Viernes 10 de junio: En la
Sociedad Canaria. Siguen los reveses: dos más.
Por Iván Ottenwalder
La mañana
del día 10 estuvo muy soleada en La Habana. Igual que el día anterior fui a
conectarme a la sala de navegación de ETECSA por algo más de una hora. Al
regresar a la pensión me alisté, mochila al hombro, rumbo a un destino
diferente, esta vez no a la casa de Odalys, sino a La Habana Vieja. Había
concertado encontrarme con Rolando y Odalys en el cruce de las calles Prado y
Colón.
Sociedad Canaria. |
Para ser
honesto debí haberme quedado en el Muelle de Caballería, pero seguí de largo
por el bulevar de Prado y no hallé a mis amigos durante 20 minutos. Dada mi
preocupación busqué un teléfono para marcar a casa de Odalys, pero ella no lo
contestaba. Me puse a caminar por la calle en busca de mis compañeros de juego,
pero ¡intento fallido! Sin embargo, cuando menos lo esperaba escuché que
alguien me llamaba. Supuse que era la voz de Rolando y mire para distintos
lados, pero nada de nada. Poco ratito después de retroceder fue que los divisé,
sentados sobre un banco del bulevar. “¡Iván, aquí!”, me gritó Guadalupe. ¡Ya
por fin los había encontrado! “Te vi cuando diste un resbalón y estuviste a
punto de irte de boca”, me contó. Yo le dije que tenía ratos buscándolos. Ellos
me dijeron lo mismo. Bueno, en fin, nos sentamos a platicar un poquito y nos
dirigimos a dar un paseo por zonas de La Habana Vieja que me quedaron pendientes
de conocer en 2015, entre ellas la emblemática Bodeguita del Medio y la famosa
catedral. Nos tiramos muchas fotos en cada lugar que nos deteníamos. Mis ojos
pudieron presenciar el recorrido de un viejo auto descapotable color rojo en el
que viajaba una pareja de recién casados, hombre negro y mujer blanca con sus
trajes de boda. Una estruendosa sirena sonaba por cada calle por la que
transitaba el vehículo.
Recién casados transitando a bordo de un auto por La Habana Vieja. |
Por fin
llegamos a la Sociedad Canaria. Entramos al área de la cafetería, tomamos una
mesa y nos dispusimos a jugar a nuestro scrabble.
Duelo contra Odalys
La
primera partida la disputé contra Figuerola. Lo que me ocurrió fue algo tan inaudito
que jamás olvidaré mientras existencia tenga. Estuve dominando la partida desde
el inicio hasta que llegó la recta final. Quedaban pocas fichas en el bolso y
yo ganaba por 367-352, pero ambos jugábamos con mucha precaución ya que la Q,
esa letra que necesita de la ayuda de la U más una É o Í para formar palabra,
aún no había sido jugada. Yo la tenía en mi atril y debía cambiarla. Cometí en mi
turno el error más vergonzoso en mi historia como escrablero. Es una regla de
oro que cada vez que un jugador vaya a ejecutar un cambio primero debe identificar
en su atril la cantidad de fichas a cambiar y ponerlas boca abajo sobre la
mesa; luego, extraer de la bolsa el mismo número de fichas. Las letras
escogidas de la bolsa se colocan en el atril y las que estaban volteadas boca
abajo sobre la mesa se insertan en el bolso de tela. Yo hice todo lo contrario:
no identifiqué ni volteé las que debía cambiar y me apresuré a sacar del bolso
tres fichas. Cuando voy a tomar las tres de mi atril para meterlas en la bolsa
se me obnubiló la memoria y, como perfecto despistado, deposité en el saco las
que no eran, dejando la Q intacta. Odalys me tomó la delantera y venció
463-414. Además, perdí 10 puntos por jugar un minuto en negativo. Ambos
colgamos 3 scrabbles y cometimos un error. Realicé tres cambios y mi oponente
solo uno.
Odalys Figuerola (izq) y Rolando Guadalupe. |
Otra derrota más; El Guada me la propinó
Golpiza
de principio a final. Eso fue lo que recibí de Rolando en la segunda partida.
El marcador 565-392, y en bonus igual me superó, 4-2. Después que ambos
cambiamos dos veces seguidas no me esperaba que en su próximo turno sus letras
me RIÑEREN para 94 tantos. Y, aunque ya muy tarde, mis fichas se PAUTASEN (83)
para la segunda mejor formación, las de Rolando pusieron el resto de los máximos
puntajes: CELANDO (74), AMURCADA (64), ENCELASES (63), AJOTE (60), HILEN (55), HORA
(44) y AX (36).
Mis estadísticas:
2
partidas, 2 derrotas, 403 puntos por partida, 2.5 scrabbles por juego
Frente a Odalys:
1 partida,
una derrota, 414 puntos por partida, 3 scrabbles por juego
Frente a Rolando:
1 partida,
una derrota, 392 puntos por partida, 2 scrabbles por juego
Rato más
tarde subimos al restaurante, en el segundo piso. Pedimos a la carta, cortesía
de mis últimos CUC que me quedaban. Ese había sido el acuerdo concertado desde
días antes: yo invitaba.
Los platos
estuvieron deliciosos como exquisitos manjares. Al llegar la cuenta no tenía la
plata completa. Había salido tan solo con 20 CUC y el monto a pagar hizo casi
24. Al menos me quedaban en la billetera algunos billetes en moneda nacional (CUP)
que podían ser cambiados a CUC, pero ni así la completaba. Rolando puso el
billete de 2 CUC que hizo falta. Me sentí mal conmigo mismo. No es que no
tuviera dinero, es que los últimos CUC que me quedaban ya los había cambiado a
dólares, en vista de que me regresaba a Santo Domingo en dos días, de modo que había
dejado toda esa divisa dentro de mi maleta, en la pensión. Un día antes contaba
con 45 CUC dentro de mi cartera y debido
a la premura le pedí a la casera que me hiciera el favor de cambiarme 25 de
ellos a dólares. De todos modos fue otra de mis pifias, ya con tantas que había
cometido en scrabble durante mi estadía. Menos mal que Rolando ni Odalys se
ofendieron conmigo por el imprevisto.
Saciados
los estómagos y debido a la llenura decidimos salir a caminar, y luego cada
quien se marchó para su casa.
No se me dio el teatro, pero sí
el cine
A las siete
de la tarde me dirigí al Teatro Bertolt Brecht, en El Vedado. Cuando llego al
área de boletería a preguntar por el precio de la entrada un señor canoso me
pregunta “¿Usted es residente o turista?” Le respondo que turista. “Entonces
son 20 CUC. Solo los residentes pagan 10 pesos en moneda nacional”. Di media vuelta y me retiré. La verdad, que
lo del viernes fue una jornada de puros errores. Mientras vida tenga no podré
olvidar jamás aquello. Pude haberle respondido al boletero que sí, que era
residente, y tal vez me lo hubiese creído, pero, ¿y si no? ¿Y si me pedía
alguna identificación que justificase que era cubano? Mejor preferí decir la
verdad y marcharme. Entonces fue cuando los planes cambiaron y se me ocurrió la
idea de ir al cine. Caminé hacia el Yara, pero no había función, porque esta había
sido sustituida por un mariachi.
Entonces un señor, delgado, moreno y como de mi edad, que también andaba en
planes de cine, me dijo: “conozco uno, no tan lejos y se llama Infanta”. Caminamos hacia allá y
entramos a la sala. De todos modos, como no conocía muy bien a aquel caballero,
no me senté a su lado, sino en otra fila de butacas. A veces no podemos ser muy
nobles ni fiarnos tan fácil.
Al
terminar el filme retorné a la pensión, luego fui a cenar y por último regresé
a para dormir. El sábado 11 de junio sería muy última participación escrablera.
Se efectuaría un torneo de duplicadas a bolsa completa y dos partidas en la
biblioteca Rubén Martínez Villena.