Por Iván Ottenwalder
Un verano de 2005 conocí por accidente el pasatiempo del scrabble.
Una curiosidad que terminó doblegándome me hizo tomar la decisión de
comprar aquel juego de la caja negra fabricado por la empresa Mattel. Un
año después, 2006, con apenas conocimientos muy escasos, ya empezaba a
hacerme ilusiones de viajar al extranjero a los mejores clubes de scrabble
en español y competir ante los mejores. Así pasaron unos largos nueve
años (2006-2015), soñando, dándole cabeza al asunto constantemente.
Antonio Catalá (izq) e Iván Ottenwalder en el Cuba Scrabble 2015 |
Para
finales de enero de 2007 había sido despedido de Listín Diario, después
de casi tres años laborando para una revista deportiva la cual, por un
cúmulo de razones y problemas internos entre su editor y subeditor,
terminó desapareciendo del mercado. Padecí casi dos años de desempleo,
arrinconado en una vivienda alquilada por mi padre. Allí mi existencia
no fue un cuento de hadas, sino más bien un infierno. Para inicios de
2009 conseguí, por recomendación de un amigo, un pequeño empleo mal
pagado, del cual me desanimé a las dos semanas. Fue en ese mismo año que
decidí mudarme a casa de mi madre, tratando de huirle al infierno.
Menos mal que mi progenitora me dio su acogida.
Una partida ganada en el internacional cubano de 2015. |
Aunque
por un lado salí ganando, por otro, terminé perdiendo. Y, aunque gané
un poco en tranquilidad emocional, perdí mucho en salud, pues acaba de
arribar a una pocilga de apartamento donde la sucieza
señoreaba por doquier. Sin embargo, un año después, en 2010, gracias a
una vecina que habló con su padre, pude reintegrarme de nuevo al mundo
laboral. Enero de 2010 venía siendo como un nuevo renacer en mi vida.
Por vez primera ganaría un sueldo de 20 mil pesos a pesar de lo
devaluada que estaba la moneda dominicana. Y, hablando de sueldos,
quiero confesar por este medio que nunca en mi vida he devengando
salarios competitivos o ambiciosos, y esa es la razón que explica por
qué la mayor parte de mi existencia he tenido que residir o, en la
vivienda de mi madre o en la de mi padre. Los salarios que he ganado
jamás me han alcanzado para trasladarme a vivir solo a una vivienda y
sector decente de clase media. Y si me preguntan por qué no en un barrio
pobre y peligroso, les respondería exactamente eso mismo, por el
peligro.
En
los casi cinco años que viví en casa de mi madre, sin servicio
doméstico que hiciese las labores de limpieza, lavado de ropa y
cocinado, era yo mismo quien lavaba mis prendas de vestir, aseaba mi
habitación y limpiaba el baño al menos una vez por semana. Me hacía mis
compras quincenales en el supermercado y almorzaba cerca de mi trabajo.
El desayuno y la cena me lo preparaba yo mismo; en otras ocasiones, mi
madre. Bueno, la paz a veces tiene un gran precio.
Daniel Tunnard (izq) e Iván Ottenwalder durante el Mundial de Asunción. |
En 2011 mis ilusiones por viajar al extranjero a competir en scrabble
volvieron a renacer con fuerza. Sin embargo, aún no tenía organizado un
plan esquemático de cómo lograrlo. De cualquier forma, ese sueño sería
consumado tarde o temprano.
Gracias
a aquel empleo por primera vez tuve plata suficiente para comprar una
cámara digital, una laptop, ropas abundantes, muchos libros, revistas,
una buena mochila de marca y degustar comidas al antojo. También tomaba
mucho alcohol, mal hábito que pude erradicar de mi vida en noviembre de
2012. Desde aquella fecha hasta hoy he sido un abstemio total.
Obsesión truncada y luego lograda
Para
inicios de 2013 empecé a tomar en serio el asunto del viaje al
extranjero. Me obsesionaba día y noche con aquello de competir en algún
torneo internacional escrablero.
Paralelamente a esas ilusiones tuve una relación amorosa con una chica
mormona que me fascinaba, pero esta duró poco. Y confieso que fue ella
quién decidió romper, no yo.
Aquel
2013 fue un año en el que tuve que enderezar mis finanzas personales.
Dado que producía algo de dinero, me había convertido en un consumidor
excesivo, razón por la que tuve que valerme de un plan para sanear dos
de mis tarjetas de créditos con problemas de altos déficits. Desde la
primavera de 2012 había incurrido en gastos inútiles que nada fructífero
me habían dejado.
Al
inicio de diciembre de 2013, cuando empezaba a sanear mis tollos
financieros, una visita rutinaria al otorrinolaringólogo desvío el curso
de las cosas, destrozando mis planes de viajar en 2014 al mundial de scrabble
que se efectuaría en La Habana, Cuba. Aquel galeno, luego de indicarme
un montón de pruebas sanguíneas, entre ellas la IGE, observó que esta
última tenía niveles séricos muy exagerados. Me recomendó que visitara a
un alergista para que me tratara el caso. Me llevé de la sugerencia y
para finales de mes ya había dado con un experto de las alergias.
Después de realizarme las pruebas cutáneas, en enero de 2014, el
especialista diagnosticó que debía llevar el tratamiento de vacunas de
inmunoterapia por cuatro años. Debido a que esos tratamientos son muy
costosos, tuve que hacerme de un préstamo con una entidad bancaria para
podérmelo costear.
¿Y
qué tal aquel tratamiento? Pues, para ser franco, la mierda esa nunca
funcionó. Aquel antígeno ni me mitigó el asma ni la alergia de la piel.
Bien tuve que valerme de otros fármacos para sobrevivir. Mi piel siempre
estaba colorada y llena de ronchas y mi asma apenas la controlaba con
el spray y las pastillas de hidroxicina. Para octubre de 2015, tras 20 meses de fracaso, decidí, por cuenta propia, suspender aquel infuncional
tratamiento que me hizo gastar mucho dinero y perder la posibilidad de
competir en la contienda mundialista de octubre de 2014.
Al centro Iván Ottenwalder con diploma del Clásico Mundial. |
A
pesar de las malas decisiones y la larga espera, para la Semana Santa
de 2015 por fin pude concretar la meta ...aunque ya no compitiendo en un
mundial, sino en un internacional. Así fue, el Internacional Cuba Scrabble
de 2015 fue mi debut en mi disciplina favorita. Después de tantos años
de ilusiones reprimidas y obsesionado con el asunto, valió la pena
esperar. Y voy a testimoniar que, un año antes, bien tuve la posibilidad
de establecer alguna relación amorosa con alguna que otra chica a la
que belleza no faltaba. Sin embargo, era tan fuerte la pasión, o el
capricho, si prefieren llamarle así, que preferí anteponer mis deseos de
conquistar alguna chica irresistible, con tal de llevar a cabo mis
planes de ahorro y viajar a La Habana a competir en el internacional de
2015. Así me lo propuse y así lo hice.
Increíblemente
el tiempo terminó otorgándome la razón cuando obtuve un segundo lugar
en la categoría premier de aquella competición escrablera.
Mi obsesión loca había valido la pena. Los que creyeron que lo mío se
trataba de una enfermedad mental que requería atención
psiquiátrica, terminaron siendo derrotados y silenciados. Supongo que
si mi actuación hubiese sido pésima hubiese tenido que terminar oyendo
comentarios del tipo “pasaste vergüenza”,
“¡ves, que lo tuyo era solo una locura!”, “eres un mal jugador y
botaste tu dinero”, “ya olvida eso y sácatelo de la cabeza”, y quien
sabe que otro montón de sermones.
En octubre de 2017 pude competir por primera vez en el Mundial de Scrabble.
Aquel evento se celebró en Asunción, capital de Paraguay. Había sido mi
primer viaje a Suramérica, pues anteriormente apenas conocía Estados
Unidos, Puerto Rico y Cuba. Muchos ya conocen la historia de lo
acontecido en aquel mundial de palabras cruzadas. Me llevé el título del
torneo clasificatorio llamado Extraordinario y, con esa hazaña, obtuve
la clasificación automática al clásico mundial individual. Todo ocurrió
tan de prisa: un martes 10 de octubre había campeonado en el Extra y, al
día siguiente, ya estaba debutando en las ligas mayores.
Ya
en el torneo mayor las cosas fueron distintas. El nivel de competición
era otro, mucho más fuerte, y solo pude conseguir quedar en el puesto
69, de un total de 88 lugares. De todos modos, quiérase o no, por
haberme llevado el primer puesto en el torneo de repechaje, el tiempo
una vez más habló a mi favor.
En lo adelante será el mismo Padre Tiempo, quien se encargue de revelar cuál será mi derrotero, tanto en el scrabble como en mi vida personal.