Fui de los primeros en anunciar por los foros de Facebook alusivos al Mundial que mi participación sería totalmente segura. Aunque no estuviese clasificado para la competición, aceptaría el reto de pasar por la prueba de repechaje, es decir, el Torneo Extraordinario, en el cual unos pocos se clasifican y la inmensa mayoría se queda fuera. Con tal de ganarme mi boleto para competir en el clásico mundial individual, donde se debaten los mejores jugadores del mundo, sería capaz de todo. Por mi mente circulaban ideas locas y atrevidas.
Por Iván Ottenwalder
A los pocos días de haber iniciado el año 2017 había tomado la gran decisión, aquella pendiente desde hacía varios años, aquella que, a mi juicio, ya no podía esperar más; aquella con la cual soñaba despierto todos los días, mañana, tarde y noche. Aquella decisión tenía un nombre: competir alguna vez en el mundial de scrabble en español.
Fue una decisión temprana, muy prematura, pues el mundial estaba previsto a efectuarse para el mes de octubre y apenas corría enero. Me estaba volviendo loco y soñador.
Carta de invitación. |
Fui de los primeros en anunciar por los foros de Facebook alusivos al Mundial que mi participación sería totalmente segura. Aunque no estuviese clasificado para la competición, aceptaría el reto de pasar por la prueba de repechaje, es decir, el Torneo Extraordinario, en el cual unos pocos se clasifican y la inmensa mayoría se queda fuera. Con tal de ganarme mi boleto para competir en el clásico mundial individual, donde se debaten los mejores jugadores del mundo, sería capaz de todo. Por mi mente circulaban ideas locas y atrevidas.
Recuerdo cuando el año pasado un gran amigo muy vinculado a las lides escrableras me estuvo explicando de que “el extra clasificatorio en Paraguay será difícil al haber mucho jugador argentino”. A mí en verdad me importaba tres pepinos de donde fuesen los jugadores oponentes. Estaba dispuesto a echar el reto y no iba a desandar.
Mi fervor se mantuvo inalterable varios meses, incluso, desestimé la posibilidad de volar a La Habana en abril para competir en el Internacional Cuba Scrabble, torneo que ya conocía y en el que participé en la Semana Santa de 2015.
Todo el entusiasmo iba muy bien hasta finales de mayo, cuando la salud se me tornó vulnerable una vez más. Junio, julio y agosto fueron meses terribles en los que tuve que lidiar con una insoportable faringitis que me tuvo al perder la cabeza. Una infección de encía se hacía también recurrente y mi odontóloga no tuvo más remedio que extraer la penúltima pieza dental de mi zona bucal superior derecha. Para inicios de septiembre también perdí la última muela, la del juicio, debido a que estaba muy deteriorada y porque la encía que la cubría estaba jodidamente fea e hiper inflamada. Por todos esos contratiempos más toda la plata que tuve que gastar en medicinas en aquellos meses llegué a desanimarme con la idea del viaje a Paraguay y a aceptar como fracasado mi sueño.
El sueño volvió a renacer
Asombrosamente, con la pérdida de esas dos muelas, la molestia faríngea empezó a ceder. El dolor y la inflamación ahora se centraba exclusivamente en toda el área de la encía de la parte superior derecha, específicamente, donde estaba el último molar ¿O es que acaso el problema siempre estuvo ahí? ¿Tanto tiempo para destaparse? Sea como sea no descuidé el asunto y decidí visitar otra clínica dental, pues no vi empeño en los médicos de Amerident en resolverlo. Para no darle larga al tema, mi caso se trataba de un problema buco-maxilar, que debía ser tratado por algún/a cirujano/a maxilo-facial.
Para mediados de septiembre, ya con el tiempo en contra, me animé nuevamente con lo del viaje a Asunción. El mundial de scrabble era una oportunidad tan soñada y que no quería dejar escapar. Comencé con los preparativos, pero para mi mala fortuna descubrí que ya en el hotel sede del evento, El Gran Paraná, no quedaban habitaciones sencillas disponibles. Me pasó por la cabeza compartir alguna doble si es que aparecía alguien dispuesto. No apareció, entonces tomé la decisión de hospedarme en otro lugar. Gracias a uno de los organizadores del mundial encontré una opción a pocos minutos de distancia del hotel sede. Se trataba del hostal Hamaca Paraguaya, situado en la calle Hernandarias casi esquina Ygatimi, en Asunción.
Me vi en la urgencia de tomar un préstamo con una entidad bancaria, pues los 100 mil pesos en ahorros que tuve disponible en mayo los había utilizado para saldar deudas pendientes, sobre todo para limpiar una tarjeta de crédito con la que había incurrido en enormes gastos medicinales desde el año 2016. El déficit era espantoso y decidí de cuajo ponerle fin.
Hostal La Hamaca Paraguaya, donde estuve hospedado. |
Ya con las deudas liquidadas solicité el préstamo, primero en un banco de reconocido prestigio internacional. Éste me lo negó. Entonces me dirigí a otro, uno que no es mi favorito y que anteriormente me había rechazado varias solicitudes de préstamos. Increíblemente fue ése el que me otorgó el crédito. Lo tomé para pagar en cinco años, un largo tiempo, pero conveniente a mi disponibilidad de pago. Al fin de cuentas logré lo que andaba buscando. Ya los últimos pasos por dar eran la solicitud de visa en la embajada paraguaya, la compra del boleto aéreo, de dólares para la estadía, el pago de la reservación en el hostal y, la adquisición de un seguro de salud internacional, pues, quiérase o no, este viaje lo haría en condiciones de riesgos. Para ser honesto, tuve que irme medicado con antibióticos debido a mi problema buco-maxilar detectado en la clínica Salud Bucal.
Todos los trámites de viaje fueron resueltos satisfactoriamente y el sábado 7 de octubre abordé un avión de la línea aérea Copa con destino a Panamá. En el aeropuerto de Tocumen, en Panamá, tomé otra aeronave rumbo a Asunción. Fue una travesía larguísima. Salí de Santo Domingo a las 12:50 p.m. y llegué a Panamá como a las 3 de la tarde. A las 3:40 p.m. abordé otro avión de Copa Airlines y aterricé en Asunción a las 11:40 de la noche. ¡Uf, cuántas horas de vuelo!
Durante el trayecto Panamá-Asunción me las pasé leyendo un periódico, oyendo música y viendo una película interesantísima.
En la salida del aeropuerto Silvio Pettirossi, de Asunción, no me recibió ningún taxista como estaba planeado, sino el mismo presidente de la Asociación Cultural y Deportiva Scrabble Paraguay, Carlos Romero. Me esperó con un cartelón en manos alusivo al Mundial 2017. Después de un fuerte abrazo nos dirigimos hacia el aparcamiento donde estaba localizado su auto. Me ayudó a entrar el equipaje en la maletera, nos subimos al vehículo y tomamos rumbo hacia la ciudad. Durante el trayecto conversamos bastante. Me enteré de muchas cosas, entre ellas que el próximo mundial, el de 2018, no sería efectuado en los Estados Unidos, sino en México; que Santiago Rosales, amigo que deseaba conocer personalmente, y otros competidores, no hicieron el viaje por diversas razones; que otros participantes llegarían al día siguiente, etc. En el recorrido nocturno por Asunción, pues eran más de las doce de la madrugada, Romero me mostró la Bahía de Asunción y toda el área conocida como La Costanera; también el Palacio de los López (Casa de Gobierno) y otros edificios históricos asuncenos. Me mostró parte del centro de la ciudad y el Gran Hotel Paraná, situado en la calle 25 de Mayo esquina Caballero. “Cuando tomes el autobús en Hernandarias todas las mañanas le dirás al chófer que te dejé en la calle Cerro Corá equina Caballero. Caminas la Caballero un poco al sur y ahí verás el hotel donde se jugará el mundial”, me explicó.
Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi. |
Finalmente, casi a las 2 a.m., ya del domingo 8 de octubre, me depositó en La Hamaca Paraguaya. Nos despedimos hasta vernos de nuevo a las 8 o 9 de la mañana en el Hotel Paraná.
Al entrar con mi maleta al hostal una joven recepcionista preguntó por mi nombre. Le dije que era Iván Ottenwalder. Ella buscó en la libreta de anotaciones y asintió: “sí, aquí está. Ya usted había pagado la mitad de la reserva. Solo debe cien dólares”. Pagué el monto pendiente y me encaminó a mi habitación. Era una pieza pequeña, limpia, con gavetero y aire acondicionado. La cama era tipo camarote, con la agravante de que la parte baja era un sofá y para dormir debía subir por una empinada escalerilla hasta llegar a un cómodo colchón. Una rutina a la que debí acostumbrarme durante la semana. La recepcionista también me entregó anotada la clave de wifi por si deseaba navegar por Internet.
El cuarto de baño estaba fuera del dormitorio y era compartido con varios huéspedes. La ducha disponía de agua fría y caliente.
En el pasillo que colindaba saliendo de mi habitación vi a un joven sentado frente a un computador. Pensé por un rato si se trataba de Airan Pérez, campeón mundial en 2013 y 2015, pero la duda me arropaba. Por eso no me atreví a saludarlo; él tampoco lo hizo. Yo tenía un cansancio terrible. Fui a tomar una ducha tibia y me regresé a dormir. Después de todas las horas de vuelo, no era para menos.