Albania Arnaud dejó la
escuela hace dos años y ahora labora en una banca de lotería.
Por Iván
Ottenwalder
A finales del 2011 Albania Arnaud cursaba el
segundo de bachillerato en el Colegio Paz y Progreso. Su padre, quien la
adoraba y veía muchas esperanzas en ella, le pagaba la colegiatura: alrededor
de novecientos pesos mensuales. Esto ocurría cuando Albania contaba con 16 años
de edad.
Como todas las chicas normales de su edad tenía
novio. Una noche, durante una escapada con su pareja, se fueron hacer el amor.
El resultado de aquella apasionante aventura: un embarazo. Aún así ella siguió
asistiendo a clases hasta que, avanzado unos meses y la barriga creciendo, producto
de la notable preñez, decidió parar. No le faltaba tanto para tomar los
exámenes finales e intentar avanzar a tercero de bachillerato. Pero no fue así:
dio a luz un niño varón, desertó y adiós colegio.
La colegiala se obsesionó con casarse y dejar
la casa de su padre. De nada valió el hija,
deja a ese tipo, suéltalo en banda, yo te sigo pagando los estudios. Esta es tu
casa mi amor, quédate acá. Albania, no estaba dispuesta a transigir y era
su decisión irse a vivir con su novio, un trabajador de colmado, a una casita
en el kilómetro 8.5 de la avenida Independencia, un sector muy peligroso por
los constantes asaltos que allí se producen. Se marchó y casó con el chico que
amaba, pero esa decisión la llevó a otro estilo de vida: a trabajar en una
banca de lotería, de lunes a domingo, en horario de diez de la mañana a nueve
de la noche, además del rol de madre desempeñado a temprana edad.
Muchas, de las que hace tres años estudiaron
con ella, terminaron la escuela; otras, están en la universidad. Albania, ahora
con 19 años de edad, se ha estancado como cajera en la Banca Arboleda, situada en la Urbanización Real.
Disfruta de su oficio, del cual gana ocho mil pesos mensuales que, sumado a lo
que devenga su esposo (monto que prefirió no decir) lo dedican a la crianza del
niño, pago del alquiler de casa (RD$3,500.00 mensuales) y gastos para compras
del hogar.
Confiesa que hubiese elegido laborar como
cajera de una tienda o supermercado pero, para ello, había que hacer un curso
de caja, y era muy costoso, entonces, entró al mundo de la banca de lotería, oficio
que no exige ese tipo de requisito.
Además de banquera en ocasiones juega sus
numeritos, cuando creo que un número va a
salir, aunque no de la manera enfermiza como los empedernidos que a diario
apuestan. Es consciente de que en las apuestas se pierde más que lo que se
gana. Explica: Cuando te vienes a sacar
una buena cantidad de dinero, ya todo eso lo has perdido, por todas las veces
que jugaste y no te sacaste.
Llega y se va a
pie
Albania prefiere recorrer a pie el trayecto de
su casa al trabajo, es decir, del kilómetro 8.5 de la Independencia hasta la Banca Arboleda, en la Urbanización Real,
un sector de edificios y torres lujosas, situado entre las avenidas Enriquillo
y Rómulo Betancourt.
Cuando dan las diez de la noche, hora de cerrar
la banca, se va caminando hasta el destacamento policial del Mirador Sur, donde
la espera su abuelo, que no tiene ningún rango militar, y la acompaña hasta su
morada en el 8.5 de la Independencia.
Ella se siente muy protegida a pesar de los peligros que les
puede acarrear a ambos transitar a pie a esa hora nocturna. Nada de armas,
totalmente desarmados, y a la buena de Dios, hacen el recorrido.
Sueña ser camarera o
abogada
Entre sus ambiciones están la de ser camarera
en un restaurante o estudiar para abogada, pero si quiere alcanzar lo último
deberá regresar a la escuela, repetir el segundo de bachillerato y luego, si
está a su alcance, acudir a la universidad. Es consciente de todo eso y
reconoce: tengo que nivelarme
económicamente para volver a la escuela y terminar el bachillerato. Aunque
con la decisión de volver a estudiar tendría que dedicarle menos tiempo a la
banca y, por consiguiente, ganar menos dinero, esto es, menos de los ocho mil
mensuales que devenga en la actualidad.
Muchas Albanias que
abandonan los estudios
En la República Dominicana
la situación de numerosos embarazos, específicamente en jóvenes adolescentes,
se ha convertido en materia de estudio y preocupación por parte de
profesionales de la sociología, análisis de género e instituciones como:
PROFAMILIA, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Oficina Nacional de Estadística
(ONE) entre otras.
Precisamente, un estudio realizado por UNICEF
titulado “Análisis de la situación de la infancia y la adolescencia en
República Dominicana 2012″ reveló que el 22.1% de las jóvenes en República
Dominicana, entre 15 y 19 años, tiene al menos un hijo, lo que agudiza la situación
de pobreza y limita el desarrollo del país.
Según esta investigación, elaborada con
el apoyo del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) y el
Consejo Nacional de la Niñez
(CONANI), el 33.2% de las adolescentes y mujeres jóvenes de las familias más
pobres se habían embarazado antes de cumplir 20 años.
Por todo esto no es tan complejo
deducir que Albania Arnaud no es más que una víctima de un sistema escolar que,
hasta hace poco, se había negado a impartirles a las adolescentes la materia de educación y
orientación sexual, elemental para crearles a ellas plena consciencia sobre el
sexo responsable y seguro. Hace mucho se hubiese enfrentado la problemática de
los embarazos en adolescentes y reducido considerablemente el número de deserciones por este motivo.
Albania Arnaud, personaje de esta historia, es real.