sábado, 15 de octubre de 2016

Caimanes del Sur, tan cerca, tan lejos de la serie final



En sus primeras tres campañas (desde la 1983-84 hasta la 1985-86) registraron 99 victorias frente a 91 derrotas, un dato muy halagador para un equipo joven.
 

Por Iván Ottenwalder

Con la ley de la expansión del béisbol dominicano emergieron dos nuevos conjuntos en la liga otoño-invernal a partir de la temporada 1983-84: los Azucareros del Este y los Caimanes del Sur.


Los Caimanes tenían su sede en la ciudad de San Cristóbal y su estadio era el Municipal de aquella urbe. En esa primera contienda, la de 1983-84, obtuvieron marca de 35 victorias con igual cantidad de reveses, ocupando la tercera posición de la vuelta regular y clasificando a las semifinales.

En aquella eliminatoria pactada al mejor de un 7-4 se enfrentaron a los míticos y emblemáticos Tigres del Licey, quienes habían alcanzado el segundo lugar. En la otra semifinal se midieron los ganadores de la serie regular, Águilas Cibaeñas, contra los ocupantes del cuarto, Estrellas Orientales.

Los Caimanes no llegaron a la gran final, pero no tan lejos estuvieron de alcanzar la meta. Estuvieron a 21 outs de ganar aquel recordado partido ante los Tigres, el 26 de enero de 1984, en el Estadio Quisqueya. Los bengaleses les derrotaron en 10 entradas, dos carreras por una.

Para 1984-85 fueron los segundos en la tabla de posiciones (32-27), solo detrás de sus fieros rivales de la campaña anterior, Tigres del Licey (40-20). La buena temporada les valió para clasificarse a las semifinales y medirse contra los Azucareros del Este, escuadra que ocupó la tercera plaza con récord de 31-29. Los Tigres rivalizarían contra las Estrellas Orientales, dueños del cuarto lugar.

Tan motivados en ganar estaban los peloteros del conjunto sancristobero y más animada su hinchada con verlos llegar a la final, para que unos Toros del Este, que en verdad son exclusivamente de La Romana, les aguaran la fiesta y les eliminasen en 5 partidos (4-1). De nada les valió que la prensa nacional los diera como ligeros favoritos para avanzar a la finalísima. ¡Pronóstico fallido!

La de 1985-86 fue otra dignificante actuación para la novena sureña. Su foja en la regular culminó en 31-29, justo para el tercer lugar. En la semifinal se vieron las caras con otro rival diferente pero históricamente muy difícil de vencer: las Águilas Cibaeñas. Otro adversario que también les eliminaría  …y de la forma más vergonzosa. ¡Barrida de 4-0!

Todo parecía como una ilusión óptica, mientras más cercana la posibilidad de llegar a la finalísima, más lejos se les ponía. Tres temporadas muy buenas. La de primer año casi un cuento de hadas, la del segundo un hermoso sueño que terminó en estercolero y la del tercero, un suelo fértil, listo para la buena cosecha pero estropeado por la maleza. La cosa no pudo ser de otra manera. Se perdieron aquellos tres playoffs y los vencedores, como ganadores al fin, se lo llevaron todo (The winner takes it all).

Sin embargo, cuando se analiza fríamente la actuación de aquella antigua franquicia en sus primeras tres contiendas, las estadísticas no mienten. En sus primeras tres campañas (desde la 1983-84 hasta la 1985-86) registraron 99 victorias frente a 91 derrotas, un dato muy halagador para un equipo joven.

Lo que en verdad sacó de competencia al conjunto sureño fueron sus dificultades financieras. Aquella fue la razón por la que tuvieron que recesar en la estación 1986-87 y, aunque regresaron al terreno de juego para los torneos 1987-88 y 1988-89, ya la historia no volvería a ser igual. Unas ridículas actuaciones con récords de 16-44 y 22-36 en la penúltima y última temporada, respectivamente, marcaron el fin de esta franquicia. Después de la de 1988-89 los problemas económicos regresaron con más fuerza y terminaron retirándose definitivamente de la liga otoño-invernal. Además, ya su fanaticada se había alejado del estadio y las ventas de taquillas cayeron estrepitosamente. Los caimanistas se habían alejado del béisbol.

137 partidos ganados y 171 reveses, tres participaciones en eliminatorias y serios problemas financieros, fueron los factores más determinantes que definieron la efímera existencia de los Caimanes del Sur.
 
Primer partido ganado en temporada regular

El 20 de octubre de 1983 los Caimanes ganaron su primer partido como locales. El Estadio Municipal de San Cristóbal, hoy Temístocles Metz, fue un lleno absoluto y los dueños de casa alegraron a su joven fanaticada al vencer a las Águilas del Cibao 2 carreras por 1. José Reyes fue el lanzador que escribió aquella memorable historia.

Temporada 1983-84 y semifinal ante los Tigres del Licey

Históricamente se ha demostrado lo difícil que es, para no decir imposible, que un equipo deportivo clasifique a una postemporada en su primer año como franquicia. Los Caimanes quizás hayan sido uno de los pocos casos en la historia deportiva dominicana y mundial en quebrar esa barrera de dificultad. Los grandes expertos de la crónica por lo regular nunca suelen pronosticar en favor de un equipo bisoño. Mejor inclinan sus predicciones por las escuadras con vastas experiencias, en lugar de apostar sus palabras por las principiantes.

Con palmarés de 35-35, tercer puesto en la temporada regular, se clasificaron a la semifinal en la campaña 1983-84. Sus adversarios fueron los Tigres del Licey (40-29), ocupantes de la segunda plaza.

La épica batalla semifinalista entre Caimanes y Tigres constituyó unos de los capítulos más sensacionales y asombrosos de nuestra liga beisbolera profesional. Nadie imaginó que el emergente conjunto sureño le daría tanto tormento al emblemático y mítico Licey. Pero así fue.

En aquella inolvidable lucha feroz tuvieron que disputarse los siete partidos de un playoff pactado al mejor de un 7-4. Los acontecimientos fueron dignos de justa recordación tanto para la hinchada caimanista como para la liceísta de aquella época.

El 19 de enero de 1984 arrancó la semifinal en el Estadio Quisqueya de Santo Domingo. Los Caimanes salieron por la puerta ancha con su primera victoria, 6-4. Los pitchers Gary Lance y Ernesto Borbón contribuyeron con sus excelentes actuaciones monticulares para que así sucediera.

La serie se trasladó a San Cristóbal para el segundo choque. Los fans de la envalentonada escuadra sancristobera repletaron el parque la noche del 20 de enero. Todo el pueblo, pobres y ricos,  jóvenes con sus chicas, adultos, niños y ancianos estaban en sintonía con los Caimanes. El ambiente que se respiraba era de béisbol, dentro o fuera del Estadio Municipal.

La hinchada esperó la victoria de su conjunto, pero el resultado fue un revés de 5-4. Los Tigres igualaron la serie, 1-1.

En el tercer desafío, jugado el domingo 22 de enero en Santo Domingo, los Caimanes vencieron a sus oponentes con pizarra de 4-3. El lanzador Rickey Keeton se encargó de controlar a los bates liceístas.

Al día siguiente, por la noche, los endemoniados pitcheos de Alejandro Peña blanquearon a los reptiles en su propio patio. La victoria fue por la mínima diferencia de 1-0, pero, como los partidos también se ganan por una carrera, eso fue suficiente para que los felinos empataran de nuevo el playoff, 2-2.

El martes 24 los Tigres, que aún no habían ganado en casa, pudieron imponerse 4-2 sobre sus oponentes, tomando así el liderato de la serie 3-2.

Hasta la séptima entrada de aquel importante juego efectuado en el Quisqueya, los Caimanes estaban dominando el encuentro, dos carreras por cero, sin embargo, los Tigres vinieron de menos a más, igualaron el marcador y, gracias a un cuadrangular de dos anotaciones de Cesarín Gerónimo, tomaron la ventaja definitiva de 4-2, suficiente para el triunfo.

El miércoles 25 por la noche los felinos salieron al terreno del Municipal de San Cristóbal con la intención de finalizar la serie y avanzar a la final. Los locales no se dejaron torcer el pulso, vencieron a los capitalinos 2-1 y forzaron a un séptimo partido. La ovación y griterío de los aficionados en el estadio eran inauditos. La simple hazaña de haber empatado la semifinal a tres partidos y obligar a un decisivo choque al día siguiente, fue celebrada como si se hubiese ganado el título de campeonato.

El pitcher responsable de la victoria y de crear ese ambiente de júbilo y ensueño fue Frank Wills.

El match decisivo se efectuó el jueves 26 de enero, día del patricio Juan Pablo Duarte, en el Estadio Quisqueya. Antes de iniciar aquel partido la dirigencia liceísta cometió un error letal al no incluir a un bateador designado en su alineación de jugadores; por tal motivo, el pitcher Paul Voigt tuvo que hacer las veces de bateador en el line up azul. Lo peor de todo fue que dicha alineación ya se le había entregado al árbitro principal de juego, el de home. Infortunadamente los Caimanes no supieron aprovechar esta pifia garrafal del dirigente bengalés, Manuel Mota, para vencer sus oponentes.
 
Caimanes salieron adelante

Los sureños mandaron un mensaje en la tercera entrada a sus rivales cuando marcaron una carrera y tomaron el  comando de la pizarra 1-0. Corriendo Melanio Pozo en tercera y Ron Reynolds en segunda, Jesús Figueroa bateó un roletazo por la inicial que remolcó a Pozo con la primera carrerita. En ese momento la afición liceísta, que había colmado el Quisqueya de extremo a extremo, enmudeció de golpe. No fueron pocos los rostros que delataban preocupación en las áreas de palcos, preferencias y gradas. Fueron unos minutos de silencio tan parecidos al de un entierro solemne. Cualquier cosa podría ocurrir, no había mañana para ninguno de los dos equipos. El que perdiese, chaíto para su casa.

Lo que sí hubiese sido muy vergonzoso para los liceístas era la posibilidad de que  su glorioso conjunto perdiera aquel juego crucial ante una escuadra de primer año. Gerencia y fanáticos azules nunca se lo perdonarían. Y peor aún, las burlas serían eternas en caso de que los reptiles los eliminasen y ridiculizasen ante su fiel y ferviente fanaticada. También se les reirían en sus caras los fans aguiluchos y escogidistas, sus jurados y odiados archienemigos. Pero lo más sorprendente de todo es que eso podía ocurrir, pues con el 1-0 del inicio del tercero los reptiles se colocaron a 21 outs de avanzar a la final y de crearle una pesadilla fantasmal al equipo más ganador y excitante de la pelota dominicana.

Afortunadamente, para tranquilidad de la fanaticada azul su novena empató a una vuelta en el cierre del tercer capítulo. César Gerónimo falló con rolata a segunda que empujó a Radhamés Mills que estaba corriendo en la antesala. Para buena suerte de los fans liceístas el pitcher Voigt también se tornó dominante e indescifrable ante los bates caimanistas, quienes no volvieron a anotarle más.

La guerra se mantuvo igualada 1-1 hasta el cierre de la décima entrada, hasta que los Tigres finalmente ganaron el partido, dejando en el cuadro, tristes y derrotados, a los jugadores de los Caimanes.

Después de un out Rafael Landestoy conectó sencillo y posteriormente se estafó la segunda almohadilla. Rafael Santana se ponchó y vino al bate Cesarín Gerónimo, quien bateó un elevado profundo, con mucha brisa a favor, al jardín central. El defensor de esa posición, Jesús Figueroa, corrió y corrió hacia atrás y por más que lo intentó jamás le llegó a la bola. Esta lo voló y Landestoy, que había salido con el batazo, anotó sin dificultad. Fin del partido y de la pesadilla, Licey ganó 2-1. Avanzó a la finalísima para medirse a las Águilas Cibaeñas.

La brisa, en el batazo de Gerónimo, pudo haber sido la causa de la descalificación de los Caimanes. Eso puede ser discutible. También pudo haberlo sido el desperdicio de los sureños en no ganar el quinto partido cuando estuvieron liderando 2-0 a la altura de la séptima entrada. Otra causa, también digna de análisis, no haberse aprovechado del error infantil de la dirigencia liceísta cuando no seleccionaron a un bateador designado antes de iniciar el séptimo encuentro. Paul Voigt, lanzador al fin, tuvo que fungir como bateador gran parte del partido. En fin, unas fueron de cal y otras de arena.

Semifinal temporada 1984-85

Los Caimanes volvieron cargados de mucha energía para la estación 1984-85. Querían mostrarles a sus fanáticos que la actuación del año anterior no había sido pura casualidad.
 
Con foja de 32-27 se clasificaron en segunda posición y se enfrentaron a los Azucareros del Este, dueños del tercer puesto (31-29). La prensa nacional dio a los reptiles como ligeros favoritos para despachar a los romanenses, pero los acontecimientos en aquel playoff revelaron otra realidad.

El 18 de enero de 1985, en el Estadio Municipal de San Cristóbal, inició la semifinal entre los dos conjuntos de la expansión, ambos en su segundo año de historia en la liga otoño-invernal. Los Azucareros, también denominados Toros, batieron a sus oponentes en el primer duelo, 6-1.

En el segundo choque, en La Romana, los Caimanes volvieron a resbalar, y esta vez por una zurra de 10-1 que les propinaron los Toros. Los bates de Rick Leach, Freddy Tiburcio y Ricky Nelson se ocuparon de molerlos a batazos.

La serie regresó a San Cristóbal para el tercer choque. Esta vez el pitcheo de los reptiles hizo buena labor, pero de nada les sirvió, pues el de los bovinos fue mejor y volvieron a morder el polvo de la derrota, 3-2. 

Con la eliminatoria a favor de los Azucareros, 3-0, esta regresaba a La Romana para el cuarto partido. Los Caimanes pudieron sacudirse y ganar su primer desafío, 5-1. Denis Powell en el pitcheo y Melanio Pozo en el bateo fueron piezas garantes del triunfo.
 
El 22 de enero se jugó el quinto partido en San Cristóbal. ¿El resultado? Golpiza recibida para los Caimanes y pase a la final de los Toros. 11-5 terminaron las acciones. Los sureños ¡a esperar un año más!

Postemporada torneo 1985-86. Barridos por las Águilas

Luego de otra loable temporada y un bonito tercer puesto (31-29) los saurios regresaban una vez más a las semifinales. Midieron sus fuerzas, aunque con poco éxito, ante unas Águilas Cibaeñas que habían terminado a todo vapor la vuelta regular y culminado en segunda posición (31-29). Aunque la marca de victorias y derrotas fue la misma para ambas escuadras, la segunda plaza fue de los cibaeños debido a que le ganaron la serie particular a los sancristoberos.

Freddy Machuca
El 18 de enero en el Estadio Cibao de Santiago de los Caballeros empezó la batalla. Las Águilas se llevaron el primer triunfo 6 carreras por 4. Los reptiles desaprovecharon una ventaja de 3-1 en el cuarto episodio y no pudieron ganar.

En el segundo match, en el Municipal de San Cristóbal, los amarillos volvieron a vencer. En esta oportunidad, 7-4.

De vuelta al Estadio Cibao las Águilas masacraron a sus oponentes 14 vueltas a 4.

Las cuyayas, como también les llaman, terminaron de aniquilar a los Caimanes al derrotarlos por blanqueada de 5-0, en San Cristóbal. Así terminaba la temporada para el equipo marrón quien no pudo oponer una digna resistencia a los norteños. Los de Santiago avanzaban a la finalísima.

El desastre de sus dos últimas campañas. Los problemas financieros.

Luego de un receso en la contienda 1986-87, por serios problemas financieros, los Caimanes del Sur regresaron para las estaciones 1987-88 y 1988-89. A diferencia de sus primeras tres actuaciones en series regulares, que fueron buenas, en estas dos últimas brillaron por la mediocridad y el ridículo. No volvieron a ser ni espejo de aquellos aguerridos del 83 al 86 que asustaron y mortificaron. No hubo pizca de un pitcheo de clase ni espíritu luchador. Las precarias finanzas de esta franquicia no les permitieron hacerse de peloteros importados de calidad, a diferencia de los primeros tres años en que se contó con un buen material de jugadores extranjeros.

El palmarés de sus últimas dos campañas fue 38 juegos ganados y 80 perdidos. En esas penosas condiciones se despidieron para siempre de la liga otoño-invernal dominicana. No conocieron jamás el Round Robin, formato de postemporada establecido a partir del torneo 1986-87.

Descansen por siempre en paz, Caimanes del Sur.











Fuentes: Periódicos El Nacional de ¡Ahora!, Última Hora y Listín Diario.
Fechas: enero 1984 y 1985. Noviembre y diciembre 1985 y enero 1986.

Agradecimientos:
Área de hemeroteca de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña
Archivo General de la Nación (AGN).