En
sus primeras tres campañas (desde la 1983-84 hasta la 1985-86) registraron 99
victorias frente a 91 derrotas, un dato muy halagador para un equipo joven.
Por Iván
Ottenwalder
Con la ley de la expansión del béisbol
dominicano emergieron dos nuevos conjuntos en la liga otoño-invernal a partir
de la temporada 1983-84: los Azucareros del Este y los Caimanes del Sur.
Los Caimanes tenían su sede en la ciudad
de San Cristóbal y su estadio era el Municipal de aquella urbe. En esa primera
contienda, la de 1983-84, obtuvieron marca de 35 victorias con igual cantidad
de reveses, ocupando la tercera posición de la vuelta regular y clasificando a
las semifinales.
En aquella eliminatoria pactada al mejor
de un 7-4 se enfrentaron a los míticos y emblemáticos Tigres del Licey, quienes
habían alcanzado el segundo lugar. En la otra semifinal se midieron los
ganadores de la serie regular, Águilas Cibaeñas, contra los ocupantes del
cuarto, Estrellas Orientales.
Los Caimanes no llegaron a la gran
final, pero no tan lejos estuvieron de alcanzar la meta. Estuvieron a 21 outs
de ganar aquel recordado partido ante los Tigres, el 26 de enero de 1984, en el
Estadio Quisqueya. Los bengaleses les derrotaron en 10 entradas, dos carreras
por una.
Para 1984-85 fueron los segundos en la
tabla de posiciones (32-27), solo detrás de sus fieros rivales de la campaña
anterior, Tigres del Licey (40-20). La buena temporada les valió para
clasificarse a las semifinales y medirse contra los Azucareros del Este,
escuadra que ocupó la tercera plaza con récord de 31-29. Los Tigres rivalizarían
contra las Estrellas Orientales, dueños del cuarto lugar.
Tan motivados en ganar estaban los
peloteros del conjunto sancristobero y más animada su hinchada con verlos
llegar a la final, para que unos Toros del Este, que en verdad son exclusivamente
de La Romana, les aguaran la fiesta y les eliminasen en 5 partidos (4-1). De
nada les valió que la prensa nacional los diera como ligeros favoritos para
avanzar a la finalísima. ¡Pronóstico fallido!
La de 1985-86 fue otra dignificante
actuación para la novena sureña. Su foja en la regular culminó en 31-29, justo
para el tercer lugar. En la semifinal se vieron las caras con otro rival
diferente pero históricamente muy difícil de vencer: las Águilas Cibaeñas. Otro
adversario que también les eliminaría …y
de la forma más vergonzosa. ¡Barrida de 4-0!
Todo parecía como una ilusión óptica,
mientras más cercana la posibilidad de llegar a la finalísima, más lejos se les
ponía. Tres temporadas muy buenas. La de primer año casi un cuento de hadas, la
del segundo un hermoso sueño que terminó en estercolero y la del tercero, un suelo
fértil, listo para la buena cosecha pero estropeado por la maleza. La cosa no
pudo ser de otra manera. Se perdieron aquellos tres playoffs y los vencedores,
como ganadores al fin, se lo llevaron todo (The
winner takes it all).
Sin embargo, cuando se analiza fríamente
la actuación de aquella antigua franquicia en sus primeras tres contiendas, las
estadísticas no mienten. En sus primeras tres campañas (desde la 1983-84 hasta la
1985-86) registraron 99 victorias frente a 91 derrotas, un dato muy halagador
para un equipo joven.
Lo que en verdad sacó de competencia al
conjunto sureño fueron sus dificultades financieras. Aquella fue la razón por
la que tuvieron que recesar en la estación 1986-87 y, aunque regresaron al
terreno de juego para los torneos 1987-88 y 1988-89, ya la historia no volvería
a ser igual. Unas ridículas actuaciones con récords de 16-44 y 22-36 en la
penúltima y última temporada, respectivamente, marcaron el fin de esta
franquicia. Después de la de 1988-89 los problemas económicos regresaron con
más fuerza y terminaron retirándose definitivamente de la liga otoño-invernal.
Además, ya su fanaticada se había alejado del estadio y las ventas de taquillas
cayeron estrepitosamente. Los caimanistas se habían alejado del béisbol.
137 partidos ganados y 171 reveses, tres
participaciones en eliminatorias y serios problemas financieros, fueron los
factores más determinantes que definieron la efímera existencia de los Caimanes
del Sur.
Primer
partido ganado en temporada regular
El 20 de octubre de 1983 los Caimanes ganaron
su primer partido como locales. El Estadio Municipal de San Cristóbal, hoy
Temístocles Metz, fue un lleno absoluto y los dueños de casa alegraron a su
joven fanaticada al vencer a las Águilas del Cibao 2 carreras por 1. José Reyes
fue el lanzador que escribió aquella memorable historia.
Temporada
1983-84 y semifinal ante los Tigres del Licey
Históricamente
se ha demostrado lo difícil que es, para no decir imposible, que un equipo
deportivo clasifique a una postemporada en su primer año como franquicia. Los
Caimanes quizás hayan sido uno de los pocos casos en la historia deportiva dominicana
y mundial en quebrar esa barrera de dificultad. Los grandes expertos de la
crónica por lo regular nunca suelen pronosticar en favor de un equipo bisoño.
Mejor inclinan sus predicciones por las escuadras con vastas experiencias, en
lugar de apostar sus palabras por las principiantes.
Con palmarés de
35-35, tercer puesto en la temporada regular, se clasificaron a la semifinal en
la campaña 1983-84. Sus adversarios fueron los Tigres del Licey (40-29),
ocupantes de la segunda plaza.
La épica batalla
semifinalista entre Caimanes y Tigres constituyó unos de los capítulos más
sensacionales y asombrosos de nuestra liga beisbolera profesional. Nadie
imaginó que el emergente conjunto sureño le daría tanto tormento al emblemático
y mítico Licey. Pero así fue.
En aquella
inolvidable lucha feroz tuvieron que disputarse los siete partidos de un
playoff pactado al mejor de un 7-4. Los acontecimientos fueron dignos de justa
recordación tanto para la hinchada caimanista como para la liceísta de aquella
época.
El 19 de enero
de 1984 arrancó la semifinal en el Estadio Quisqueya de Santo Domingo. Los
Caimanes salieron por la puerta ancha con su primera victoria, 6-4. Los
pitchers Gary Lance y Ernesto Borbón contribuyeron con sus excelentes
actuaciones monticulares para que así sucediera.
La serie se
trasladó a San Cristóbal para el segundo choque. Los fans de la envalentonada
escuadra sancristobera repletaron el parque la noche del 20 de enero. Todo el
pueblo, pobres y ricos, jóvenes con sus
chicas, adultos, niños y ancianos estaban en sintonía con los Caimanes. El
ambiente que se respiraba era de béisbol, dentro o fuera del Estadio Municipal.
La hinchada
esperó la victoria de su conjunto, pero el resultado fue un revés de 5-4. Los
Tigres igualaron la serie, 1-1.
En el tercer
desafío, jugado el domingo 22 de enero en Santo Domingo, los Caimanes vencieron
a sus oponentes con pizarra de 4-3. El lanzador Rickey Keeton se encargó de controlar
a los bates liceístas.
Al día
siguiente, por la noche, los endemoniados pitcheos de Alejandro Peña
blanquearon a los reptiles en su propio patio. La victoria fue por la mínima
diferencia de 1-0, pero, como los partidos también se ganan por una carrera,
eso fue suficiente para que los felinos empataran de nuevo el playoff, 2-2.
El martes 24 los
Tigres, que aún no habían ganado en casa, pudieron imponerse 4-2 sobre sus
oponentes, tomando así el liderato de la serie 3-2.
Hasta la séptima
entrada de aquel importante juego efectuado en el Quisqueya, los Caimanes
estaban dominando el encuentro, dos carreras por cero, sin embargo, los Tigres vinieron
de menos a más, igualaron el marcador y, gracias a un cuadrangular de dos
anotaciones de Cesarín Gerónimo, tomaron la ventaja definitiva de 4-2,
suficiente para el triunfo.
El miércoles 25
por la noche los felinos salieron al terreno del Municipal de San Cristóbal con
la intención de finalizar la serie y avanzar a la final. Los locales no se
dejaron torcer el pulso, vencieron a los capitalinos 2-1 y forzaron a un
séptimo partido. La ovación y griterío de los aficionados en el estadio eran
inauditos. La simple hazaña de haber empatado la semifinal a tres partidos y
obligar a un decisivo choque al día siguiente, fue celebrada como si se hubiese
ganado el título de campeonato.
El pitcher
responsable de la victoria y de crear ese ambiente de júbilo y ensueño fue
Frank Wills.
El match
decisivo se efectuó el jueves 26 de enero, día del patricio Juan Pablo Duarte, en
el Estadio Quisqueya. Antes de iniciar aquel partido la dirigencia liceísta
cometió un error letal al no incluir a un bateador designado en su alineación de jugadores; por tal motivo, el pitcher Paul Voigt tuvo que hacer las veces de bateador en el line up azul. Lo peor de todo fue que dicha
alineación ya se le había entregado al árbitro principal de juego, el de home. Infortunadamente los Caimanes no
supieron aprovechar esta pifia garrafal del dirigente bengalés, Manuel Mota, para vencer sus oponentes.
Caimanes salieron adelante
Los sureños
mandaron un mensaje en la tercera entrada a sus rivales cuando marcaron una
carrera y tomaron el comando de la
pizarra 1-0. Corriendo Melanio Pozo en tercera y Ron Reynolds en segunda, Jesús
Figueroa bateó un roletazo por la inicial que remolcó a Pozo con la primera
carrerita. En ese momento la afición liceísta, que había colmado el Quisqueya
de extremo a extremo, enmudeció de golpe. No fueron pocos los rostros que
delataban preocupación en las áreas de palcos, preferencias y gradas. Fueron unos
minutos de silencio tan parecidos al de un entierro solemne. Cualquier cosa
podría ocurrir, no había mañana para ninguno de los dos equipos. El que
perdiese, chaíto para su casa.
Lo que sí
hubiese sido muy vergonzoso para los liceístas era la posibilidad de que su glorioso conjunto perdiera aquel juego
crucial ante una escuadra de primer año. Gerencia y fanáticos azules nunca se
lo perdonarían. Y peor aún, las burlas serían eternas en caso de que los
reptiles los eliminasen y ridiculizasen ante su fiel y ferviente fanaticada. También
se les reirían en sus caras los fans aguiluchos y escogidistas, sus jurados y
odiados archienemigos. Pero lo más sorprendente de todo es que eso podía
ocurrir, pues con el 1-0 del inicio del tercero los reptiles se colocaron a 21
outs de avanzar a la final y de crearle una pesadilla fantasmal al equipo más
ganador y excitante de la pelota dominicana.
Afortunadamente,
para tranquilidad de la fanaticada azul su novena empató a una vuelta en el
cierre del tercer capítulo. César Gerónimo falló con rolata a segunda que
empujó a Radhamés Mills que estaba corriendo en la antesala. Para buena suerte
de los fans liceístas el pitcher Voigt también se tornó dominante e indescifrable
ante los bates caimanistas, quienes no volvieron a anotarle más.
La guerra se mantuvo igualada 1-1 hasta el cierre de la décima entrada, hasta que los Tigres finalmente ganaron el partido, dejando en el cuadro, tristes y derrotados, a los jugadores de los Caimanes.
Después de un
out Rafael Landestoy conectó sencillo y posteriormente se estafó la segunda
almohadilla. Rafael Santana se ponchó y vino al bate Cesarín Gerónimo, quien
bateó un elevado profundo, con mucha brisa a favor, al jardín central. El
defensor de esa posición, Jesús Figueroa, corrió y corrió hacia atrás y por más
que lo intentó jamás le llegó a la bola. Esta lo voló y Landestoy, que había
salido con el batazo, anotó sin dificultad. Fin del partido y de la pesadilla,
Licey ganó 2-1. Avanzó a la finalísima para medirse a las Águilas Cibaeñas.
La brisa, en el
batazo de Gerónimo, pudo haber sido la causa de la descalificación de los
Caimanes. Eso puede ser discutible. También pudo haberlo sido el desperdicio de
los sureños en no ganar el quinto partido cuando estuvieron liderando 2-0 a la
altura de la séptima entrada. Otra causa, también digna de análisis, no haberse aprovechado
del error infantil de la dirigencia liceísta cuando no seleccionaron a un bateador designado antes de iniciar el séptimo encuentro. Paul Voigt, lanzador al fin, tuvo que fungir como bateador gran parte del partido. En
fin, unas fueron de cal y otras de arena.
Semifinal temporada 1984-85
Los Caimanes
volvieron cargados de mucha energía para la estación 1984-85. Querían
mostrarles a sus fanáticos que la actuación del año anterior no había sido pura
casualidad.
Con foja de
32-27 se clasificaron en segunda posición y se enfrentaron a los Azucareros del
Este, dueños del tercer puesto (31-29). La prensa nacional dio a los reptiles
como ligeros favoritos para despachar a los romanenses, pero los
acontecimientos en aquel playoff revelaron otra realidad.
El 18 de enero
de 1985, en el Estadio Municipal de San Cristóbal, inició la semifinal entre
los dos conjuntos de la expansión, ambos en su segundo año de historia en la
liga otoño-invernal. Los Azucareros, también denominados Toros, batieron a sus
oponentes en el primer duelo, 6-1.
En el segundo
choque, en La Romana, los Caimanes volvieron a resbalar, y esta vez por una
zurra de 10-1 que les propinaron los Toros. Los bates de Rick Leach, Freddy
Tiburcio y Ricky Nelson se ocuparon de molerlos a batazos.
La serie regresó
a San Cristóbal para el tercer choque. Esta vez el pitcheo de los reptiles hizo
buena labor, pero de nada les sirvió, pues el de los bovinos fue mejor y
volvieron a morder el polvo de la derrota, 3-2.
Con la
eliminatoria a favor de los Azucareros, 3-0, esta regresaba a La Romana para el
cuarto partido. Los Caimanes pudieron sacudirse y ganar su primer desafío, 5-1.
Denis Powell en el pitcheo y Melanio Pozo en el bateo fueron piezas garantes
del triunfo.
El 22 de enero
se jugó el quinto partido en San Cristóbal. ¿El resultado? Golpiza recibida
para los Caimanes y pase a la final de los Toros. 11-5 terminaron las acciones.
Los sureños ¡a esperar un año más!
Postemporada torneo 1985-86. Barridos por
las Águilas
Luego de otra
loable temporada y un bonito tercer puesto (31-29) los saurios regresaban una
vez más a las semifinales. Midieron sus fuerzas, aunque con poco éxito, ante
unas Águilas Cibaeñas que habían terminado a todo vapor la vuelta regular y
culminado en segunda posición (31-29). Aunque la marca de victorias y derrotas
fue la misma para ambas escuadras, la segunda plaza fue de los cibaeños debido
a que le ganaron la serie particular a los sancristoberos.
Freddy Machuca |
El 18 de enero
en el Estadio Cibao de Santiago de los Caballeros empezó la batalla. Las
Águilas se llevaron el primer triunfo 6 carreras por 4. Los reptiles desaprovecharon
una ventaja de 3-1 en el cuarto episodio y no pudieron ganar.
En el segundo
match, en el Municipal de San Cristóbal, los amarillos volvieron a vencer. En
esta oportunidad, 7-4.
De vuelta al
Estadio Cibao las Águilas masacraron a sus oponentes 14 vueltas a 4.
Las cuyayas,
como también les llaman, terminaron de aniquilar a los Caimanes al derrotarlos
por blanqueada de 5-0, en San Cristóbal. Así terminaba la temporada para el
equipo marrón quien no pudo oponer una digna resistencia a los norteños. Los de
Santiago avanzaban a la finalísima.
El desastre de sus dos últimas campañas. Los
problemas financieros.
Luego de un
receso en la contienda 1986-87, por serios problemas financieros, los Caimanes
del Sur regresaron para las estaciones 1987-88 y 1988-89. A diferencia de sus
primeras tres actuaciones en series regulares, que fueron buenas, en estas dos
últimas brillaron por la mediocridad y el ridículo. No volvieron a ser ni
espejo de aquellos aguerridos del 83 al 86 que asustaron y mortificaron. No
hubo pizca de un pitcheo de clase ni espíritu luchador. Las precarias finanzas
de esta franquicia no les permitieron hacerse de peloteros importados de
calidad, a diferencia de los primeros tres años en que se contó con un buen
material de jugadores extranjeros.
El palmarés de
sus últimas dos campañas fue 38 juegos ganados y 80 perdidos. En esas penosas
condiciones se despidieron para siempre de la liga otoño-invernal dominicana. No
conocieron jamás el Round Robin, formato de postemporada establecido a partir
del torneo 1986-87.
Descansen por
siempre en paz, Caimanes del Sur.
Fuentes: Periódicos El Nacional de ¡Ahora!, Última Hora y Listín Diario.
Fechas: enero 1984 y 1985. Noviembre y diciembre
1985 y enero 1986.
Agradecimientos:
Área de hemeroteca de la Biblioteca Nacional Pedro
Henríquez Ureña
Archivo General de la
Nación (AGN).
No hay comentarios:
Publicar un comentario