Por Iván
Ottenwalder
Hace más de dos décadas el scrabble, pasatiempo
de palabras más vendido y jugado del mundo, dio un salto significativo, cuando
alcanzó nivel de profesionalismo. En 1991 se disputó el primer mundial de este
juego en la ciudad de Londres, Inglaterra, y en el idioma inglés. Anteriormente
solo se disfrutaba a nivel hogareño, entre los miembros de la familia o con
amigos.
En 1993, en Nueva York, Estados Unidos, el
inventor de este juego gramatical, Alfred Mosher Butts, estuvo presente en el
mundial disputado en esa ciudad. Mosher Butts estaba siendo testigo ocular de
un campeonato del pasatiempo que él mismo había creado. Poco tiempo después,
este valioso ciudadano estadounidense falleció.
En ese mismo decenio de los 90 se llevaron a
cabo los primeros mundiales de scrabble en los idiomas francés y español. Las
competiciones comenzaban a llover. Naciones con lenguas diferentes al inglés,
francés y español tampoco se quedaban atrás. Empezaron a formarse clubes en
muchos rincones del planeta. El maravilloso juego de palabras cruzadas ganaba
su propio espacio en esa era. El legado de Butts se convirtió en un
conquistador de corazones y un éxito de ventas. A la fecha, en 2014, más de 150
millones de unidades de juegos de scrabble se han vendido en el mundo.
Son muchas las vivencias que hoy podemos
contar. Cada quien tiene su propia historia que relatar. Las vicisitudes que
pasaron Alfred Mosher Butts y James Brunot para convertir al scrabble en un
sueño hecho realidad, son dignas de un filme. Y eso es precisamente lo que
quiero proponer, un filme. Considero que el scrabble, mi juego favorito y de
millones de gente en la Tierra,
ha jugado su papel estelar como pasatiempo educativo de la humanidad y, por
consiguiente, es merecedor de un rol protagónico en una película.
No voy a negar las varias apariciones de
nuestro juego en diferentes películas, pero no como tema central, sino más bien de manera fugaz. La mayoría de las veces, en una escena en la que vemos un tablero de scrabble, con muchas palabras ya colocadas,
pero aislado sobre una mesa solitaria. Cuando no, dos actores
secundarios jugándolo, durante un guión de escasos segundos.
Montones de filmes con papeles protagónicos
para el béisbol, baloncesto, fútbol, ciclismo, tenis, Fórmula Uno, Náscar y
ajedrez hemos observado en el cine. Esas competiciones, debido a que poseen un
gran número de aficionados, lo merecen y sería mezquino no reconocerlo. ¿Y
nosotros los del scrabble, acaso no somos hoy en día un público numeroso?
Millones de gente adoran nuestro juego, incluyendo personalidades famosas como
cantantes y actores de cine.
Ya propuse, en un párrafo anterior, la gran
hazaña lograda por Butts y Brunot de hacer del scrabble una realidad. ‘¿Tienes
alguna otra propuesta Iván?’, me pueden preguntar ahora con total libertad. Claro,
la tengo. A continuación la planteo:
Un joven estudiante de
una escuela secundaria acaba de perder en la segunda ronda del campeonato de
scrabble, cayendo eliminado. Pasado unos días el joven derrotado aún sigue
afligido por aquel revés y trata de pensar como ser mejor en este juego. Es
cuando aparece el barrendero de la escuela y, al ver al chico preocupado,
decide entablar conversación con él. Le cuenta que tiene 48 años y de lo
habilidoso que fue en scrabble en su época estudiantil, llegando a ganar varios
trofeos. Le promete al joven entrenarlo, preparándolo para un mayor
conocimiento de la gramática y repertorio de vocabulario. La única condición será
la de prometer que asistirá a los fuertes entrenamientos semanales. El
estudiante acepta el desafío.
El torneo de scrabble
regresa al año siguiente. El chico sale a la batalla más seguro de sí mismo,
pues, además de haberse preparado hasta la médula en cuanto a estrategia,
vocabulario y gramática, aprendió a superar el miedo, a entender que la presión
es parte del juego y que había que dominarla. Maduró en carácter. Todo ello le
ayudó para exhibir una actuación espectacular en las primeras dos rondas. Y no
todo quedó ahí, siguió jugando un scrabble de muy buena calidad en las rondas
posteriores hasta que, ante el asombro de todos, avanzó a la semifinal. Una
mística ganadora se apoderaba del él. Se sentía gigante, amo y señor del
tablero. Todo salió bien y se clasificó hasta la finalísima. Su oponente sería
una hermosa chica, genio de la gramática, matemáticas y, por supuesto, del juego
de palabras cruzadas.
La final, como cada
año, tendría que disputarse al mejor de 3 partidas y en una sala privada donde
solo estuvieran los finalistas y los jueces. Los celulares de ambos jóvenes, en
vista de que no deberían ser distraídos por nada, debían ser entregados al juez
principal. El público, sentado en las graderías, observaría los acontecimientos
por pantalla gigante.
La genio arrancó
triunfando en la primera, 452-439. La segunda fue para el inspirado muchacho,
500-469, y de esa manera se empataba el match. Todo se decidiría en una tercera
y decisiva.
Durante el descanso la
chica talentosa era motivada por su familia y parte de la muchedumbre; el chico
también era animado por su familia y otra buena tajada del público.
Los finalistas entran
de nuevo a la sala. La puerta, para fines de seguridad, era cerrada con llaves,
los celulares nuevamente entregados al juez principal.
Esta partida, ya en la
recta final, favorecía al envalentonado estudiante por un margen de 71 puntos. Un sueño estaba a punto de
convertirse en realidad, solo era cuestión de aplicar todo lo aprendido y
dominar los nervios.
La genio coloca un
bonus, válido para 63 puntos, que la pone en competencia. Luego de dos turnos jugados por ambos se agotan las
fichas de la bolsa. En lo adelante habrá que jugar con las fichas que quedan de
los atriles. Restándole dos fichas al chico, la C y L, y aventajando por 26, su brillante
adversaria hace una valiosa formación, colocando todas las letras que les
quedaban de su atril, aportándole 22 puntos y terminando la partida. Con los
valores de las letras que se le quedaron al chico, 3 puntos de la C más uno de la L, se produce un dramático empate
479-479. Nadie se ha titulado campeón. Hay que ir al receso y luego jugar de
nuevo. Los fans de las gradas tendrán que ahorrar energía para el próximo
desafío.
Ya listos para el
duelo, ambos se preparan para dar lo mejor de cada uno, si es posible, hasta el
500%. No desean otro empate. A la mitad del desafío el marcador iba muy
ajustado, aventajando la chica 301-297. Faltando poco en la bolsa la genio pone
las siete de su atril en el tablero para un bono espectacular. Aventaja por 69.
El chico presiona colgando par de monosílabos que le suman 36 tantos gracias a la
J. Su bella rival le sonríe y le coloca una
formación de 31. Ya no queda letras en la bolsa. El estudiante observa su atril
a ver si tiene para bonificar. No tiene. Apela a palabras cortas de buen
puntaje pero que no surten efecto contra la talento. Es el turno de ella, juega
cuatro fichas de las cinco que le restan y aumenta más su ventaja. El chico
juega y se queda corto. La genio, en su último turno, le dice a su oponente
‘eres admirable, pero me he llevado la copa’ y coloca su última letra. Resultado
final 491-456. La talentosa y aventajada alumna es la campeona. Le pide al subcampeón
‘quiero que seas mi amigo. Podemos jugar en mi casa siempre que lo desees’.
Al final de la partida
la concurrencia, todos de pie, dedicó 3 minutos de aplausos a los finalistas.
Luego de la entrega de trofeos el barrendero entrenador se acerca al joven y le
dice ‘para mí, hoy tú fuiste campeón. Estoy más que orgulloso’.
Cinco días después, saliendo
de la biblioteca de la escuela, dos alumnos, agarrados de manos, van tomando
rumbo por una de las calles principales. Encuentran el lugar que buscaban y entran.
Deciden que es buen sitio para ellos. Son recibidos con mucha cordialidad por
la gente de allí. Quieren probar suerte en el club, donde ahora sus rivales
serán gente adulta.
Si alguien tiene una propuesta diferente donde
el scrabble sea tema principal de una película, bienvenida sea.