lunes, 31 de julio de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 13)

Cuando terminó el chequeo, aproveché el momento para expresar mi resolución definitiva: “Doctor, esta vez he venido en plan definitivo y algo radical. Quiero que me opere las amígdalas linguales y me drene toda esa flema en Cirugía. Ya no puedo siquiera expulsar moco; mi nariz está muy tapada y prefiero que nos vayamos a lo más práctico. He gastado mucha plata en antibióticos, antiinflamatorios, sprays nasales y otras tantas medicinas en un año y medio. Considero que lo que esos fármacos no hicieron en tanto tiempo, ya no lo harán”.

Por Iván Ottenwalder

El día de la resonancia magnética fue el sábado 24 de junio en uno de los más prestigiosos centros de imágenes diagnósticas de Santo Domingo. Mi padre me acompañó aquel día por la mañana. Era mi segunda resonancia magnética en toda mi vida. La otra, de columna cervical, había sido hace dos años, en otro centro hospitalario.

Para la resonancia nuclear de cuello con contraste me acostaron dentro de un tubo por unos 25 o 30 minutos aproximadamente. No podía mover mi cuello ni tragar saliva, cosa que pude cumplir a la perfección en el tiempo de duración del estudio.

Terminado el procedimiento tomé mis pertenencias y me encaminé a la recepción donde me informaron que el resultado estaría listo para el lunes a las 5 de la tarde. Acordé con mi progenitor para que pasara a buscarlo y llevármelo a mi lugar de trabajo el martes 27 en horas matutinas. Un día antes, el lunes 26, me sentí aquejado de molestias en mi cuello. Sentía como que se me hinchaba y, al mismo tiempo, una congestión nasal severa. Desde mediados de mayo todo arrancó de forma sorpresiva, dificultades para drenar por la nariz, síntomas ocasionales de mareítos, náusea que me salía desde la tonsila lingual derecha, fatiga y debilidad corporal. Estos síntomas eran muy parecidos a los de la primavera del año anterior, con la excepción de que al menos esta vez el apetito no lo estaba perdiendo.

Durante casi todo el lunes me las pasé con la sensación de cuello hinchado e inflamación de la lingual derecha. De cualquier modo seguía al pie de la letra tomándome los medicamentos prescritos por mi médico, aunque ya no fuesen la solución definitiva al asunto.

No solo el lunes, también varios días de la semana anterior y antepasada venía afrontando las mismas molestias. En ocasiones no podía hacer esfuerzos por hablar muy alto, en otras, me pillaba la náusea. Era a base de puro estoicismo que podía mantener la calma. Todavía sigue siendo así. Esto que cuento no se lo deseo a nadie en la faz de la Tierra.

Martes 27, la resonancia

Un poco pasada las 11 de la mañana mi padre llegó a mi lugar de trabajo para entregarme los resultados. Media hora antes ya me había informado vía telefónica que mi caso había sido diagnosticado tan solo como sinusitis. Cuando leí el diagnóstico completo vi que no era tan solo una sinusitis común y corriente, sino una de tipo esfenoidal - maxilar. Según lo descrito mi seno esfenoides estaba cargado de flema, los etmoides parcialmente con mucosidad y los maxilares también con moco.

Aunque me satisfizo por un lado el resultado me indigné por otro. Mi doctor no me había erradicado debidamente el problema sinusítico después de tantos antibióticos, sprays nasales y antiinflamatorios desde finales de noviembre. Lo que para principios de mayo supuse estaba casi curado, en verdad no lo fue. ¿Entonces quiere decir que estoy arropado de flemas nasales? Sí. Desde finales de 2011 hasta el día de hoy siempre me he preguntado por qué no era capaz de drenar moco abundante por la nariz como en los viejos tiempos. ¿Por qué antes era tan fácil y ahora cuando flemo es apenas de a chines y en ocasiones? Precisamente es el mismo otorrino de ahora el que me estaba tratando aquella sinusitis de 2011 y principios de 2012. De todos modos, acudí a la consulta para llevarle la prueba de Zinc pendiente más la resonancia magnética.

En la consulta

Ejemplo de amígdalas linguales que no sirven.
El mismo martes 27, en horas de la tarde, hice mi turno para ver al otorrino en el Centro de Otorrinolaringología y Especialidades. Cuando llegó mi momento entré, le saludé y le pasé los resultados. Leyó el diagnóstico escrito e insertó el cedé en su computador para ver las imágenes diagnósticas. Vimos las imágenes juntos. Lo relativo al cuello acorde a lo descrito estaba en perfecto estado. Luego vimos los senos nasales etmoides y esfenoides. Según él, que es médico y sabe leer ese tipo de imágenes, supuestamente yo había mejorado mucho. Cuando pasó a la diapositiva de los senos maxilares noté que no hizo comentario alguno, ni positivo ni negativo, solo se limitó a decir que yo estaba mucho mejor. ¿Mucho mejor? Si en noviembre era sinusitis esfenoidal y ahora también maxilar ¿dónde podía estar la mejoría?

Me examinó las amígdalas linguales con una paleta. Cuando me las frotó y movió con el instrumento sentí molestias fuertes. “Tranquilo a ver”, me decía, pero yo no podía contener el malestar. En la derecha sentí molestia nauseabunda; en la izquierda, apenas muy poquito. Y así se atrevió el galeno a pregonar victoria, diciendo que yo estaba muy mejor. Entonces cuando terminó el chequeo, aproveché el momento para expresar mi resolución definitiva: “Doctor, esta vez he venido en plan definitivo y algo radical. Quiero que me opere las amígdalas linguales y me drene toda esa flema en Cirugía. Ya no puedo siquiera expulsar moco; mi nariz está muy tapada y prefiero que nos vayamos a lo más práctico. He gastado mucha plata en antibióticos, antiinflamatorios, sprays nasales y otras tantas medicinas en un año y medio. Considero que lo que esos fármacos no hicieron en tanto tiempo, ya no lo harán”.

Amígdala lingual hipertrófica.
El cirujano de cabeza y cuello respondió “¡Es que yo no encuentro flema! El diagnóstico lo dice pero yo no la veo”. Entonces insistí en que llevaba tiempo, desde mayo, que no podía drenar bien, aunque en verdad, lo que flemaba entre diciembre y mayo era de a poquito y no abundante como para limpiar todos los senos nasales. Le reiteré también el caso de la amígdala lingual derecha que, con tanta recurrencia, se me inflamaba e irritaba. Sobre este aspecto alegó algunos comentarios, dos de los cuales se caían por su propio peso. Uno, que en verdad a él siempre le preocupa que esa amígdala siempre estuviera inflamada, a lo que respondí “¡Por eso mismo, sáquemelas, y punto!”. El otro, cuando me explicó que el método empleado para extraer las linguales la clínica no lo tenía disponible. A esa tonta explicación le contesté: “el verano pasado, si yo me hubiese operado en esta clínica, usted me hubiese sacado las amígdalas linguales, de modo que ese método si está acá”. No le quedó de otra que reconocer un “bueno, sí”. Otra argumentación débil fue cuando trató de sincerarse conmigo alegando que le preocupaba que luego de sacarme las linguales resultase que el problema no fuese ése y que yo hiciera un inversión innecesaria. En este punto pude haberme defendido mejor si le hubiese respondido que en junio de 2016, cuando diagnosticó mi caso como Amigdalitis crónica lingual y palatina, él estaba muy seguro de sí y consciente de que aquella inversión era la que valdría la pena. Pero no lo hice. Al contrario, lo que respondí fue “ya ustedes los otorrinos reciben los seguros médicos, la huelga se acabó”.
Diagnóstico del otorrino (en amarillo) en junio de 2016.

Ya en un momento dado me hizo dos propuestas, la primera, realizarme una endoscopía de laringe en ayunas para examinar exclusivamente las tonsilas linguales; la otra, que se sometiera mi caso ante una junta de médicos, donde se conociera la opinión de los demás doctores y la de él. Sin embargo, fui estúpido al no reclamar que también la mía sería necesaria. No me defendí como debía. Mi respuesta en cambio fue que mi caso ya tenía año y medio dando vueltas y que yo estaba gastando dinero en fármacos que ya solo hacían un remache pero no curaban el problema de raíz. También le reclamé: “primero usted dijo el verano pasado que las linguales había que sacarlas junto con las palatinas, pero luego que me operaron las palatinas en otra clínica, por las razones que ya usted conoce, ahora dice que no, que las linguales hay que dejarlas. Tengo la prueba original y fotocopias guardadas de su diagnóstico de junio de 2016”. Y con relación a la endoscopía de laringe le recordé que a finales de noviembre de 2016 ya él me había realizado una, cosa que comprobó en su computador. Entonces sugirió realizarme otra para fines comparativos. No me pareció buena la idea de que me hicieran ese estudio otra vez. ¿Para qué? Ya conocía su juego. Él se iba a hacer el loco para afirmar que todo estaba bien, como ya se lo estaba haciendo otras veces, incluyendo esa misma tarde cuando me checó las linguales y no quiso admitir el problema, aunque luego se contradijo cuando reconoció su preocupación por tantas inflamaciones en esa amígdala derecha. Parece que también se le olvidaba que el 7 de junio del año en curso, cuando regresé a consulta, se vio en la obligación de medicarme de nuevo al ver lo súper inflamada que estaba la lingual derecha. Recuerdo cuando me dijo esa tarde que no tomara mucha agua porque me la empeoraba. Me había sugerido que esa noche me tomara una sopa licuada y, que en vez de agua mejor bebiera algo que tuviera sales minerales, como Gatorade. Al día de hoy puedo confesar que todavía por tomar suficiente agua se me hincha esa amígdala derecha. También se me acumulan residuos de comida en esa zona ¿Y eso por qué? No es normal, pero sucede.

Prácticamente le imploré que le pusiera broche de oro a mi caso con la cirugía definitiva, que de seguro ya no tendría que volver más, no solo a su consultorio, sino a la misma clínica. Él se rió a medias y con cierto aire semejante al cinismo, volviendo a rallar en los argumentos anteriores de la preocupación, de la inversión, que no estaba muy seguro (aunque sí lo estuvo en junio del 2016), de la endoscopía de laringe, etc.

Otro recurso inútil e infuncional fue cuando me sugirió prepararme una fórmula para hacer duchas faríngeas con mi máquina irrigadora faríngeo-nasal que él mismo me recomendó comprar en septiembre del 2016, pero los resultados siempre fueron insatisfactorios. Le respondí que cada vez que hacía las irrigaciones faríngeas me producía náuseas en las amígdalas linguales. “¿Te da náuseas?”, me preguntó como si yo fuese un tonto. Parece que él no recordaba muy bien cuando en octubre del 2016 llevé aquel aparato a su consultorio, donde me mostró cómo realizar el proceso y, en medio del ensayo, las duchas faríngeas me produjeron náuseas en la garganta y fue él mismo que me preguntó preocupado aquella vez: “¿qué pasa Iván, te da náuseas?”.

Nos quedamos en silencio por espacio de unos segundos y ya para zanjar el asunto, porque quería irme, le dije que iba a pensar lo de la propuesta y que le daría mi respuesta en cualquier momento. “Piénsalo Iván”, me respondió antes de salir.

Por diplomacia fue que le dije que pensaría lo de su propuesta, pero en verdad no volveré más a su consultorio. No me agrada la idea de una junta de médicos donde no se conozca mi opinión, solo la de él y sus demás colegas que no han padecido mis sufrimientos ni tampoco tratado mi caso. Entonces, ¿qué haré? Buscar otro u otra especialista. ¿Dónde? Ya lo averiguaré.

De momento, hasta que no haya una solución total y definitiva a este problema, esta historia no tendrá su fin.

Continuará...

viernes, 28 de julio de 2017

San Lázaro, campeón baloncesto distrital 1974

Se impusieron al quinteto de Naco en seis partidos, todos disputados en el Palacio de los Deportes Virgilio Travieso Soto, en Santo Domingo. 

Por Iván Ottenwalder 

Primer juego
18 de septiembre 1974

San Lázaro ganó 89-87






































































Chacho González es entrevistado por Faisal Abel.


























Segundo juego
19 de septiembre 1974 

Naco triunfa 90-80 y empata la serie


















Tercer juego
21 de septiembre 1974

San Lázaro vence a sus rivales 76-75





































































Cuarto juego
22 de septiembre 1974 
San Lázaro otra vez. Gana 97-81 y coloca serie 3-1



 























Quinto juego
24 de septiembre 1974

Naco sobrevive y se impone 112-88




























































Sexto juego
25 de septiembre 1974
San Lázaro CAMPEÓN. Vence a Naco con marcador de 92-89 y se lleva la corona















































 
Fanáticos lazareños celebrando





















Más festejos





















Mercedes Toral entrega el trofeo a los campeones



















El triunfo fue merecido























...Y los que gozan son los que ganan









































Fuente: Periódico El Nacional de ¡Ahora!, septiembre de 1974
Agradecimiento:
­Área de hemeroteca de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.

miércoles, 26 de julio de 2017

Águilas Cibaeñas campeones nacionales temporada 1977-78

A diferencia de la contienda del año anterior, en esta ocasión fueron los Tigres del Licey los considerados como favoritos para ganar la serie final. La serie empezaría en su localía, el Estadio Quisqueya de Santo Domingo, debido a que ganaron la serie regular. No contaron que las Águilas del Cibao, segundo puesto en la temporada, además de tener una buena artillería ofensiva y un equilibrado pitcheo, se las tenían juradas por la humillación de 1976-77. Y lo grande de todo fue que consumaron su venganza, venciendo en siete juegos a los Tigres (5-2 el play off final). Si en el curso anterior los azules fueron los dueños del Estadio Cibao al no perder ni uno allí, en la final del 1977-78 fueron las Águilas quienes impusieron el mando absoluto al ganar los cuatro enfrentamientos efectuados en el Estadio Quisqueya de la ciudad capital. Los ganadores apenas necesitaron una victoria en su parque Cibao, pero con eso bastó, ya que uno en Santiago más los cuatro de Santo Domingo, daba cinco. Y con esa  aritmética se logró el cetro.

Como visitantes los norteños silenciaron los bates azules en su propia casa y, de paso, a unos fanáticos de tradición tan ganadora como los liceístas. La humillación fue tal que solo faltó que los victoriosos aguiluchos amarraran el Quisqueya con cadenas y se lo llevaran remolcado en grúa para Santiago de los Caballeros.


Por Iván Ottenwalder


Primer partido
25 de enero de 1978
Santo Domingo

Las Águilas dan el primer picotazo y ganan 3-1

 










































Miguel Diloné




















































































Segundo partido
26 de enero de 1978
Santiago de los Caballeros

Licey triunfa 6 carreras a 3 y empata el playoff final

























































































Winston Llenas es atendido por el masajista de su equipo, Juan Isidro Castillo.



























































Tercer partido
27 de enero de 1978
Santo Domingo

Águilas vuelven a ganar. El resultado fue 4-3





















 























Rafael Landestoy (L) se roba la segunda base.

 
 
Varias tomas del dirigente de las Águilas, Johnny Lipon.








Cuarto partido
28 de enero de 1978
Santiago de los Caballeros

Águilas se imponen de nuevo. Esta vez 5 a 3




Quinto partido
29 de enero de 1978
Santo Domingo

Las Águilas alzan vuelo más alto. Se imponen 5-2








Al Holland


Sexto juego
30 de enero de 1978
Santiago de los Caballeros

Licey se mantiene vivo. Remonta de un déficit de 0-6 y gana 14 a 8


¡No debieron celebrar tan temprano!




Jesús Alou (L) llegó quieto a tercera base














Séptimo partido
31 de enero de 1978
Santo Domingo

¡CAMPEONES!
Las Águilas conquistan la corona y se quitan la espinita clavada de la temporada anterior, venciendo a sus verdugos 4-3.











¡A celebrar!


Jugadores e hinchas aguiluchos se confunden tras la victoria del campeonato

 
Los fans de las Águilas festejaron a lo grande









Fuente: Periódico El Nacional de ¡Ahora!, enero de 1978.
Agradecimiento:
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.