martes, 24 de octubre de 2017

Iván Ottenwalder en el XXI Mundial de Scrabble en Español, Asunción 2017. Galería de imágenes

...Y el sueño se hizo realidad.

 Por Iván Ottenwalder

Partida de práctica


Iván Ottenwalder (izq) y José González.
















Iván Ottenwalder en una partida amistosa.
























Fotos con demás jugadores


Norma Garza e Iván Ottenwalder


















Iván Ottenwalder, Carlos Espinosa y Laura Gil.
























Daniel Tunnard e Iván Ottenwalder.



















Iván Ottenwalder con jugadoras argentinas.



















Norma Garza e Iván Ottenwalder.
























 
Iván Ottenwalder y Alicia Acosta.




















Iván Ottenwalder y Alicia Acosta.






















Iván Ottenwalder y Claudia Amaral, campeona mundial de 2004.




















Iván Ottenwalder y Ulises Sal.




















Iván Ottenwalder y Juan Carlos Ayala, campeón de España en varias ocasiones.




















Iván Ottenwalder y Luis Picciochi, campeón mundial en 2010 y 2011.



















Iván Ottenwalder y Mariví Gil.



















Iván Ottenwalder y Johanna Ramones.



















Miguel Henares, Iván Ottenwalder y José María Riera.



















Miguel Henares, Iván Ottenwalder y José María Riera.





















Rocco Lagucci, ex-campeón mundial e Iván Ottenwalder.



















Víctor Fernández, Franklin Gamou e Iván Ottenwalder.
























Víctor Fernández, Franklin Gamou e Iván Ottenwalder.
























Horacio Moavro e Iván Ottenwalder
























Curso taller para jueces de scrabble.
Domingo 8 de octubre de 2017
 















Jugando en el Clásico Mundial


José Hernández e Iván Ottenwalder, antes de iniciar una partida.



















 Tomando mate


Iván Ottenwalder, tomando mate por la mañana.
























Por la ciudad de Asunción


Iván Ottenwalder, de noche en Asunción.















Iván Ottenwalder.

























Probando un helado.

























Iván Ottenwalder y Lelis Gómez.
























Fotos con el grupo del mundial




















Fotos cena de clausura


Diana Willigs, Laura Gil  e Iván Ottenwalder.
























Ana Mondrus, Enrique Villalobos e Iván Ottenwalder.



















Norma Garza e Iván Ottenwalder





















Iván Ottenwalder y Luz María Galindo.



















Iván Ottenwalder, detrás de la mesa de dulces y el pastel.




















Iván Ottenwalder y Daniel Araque.



















Iván Ottenwalder (de pie), Laura Gil (izq) y Diana Willigs.



















Iván Ottenwalder, al centro, con su diploma de participación en el Clásico Mundial.



















Iván Ottenwalder y Carlos Romero.



















Iván Ottenwalder y Carlos Romero.

























Más de Iván Ottenwalder con diploma























viernes, 20 de octubre de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 20)

En esta historia, que ha degenerado en cruel pesadilla, los grandes ganadores han sido los médicos, especialmente los otorrinolaringólogos, y la industria farmacéutica, por cierto. El gran perdedor, Iván Ottenwalder, que lo han mantenido drogado por casi dos años, que ha gastado un montón de plata en los mismos medicamentos de siempre, que sólo mitigan muy poca cosa el problema, pero nunca lo curan en su totalidad. Iván Ottenwalder, quien escribe, ha sido el gran derrotado, porque se ha endeudado de forma espantosa con su tarjeta de crédito, sobre todo el año pasado y principios de este, comprando un reguero de antibióticos, antiinflamatorios, aerosoles nasales y antialérgicos que no han curado de raíz este asunto abominable.


Por Iván Ottenwalder

El miércoles 18 de octubre me personé en Salud Bucal. Cuando me acerqué a la ventanilla un tipo, haciendo las veces de recepcionista, me pidió el seguro médico y la cédula. Luego tomé asiento hasta que me llamara. Treinta minutos más tarde me llamó para darme  mi número de espera y pasar al consultorio. Esperé bastante tiempo. Pero lo más incómodo de todo fueron las veces que tuve que salir para afuera a moquear y estornudar de manera descontrolada. Era una pesadilla interminable, igual a la que he vivido desde hace año y medio.

Imagen genérica de los senos paranasales
Una vez llegado mi turno pasé al pequeño cubículo de la cirujana maxilo-facial. Luego de saludarme me preguntó cómo me había ido en mi viaje. Le dije que me había divertido mucho pero que las secreciones nasales, estornudos, jalones en la encía o seno maxilar, y sabor amargo del agua, continuaron igual de peor. “¿Pero el antibiótico no le funcionó?”, me preguntó. “Me aguantó por unos pocos días pero de noche volvían de nuevo los síntomas ésos”, le respondí. Me explicó que quizás con un buen tratamiento se solucionaba y le conté acerca de todos los tratamientos, de todas las medicinas que he venido tragando desde hacía un año y 10 meses y que ya quería soluciones definitivas y no seguir así como estaba. Mencioné el tema del montón de dinero que he gastado desde febrero de 2016 hasta el presente. Aunque no le conté sobre las veces que mi tarjeta de crédito se sobregiró por culpa del exceso en gastos medicinales. ¿Todo para qué? Para que los malestares nunca desaparecieran. La galeno me explicó que la sinusitis no se curaba de raíz, que solo se controlaba, y a eso le dije que la mía era diaria, que al menos en el pasado me pillaban episodios de sinusitis leves que luego desaparecían por mucho tiempo. Ahora ya no era así.

Finalmente la especialista, que desconozco si es una de las mejores o no en su área, me checó la zona de la encía donde antes estuvo la muela del juicio. La palpó y observó. Luego expresó su veredicto: “Mire, le voy a realizar el procedimiento quirúrgico, pero antes quiero que se haga una tomografía de senos paranasales y se tome unos medicamentos que le voy a prescribir por diez días. El lunes por la tarde voy a estar en la sucursal de Salud Bucal de la avenida Núñez de Cáceres a partir de las dos. He notado que está muy congestionado y ni siquiera puede hablar bien. Le voy a drenar el maxilar derecho, pero quiero ver como están los demás senos nasales para que el diagnóstico sea más exacto”.

Tras su dictamen le pregunté: “Con esto se acabará la pesadilla y the end? ¿No tendré que verle las caras a los otorrinos por mucho tiempo?” Ella volvió a reiterar aquello de que la sinusitis no se curaba de raíz, que solo se controlaba, que había que convivir con ello. Yo también defendía mi punto de vista de que no quería vivir así como estaba el resto de mis días, de que tanto tiempo ya estaba bueno y no quería seguir drogado hasta la eternidad.

Al final nos despedimos con un adiós y me retiré del consultorio. Fui a caja a que me sellaran la receta y la indicación del estudio. Terminado todo salí por la puerta y me fui.

Llegado a casa me atraparon unos temblores de fiebre, una congestión peor y el dolor maxilar o de encía, o lo que fuese. Me tiré en mi cama con todo y ropa y me cubrí con la sábana. No podía conciliar el sueño. Al rato me despertaba y daba vueltas por la sala. Luego me puse a ver el partido de béisbol entre los Toros del Este y las Águilas Cibaeñas que mi padre estaba mirando en la tele. Me tendí en un sofá y al rato quedé dormido. Al despertar, aunque el juego no se había acabado, me fui a la cama y ya pude dormir tranquilo hasta las 3:30 de la madrugada, cuando me desperté a orinar. No volví a dormir hasta las 4:20 a.m. debido a la secreción verdosa, amarillenta y líquida que expulsaba a cada instante. La zona aquella de la encía me dolía y por momento me producía picor. Cuando volví a dormir lo hice por casi dos horas.

Durante los últimos días he tenido problemas respiratorios. Cuando agarró el inhalador de asma y me doy par de atomizaciones todo sigue igual. Aparentemente el problema no es asma, sino ahogamiento, ya sea por exceso de moco o saliva.

Día de la tomografía

El jueves 19 de mayo telefoneé a un centro de imágenes muy famoso de Santo Domingo. Pregunté si en una de las sucursales cercanas realizaban tomografía de senos paranasales y me respondieron afirmativamente. Planifiqué mi cita para las 9 de la mañana. Antes me tomé mi desayuno, apenas un vaso de leche descremada, pues no tenía ganas de comer debido a la sensación de ahogamiento cuando tragaba. Me atrevo a decir que es por culpa de la saliva, la flema y la congestión.

A las nueve de la mañana llegué al centro de imágenes de estudios especiales. El tipo de seguridad me ayudó a tomar un número y esperé a que me llamaran, lo que sucedió 30 minutos después. Una recepcionista me pidió carnet de seguro, cédula e indicación médica. Me senté a esperar hasta que me llamaran nuevamente. Me sentía débil y sin fuerza. En pocas palabras, sin energía. Y así en ese tipo de condiciones me he desplazado a todo los lugares. A veces he tenido síntomas de desmayo, como que voy a caer redondo al suelo. Nadie de mi familia se ha ofrecido en lo más mínimo a acompañarme o dame un aventón en vehículo hasta los lugares donde debo dirigirme. No me importa expresarlo a la clara; cuando ha sido todo lo contrario, también lo he publicado por este blog.

Cuando me volvieron a llamar fue del área de caja, para pagar. Una vez saldada la cuenta la cajera me indicó que pasara al cubículo de tomografía. Entré por un largo pasillo hasta llegar al destino final. Un hombre fornido y de tez morena me saludó y preguntó sobre el porqué del estudio. Le dije que una cirujana maxilo-facial me lo había prescrito debido a  mi congestión severa e interminable y por una aparente obstrucción en el seno maxilar derecho. También le mostré la tomografía que me practicaron en noviembre del año pasado, la cual arrojaba una desviación del tabique hacia la derecha, hipertrofia de cornete medio y seno esfenoidal repleto de flema. El experto en tomografías, que desconozco si es muy eficiente o no, me indicó recostarme en la camilla del tomógrafo y retirarme las gafas. Luego de varios minutos encendió el aparato y estuve tranquilo durante el lapso de tiempo que duró el estudio. Acabado el proceso me apeé de la camilla y tomé mis lentes. Me despedí del señor y abandoné el cuarto. Caminé a lo largo del pasillo hasta salir a la calle. Mañana viernes 20, entre 5 a 6 de la tarde, y en el mismo lugar, debo retirar el estudio.

En esta historia, que ha degenerado en cruel pesadilla, los grandes ganadores han sido los médicos, especialmente los otorrinolaringólogos, y la industria farmacéutica, por cierto. El gran perdedor, Iván Ottenwalder, que lo han mantenido drogado por casi dos años, que ha gastado un montón de plata en los mismos medicamentos de siempre, que sólo mitigan muy poca cosa el problema, pero nunca lo curan en su totalidad. Iván Ottenwalder, quien escribe, ha sido el gran derrotado, porque se ha endeudado de forma espantosa con su tarjeta de crédito, sobre todo el año pasado y principios de este, comprando un reguero de antibióticos, antiinflamatorios, aerosoles nasales y antialérgicos que no han curado de raíz este asunto abominable.

Continuará...

miércoles, 18 de octubre de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 19)

Luego de revisarme la encía consideró que esta aún no había cicatrizado muy bien. Me palpó cierta parte de ella y sentí molestia. Luego de aplicarme un ejercicio respiratorio, tomar aire por la nariz y expulsarlo por la misma, observó que no pude botarlo por el lado derecho. “No puedes por ese lado, ¿verdad?”, me preguntó. Asentí con la cabeza. También le expliqué que por lo regular siempre moqueo del lado izquierdo, y en pocas ocasiones del derecho. Volví a reiterar lo del sabor amargo del agua y de los jalones y ardores en el área donde una vez estuvo la última muela de la zona superior derecha. Consideró la posibilidad de que hubiera una comunicación entre el seno maxilar derecho y esa encía. “Es posible de que no esté pasando aire”, agregó la galena. Algo parecido había opinado la odontóloga general días atrás.

Por Iván Ottenwalder

Dos semanas después de que la odontóloga de Amerident me retirara los puntos de sutura seguía sintiendo molestias en la zona donde antes estaba la muela del juicio, entre ellas ardor y algo de dolor. Le escribí por correo mail a mi odontóloga y ella me contestó que me checaría la encía, pero, que si el problema afectaba al seno maxilar ya tendría que visitar a un cirujano maxilo-facial.

El lunes 25 de septiembre en horas de la mañana asistí al consultorio dental. Cuando llegó mi turno la periodoncista me invitó a recostarme en la camilla reclinable. Chequeó la encía para luego considerar que no la veía tan mal. Yo insistí en lo del ardor y jalones ocasionales. “Entonces, debes visitar a un cirujano maxilo-facial porque puede que haya alguna conexión con el seno maxilar que te esté afectando y produciendo los síntomas que mencionas”, me sugirió. Le hablé también sobre mis secreciones líquidas que nunca llegaban a su fin y de la sinusitis maxilar detectaba por una resonancia magnética en junio de este año. “Es posible, si es así como dices, que tu problema sea tratado de forma conjunta por un cirujano maxilo-facial y un otorrino; pero te digo, ya esto escapa a mi radio de acción”, se sinceró conmigo.

Ese mismo día, en horas de la tarde, planifiqué una cita en la clínica dental Salud Bucal.  Me la agendaron para las 4:50 de la tarde.


Desde las 3:40 estuve en sala de espera hasta que una odontóloga general me viera. Llegado mi turno entré al consultorio. Antes de que la galena me evaluara le hice una síntesis de todo: malestar en la encía, inflamación, sabor amargo del agua que ingiero desde hacía más de año y medio, las secreciones líquidas y el exceso de saliva que se me acumula en la garganta diariamente. En pocas palabras, mis problemas sin fin, por los cuales varios médicos me han tenido drogado a base de un montón de fármacos desde hacía un año y 8 meses; problemas que nunca eran curados en su totalidad. La odontóloga me hizo una evaluación y me preguntó cuándo me habían extraído la última muela de la zona bucal superior derecha. Le conté que hacía más de dos semanas. Ella observó que aún no estaba bien cicatrizada. Luego de algunas preguntas generales dijo que me referiría a donde un cirujano maxilo-facial y luego donde una otorrinolaringóloga. Me prescribió una panorámica general y dos radiografías de lado y lado, una para el derecho y otra para el izquierdo. Al salir de la consulta me planificaron una cita con una especialista en cirugías de encías y senos maxilares para el jueves 28 de septiembre.

Día de la cita con la cirujana maxilo-facial

El jueves 28 de septiembre a las cinco de la tarde llegó el momento de ver a la especialista referida. Ya la doctora anterior le había anticipado sobre mi caso, de modo que, gran parte de lo que le expliqué ya lo sabía.

Luego de revisarme la encía consideró que esta aún no había cicatrizado muy bien. Me palpó cierta parte de ella y sentí molestia. Luego de aplicarme un ejercicio respiratorio, tomar aire por la nariz y expulsarlo por la misma, observó que no pude botarlo por el lado derecho. “No puedes por ese lado, ¿verdad?”, me preguntó. Asentí con la cabeza. También le expliqué que por lo regular siempre moqueo del lado izquierdo, y en pocas ocasiones del derecho. Volví a reiterar lo del sabor amargo del agua y de los jalones y ardores en el área donde una vez estuvo la última muela de la zona superior derecha. Consideró la posibilidad de que hubiera una comunicación entre el seno maxilar derecho y esa encía. “Es posible de que no esté pasando aire”, agregó la galena. Algo parecido había opinado la odontóloga general días atrás.

Finalmente me prescribió un antibiótico a tomar por siete días y me pidió regresar en dos semanas aproximadamente. Le expliqué que viajaría a Asunción durante la fecha del 7 al 15 de octubre y que volvería al consultorio días después. Ella estuvo de acuerdo.

“Vamos a ver si con este antibiótico la encía te cicatriza, de lo contrario te hago la cirugía”, me explicó. El fármaco se trataba de ácido clavulánico más amoxicilina, un producto que desde el 2016 lo había tomado en par de ocasiones, pero que nunca sanó de raíz malestar alguno.

Aproveché para preguntarle si no me iba a indicar alguna tomografía de senos maxilares y ella contestó que no era necesario. También le pregunté si el seguro médico cubría ese tipo de cirugías y en caso necesario cuánto pagaría de diferencia. Respondió “creo que sí, pero lo de la diferencia a pagar ya eso lo saben en caja, pues ellos manejan los precios”.

Al salir de la consulta fui al área a concertar una cita para el miércoles 18 de octubre.

Al salir de la clínica me planteé algunas preguntas:

Suponiendo que con el antibiótico la encía cicatrice, pero que los dolores y jalones aún persistan, ¿qué pasará en ese caso? ¿Me dará de alta la doctora así nomás? ¿Se produciría un tranque de juego que degenere en la palabra de ella contra la mía? ¿Seguiría prescribiéndome medicinas ya infuncionales en mi caso? ¿Me referiría a un otorrino? ¿Para qué si ya he visto tantos? ¿Me va a decir que mi problema es alérgico y que vaya a donde un alergista? ¿Para qué si ya la vacuna inmunológica contra ácaros no me funcionó y tuve que dejarla luego de un año y ocho meses? ¿Será este el problema sin fin? Entonces, ¿para qué vivir en esas condiciones deplorables? ¿Me van repetir los mismos idiotas de siempre que es mental todo esto? ¿Sí? ¿Son mentales estos estornudos interminables? ¿Esta sinusitis y moqueos que nunca finalizan? ¿Estos jalones y dolores episódicos en mi encía? ¿Por qué mis senos nasales son como un barril sin fondo, mientras se limpian vuelven y se congestionan de mucosidad constante? ¿Por qué todos los putos días de mi vida así? ¿No existe la posibilidad de drenar y sanseacabó? ¿Para qué más larga al asunto? ¿Para qué pasarme la vida gastando plata y viéndole las caras a los médicos? ¿Por qué el mismo círculo vicioso?

Ya va un año y diez meses viviendo la misma porquería sin fin, comiendo la misma mierda. Primero, amigdalitis, luego que faringitis, después la sinusitis que no se termina de erradicar y, para colmo, los jalones, dolores y ardores en mi encía. ¿Por qué no me revisan todos los senos maxilares de una vez por todas?

Quiero confesar que por culpa de la sinusitis sin fin ya estoy sintiendo hasta vergüenza con mis compañeros de trabajo, familiares y pocos amigos. Siento vergüenza por algo de lo cual no tengo la culpa, pero reconozco lo molestoso que es para ellos verme constantemente estornudando y moqueando con un pañuelo en manos. No han sido pocas las veces que algún compañero o compañera de labor se ha impacientado ante mi horrible situación. ¿De qué han valido tantos antialérgicos y aerosoles nasales que un médico del Centro de Otorrinolaringología y Especialidades me ha prescrito? ¿Me curó el problema de cuajo? NO.

Durante mi viaje a Paraguay

El sábado 7 de octubre a la una de la tarde tomé un avión rumbo al Aeropuerto de Tocumen en Panamá para luego abordar otro con destino a Asunción, capital de Paraguay, donde sería celebrado el XXI Mundial de Scrabble en Español. Durante el primer trayecto, Santo Domingo - Panamá, me la pasé secretando la misma flema líquida molestosa. Llegué a disculparme con el señor que ocupaba el asiento de al lado. Era un brasileño que también haría escala en Panamá para luego tomar un aeroplano con destino a Río de Janeiro. Le había contado sobre mi eterno malestar pero también sobre el viaje que mi padre había realizado a esa ciudad dos semanas atrás. Le dije que mi progenitor había estudiado medicina veterinaria en Sao Paulo en los años 60 del siglo pasado. Después de ahí seguimos dialogando por una rato más.

Ya en el próximo avión, con destino a Asunción, tuve a mi lado a una pareja de esposos. Supongo que eran más jóvenes que yo. Viajaban con su pequeño bebé de pocos meses. En ese trayecto de viaje, de más de cinco horas, también me las pasé con el pañuelo en manos sacudiéndome la nariz a diestro y siniestro. Sentí mucho apuro por los jóvenes de al lado, el mismo que he sentido en casi dos años por mis compañeros de trabajo, amigos y familiares.

Casi a las 12:00 am llegué a Asunción. En el Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi me recibió Carlos Romero, presidente del Asociación Cultural y Deportiva de Scrabble Paraguay. De igual forma me la pasé estornudando y moqueando dentro de su auto durante el trayecto de Luque a Hernandarias. Ya una vez en el hostal Hamaca Paraguaya decidí darme una ducha tibia y dormir largo y tendido.

Para no extender más el asunto voy a testimoniar que durante mi estadía en Asunción no fueron pocos los días que me las pasé mocando y estornudando sin cesar. Todas las noches en el hostal, pero, más aún, el viernes 13 en casa de Rocío Rodríguez, una ingeniera civil que reside en una mansión situada en un barrio de gente rica y millonaria de Asunción. Rocío también se decanta por el scrabble y suele jugar todas las semanas en la asociación de escrablistas. Aquella noche ella y su marido habían invitado a un pequeño grupo de personas a cenar, entre ellas, a unas señoras argentinas, una pareja de uruguayos, Juan Ghiorzi, Víctor Fernández y yo.

La cena fue espléndida, digna de un manjar de reyes, pero mi jodida secreción de mierda, estornudos y dolores ocasionales en la encía, no se detenían. Sentí vergüenza y apuro por mis amistades escrableras allí presentes.

Ahora viene la pregunta obligada: ¿qué diablos hizo el antibiótico? ¿Acaso no me ha seguido jalando y molestando la encía esa? ¿O será el seno maxilar que colinda con esta? Sea lo que sea algo está jodiendo en esa zona.

Regresé a Santo Domingo el domingo 15 de octubre pasada las tres de la tarde. La historia fue igual: mucho moqueo y estornudos en los aviones, tanto en el que voló de Asunción a Panamá como en el que abordé hasta la capital de República Dominicana.

Síntomas de fatiga y más flaco

En los últimos tres días mi cuadro clínico no ha mejorado, todo lo contrario, ha empeorado. Ahora sumémosle a todo lo anterior síntomas de fatiga, sensaciones de desmayo, temblores de fiebre, de desmayo y pérdida de peso. Me veo flaco en el espejo y hasta en las fotos que me tomaron la semana anterior. Prefiero ni siquiera ir a la báscula para no decepcionarme.

Ayer tarde visité la iglesia católica cercana a mi casa  y no pude estar tranquilo por culpa de los abominables síntomas de mierdas que siempre me acosan. Salí como tres veces afuera por respeto al sacerdote y a la feligresía.

Continuará...