En San Pedro de
Macorís son menos los que tienen memoria de la última corona de las Estrellas
Orientales. Muchos han muerto.
Por Iván
Ottenwalder
Hace 46 años que las Estrellas Orientales,
equipo de San Pedro de Macorís, no gana un campeonato de béisbol
otoño-invernal. Cuando lo consiguieron por última vez, la noche del 14 de
febrero de 1968, los niños que tenían 8 años de edad ahora tienen 54, los que
contaban con 10 hoy suman 56, los de 15 hoy son de 61, los de 20 tienen 66 y
los de 30 o más cuentan en este momento, si es que hay algunos vivos, con 76 y
más edad.
Estamos hablando de que en San Pedro, una
provincia al día de hoy con algo más de 290 mil habitantes, el segmento
poblacional y aficionado al béisbol que vivió y recuerda aquel momento que su
equipo se tituló campeón, corresponde al grupo de personas mayores de 54 años.
Mery “la peleona”, petromacorisana que reside
en Santo Domingo y dueña de una cafetería ubicada en un edificio de oficinas
del Estado, recuerda la alegría vivida en Macorís la noche del campeonato.
“Cuando las Estrellas ganaron yo era una niña chiquita y andaba con una rama de
un árbol ondeándola mientras pasaban los vehículos tocando bocina. Así estaba
mucha gente”, relató en enero del 2011 ante un grupo de clientes.
Como ella, que pueden atestiguar de aquella
hazaña, aún quedan miles en su pueblo natal y en todo el país, pero también es
cierto que otros numerosos miles hace tiempo fallecieron. De los que quedan
vivos muchos fueron al Estadio Tetelo Vargas el 14 de febrero del 68 a presenciar ese memorable
partido de campeonato; otros lo escucharon por radio.
Analicemos ahora la edad que tendrá toda esa
gente viva y lúcida mayor de 54 años dentro de 30. El de 54 tendrá 84, el de 61
tendrá 91, el de 65 contará con 95 y el de 70 con 100. Tomando como premisa la
esperanza real de vida de los dominicanos, que es de 72 a 73 años, casi seguro que
todos esos testigos habrán perecidos.
En una ocasión escuché a un amigo decir que
“ser estrellita era ser más que un fanático”. Nada lejos de la realidad. A
pesar de las frustraciones de niños, adolescentes y adultos que no han visto nunca
ganar a su equipo, y los más mayores, que pueden contar la historia del último
cetro, todos ellos, aficionados al fin, se sienten felizmente orgullosos de ser
estrellitas. Esa frustración y tristeza solo puede ser superada y convertida en
felicidad si las Estrellas logran conquistar la añorada corona. Si el “año
verde” deja de ser una fantasía y pasa a un hecho real. Eso evitaría que los
hoy adolescentes, mayores de veinte, treinta y cuarenta años mañana se vayan de
este mundo sin haber visto campeonar a su equipo.
La novena beisbolera de Macorís tiene dos
derroteros: o ganan cuanto antes el campeonato o prolongan, indefinidamente, su
agonía perdedora. En caso de ocurrir lo último, no quedará una estirpe viviente
que recuerde la historia de aquel febrero del 1968.