Por Iván Ottenwalder
Una de los planteamientos que
todo ser humano con anhelos y metas en la vida suele hacerse es el siguiente:
“una vez logre lo que ando buscando, ¿qué pasará luego? ¿Y después qué?”
Traigo este tema a mi blog
porque también soy uno de esos que anda tras un sueño, fantasía o meta a
concretizar. Todo el que lee “Scrabble del bueno …béisbol del bueno” sabe que
mi anhelo más enfermizo en este momento es lograr mi objetivo de viajar a una
nación donde se juegue scrabble a nivel profesional, competir ante los mejores
y luego contar todas esas vivencias. Es cierto que también aspiro ganar mi
primera medalla o trofeo en este deporte gramatical, pero para ello necesitaría
un ambiente donde, constantemente, pueda jugar a este pasatiempo de las letras
y desarrollar un mayor nivel.
Pocos minutos antes de empezar
a escribir sobre esta temática estuve meditando con sosiego y filosofía acerca
de qué pasará cuando logre viajar a Cuba o cualquier otro país y competir en scrabble,
¿qué ocurrirá una vez gane mi deseada medalla o trofeo? ¿Me sentiré realizado?
¿Me cansaré? Realizado me sentiré, pero no cansado. Creo que mi fiebre se
acrecentará y me animaré a seguir jugando, como hacen todos los grandes y
valiosos deportistas.
No soy la única persona en el
mundo que ha enloquecido por este juego. Casos han habido mucho. Millones de
personas lo juegan, ya sea a nivel familiar o competitivo (en clubes). Lo único
que tengo como desventaja es vivir en un entorno social poco dado a las
actividades culturales y educativas, y eso en realidad me afecta en la
consecución de mi objetivo.
Por eso, de momento lo único
que me queda es mantener la esperanza, mi sueño, poder, a partir del 2015,
viajar una vez al año a La
Habana a jugar con los genios del scrabble cubano. Ellos
saben lo mucho que los admiro como jugadores y como núcleo promotor del juego de
palabras cruzadas.
Sé que no me ha resultado
fácil viajar: alguna adversidad termina finalmente persiguiéndome. Lo penoso para
mi es que el 2014 empezó hace poco y va para largo. Tampoco podré asistir, como
lo deseaba, al mundial de La
Habana, en octubre. Iba a ser mi primera participación en un mundial de scrabble.
De
momento tendré que conformarme con la misma rutina, trabajo en el día y
aburrimiento en las noches. El estilo de vida social de la media dominicana:
dominó en las esquinas, colmadones, billares, discusiones sobre béisbol y
política, liquore stores, salsa y bachata, no es para mí. No me adapto a ese
sistema de diversión.
Una exnovia que tuve en 2013,
Yani, me dijo una vez que no regresaría conmigo, ya que estábamos en “sintonías
diferentes”. Fue una realidad: yo le gustaba mucho, pero ella deseaba casarse y
tener una familia; yo, viajar y ser uno de los mejores del mundo en scrabble.
No solo con Yani, ni con el entorno sintonizo; entorno que, como expliqué antes,
no es muy dado a la lectura ni a las actividades educativas.
Podría visitar a un psicólogo
y ponerme en tratamiento, con tal de sobrellevar la situación, pero desde que me diga “deja el scrabble”, no le
volveré más a una consulta.