Los grandes cerebros, esos diccionarios con patas que meten miedo a cualquier iniciado en el juego de Mosher Butts, se han visto en la necesidad de apelar al auto revisionismo, de aprender de sus errores o errorcillos, por más minúsculos que hayan sido. Y es allí donde ha radicado el éxito y la eventual culminación en la gloria
Por Iván Ottenwalder
Entre las tantas definiciones que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española sobre la palabra clímax se tienen las siguientes:
1. m. Punto más alto o culminación de un proceso.
2. m. Momento culminante de un poema o de una acción dramática.
3. m. Ret. Gradación ascendente.
4. m. Ret. Término más alto del clímax.
5. f. Ecol. Estado óptimo de una comunidad biológica, dadas las condiciones del ambiente.
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Luis Picciochi. |
En lo que compete al tema en cuestión, relacionado al scrabble, ese maravilloso mundo de las palabras cruzadas, el cual yo particularmente he definido como “El juego gramática”, me quedaré con la primera acepción, la referente al punto más alto o culminación de un proceso. Esto así porque es lo que mejor encaja con el momento clímax, cumbre o máxime de un escrablero; esa etapa donde se conjugan y se acoplan todos sus elementos virtuosos: experiencia, veteranía, manejo de la presión y repertorio cuantioso de vocabulario. Es cuando la estrategia llega a su estado de mayor pulidez. Cuando ha llegado el momento ideal en el lugar ideal para ganarlo todo. Es cuando de verdad la espera ha valido la pena y aquellas experiencias acumuladas de otrora no fueron más que el camino allanado. ¡Todo tuvo su fin!
Cuando un atleta de X o Y competición consigue su primera medalla dorada después de tantos intentos fallidos en años anteriores, eso es momento clímax. Cuando los Bravos de Atlanta ganaron la serie mundial de béisbol en 1995, luego de haber sucumbido de forma muy batallada en las tres temporadas anteriores, eso fue momento clímax. Cuando la selección alemana de fútbol campeonó en 2004 tras haber perdido la final de 2002 y ser batida en las semifinales de 2006 y 2010, eso también fue momento clímax. Pues lo mismo pasa con el scrabble y sus competidores.
Todo jugador de scrabble ha pasado por una etapa de principiante, de escaso nivel, de torpezas, de vocabulario limitado, de bajos niveles estratégicos, de momentos propensos al pánico hasta que todo comenzó a cambiar en la medida de la práctica y numerosas competiciones. Y en ese trajín se logró un mejor desarrollo. Otros, en menor tiempo, llegaron a alcanzar esferas de estrellatos
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Rocco Laguzzi. |
Los escrablistas, para utilizar ahora un sinónimo de escrableros, que han abrazado dicho estrellato, no se titularon campeones de la noche a la mañana. Todo obedeció a un proceso de esfuerzo, superación y, por qué no, autoaprendizaje. Los grandes cerebros, esos diccionarios con patas que meten miedo a cualquier iniciado en el juego de Mosher Butts, se han visto en la necesidad de apelar al auto revisionismo, de aprender de sus errores o errorcillos, por más minúsculos que hayan sido. Y es allí donde ha radicado el éxito y la eventual culminación en la gloria. Y es que para levantar el trofeo de campeón del mundo, embolsillar el premio monetario y hacer historia, hubo primero que transitar un largo camino de muchos años por diferentes sendas de atriles e inagotables hileras -horizontales, verticales y paralelas- de palabras fáciles y rebuscadas (sustantivos, verbos, conjugaciones, interjecciones, conjunciones, preposiciones, voces onomatopéyicas, vocablos en desuso, imperativos y gentilicios).
Joan Manchado, de nacionalidad española, aunque ganó el primer mundial de scrabble en español en 1997, ya sabía jugar bastante y tenía experiencia acumulada desde varios años atrás. No es que Manchado aprendió palabras cruzadas ese mismo año y ganó por carambola. Todo fue un proceso paulatino y ascendente hasta desencadenar en su clímax triunfal. Lo mismo debe decirse de Airán Pérez, venezolano, quien tras varios intentos gallardos pero fallidos en la primera década del presente siglo, tuvo que esperar hasta el 2013 para llevarse su primera copa mundialista. Luis Picciochi necesitó de mucha madurez para finalmente levantar el gran trofeo en años consecutivos, 2009 y 2010. Jesús Ortega, el mejor del scrabble mexicano tuvo que esperar al 2014 para campeonar en el mundial de La Habana. ¿Y qué decir de Rocco Laguzzi, derrotado en las finales de 2002 y 2006 y campeón en 2012? ¡Digno de quitarse el sombrero!
¿Y por qué abundan aún jugadores estelares que no han capturado el mundial?
En una competición donde no pocos, sino legiones de jugadores poseen un superbo nivel, obviamente que la corona no estará garantizada para todos. Y esto ha pasado en todos los deportes, físicos y mentales, de nuestro planeta Tierra. En el fútbol Michel Platini, atleta fuera de serie, nunca pudo celebrar una copa del mundo con sus compañeros. La selección francesa era competitiva en la década de los 80, pero fue eliminada en semifinal de los mundiales de 1982 y 1986 por el poderoso equipo alemán. En el baloncesto de la NBA jugadores como Patrick Ewing, Charles Barkley, Reggie Miller, Karl Malone y John Stockton fueron súper estrellas de ensueños, pero no lograron ceñirse el anillo de campeón simplemente por una verdad que para los años 90 del siglo XX era absoluta: Michael Jordan, el mejor baloncestista del mundo, y su equipo, los Bulls de Chicago, se encontraban en una etapa dorada. Aquella escuadra era una maquinaria demoledora en anotación y defensiva, capaz de intimidar, cosa que lo hizo a la perfección, al resto de los equipos de la liga.
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Hay que batallar bien duro para alcanzar el clímax. |
El hecho de que algunos veteranos del calibre de Horacio Moavro, Juan Carlos Ayala, Selene Delgado, Alejandro Terenzani y Serge Emig no hayan capturado todavía su primer mundial, no quiere decir en lo absoluto que sean jugadores malos, todo lo contrario, son grandes cracks del scrabble, unos tíos fuera de serie. Competir contra ellos va más allá de toda emoción. Pero estos no juegan solos, con recurrencia permanente tienen que enfrentarse ante otros genios de mucho bagaje estratégico y lexical.
Nadie ha dicho que los triunfos sean fáciles o que estén garantizados del todo. A lo largo de la historia muchos competidores han tenido que esperar abundante tiempo para toparse con la gloria; otros, se han retirado con muchos galardones (trofeos, medallas, placas, diplomas) sin haber conseguido el título añorado. Pero en el caso de los escrableros mencionados, estos aún tienen tiempo y futuro para campeonar, y en caso de que se retiren sin lograrlo, no por ello dejaron de ser las estrellas luminarias del juego de tablero, bolsa, letras y atriles.
Aunque el winner always takes it all los admirables y valerosos losers siempre podrán contar cada año con un nuevo octubre para intentarlo otra vez. Pero, desafortunadamente, solo UNO podrá ganar; el resto, mayoría aplastante, tendrá que apostar al juego de la espera, larga o pequeña.