viernes, 30 de marzo de 2018

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 26)

Viviré el día a día, dejando transcurrir los meses. Ya veremos qué sucede después. De lo que estoy seguro es que deseo que me extirpen esas amígdalas linguales. Estoy seguro que esa sería la manera definitiva de decirle adiós a los pinchazos y  la amargura del agua que me atormentan del lado derecho. Y esto sería menos traumático que pasarme cuatro o cinco años vacunado con una inmunoterapia que ya el tiempo me demostró hace más de tres años que NO ME FUNCIONÓ.  
  
Por Iván Ottenwalder  
El 8 de febrero regresé a la consulta con el otorrino. Los pinchazos que me vienen de la amígdala lingual derecha volvieron a recrudecerse pocos días antes. De todos modos le hablé al galeno de la mejoría de la sinusitis. Pero también le fui sincero al contarle que la amargura del agua no había cedido ni un ápice. El galeno me evaluó a nivel general, oídos, nariz y garganta. En cuanto a la sinus me dijo que quedaba todavía un poquito en el lado derecho de la nariz. Luego de anotar en una receta los fármacos a consumir volvió a tocarme el tema de las alergias y de que buscara un alergólogo. Parece que de nada me ha valido contarle y repetirle sobre la mala experiencia que tuve con las vacunas de inmunoterapia que llevé por un año y 8 meses, antígeno que según los alergólogos debe empezar a surtir efecto a partir de los seis meses. “Pues en mi caso doctor, esas vacunas no me hicieron nada bien en casi dos años. Tuve que suspenderlas en octubre de 2015 y fue después de dejar de ponérmelas que los niveles de IGE empezaron a ceder algo”, le recordé. Pero entiendo, como él no me conoce puede pensar que yo le estoy contando mentiras. Lo que ese otorrino no sabe es que por recomendación del alergista de la Clínica San Rafael fue que tuve que mudarme de hogar, yéndome a vivir a casa de mi padre, dejando a mi madre sola. Y eso fue por cuestiones de higiene y salud. El apartamento de mi madre era un asco de sucieza, mientras que en el de mi padre brillaba la limpieza. Por recomendación del alergista fue que a partir de 2014 tuve que desistir de tener mascotas, ni perros ni gatos, cosa que he cumplido a cabalidad. Y por orientación de aquel inmunólogo fue que tuve que iniciar en febrero de 2014 a inyectarme las vacunas de inmunoterapia, que finalmente suspendí en octubre de 2015 por ineficaces. Entonces, ¿para qué coño insistir con algo que se demostró no me funcionaba? ¿Para que bote mi dinero de nuevo? “Bueno, yo no sé Iván, alguna solución habrá que buscar con usted porque yo no puedo hacer nada con esas alergias tan altas?”, respondió el especialista de oídos, nariz y garganta.

Le había contado también que las gárgaras con Vantral Bucofaríngeo no me resolvieron en lo absoluto. Me palpó mi cuello con las manos, claro, por fuera. No sentía dolor. Es que la molestia de los pinchazos ocasionales es interna, no externa. Lo mismo que la amargura del agua. 
Retomando de nuevo el asunto de los alergistas le expliqué que la mayoría no trabajan con seguros médicos. Él me dijo que investigara en la Plaza de la Salud, que es posible que allí recibieran los carnets de seguro. Para no contradecirlo, le prometí que lo haría, que llamaría por teléfono. Al final el otorrinolaringólogo me entregó una prescripción con los siguientes fármacos: AUGMENTIN BID, a utilizar de nuevo, pero esta vez por siete días y NÚCLEO C.M.P COMPUESTO, a inyectarme una cada doce horas por solo cinco días. Del primero producto me quedaba en mi casa, pero del segundo no. Compraría este último para mi próximo cobro de sueldo.   

Una semana después le escribí un mensaje por Facebook a la Plaza de la Salud. Me respondieron que el único seguro médico que reciben los alergólogos es el de BANRESERVAS, los demás no. Para poseer el seguro de BANRESERVAS hay que ser empleado de ese banco, y yo no trabajo allí. Mi padre me había dicho para esos días que no estaba mal que buscara un alergista pero que no aceptara tratamientos de vacunas. “Tú le explica sobre la mala experiencia que tuviste aquellas vez y el dinero que perdiste, y punto. Y si el alergista insiste tú le dices ´no, un momento, yo no me voy a poner eso´”, me aconsejó. Pero, precisamente por eso, es que no estoy entusiasmado con volver donde alergólogo alguno. Desde que vea mis niveles de IGE sobre los 8,000 UI/ML me va a querer lavar el cerebro. Como seré un paciente nuevo y puede imaginar que le estoy diciendo mentiras, él de seguro se ofuscará en creer que la solución es su producto. Y yo me ofuscaré en mi historia pasada para no aceptarlo. En pocas palabras, estaríamos hablando de un juego trancado en el que no tendré a nadie a mi favor, ni siquiera a Dios, que bien pudo haber resuelto y tampoco lo ha hecho.  
Estas cosas son necesarias contarlas, y más conociendo la amnesia de mucha gente que me conoce, incluyendo a familiares. Entre mis conocidos y familiares hay individuos que un día me conceden la razón y más tarde se hacen los que no recuerdan nada, tildándome de paranoico y poniéndose en mi contra. Ya me los conozco a casi todos. Por eso, para que otro decida contar mi historia, mejor la cuento yo primero. Es lo más sensato. 
  
¿Cuando las vacunas de inmunoterapia me fallaron entre los años 2014 y 2015 recibí  alguna indemnización económica? NO. Cuando en la primavera de 2014 le conté al alergólogo sobre unos latidos acelerados en mi corazón, a mi juicio, producto de la vacuna, ¿me creyó en lo más mínimo? NO. Solo atinó a refunfuñar y alegar que él no era ningún loquito viejo. ¿De qué me hubiese servido decirle en octubre de 2015 que después de tanto tiempo había suspendido la vacuna porque la IGE no se me había reducido como quería, tampoco mi alergia de la piel ni el asma? ¿Para que me echara otro boche? 
Tratamiento de vacunas en 2014.
Viviré el día a día, dejando transcurrir los meses. Ya veremos qué sucede después. De lo que estoy seguro es que deseo que me extirpen esas amígdalas linguales. Estoy seguro que esa sería la manera definitiva de decirle adiós a los pinchazos y  la amargura del agua que me atormentan del lado derecho. Y esto sería menos traumático que pasarme cuatro o cinco años vacunado con una inmunoterapia que ya el tiempo me demostró hace más de tres años que NO ME FUNCIONÓ.  
Además, ya soy un adulto, y a estas alturas una persona mayor de edad puede perfectamente convivir ya sea sin amígdalas linguales, adenoides, tiroides u otro órgano que no complique su vida. A mi me extrajeron las tonsilas palatinas en verano de 2016 y nada malo ha ocurrido. ¡Qué más perder las otras, de las que tanto me quejo! 
Un aparato podrá evaluar lo que sea, pero el aparato no es quien siente esta molestia de mierda ...que es diaria. 

Continuará