martes, 27 de octubre de 2009

Estrellas Orientales y Toros del Este


Una historia llena de emociones y grandes vivencias

La región Este es una porción del territorio nacional con sabor a béisbol. Fue en la región de la caña donde todo nació, donde todo empezó. Los tripulantes del vapor María Herrera (embarcación cubana) con tan solo jugar un partido de béisbol, digamos por pura diversión, bastó para que una comarca, como San Pedro de Macorís, se enamora fervientemente de este deporte que antes no conocían.

Ese hecho, ocurrido en los alrededores de la playa de Pita, el 25 de septiembre de 1886, fue el germen materno del béisbol en la República Dominicana y toda la región oriental del país.

La historia quedó sellada desde aquel día que el deporte del bate, la pelota y las bases hizo su presencia en San Pedro de Macorís. El saldo, hasta hoy, una pléyade de peloteros estelares que ha producido la región y que se han destacado en las Grandes Ligas. Asímismo, dos equipos de mucho coraje y una amplísima historia en la pelota invernal dominicana, así como grandes academias de béisbol, posiblemente las más completas del país.
Estrellas Orientales, primero de la región
Los antecedentes de las Estrellas Orientales hay que buscarlos en 1910 cuando se fundó un conjunto en la Sultana del Este llamado Macorís. Así como suena, Macorís fue el primer equipo beisbolero que vio la región Este del país.
El motivo por el cual se creó este conjunto fue, porque en Santo Domingo, desde 1907 ya jugaban tres equipos de béisbol: el Nuevo Club, Ozama y los Tigres del Licey. Los petromacorisanos no quisieron quedarse atrás y por eso decidieron fundar su conjunto, de gran calidad y que pudiera enfrentar en igualdad de condiciones a los capitalinos.
John Abbes, Lorenzo Bobea, Pedro Correa, Raúl Carbuccia, Manuel Jiménez, Pompillo Santana, Miguel Ángel Risco, Emilio Guerrero, José Antonio González, Lico Mallén y Miguel Zaglul conformaron el primer elenco de jugadores de aquel team oriental.
En aquellos tiempos, los jugadores de los equipos de Santo Domingo tenían que hacer el viaje en barco (vapor) hasta San Pedro para medirse al Macorís. Era una época donde no existían los autobuses ni tampoco una carretera que comunicara a la Capital con la provincia del Este, por eso la única vía factible era la marítima.
Todavía en la segunda década del siglo XX, a partir de 1923 cuando nacen las Estrellas Orientales, los viajes de los equipos de una a otra provincia continuaban realizándose por barco.
En esos tiempos no existían los estadios Quisqueya (de Santo Domingo) ni Tetelo Vargas (San Pedro de Macorís), los juegos se efectuaban en el Hipódromo La Primavera, para el caso de la Capital, y en un rústico parque cercado con alambres de púas y mallas de gallinero en Macorís.
Ya para el decenio de los 30, esto es de 1931 a 1940, la situación había mejorado en las dos urbes beisboleras: en San Pedro se pasó a jugar en un hipódromo que fue acondicionado para el béisbol (donde hoy está el barrio de Restauración) y en el caso de Santo Domingo en los terrenos del Gimnasio Escolar, habilitados para la práctica del béisbol.
El nombre de Estrellas Orientales devino de la mentalidad del mismo pueblo de San Pedro de Macorís, es decir, de su gente. Ellos entendían que dada la estelaridad de sus peloteros estos debían ser catalogados como “Estrellas”. Por tal razón surgió el nombre de Estrellas Orientales.
Durante toda esta etapa amateur del béisbol, conocida como la pelota romántica, vinieron refuerzos de otras ligas como la cubana y las negras de los Estados Unidos. Estos amerizaban por el hidropuerto de San Pedro, que era el único puerto aéreo en el país en aquellos tiempos.
Fue en esa vieja etapa beisbolera que las Estrellas de Macorís del Mar ganaron su primer campeonato de béisbol, la copa Julia Molina (año 1936). La ofensiva verde (en alusión al color del uniforme de las Estrellas) fue atroz y los capitalinos Licey y Escogido más la representación de Santiago no pudieron hacer gran cosa contra aquel trabuco petromacorisano.
Esa fue la primera vivencia triunfalista de las Estrellas Orientales en el ámbito beisbolero.
Según versiones de algunos cronistas de la época, para 1937, y en condiciones manipuladas, los Dragones de Ciudad Trujillo (unificación de los equipos Licey y Escogido) vencieron a las Estrellas en el torneo de ese año. Los relatores cuentan que Petán Trujillo, hermano del dictador Rafael Leónidas Trujillo, se valió de artimañas antiéticas y antideportivas al no permitir que los importados contratados por las Estrellas Orientales jugaran en ese club.
Un grupo de peloteros importados, contratados por las Estrellas, amerizaron en el hidropuerto y allí mismo fueron secuestrados por la tiranía trujillista, llevados a la Capital por la fuerza y obligados a jugar para los Dragones.

Receso de 14 años 

El béisbol dominicano recesó por 14 años, hasta 1951, cuando surgió la era moderna. Todavía en aquel entones los partidos se efectuaban en horarios matutinos – vespertinos.
Desde 1886 hasta 1955 los partidos se jugaban a plena luz del sol. En caso de que un partido se prolongase hasta muy atardecer de modo que afectase la visibilidad de los jugadores, se suspendía y continuaba en una próxima fecha. Los enfrentamientos se jugaban los fines de semana, sábados y domingos.
La última etapa de los campeonatos jugados en verano (1954) cerró su telón con una corona para las Estrellas Orientales, al vencer a los Tigres del Licey en 5 partidos (4-1). El escenario de la corona fue el viejo hipódromo.
Pasaron 14 años para que los orientales volvieran a ganar otro título (temporada 1967-68) en el estadio Tetelo Vargas, que en un principio fue llamado Ranfis Trujillo.
El nombre de Tetelo Vargas fue en honor al versátil pelotero que contribuyó con los campeonatos ganados por las Estrellas en los años 1936 y 1954.
Público oriental arropa al JMV de la final 1967-68, Larry Dierker.
Después de aquella temporada 1967-68 el equipo de San Pedro de Macorís no ha vuelto a ganar otra corona, aunque vale decir que han estado bien cerca de conseguirla.
Un campeonato que estuvo a punto de ser alcanzado fue el de la campaña 1974-75 pero que no se ganó debido a que en el noveno partido, de esa final, el estelar lanzador, James Rodney Richard, de la organización de los Astros de Houston, fue bateado con facilidad por las Águilas Cibaeñas, que a la postre terminaron ganando dicho juego y el título en el estadio Tetelo Vargas con marcador de 8-3.
Otro momento en que estuvieron cerquita de levantar la copa fue en la estación de 1987-88 cuando, llegando a aventajar en la final a los Leones del Escogido, tres juegos a uno, no fueron capaces de ganar ese último juego que les faltaba y los Leones les arrebataron el título en uno de los rebases más espectaculares jamás visto en los torneos invernales del béisbol dominicano.
Aquel era un equipo prácticamente sin lagunas que muchos entendidos en la materia creían podía campeonar.
En el Round Robin de la temporada 1994-95 estuvieron a un centímetro de alcanzar el pase a la final pero perdieron sus últimos cuatro partidos del calendario. En esa temporada los Toros clasificaron en lugar de los Orientales y ganaron el campeonato, batiendo a las Águilas del Cibao.
En la campaña 1995-96 llegaron a tener un sólido equipo ofensivo y un pitcheo de relevo estable, pero corrieron nuevamente el infortunio: el bateo se les apagó en la serie final y sus pitchers abridores no pudieron detener a los bates  de las Águilas Cibaeñas quienes conquistaron el título en el mismo Telelo Vargas de los orientales. Los verdes solo ganaron un juego.
Cuatro años pasarían para que los paquidermos, como también se les denomina a las Estrellas, volvieran a una final. Después de recesar en la campaña 1998-99 por causa de que el Huracán George destruyó parcialmente el Tetelo Vargas, los orientales vinieron con nuevos bríos para el período 1999-2000 y jugando una buena pelota lograron su pase a la serie final para enfrentar a las Águilas del Cibao.
Las Águilas llegaron a tener la final a su favor tres juegos a uno, y cuando se esperaba que todo culminaría de forma fácil, los bates verdes empezaron a producir, ganando dos partidos seguidos y empatando la serie a tres juegos por bando. El séptimo juego tendría como escenario, no al estadio Tetelo Vargas, sino al Cibao de las Águilas en Santiago de los Caballeros. Esta era la oportunidad de las Estrellas para desquitarse todas las que las Águilas les habían hecho en el pasado, ganándoles tres campeonatos en San Pedro de Macorís.
Bien cerca estuvo de que sucediera. Las Estrellas, después de dos outs y en el noveno episodio, llegaron a empatar espectacularmente un juego ya casi perdido. Está bien fresco en la memoria de los estrellistas el triple conectado por el importado Desi Wilson que empujó a Adrián Beltré desde la primera base. Una gran delegación de fanáticos orientales que acudieron al estadio Cibao enardecía de entusiasmo. Las Estrellas tan solo empataron pero no pudieron virar el marcador. Las Águilas, en el cierre de la novena entrada y naturalmente jugando como homeclub, anotaron la carrerita que hacía falta y dejando al conjunto oriental en el terreno de juego, se coronaron campeones de la edición 1999-2000.

Equipo de 2001-2002 

Uno de los mejores conjuntos que han confeccionado las Estrellas durante su larga vida fue para la campaña 2001-2002. Se podría catalogar como un dream team a aquel conjunto verde de aquella temporada. Vladimir Guerrero, Julio Lugo, Alfonso Soriano, Félix José, Abraham Núñez y Pablo Ozuna en sus momentos de mejor cotización juntos el estelar lanzador Pedro Julio Astacio y el destacado Odalís Pérez eran miembros de aquel equipo de ensueño.
Llegaron al Round Robin, pero no a la final. El último día de las semifinales solo tenían que vencer a las Águilas Cibaeñas, que por cierto jugaron ese partido con jugadores de la banca debido a que ya estaban clasificadas. Para colmo las Estrellas perdieron de forma humillante, 8 vueltas a 3. Licey, que había ganado esa misma noche en La Romana, pasó a la serie final por apenas medio juego de ventaja sobre los elefantes.
¿Dónde perdieron las Estrellas ese juego en el que estaban supuestos a ganarlo y de paso llegar a la serie final?
En el Tetelo Vargas de San Pedro de Macorís, su propia casa.
En conclusiones se puede agregar que las Estrellas de Oriente no han sabido capitalizar situaciones favorables para ganar ese ansiado campeonato número tres de la era moderna del béisbol dominicano que tanto desean.
En la presente década, además de lo desaprovechado en el 2001-02 sufrieron la caída en el Round Robin del torneo 2004-05. Teniendo un buen conjunto ofensivo, no ganaron los juegos importantes de caras a llegar a la final. En la justa 2006-07 contaron con jugadores del calibre de Robinson Canó, Pablo Ozuna y el lanzador Dámaso Marte, todos Grandes Ligas. Tuvieron uno de los mejores pitcheos de relevo de la liga y una ventaja sobre los Toros del Este de ocho partidos en la recta final. Todo lucía indicar que las Estrellas se quedarían con el cuarto puesto clasificatorio y avanzarían a las eliminatorias.
La fatalidad los persiguió. Los Toros remontaron, creyeron en ellos mismos y al final ambos conjuntos quedaron empatados en la cuarta posición. Fue necesario un juego de desempate en el play de La Romana contra los elefantes. Los bovinos ganaron ese partido 4-2 y en una demostración de gran coraje y determinación dejaron a las Estrellas fuera de competencia. 
En el torneo 2007-08 clasificaron, y teniendo récord de 7 victorias y 3 reveses en la primera mitad del Round Robin, perdieron el resto de los partidos y no alcanzaron el boleto a la final.
Una temporada más está en juego para la zafra 2009-2010 y la esperanza nunca se pierde en Macorís. El año verde debe llegar, según creen los fanáticos de la Sultana del Este, y tienen razón, pero ¿cuándo?
Los Toros del Este, el gran acierto de la expansión
Los habitantes de la provincia La Romana, al igual que los de El Seibo, Hato Mayor y La Altagracia siempre han sido muy buenos fanáticos del béisbol, independientemente de que no tuvieran equipos representativos en sus comunes cabeceras.
Durante décadas se mantuvieron apoyando por lo regular al combinado de su región, las Estrellas Orientales. O si no, apoyaban a los Tigres del Licey o Leones del Escogido. En pocas palabras, las simpatías estuvieron dispersas durante mucho tiempo.
Los romanenses, ya para inicios de la década de los 80 del siglo XX, entendían que merecían tener un equipo local que compitiera en los torneos de béisbol dominicano. En ese sentido la gobernación de La Romana les dio todo su apoyo.
Las condiciones estaban sembradas para ello. La Romana contaba con el principal emporio azucarero del país que es el Central Romana Corporation, razones suficientes para apadrinar una franquicia beisbolera. Esta llevaría por nombre Azucareros del Este.
La Ley 411 aprobada en ambas cámaras legislativas del Congreso junto al decreto presidencial 1300, promulgado por el presidente de la república Salvador Jorge Blanco, fue una realidad y ya para la campaña 1983-84 los Toros del Este junto a los Caimanes del Sur (desaparecidos) hicieron su presencia en el béisbol invernal dominicano.
La noche del 20 de octubre de 1983 fue la fecha en que los Toros del Este jugaron su primer partido en su parque, el estadio Francisco Michelli, ante los Leones del Escogido. Más de 8 mil aficionados se dieron cita en aquel memorable juego. El gobernador provincial de La Romana, Jean Giraldi, tuvo a su cargo el discurso inaugural donde agradeció al mandatario Salvador Jorge Blanco por haber hecho posible que del sueño se pasase a la realidad.
Para fortuna de la gran afición romanense, que colmó aquella noche el estadio, los Toros ganaron ese partido con marcador de 10 vueltas a 3.
El primer presidente de los Azucareros fue el doctor Otto Goico y su relacionador público Christian Lugo.
Una temporada más tarde (1984-85) los Azucareros alcanzaron su primer pase a una serie final, al medirse a los Tigres del Licey.  El equipo capitalino venció al de La Romana en cinco partidos (4-1).
La temporada regular 1986-87 es recordada por la afición taurina como aquella en que los Toros ganaron su primera serie regular con récord de 27 victorias y 19 reveses, aunque posteriormente fueron eliminados en la semifinal o Round Robin.
La segunda ocasión en que los bovinos ganarían otra serie regular ocurriría en el torneo 1990-91, con marca de 26 – 22. En el Todos contra Todos fueron eliminados con suma facilidad por sus adversarios Leones, Tigres y Águilas. Apenas ganaron 5 partidos.
Repitieron la misma proeza al año siguiente (1991-92) con récord de 26-22 y aunque en el Round Robin se quedaron cortos, mejoraron significativamente al ganar 8 partidos.

Un 1992-93 espectacular 

La campaña 1992-93 fue espectacular y, al mismo tiempo, digna de reconocimiento para el conjunto de La Romana. Clasificaron en la cuarta posición de la vuelta regular al vencer dramáticamente a los Leones del Escogido en un decisivo choque por la definición de ese puesto. Luego, en el Round Robin, hicieron maravillas, sobre todo en la última etapa de ese playoff clasificatorio. La historia es digna para recordarla. Ya a leguas se sabía que las Águilas Cibaeñas iban a pasar a la serie final, empero, a los liceístas, confiados de que también llegarían, les sucedió lo que menos esperaban: El Licey estaba disputando la segunda posición y hubo un acontecimiento que les marcó negativamente, pero positivamente a los Toros. En un partido nocturno entre Tigres y Toros (en el estadio Quisqueya) en que los primeros estaban ganando 6 vueltas a 0, los romanenses vinieron paulatinamente de atrás y con un dramático jonrón del veterano Denio González, con el juego 3-6, empató el score 6-6. La afición liceísta no quería creer lo que estaba mirando, no entendía nada. El partido fue más dramático aún, pero traumático para los azules. En la novena entrada, con dos outs y las bases llenas (Tigres ganando 7-6), otro veterano, Domingo Michell conectó un hit corto al jardín derecho, empujador de dos vueltas, que viró el score 8-7 a favor de los Azucareros. En el cierre de ese noveno episodio el pitcheo de los Toros le hizo los tres outs a los bengaleses y se colocaron un juego por encima  de estos en la lucha por el segundo puesto.
No todo terminaba ahí, en la última fecha del calendario, los Tigres pudieron vencer a los Toros en la Capital y provocaron un empate a 10 victorias, lo que obligaba a jugar un choque decisivo para determinar quién pasaba a la serie final. Ese juego no sería jugado en Santo Domingo, sino en La Romana. Los ánimos de los fans de uno y otro bando estaban caldeados. Sucedió de nuevo el milagro, los Toros nuevamente lo consiguieron. Vencieron a Licey una vuelta por cero, con una magistral labor del lanzador José Ventura y el pitcheo de relevo taurino, quienes les blanquearon en nueve entradas. Todo fue un pandemoniun en La Romana luego del último al bateador de los Tigres, Silvestre Campusano, quien fue ponchado. Los Toros, en tan solo 9 años de existencia, habían conseguido llegar a otra serie final.
En la final ante las Águilas pactada a un 7-4 los Toros perdieron los primeros tres partidos, sin embargo, triunfaron en los juegos cuarto y quinto hasta que, finalmente, perdieron el campeonato en el Francisco Michelli el sábado 30 de enero de 1993.
En la posterior temporada (1993-94) los Azucareros volvieron al Round Robin y, aunque no llegaron a la final, le disputaron una gran batalla a los Tigres del Licey por el segundo puesto finalista.

Corona de 1994-95
 
Ya la suerte estaba echada y el esfuerzo a punto de lograr lo imposible. Desde 1990 los Toros venían forjando, en base a un núcleo de jugadores jóvenes de mucha valía, una mística ganadora. La cohesión, unidad y armonía fueron el buque insignia de ese progreso y el momento climax tendría que llegar, lo que en efecto sucedió en la estación 1994-95.
Es posible que mucha gente hoy crea que aquel título de los Toros, el 30 de enero de 1995, haya sido pura casualidad, un “chepazo” como se diría en lenguaje dominicano. No fue así, y yerran los que creen eso. Todo fue un esfuerzo mancomunado, cuyos protagonistas fueron gerencia, jugadores e integración de los fanáticos. Un proceso que iba a desencadenar en la excelencia. Y esí fue. Los Azucareros venían trabajando por la excelencia desde la campaña 1990-91. Nunca se desanimaron, ni se desacoplaron. No renunciaron a la armonía, a la cohesión. La mística triunfalista que se venía generando en los talentos de Andújar Cedeño, Domingo Cedeño, Julián Yan, Jovino Carvajal, José Ventura, Antonio Alfonseca más la entrega total de los importados Jerry Brooks, Todd Holandsworth y la sapiencia del dirigente Art Howe, fue el engranaje decisivo para que los Azucareros, que habían ganado la serie regular con marca 29-19, luego avanzaran al Round Robin y, posteriormente, a la serie final. En aquel memorable playoff finalista terminaron batiendo a las favoritas Águilas del Cibao, en seis partidos. 

La noche del 30 de enero de 1995 Antonio (El Pulpo) Alfonseca, junto al pitcheo de relevo, vencieron a las Águilas por blanqueada 2-0. La Romana, junto a gran parte de la hinchada de la región Este, festejaron ese campeonato por varios días.
Los Toros han sido el único equipo de expansión (ni siquiera los Gigantes del Cibao) que ha representado al país en una Serie del Caribe.

En la Serie del Caribe efectuada en San Juan, Puerto Rico, los Toros quedaron en la segunda posición, solo detrás de los Metros de San Juan, que se titularon campeones.
Dos años después (temporada 1996-97) los romanenses estuvieron a punto  de regresar a la final, pero, en un maratónico partido en La Romana, decisivo para avanzar, sucumbieron en 14 entradas ante los Leones del Escogido, 6-2.
El receso por dos años
El paso del ciclón George fue tan devastador en La Romana y San Pedro de Macorís. Tanto Toros del Este como Estrellas Orientales tuvieron que recesar durante la temporada beisbolera 1998-99. En el caso de los Toros fueron dos las temporadas que no jugaron, 1998-99 y 1999-00. 

¿Y por qué el equipo de La Romana tampoco jugó en la campaña 1999-2000 si lo del huracán George había sido en 1998?

La respuesta la tuvo el Central Romana Corporation, que decidió construirles casas a sus trabajadores (obreros) en lugar de reparar el estadio Francisco Michelli.
Un regreso de fracasos
Los Toros vinieron con nuevos bríos para los torneos 2000-01 y 2001-02, pero en los Round Robins de esos años  no fueron ni espejo de lo que habían sido en la década anterior. En la campaña 2002-03 lo más que pudieron hacer fue ganar 16 partidos, y quedaron en la última posición de la serie regular.
En la estación 2003-04 tuvieron récord de 26 -24 y clasificaron al Todos contra Todos. En éste solo ganaron un partido, y volvieron a ser la gran vergüenza, como en el 2001-02.
En los Round Robins del 2005-06 y 2006-07 no tuvieron mucho que mostrar.
La mística empieza de nuevo
Las cosas tomaron otros rumbos para el torneo 2008-09. Los Toros, que no fueron dados favoritos, alcanzaron la segunda posición de la serie regular con 28 victorias y 22 reveses. Solo los Gigantes del Cibao con marca de 30-20 estuvieron por encima de ellos. En el Round Robin ocurrió algo inusual desde hacía mucho tiempo: Las Águilas Cibaeñas jugaron de manera pésima, su peor récord en las eliminatorias (2-16) desde el surgimiento del formato Todos contra Todos en 1986-87.
Los Azucareros batallaron fuertemente en el Round Robin y, aunque fueron eliminados en un juego de desempate en San Francisco de Macorís por los Gigantes del Cibao, la demostración y empuje del conjunto romanense fue causa de reconocimiento por toda la prensa nacional.
En muchos aspectos los Toros fueron el mejor equipo de esa temporada. El dirigente del año recayó en Dean Treanor; el cerrador con más salvamentos fue el veterano Julio Mañón con 14; en pitcheo colectivo dominaron la liga con efectividad de 4.71; tuvieron el mérito de haber sido el único conjunto que ganó todos sus juegos de extrainnings en la serie regular y tuvieron los prospectos más sensacionales: Ricardo Nanita y Víctor Mercedes. También promovieron el mejor de los slogans de batallas: “Aquí to’ somos Toros, y el que no, que se mude”.
Hay que destacar que durante toda esa temporada el estadio Francisco Michelli fue el que promedió la mejor asistencia, con una media de 8 mil fans por partido. 

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