sede, el Hampton by Hilton en Ciudad Panamá.

Recuerdo que aquella noche empecé a sacar cuentas, obviamente revisando mis ahorros bancarios. Todo cuadraba a la perfección; el dinero alcanzaba y sobraba para mi estadía panameña durante los días del 13 al 17 de julio. Aunque el torneo se efectuaría del 14 al 16 lo calculé en base a llegar un día antes y marcharme uno después de terminado el evento. Esto, naturalmente porque las horas de competición serían entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde. Era lógico que, si llegaba a Panamá el mismo viernes, día de inicio del torneo, me perdería una buena tajada de las partidas. Las perdería por ausencia. Si me regresaba a Santo Domingo el mismo domingo 16, también perdería por descalificación otros cuantos matches.

Le comenté a Rubén, un día después, que sí, que iría al torneo, que los números me cuadraban. Además, ya poseía la visa americana desde 2020, de modo que, nada que perder ahora, me dije a mí mismo.

Iván Ottenwalder (izq), Reisel Murgadas y Pepón (der) en Fort Lauderdale. 
De igual modo quise asesorarme telefoneando a la embajada panameña en Santo Domingo. No me contestaban la llamada. Entonces les mandé un correo electrónico. Ahí sí, recibí respuesta. Me contestaron sobre las vías para viajar a Panamá, entre ellas, poseer la visa americana, siempre y cuando le hubiera dado algún uso, o sea, un viaje a los Estados Unidos de América como mínimo. El problema radicaba entonces en que no le había dado uso al visado americano desde que lo obtuve en marzo de 2020. No me quedaba de otra, tendría que realizar un viaje corto, al menos a Puerto Rico o Estados Unidos, solo para justificar ante la Migración de Panamá que sí, que además de mi visa americana también había entrado al suelo estadounidense previamente.

Hice un viaje corto y estratégico a Fort Lauderdale (EUA) durante los días 29 y 30 de abril y 1ro de mayo. Solo dos noches en las que me hospedé en casa de mi prima Emilia y su esposo Sagi. ¡Resuelto el asunto!

Continuará…