domingo, 31 de diciembre de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 23)

Por el momento, exceptuando los estornudos alérgicos, que se han moderado bastante, lo demás ha seguido igual: el salivero molestoso, la mucosidad salivosa inacabable y el escozor que, en ocasiones, lo siento profundo en las dos últimas encías superiores de la derecha y en otra, como si viniese de la faringe o laringe. No quisiera pensar que venga ahora de las amígdalas linguales, después que el último otorrino a quien visité en septiembre de 2017 lo descartara. De momento, quiérase o no, sigo comiendo la misma mierda.  
  
Por Iván Ottenwalder 

El fin de semana del viernes 10 al domingo 12 de noviembre lo pasé relativamente estable. Dormía boca arriba, cuestión de que no se me partieran los puntos de sutura e hiciese un sangrado. Para ser sincero, duré como 15 días durmiendo en en esa postura. Me tomaba los fármacos prescritos y me colocaba las gotas nasales varias veces al día. Me mantenía comiendo alimentos blandos y líquidos al menos por diez días.  

El martes 14 de me tocaba consulta. La cirujana me revisó todas las zonas de encías que estaban cosidas y decidió descoserme los puntos del área derecha. Los de la izquierda me los dejó por una semana más, hasta el martes 21. “Se te ve mejor, Iván. Los puntos van cicatrizando muy bien”, me comentó la especialista. 

No le conté todavía a la galena lo de los escupitajos con sangre ni la sensación salivosa mortificante que me los producía. Seguía pensando que aquello desaparecería pronto. 

Reaparición de la alergia. Los escupitajos continúan 

Mientras transcurrían los días la sensación de molestia salivosa, no sabía dónde identificarla si en la zona superior derecha de encías, si detrás de la orofaringe, amígdala lingual o laringe. Lo cierto era que algo me estaba molestando y produciendo los escupitajos sanguinolentos cada vez que sentía alguna corriente de saliva mortificándome. Y aquello lo sentía en el lado derecho, no en el izquierdo. 

El sábado 18 de noviembre por la tarde casi toda mi piel se había enrojecido y le habían aparecido ronchas. Me tomé un antialérgico, pero nada de ceder. La madrugada del domingo no pude conciliar el sueño debido a la preocupación. Ese día por la mañana decidí escribirle por whatsapp al cirujano maxilo-facial y contarle lo sucedido. No le relaté lo de la alergia, pues no era su área de estudio, pero lo de los escupitajos con sangre. Me pidió que fuera el martes a consulta para evaluarme.  

Ese mismo domingo, luego de las 3 de la tarde tuve sensación de cansancio y decidí echarme a dormir. Pude conciliar el sueño. Cuando me vine a despertar eran las 2 de la mañana. Para tamaña sorpresa, cuando voy a revisarme al espejo del baño, la alergia había cedido casi en su totalidad. ¡Increíble! Pero no me fié del todo. Había comprado el día anterior otro antialérgico el cual empecé a tomar de inmediato: una pastilla diaria, preferentemente antes de dormir.  

Para el lunes me sentía bastante mejor de la piel, aunque la sensación del salivazo molestoso aún persistía. Me prometí no escupir fuerte para evitar el más de lo mismo. Me reprimiría la incomodidad aquella.  

El martes por la mañana volví al Centro Médico Dominicano para el retiro de la otra parte de los puntos de sutura. Antes el médico me checó de forma somera la orofaringe superior, las amígdalas linguales y laringe para ver si encontraba algún vestigio de herida. Según su comentario no encontró nada y me dijo que la sangre escupida era probable que viniera del seno maxilar derecho ya que en este hubo que realizar un trabajo más profesional debido a las comunicaciones con la encía que tenía problemas. Me recomendó que hiciera alguna gárgara cuando sintiera el salivazo molestoso, que me lo tragara y no escupiera fuerte. Asimismo, me sugirió que ya no tomara más medicamentos, que el tratamiento había terminado, que solo me tomara aquellos recomendados por otros médicos para mis otras condiciones clínicas. Me esforcé por llevar al pie de la letra sus recomendaciones, aunque la incomodidad salivosa no se detenía. Pocos días después reaparecieron aquellas picazones horribles en las encías sin dientes. No eran superficiales, sino más bien profundas. Era un escozor que me pillaba por momentos y lo sentía bien profundo. ¿Tendría esto que ver con otro hueso maxilar? No lo sé, pero lo cierto era que ya me estaba hartando, y una semana después decidí visitar otro centro odontológico, uno llamado Odontología Dominicana (ODONTO-DOM). Aquella clínica bucal la había visitado, si no me equivoco, en el año 2005, debido a severas molestias dentales. En aquella ocasión hubo que realizarme par de tratamientos de canales, precisamente en las dos muelas que terminaría perdiendo por infecciones de las encías en el verano de 2017. No estoy diciendo con esto que aquellos tratamientos de canales fueron mal hechos. ¡Para nada! Aquellos procedimientos fueron perfecta y debidamente realizados. Las infecciones en las encías que cubrían aquellas dos muelas ocurrieron más de una década después, y la razón la conozco al dedillo: MARIBEL. 

Fue aquella pobre diabla y muerta de hambre, que lamento haberme fijado en ella, quien me contagió, a principios del 2016, con su hediondez bucal, aquella infecciones en ambas encías. Desafortunadamente, todo fue descubierto muy tarde, cuando ya no hubo más remedio que extraer aquellas piezas dentales. Demasiado tarde para darnos cuenta, los odontólogos y yo, de un afta bucal que también tenía mucho tiempo. Y ese afta me lo creó la tipa aquella, porque allí, en enero de 2016, yo tenía una pequeña cortadura en la última encía superior derecha. Quién sabe, no lo sé, si de cuajo aquella infección detectada muy tarde me jodió, no solo una partecita del hueso maxilar, sino también otras. Por eso es que vengo sosteniendo de que el escozor que siento en esa zona es profundo, no superficial. Aunque durante el verano de 2017 fui diagnosticado con faringitis y laringitis aguda por una otorrinolaringóloga de la UCE y un colega suyo consideró que era apenas faringitis recurrente. ¿La verdad de todo? ¡Quien sabe! Mañana puede venir otro médico y decir que ahí no hay nada. Así de simple son las cosas. 

En ODONTO-DOM 

El 23 de noviembre de 2017 fui a mi cita en ODONTO-DOM. Me realizaron, como ya es habitual en todas las clínicas dentales, una panorámica bucal. Minutos más tarde subí al consultorio. Una doctora me saludó. Le había explicado lo del salivero molestoso que sentía. Le expliqué específicamente las zonas de la molestia. Ella me examinó y alegó que según la panorámica no veía nada extraño o anormal, que posiblemente era que yo tenía algunas glándulas más activas que otras y eso me generaba más saliva. “¡Pero eso me molesta e incomoda mucho!”, insistí. Le expliqué que hasta la misma flema que suelo expulsar todos los días era, más que amarillenta o verdosa, salivosa y muchas veces blancuzca. “Bueno, pues mire, yo no puedo hacer nada ahí. Vaya a un otorrino porque según lo que veo en la panorámica no hay nada extraño, o aprenda a convivir con esa saliva toda su vida”, me comentó de forma radical y cortante. “No se preocupe, o yo me muero antes de los 45 años o el tiempo terminará poniendo las cosas en su lugar”, le contesté y me largué sin despedirme. Cuando ya estaba en el área de caja para saldar la cuenta, me saludó la doctora encargada piso. Me preguntó cómo me había ido en la consulta. Le expliqué que no estaba satisfecho del todo, que la odontóloga que me vio me había dicho que posiblemente yo tenía una glándula más activa que otra y que por eso la saliva me corría más rápido por el lado derecho que del izquierdo; que aprendiera a convivir con eso y que ella ahí no podía hacer más nada. Le informé también del caso de mi sinusitis sin fin, cuya secreción mayormente era salivosa blancuzca en vez de amarillenta o verdosa. Le dejé saber que me habían operado y drenado los senos maxilares porque, al igual que los etmoides, esfenoides y frontal estaban repletos de mucosidad. Aquella doctora me dijo que me indicaría una tomografía de senos paranasales a ver qué tal se encontraban ahora. “Mire, yo incluso dreno bastante bien y abundante, lo malo es que esta sinusitis es como un barril sin fondo, mientras más se me descongestionan los senos nasales más se me congestionan después, y en esa cantaleta he vivido desde hace más de año y medio. Lo normal sería que, una vez expulse toda la flema, los senos se limpien y el problema al menos me deje en paz por muchos meses …¡como era antes, hace muchos años!”. La encargada entendió todo mi argumento. Le expliqué también el caso de la última encía superior derecha que chocaba con la mejilla y que me producía una corriente de saliva molestosa. Minutos más tarde ella misma me revisó delante de la otra especialista que me había visto. Luego del chequeo comentó que yo tenía una deformación en todo el hueso donde antes estaban las dos muelas y que por eso la saliva, en lugar de correr hacia atrás me corría hacia delante. Consideró la posibilidad de que con una plantilla dental, bypass, el problema pudiera ser solucionado. No sé si de verdad fuese la solución definitiva, pero de que le daría más estética a mi dentadura, eso sí. De todos modos acepté la sugerencia. No quise comentar nada del escozor interno y profundo en las encías porque preferí enfocarme en lo del salivero molestoso. No sé si hice bien o mal contando una cosa y no lo otro. ¡Es que son tantas mierdas al mismo tiempo que uno mismo no sabe por donde empezar! Reconozco que desde febrero de 2016 hasta acá mi caso ha confundido a muchos médicos. Primero se pensó que era tan solo de amígdalas y resultó que en 2017 vinieron a destaparse esos problemas de encías que estuvieron silentes y ocultos a lo largo de 2016. ¡La vida es trapera coño! El organismo humano es un jodido misterio, sin dudas. Pero sea lo que sea yo he sido el gran perdedor en los dos últimos años (2016 y 2017). Cada vez que me operan de algo, resulta que algo queda inconcluso. Siempre hay un cabo suelto no detectado antes. ¿Y luego qué? El tiempo, sabio al fin y antojadizo, me destapa otro problema. Y Dios, con quien tantas veces he hablado y visitado en la iglesia, ¿dónde está? ¿Por qué me ha dejado solo? ¿Por qué no me curó mediante uno de sus tantos milagros y así me hubiese evitado aquellas cirugías, extracciones dentales, gastos en médicos y medicamentos? ¿Que Él no puede alterar las leyes de la  naturaleza? Claro que sí puede. De hecho, Él ha sanado a mucha gente enferma de cáncer y con otras patologías severas mediante su poder asombroso. ¿Por qué a un Iván Ottenwalder cualquiera no lo sana de raíz? Ya está bueno, y es justo decir las cosas como son. Dios existe y hace milagros, es verdad, pero también es un ser caprichoso y antojadizo. Él tiene sus preferencias para sanar a unos y a otros no. Así de raro es Él. Algunas personas me han dicho que Dios sabe lo que hace y que Él tiene un plan para mí, que muchas veces nos pone a prueba para ver hasta donde llegamos. Muy bien, ¿y qué tal si en una de esas pruebas yo muero? “Nada. En ese caso fracasó el plan de Dios”, me respondió con sinceridad una cristiana evangélica una tarde de verano de 2016. 

La doctora encargada de piso me gestionó una cita al día siguiente con otra dentista para la elaboración de mi bypass. Asimismo, me indicó una tomografía de senos paranasales para traerla en la próxima cita. Pero antes de retirarme le había comentado también acerca de lo amarga que me sabía el agua cuando la ingería, sobre todo por el lado derecho. Su respuesta, muy poco profesional y nada convincente, fue que me la tomara con un poco de limón u otro saborizante. Digo que su respuesta fue muy poco profesional porque esto me viene ocurriendo desde hacía un año y medio. Antes, NUNCA me había pasado. Decidí quedarme callado y no opinar, pero en el fondo sabía que la respuesta de la médica no era sensata. ¿Por qué diablos tiene que el agua que saberme amarga por un solo lado y no por el otro? ¿Y por qué específicamente desde hace año y medio y no durante toda la vida? ¿Acaso la República Dominicana no cuenta con médicos que sepan curar esos casos? Mi convicción profunda es que muchos médicos en República Dominicana, así como una vasta legión de profesionales en otras áreas, vienen arrastrando muchas lagunas académicas o de conocimientos. Es muy común en este país el prototipo de profesional que, una vez graduado, no vuelve a leer ni actualizarme con los nuevos adelantos del saber. 

Al salir de ODONTO-DOM me encaminé a mi casa. Antes me detuve en el Centro Médico Real, de la avenida Independencia, para realizarme la tomografía. Cuando fui al área de asegurados y facturación un asistente me dice que la indicación tenía un error y que por consiguiente el seguro no la podía aceptar. “¿Y cuál fue el error?”, le pregunté al caballero. “Mire señor Iván. La doctora escribió Tomografía facial cuando en verdad debió escribir Tomografía de senos paranasales. El seguro no reconoce ningún estudio con ese nombre. Lo mejor es que usted vaya donde la doctora que se la indicó y se lo arregle. Después usted puede venir otra vez y se lo facturamos”, me explicó con lujos de detalles. Lo comprendí muy bien, y hasta me enojé, pero no con el asistente, sino conmigo mismo y con la doctora que indicó el estudio. Me retiré y me fui a casa a almorzar. Ya eran más de la 1 de la tarde y no volví a pensar más en tomografías de senos nasales. Es más, decidí no hacérmela y punto. 

El 24 de noviembre por la tarde fui a la cita con la odontóloga que me tomaría las medidas para la elaboración de la plantilla dental. Al menos con un bypass no se me verían los dos huecos producto de las muelas que perdí en verano de 2017. No si en verdad me resolvería el problema del salivero molestoso. Eso tendría que verse luego.  

Luego de tomarme las medidas en mi dentadura me dijo que en alrededor de 15 días tendría que volver para probarme la plantilla dental. “Le estaremos llamando en cuestión de una o dos semanas”, me garantizó.  

Antes de salir de la clínica dental tuve que dejar pagado el 50% del costo de la plantilla bucal. El otro 50% lo saldaría una vez culminara el proceso.  

De vuelta donde el cirujano maxilo-facial 

El 12 de diciembre volví donde el cirujano maxilo-facial que me había operado el 7 de noviembre. La sinusitis seguía sin ceder, la sensación salivosa molestosa del lado derecho, también. Quería que él viera el torrente de saliva que me corría de forma acelerada donde me chocaba el hueso de la última encía superior derecha y la mejilla. Era muy notorio. Debí haberle contado además, pero no lo hice, sobre la otra sensación salivosa, entre la zona de la penúltima encía y el cielo de la boca. En este asunto tan complejo siempre se me quedaba algo por revelar. Durante la consulta el doctor me checó la glándula correspondiente. Después de unos minutos de examinación llegó a la conclusión de que estaba muy activa, pero que eso no tenía algo que ver con la sinusitis salival que me agobiaba. Le pregunté por qué la zona de mis dos últimas encías del lado superior derecho estaban muy asimétricas en comparación con las de su contraparte del lado izquierdo. Me dio una explicación que quizás tenga algo de lógica pero que no me convenció en lo absoluto. Me contó que hay partes del cuerpo más largas que otras, los pies, las manos y las piernas, cosa que es verdad, pero en esos casos la asimetría era muy poco notable, en el caso de mis encías sí era muy visible la diferencia. Con relación al sabor amargo del agua me dio otra respuesta poco convencedora, más bien estúpida. Solo dijo “tú sabe, eso del sabor amargo del agua, no es na; el agua puede saber amarga a veces”. Cuando le pregunté cómo era posible que después de tantos meses drenando muy bien y abundante mi sinusitis nunca llegara a su fin, recuerdo que solo atinó en decir que la sinusitis no se curaba, que solo se controlaba. “Mire, doctor, yo he padecido de sinusitis por varios años, pero antes al menos se me corregía y desaparecía por largos meses, años, si se puede decir. Ahora no es así; ahora esto es como un barril sin fondo, expulso y expulso mucha mucosidad y a los pocos minutos vuelve la misma porquería, se me congestionan de nuevo los senos nasales. Y lo que voy drenando es más secreción salivosa que otra cosa”, argumenté. La respuesta del especialista me pareció súper ridícula y chistosa: “Es que nos estamos poniendo viejo, Iván”. 

No estuve de acuerdo con esa explicación y se lo dejé saber, pues no había razones para que una persona como yo, abstemia desde hace cinco años, llevando una alimentación más saludable, medicada por tanto tiempo y haciendo sus caminatas diarias, estuviera en ese tipo de condiciones. Realmente algo no estaba encajando bien para que esa jodida sinusitis no fuese erradicada de mi existencia por un largo tiempo.  

Al final el galeno me refirió a donde un otorrinolaringólogo que laboraba también en el Centro Médico Dominicano. Me entregó la referencia por escrito en una receta. No a cuántos otorrinos más tendré que verles las caras en mi puta vida, pensé. De cualquier forma planifiqué la cita con ese doctor para dentro de una semana. 

Por otro lado al día siguiente recibí una llamada de ODONTO-DOM para la cita con la odontóloga a cargo de probarme el bypass dental.  

En ODONTO-DOM otra vez  

Fui en horas de la tarde a la consulta en ODONTO-DOM. La odontóloga me probó el bypass para ver como me quedada. Me lo encajó en la boca y me buscó un espejo para vérmelo puesto. “¡Ay, que lindo le queda!”, exclamó. “Si, me queda bien. Es como si los dos huecos ya no estuvieran allí”, afirmé. Al instante agregué, “mire, en torno al salivero, he notado desde que el hueso de la última encía superior derecha me choca con la mejilla y eso acentúa el río de saliva que me corre por esa zona. Bueno, eso ya se lo había explicado a la doctora encargada de piso. Yo me pregunto, si no será posible raspar un poco ese hueso de modo que no me choque tanto con la mejilla y así el salivero se pueda moderar”. La dentista me respondió que era posible que lo tomaran en cuenta.  

Al finalizar la consulta la doctora me informó que me llamarían la semana próxima para entregarme la plantilla definitiva ya que la que me había colocado era un molde de prueba. Así quedamos hasta la semana próxima.  

Por el momento, exceptuando los estornudos alérgicos, que se han moderado bastante, lo demás ha seguido igual: el salivero molestoso, la mucosidad salivosa inacabable y el escozor que, en ocasiones, lo siento profundo en las dos últimas encías superiores de la derecha y en otra, como si viniese de la faringe o laringe. No quisiera pensar que venga ahora de las amígdalas linguales, después que el último otorrino a quien visité en septiembre de 2017 lo descartara. De momento, quiérase o no, sigo comiendo la misma mierda.  

Honestamente hablando, no me haré muchas ilusiones con mi salud para el 2018. Podré visitar cualquier otro especialista, pero por , que ocurra lo que sea. 


Continuará...