martes, 9 de junio de 2015

Abandono y deserción escolar: enemigos del desarrollo dominicano



Por Iván Ottenwalder


“La educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación como la hija de un campesino puede convertirse en una médica, el hijo de un minero puede convertirse en el jefe de la mina, o el hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de una gran nación”
― Nelson Mandela.

Nada más cierto que lo planteado por el  Premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela (fallecido en 2013), víctima del inhumano sistema Apartheid que lo mantuvo en prisión por tres décadas y luego presidente de su país, la República de Sudáfrica (1994-1999).

Aunque no se puede negar que en la República Dominicana se han producido casos parecidos, a los que citó Mandela en aquella frase, no menos cierto es que, si no se le presta la atención necesaria a la problemática del abandono y deserción escolar la posibilidades de que muchos niños, niñas y adolescentes puedan alcanzar un desarrollo socioeconómico en el porvenir, se volverán más remotas. Sin embargo, es preciso aclarar la diferencia conceptual entre deserción y abandono. El primero hace referencia a los alumnos que se inscriben al inicio de un año escolar, se retiran sin haberlo terminado, pero vuelven a inscribirse en el siguiente año lectivo. En el abandono los estudiantes se retiran de la escuela o colegio en un nivel específico, sin terminarlo, o bien no continúan al año próximo, quedando fuera del sistema educativo.

Un caso digno de estudio es que hasta el año 2010 un 64% de los adolescentes del sexo masculino y un 20% del femenino, desertaron de las aulas por razones económicas, según datos del IX Censo Nacional de Población y Vivienda 2010 recopilados en el boletín Panorama Estadístico N° 64 del Departamento de Investigaciones de la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Solo en el nivel básico, de un total de 45.9% de desertores, el 37.5% desertaba antes concluir este ciclo educativo. Quienes lo terminaban eran apenas un 8.4%, pero sin continuar la educación media.

Una interrogante que deberíamos plantearnos sería ¿Qué pasará con ese 37.5% que no concluyó nivel básico más ese 8.4% que no siguió en educación media? Podríamos pensar que devendrán en mano de obra barata, por cierto, muy mal pagada y contribuirían con la agudización del éxodo migratorio, yéndose a trabajar fuera del país, precisamente en oficios de baja remuneración, aunque mejor pagados que los de acá …y en dólares.

Futuro país

Esos dejadores de sus estudios lamentablemente tendrán poco que aportar al desarrollo sostenible que necesita el país para dejar el subdesarrollo. Más deserción o abandono podría equivaler en el futuro a menos profesionales entes de cambio, menos dominicanos y dominicanas con propuestas e iniciativas para solucionar los males que nos agobian, más proliferación de la delincuencia, más hombres con posibilidades de reclutarse en el narcotráfico y más mujeres a riesgo de insertarse en formas de trabajo no decente, inclusive el trabajo sexual. Asimismo, más pobreza cultural y más violencia de género, producto de las brechas educativas, ignorancia y la dependencia económica y falta de autonomía de las mujeres. En conclusiones, se nos puede complicar el caos, más del que ya tenemos.

Las autoridades educativas deben llevar la voz cantante para combatir el flagelo de la deserción y abandono escolar en un país en el mundo llamado República Dominicana. Si más jóvenes terminan la escuela, más aumentarían las posibilidades de que continúen con el próximo peldaño, que es la universidad. Habrían más razones para que esa adolescencia crea en algo, tenga un norte en la vida, un por qué luchar. Los focos de delincuencia juvenil podrían achicarse, y ya no por la fuerza policial, sino por efecto de la educación. Para ello es necesario que los jóvenes de nivel medio no cuelguen los aperos estudiantiles (mochilas, libros, cuadernos, bolígrafos, etc.). Nuestros lectores podrían ahora preguntarse: ¿Pero cómo detener la avalancha de deserción y abandono si en el año 2010 un 16% de los estudiantes varones y hembras del bachillerato no lo finalizó?

De varias formas. Una de ellas es la creación de fuentes de empleos que integren al mercado laboral a más dominicanos y dominicanas (quienes en su gran mayoría son personas con hijos e hijas en las escuelas) y un mayor compromiso tanto de las academias de estudios como de los padres y madres en procura de mitigar con éxito el abandono y deserción en las aulas. Otra alternativa, y que personas expertas han sostenido, es la de reorientar el modelo de enseñanza, enfocándolo hacia la investigación y no solo a la memorización, como históricamente ha ocurrido en los planteles educativos nuestros. Es decir, hacer el sistema más atractivo para los alumnos y alumnas. Enseñarles técnicas de investigación cualitativas y cuantitativas, a ser personas más analíticas y críticas sobre ciertos contenidos, incentivarles a la lectura de libros, periódicos y revistas. Hay que enamorarlas del sistema, no que lo vean como algo que les desestimule.

A provincias más pobres, más desertores

Parece haber cierta relación entre las provincias más pobres del país con los mayores porcentajes de deserción estudiantil. Según la misma fuente las provincias Pedernales (13.1%), Barahona (8.3%), San Juan de la Maguana (7.7%), Elías Piña (6.5%) y Baoruco (6.4%), requieren de atención más urgente por parte de las autoridades porque son las que poseen mayores deserciones.

La deserción, junto al abandono escolar, tiende a acentuar las brechas educativas y producir las condiciones propicias para la emigración. El desarrollo provincial debe ir de la mano con el de su capital humano y, por supuesto, con el de su niñez y adolescencia. Si queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) hay que seguir invirtiendo el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) en la educación escolar (primaria, básica y media), no solo en cobertura, sino también en calidad. Y, por supuesto, sin descuidar los planes que se tengan para enfrentar la deserción y el abandono. 


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