En
cuanto a la secreción debo honestamente confesar que la padezco todos
los días a las 24 horas. Y vuelvo a repetir lo mismo de siempre: puedo
drenar bien y expulsar mucha secreción salivosa, pero, al poco rato, y
como si fuese por arte de magia, vuelvo a llenarme de secreción. Vivo
constantemente tupido, dreno mucho, me destupo y, al instante, vuelvo y
me tupo de nuevo. Es como el juego del barril sin fondo. Lo que más me incomoda de todo es que cuando le he explicado a los médicos tratantes los síntomas del sabor amargo del agua, del escozor, el pinchazo molestoso y las náuseas ocasionales, las cuales yo relaciono estrechamente con la secreción sin fin, los imbéciles del coño suelen minimizar el problema, como dando a entender que eso no es nada o se tratase de una psicosis creada por mí.
Por Iván Ottenwalder
No me importa si sigan llegando más capítulos de esta saga cuya pesadilla ya cumple dos años
y medio. Es posible, quien sabe, que muera primero y que esta agonía
que tiene varios nombres, entre ellos, amargura del agua, secreción
nasal de nunca acabar, pinchazo y escozor molestoso en toda la zona del
paladar y hueso maxilar superior derecho, lo mismo que en la amígdala
lingual derecha, no haya sido solucionada ni por la ciencia médica
dominicana ni de ninguna otra nación. En ese caso, pues mejor aún,
descansaría para siempre de esas insoportables molestias y no tendría
jamás que verles las caras a los médicos. Bueno, quizás en otra vida, en
otra dimensión en que nazca de nuevo existan las enfermedades y los
galenos, pero al menos sería otra persona con una realidad muy
diferente.
En cuanto a la secreción debo honestamente confesar que la padezco todos los días
a las 24 horas. Y vuelvo a repetir lo mismo de siempre: puedo drenar
bien y expulsar mucha secreción salivosa, pero, al poco rato, y como si
fuese por arte de magia, vuelvo a llenarme de secreción. Vivo
constantemente tupido, dreno mucho, me destupo y, al instante, vuelvo y
me tupo de nuevo. Es como el juego del barril sin fondo. Lo que más me
incomoda de todo es que cuando le he explicado a los médicos tratantes
los síntomas del sabor amargo del agua, del escozor, el pinchazo
molestoso y las náuseas ocasionales, las cuales yo relaciono
estrechamente con la secreción sin fin, los imbéciles del coño suelen
minimizar el problema, como dando a
entender que eso no es nada o se tratase de una psicosis creada por mí.
¿Y por qué entonces esa psicosis no me la invento en los pies, ni en
las manos, ni en los ojos, ni en las piernas, ni en el hígado, ni el
corazón, ni en el intestino u otro órgano? Solo quieren llevarse de lo
que dice una estúpida panorámica dental, un estudio no apto para
diagnosticar los síntomas acompañantes a mi secreción. Desde el año 2017
he notado las diferencias asimétricas entre el hueso maxilar superior
derecho y el izquierdo y, al ojo por ciento, se observa bien claro que
el derecho luce alterado con zonas muy blancuzcas, mientras el izquierdo
no. Ese hueso maxilar derecho tiene incluso una zona cuarteada que
colinda con el paladar. Yo mismo la puedo señalar con un foco y
palpármela. El lado izquierdo no está así. Y otro detalle que no debo
esconder es que esa región siempre está muy exudada ...pero mucho más
que la de su contraparte. Y es cierto que en el cuerpo humano hay muchas
asimetrías, pero no son tan notorias, sino más bien imperceptibles. La
de mis dos huesos maxilares si son notables. A simple vista se me nota, aunque la panorámica o cualquier otro aparato digan un culo.
Mis vacaciones terminaron y me reintegré a mi trabajo el pasado viernes 15 de junio.
He pensado volver al otorrino, pero debido al círculo vicioso en que
ralla mi caso he decido no hacerlo. Tampoco visitaré a ningún
alergólogo, y esto por razones hartamente explicadas en capítulos
anteriores. Además, síntomas como amargura del agua, escozor y pinchazo
bucomaxilar más náuseas ocasionales, no son el campo de estudio de los
alergistas. De modo que no pienso tirar mi dinero por el inodoro. ¿Que
si de cuajo se me termina de joder el problema de la IGE? Pues que se me
joda y me mate rápido, será entonces un tanto mejor. No es verdad que
me voy a
endeudar nuevamente con un banco para gastarlo en asuntos de salud que
nunca se resuelven. Ya tengo un préstamo con una entidad financiera,
tomado en 2017, que lo vendría a saldar en el año 2022. No es cierto que
voy a sobrellevar dos al mismo tiempo. Mis bolsillos no aguantarían.
Será otro tanto mejor si esta pesadilla culmina algún día, no importa la manera.
Ya no tendría que volver a soportar las musarañas burlonas que me hace
mi padre todos los días, en flagrante irrespeto a mi delicada condición
de salud. Ya no tendría que aguantar más las burlas cínicas de mi
hermano ni las tonterías que habla como loro mi madre. Y quiero dejar
claro una cosa, y lo expresaré con firme determinación: si por carambola
del destino mi caso llega a ser solucionado, de modo que todos esos
síntomas digan chau, haré todo lo posible por abandonar para siempre a
República Dominicana y a toda mi familia. Haré lo que esté a mi alcance
para buscar una patria que de verdad pueda llegar amar y donde pueda
hacer todo aquello que me brinde paz emocional, todo aquello vinculado a
mi zona de confort. En pocas palabras, una sociedad con mejores
condiciones para mí y con una cultura con la cual me pueda sentir mejor
identificado. Si todo eso, solución definitiva a mi caso de salud más
una nueva patria, no lo consigo en esta vida, pues entonces, que sea en una próxima. Lo aceptaré de esa manera.
El hecho de que crea en la posibilidad de existencia de otra vida tras la muerte, para nada quiere decir que estoy dando por sentado de que en nuestra próxima vida seremos angelitos con alas rezando a Dios todas las horas de corrido. Un lugar así, tan aburrido y tonto, no me lo creo, ni lo desearía luego de fallecer.
Ojalá algún día, si así fuese, el tiempo le haga pagar bien caro a Maribel, la hedionda e hija de puta aquella que me contagió en 2016 aquella bacteria estreptocócica y que luego devino en todos estos problemas insoportables.
Por culpa de la maldita infección aquella perdí en ese año las dos
amígdalas palatinas; en 2017 me extrajeron dos muelas por detectarse
focos de infecciones que alcanzaron la raíces dentales; hubo que
extraerme un huesito llagado que resultó ser un afta bucal. Y todo eso
ocurrió en la zona del maxilar superior derecho. Siempre el lado
derecho. ¡Qué coincidencia, no!
El problema es que esta historia no termina por llegar a su final, a pesar de dos cirugías bajo anestesia general, dos extracciones de muelas y de un afta bucal. No llega a su final amén de todos los antibióticos y antiinflamatorios de amplio espectro ingeridos desde 2016.
He decidido no viajar ni compartir con familiares o amigos a lo largo de este 2018. No pretendo que los demás me vean en estas condiciones y tenga que soportar la carga de preguntas o especulaciones aventureras del tipo “¿pol qué no toma remedio casero?”, “Dio e bueno, Él te va a ayudá”, “mira, pero buca un médico naturita”, “mira, buca de Dio, te voy a invitá a mi iglesia critiana, tú va a ve que Él te va a saná”. Ya mis oídos no están para aguantar tantos disparates, mediocridades e ignorancias.
Mientras los otorrinos apenas se limiten en checarme los orificios nasales con un foquito luminoso o a mandarme a realizar una tomografía TAC, nunca se va a llegar a la solución final y definitiva. Mientras estos y los cirujanos maxilo-faciales sigan minimizando los síntomas que vengo repitiendo a gritos durante 2016, 2017 y 2018, todo seguirá rallando en la misma porquería, la misma mierda. Esa es la razón por la que me harté de los médicos.
Puedo aceptar que el asma, la dermatitis atópica y el síndrome de Tourette no tengan curas. Perfecto, no joderé en eso y seguiré llevando mis medicaciones eternas hasta que me muera, pero que no me vengan con el disparate de que la amargura del agua, el escozor, los pinchazos irritantes y la náusea del lado derecho no son nada o de que solo es mental. Eso jamás lo voy a aceptar.
Este 2018 lo declaré como el año en que no espero nada a cambio. En el 2019 ni siquiera me he detenido a pensar y, a decir verdad, me importa como me venga.
Continuará...