lunes, 24 de julio de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (2)

Por Iván Ottenwalder

Tras regresar de Fort Lauderdale a Santo Domingo el 1 de mayo, solo me quedaba esperar el tiempo prudente, poco más de dos meses para la realización de los preparativos del viaje a Ciudad Panamá, pautado, según mi calendario, entre el 13 al 17 de julio.

¿Y qué hice en ese periodo de dos meses y pico previo al viaje?

Puras rutinas. Ir al trabajo de 8:00 am a 3:00 pm, leer mucho, realizar mis compras en el supermercado, algunas visitas y estudios médicos puntuales, caminar, desayunar, almorzar y cenar, jugar al scrabble por internet, entre otros asuntos.

Para principios de junio tuve que mudarme por casi dos semanas al departamento de mi madre, pues Hilton Cabral, compadre de mi papá desde los años 60, venía a pasarse unos días en Santo Domingo y, como costumbre, siempre se hospedaba en el piso de mi progenitor, el cual solo posee dos habitaciones, la de este y la mía.
Mi boleto aéreo a Ciudad Panamá. 


Al igual que en 2017, 2018 y 2019, le cedí mi dormitorio a su compadre de más de cinco décadas.

Para esa misma fecha me puse en contacto, vía WhatsApp, popular aplicación tecnológica de comunicación, con la gerencia del hotel Hampton by Hilton de Ciudad Panamá para fines de reserva de habitación. Esta, como ya lo señalé antes, la programé para cuatro noches, arribando al hotel el jueves 13 de julio y saliendo el 17 de dicho mes.

Gloria Bonilla y Raúl Vega, como representantes del hotel, también se comunicaron conmigo a través de correo electrónico. Me suministraron, un formulario digital para que lo llenara. En este, debía adjuntar copia de mi cédula de lado a lado, fotocopiado (ambas caras) de mi tarjeta de crédito internacional, para así debitar mi estadía en el establecimiento, así como la numeración de mi pasaporte.

Dos semanas antes de la celebración del torneo, ya había comparado mi boleto aéreo. Viajaría por la aerolínea Copa Airlines. Este tique, me costó casi 30 mil pesos. El resto, realizar los llenados de los tiquetes electrónicos así como el check in, 24 horas antes del vuelo, era pan comido.

Día del vuelo

El 3 de julio empezaron mis vacaciones laborales. Había solicitado 20 días, pero, como los sábados y domingos así como los feriados no contaban, dada su naturaleza de no laborables, mis 20 días libres vendrían a convertirse prácticamente en un mes.

El jueves 13 de julio bien temprano, mi padre me llevó en su vehículo al aeropuerto Las Américas. Había llegado como a las 6:45 de la mañana, con tiempo suficiente para registrar mi maleta en la caseta de Copa Airlines. La representante me pidió primero mi pasaporte. Lo observó, vio que estaba visado con la visa americana, pero no encontró evidencia de algún viaje a los Estados Unidos previamente. Me preguntó si le había dado uso a la visa estadounidense. Le contesté afirmativamente. Ella me responde que en mi documento no se observa ningún sellado por parte de la migración de EUA. Le digo que viajé a Florida entre el 29 de abril al 1 de mayo. “Espéreme un momento, déjeme investigar allí en la oficina” me pide. Cinco minutos después regresa sonriente con un papel en la mano. “Es cierto, usted viajó a Fort Lauderdale, lo que pasa que en Florida ya no están sellando los pasaportes”, me explica. Me devuelve el pasaporte y me entrega el papel que tenía en manos. Me sugiere conservarlo por si me lo piden en el aeropuerto de Tocumen de Panamá. El papel no era más que una impresión de mi entrada y salida al viaje realizado a los Estados Unidos de América.


Media hora más tarde entro por la puerta que conduce al registro de migración. Después me desayuno con un emparedado y una botella de agua en uno de los restaurantes del aeropuerto. Al culminar eran como las 8:15 de la mañana. Checo en una de las tantas pantallas que muestran las horas de despegue de los aviones de las distintas aerolíneas así como sus respectivas puertas de embarque. Miro cual es la mía; me dirijo hacia esta.

Todo está en orden y abordo el avión. Este despega a las 9:07 am en ruta a Ciudad Panamá.

El vuelo fue placentero, de casi hora y media. El refrigerio fue escaso. Algún snack, café, agua, jugo o refresco. Cuando volé por Copa en 2017 rumbo a Asunción (Paraguay), la comida era más abundante y mejor, tanto en el trayecto de Santo Domingo – Panamá como en el de Panamá – Asunción. Ya los tiempos no son iguales. Pero esto ocurre casi en todas las líneas aéreas.

A las 10:30 de la mañana el aeroplano aterriza en el aeropuerto de Tocumen. La nave conecta con el túnel que colinda con la puerta de salida; los pasajeros debemos aguardar hasta que nos den la orden de desembarcar.

Como 20 minutos más tarde, ya estaba haciendo la cola en la zona de migración. Espero paciente mi turno. Cuando llega, me dirijo a un cubículo donde un representante me pide mi pasaporte. Este me pregunta por el vuelo en el que llegaba, y si había usado la visa americana previamente. Contesto las dos cuestiones. Él mira, tal como lo había hecho la representante de Copa en Santo Domingo que mi pasaporte no tenía sellada entrada alguna a los Estados Unidos. Me dice “vamos a revisar esa visa, acompáñeme”. Le acompaño hasta la puerta de una oficina, pero no puedo entrar allí. Le entrega mi documento de viaje a una señorita para que lo revise y se retira de nuevo a su cubículo. La dama no tarda más de un minuto en salir. “Bienvenido a Panamá, disfrute la estadía” y me devuelve el pasaporte.
Aeropuerto Internacional de Tocumen.


Me dirijo al área de los equipajes y retiro mi maleta. Debo hacer otra cola en la zona de declaración de bienes. Todo en regla. Finalmente me dirijo a la puerta de salida. Afuera un montón de taxistas. Busco con la mirada a Rubén Falconett, que me había prometido que me buscaría al aeropuerto. No lo diviso, pero sigo esperando. Cinco minutos después lo observo y le hago una seña. Nos saludamos con un abrazo. Nos dirigimos a su vehículo, un coche pequeño. Me ayuda a colocar el equipaje en la maletera. Tomamos rumbo hacia el hotel. En el trayecto observo los grandes edificios de Costa del Este y Santa María, demarcaciones donde residen grandes millonarios de Panamá. Rubén me va explicando sobre cada lugar por el que transitamos. Ya en el casco urbano de la capital panameña me muestra el Tornillo, un edificio con forma atornillada así como otros de bancos, hoteles y torres de apartamentos. Y ya llegamos al barrio El Cangrejo, donde queda situado el hotel Hampton by Hilton, sede del Norcenca de palabras cruzadas. Pero antes el presidente de la Asociación de Scrabble de Panamá toma la calle Vía Benneto, paralela a la Eusebio Morales, donde está el hotel. La primera es una arteria colmada de pequeños establecimientos comerciales, ideal para comprar algunos souvenirs como llaveritos e imanes alusivos a Panamá para llevar a Santo Domingo y regarlos a mis amistades y compañeros de trabajo. Y, finalmente, arribamos a la Eusebio Morales, una vía de menos bullicio y de aspecto más residencial. Llegamos al hotel.

En el hotel

Rubén me acompañó hasta el lobby con la maleta. Ya mi nombre estaba registrado. Firmé previamente un documento y pagué el monto equivalente a 286 dólares (por las cuatro noches, incluyendo desayuno y almuerzo).

Un empleado del hotel me explica que el check in suele ser a partir de las 3 de la tarde, pero que si quería podía dejar mi maleta y me la guardaban dentro de la oficina administrativa. Lo acepté. Rubén se despidió de mí “y cualquier cosa me llamas”. Eran poco más de las once de la mañana.

Hampton by Hilton, en Ciudad Panamá.
Salí a caminar hacia la Vía Benneto. Entré a un par de pequeñas tiendas y compré algunos llaveritos e imanes. El resto, los compraría entre el viernes y el sábado. Había llegado muy temprano al hotel, era verdad, de modo que seguí mi periplo callejero. Caminé por otra avenida, de más importancia que la Benneto aunque no sé su nombre. Allí, había un área de restaurantes tipo Fast Food y, después de tanto otear, me decidí por almorzar en Taco Bell. Ya era poco más de las doce del mediodía. Seguí mi andar, de nuevo por la Benneto. Observaba y memorizaba lugares que me interesasen. Me detuve en un cafetín especializado en postres y batidos nutricionales bajo en calorías y grasa. Pedí uno de manzana y un dulcito de banano con crema. Estuvo delicioso, aunque pagué la suma de casi siete dólares. Caminé de nuevo en ruta al hotel, pero antes me detuve en otra calle, perpendicular a la Eusebio Morales. Miré muchos cafetines, hoteles, pequeñas panaderías exhibiendo sus exquisiteces. Seguro comería algún bocadillo en una de ellas en días posteriores. ¡Ya me conozco!

Otra vez en el hotel. Pido la clave de wifi en la recepción para conectarme al servicio de internet y me siento en el área del comedor. Chateo con varias personas vía WhatsApp esperando que el reloj marque las 3:00 pm para pedir la llave de la que será mi habitación. Todavía falta tiempo, pues apenas era la 1:45 pm. Leo el periódico El Mundo (diario español) en formato digital. Los minutos corren. Por fin, ya como a las 3:15 pm me dirijo a la recepción otra vez. Ahora para pedir mi llave. Me la entregan. No es una llave común y corriente tal como las conocemos, sino una tarjeta de contacto para abrir la puerta del dormitorio. La misma también sirve para, una vez colocada dentro de un dispensador de electricidad, encender las luces y aparatos como el televisor y el aire acondicionado. Me otorgaron dos tarjetas, dentro de un diminuto sobrecito de cartón. Si por alguna causalidad se me perdía una, pues me quedaba con la otra.

Recojo mi maleta y me cuelgo la mochila a la espalda. Entro al elevador y subo hasta el piso cuarto. Allí busco la habitación número 407 y entro. Un lindo dormitorio con una buena vista al exterior. Coloco la tarjeta llave dentro del generador eléctrico y se enciende el televisor y aire acondicionado. Pincho los interruptores y me cercioro de que las luces encienden. Todo está correcto. Me descuelgo la mochila, abro mi maleta. Organizo algunas cosas. Enciendo mi ordenador electrónico portátil. Juego una partida de scrabble online con Reisel Murgadas desde la página electrónica www.isc.ro. Me la gana pero me da lo mismo. Guardo dos fundas repletas de chocolatines dominicanos en la neverita del dormitorio para que se mantengan refrigerados. Había comprados aquellos dulces dominicanos de la marca Cortés Hermanos días antes del viaje. Me los traje para repartirlos a manera de souvenir a los competidores de palabras cruzadas que verían acción en el torneo. Una funda, de la variedad Más Más; la otra, de Rocky Kid. Quería dejarles a cada participante un presente de la República Dominicana, y nada mejor que un delicioso derivado del cacao quisqueyano.
Foto con Enrique Cortes, colombiano. 


Me di una ducha, me sequé y vestí. Salí un rato de la habitación con rumbo al último piso, la azotea, donde estaba la piscina y el salón de juego donde sería disputado el Norcenca a partir de mañana viernes.

El salón del torneo estaba cerrado, no se abriría sino a partir del viernes a las 8:00 de la mañana, durante la inauguración de la justa.

Miré un rato hacia el gimnasio; también hacia ese espacio exterior copado de altos edificios. La panorámica, era preciosa. Volví a tomar el elevador y descendí a la cuarta planta. De nuevo en la 407, mi habitación por cuatro noches, hasta el lunes 17.

Miré un rato la televisión, pero me aburrí. Me puse a redactar el inicio de lo que sería el primer capítulo de esta crónica, que ya fue colocado en mi blog. Como sabrán, esta es la segunda parte. Vendrán más.

Me detuve como en el tercer párrafo. Lo grabé y decidí bajar hacia el lobby. Me encontré en el área de restaurante a un grupo de colombianos, unos platicando y otros jugando al scrabble. Me acerco a ellos. “¿Ustedes son de la gente del scrabble? Mi nombre es Iván Ottenwalder, de la República Dominicana y también competiré en el torneo”. Dos de ellos me responden casi al unísono “un placer”. Les cuento que había traído también mi tablero de juego y les propongo buscarlo para que juguemos. “¡Claro que sí cómo no!” me responde una elegante dama, María Alejandra García, me enteraría que era su nombre horas después.

Subo a mi habitación y busco mi tablero de cruza letras (otro de los sinónimos de scrabble además de palabras cruzadas). Desciendo nuevamente hacia el área de restaurante caja de juego en manos. “Acá de nuevo. Bueno, con quien desee”, sugiero. “Vamos conmigo”, se anima un señor mayor. Me dice que su nombre es Enrique Cortés. Su señora esposa también me saluda. Buscamos una mesa y buena iluminación. Abrimos la caja, organizamos tablero, bolsa y atriles, decidimos la salida y empieza la primera batalla.

El colombiano jugó mejor y se equivocó menos (él una vez y yo dos). Ganó la partida 440 -372. Le felicité y nos tomamos una foto. En ese instante llegaban el profesor Alejandro Terenzani y Diego Lattuf. Primero saludan al grupo de colombianos, incluyendo a los que estaban jugando algún match de fogueo. Luego se acercan a la mesa donde estábamos don Enrique yo. “Iván Ottenwalder, caballero cómo le va” me saluda el veterano jugador y catedrático de la Universidad Central de Venezuela (UCV) con un fuerte abrazo. Luego saludo a Diego con un apretón de manos, sin saber que aquel adolecente de 17 años sería mi terrible verdugo en el torneo días después.

Minutos más tarde Enrique y yo jugaríamos una segunda partida de calentamiento, la cual pude ganar con marcador de 453 – 386.

Mi próximo rival fue César Almengor, panameño al cual me le presenté e invité a jugar. Le vencí, por margen cerrado de 444 -430.

Tomé un descanso para mis neuronas como de treinta minutos mientras presenciaba una partida de María Alejandra contra uno de sus paisanos. Conocí en ese instante a Enmanuel Gely, un guatemalteco que venía también al torneo. Platicamos. Me contaba que la Asociación Guatemalteca de Scrabble (AGUAS) se hallaba inactiva, que de los pocos integrantes que la componían solo quedaba él. “Enmanuel, la historia suya es prácticamente idéntica a la mía. Nosotros en la República Dominicanos tuvimos un club entre los años 2007 al 2009 y se desintegró. Casi todos sus miembros tomaron rumbos distintos y se alejaron. ¡Vaya coincidencia!” le relaté. “Apenas juego, cuando se puede, con un amigo de nombre Guillermo. Él juega bien y conoce vocabulario, pero no le apetece mucho eso de jugar con reloj. Además anda por otra sintonía, en otros proyectos personales. El único en Santo Domingo que mira esto de manera competitiva es un servidor”, le detallo.

Rato después se van retirando las personas jugadoras de scrabble a sus dormitorios. Eran ya poco más de las diez de la noche. Solo quedábamos María Alejandra y yo, a la que invité a un desafío. Aceptó pero me pidió que jugáramos sin reloj y que llevara yo mismo las anotaciones, pues se encontraba cansada. “De acuerdo, no hay problemas con eso”, le complací.

Al principio ella me estuvo ganando, en un momento dado por 132 tantos de distancia. Luego, el punto de inflexión. Coloqué dos bingos consecutivos: ACODARE (84) Y PAGINAN (82), con los cuales viré la anotación a mi favor 377 -366. En lo adelante, la partida fue toda mía. Para mayor tortura, ya en la recta final le metí otro bonus, SALANDO (84) que fue el zarpazo final. El marcador final resultó ser de 576 a 416. Victoria contundente para mí. Pero bien lejos imaginaría que, dos días después, en una de las rondas del torneo, ella se las cobraría con creces propinándome una zurra que ahora prefiero no recordar. Fue su dulce desquite.

Fue la única que jugamos aquel jueves. Nos despedimos y cada quien enrumbó hacia su dormitorio. Ya eran más de las once de la noche. Había que dormir y prepararse para la partida de duplicadas a dos bolsas el viernes por la mañana, fecha de inauguración del torneo.

Continuará…

martes, 18 de julio de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (1)

Por Iván Ottenwalder

Una superstición que muchos creen infalible es aquella que reza “la tercera es la vencida”. Ciertamente que muchas veces el tercer intento suele ser como la redención, el fin de una pesadilla tras dos fracasos anteriores, aunque en vastas ocasiones no siempre es así. En muchas también se ha fracasado en el tercer intento.

Para buena nueva, en mi caso la tercera oportunidad prosperó. Fue finalmente en julio de 2023 cuando por vez primera pude lograr viajar a Panamá para competir en unos de sus exitosos torneos internacionales.

La memoria no me falla. Primero fue en 2016 cuando Rubén Falconett vía la plataforma de Facebook me hacía la invitación al torneo Norcenca en julio de ese año. No fui, pues me había comprometido en junio para participar en un nacional cubano efectuado en La Habana, Cuba. La segunda vez en 2019 cuando Panamá montó el mundial de scrabble. Tuve todo el deseo y hasta el dinero sobrado para acceder a esa magna competición. ¿El impedimento? Problemas para la obtención del visado panameño. Tampoco tenía la visa americana de los Estados Unidos de Norteamérica, que de igual manera me hubiese servido para el objetivo.

Cómo se logró el objetivo

La organización escrablista de Panamá cuyo nombre es Asociación Panameña de Scrabble obtuvo la sede para el montaje del Norcenca 2023 desde el año anterior (2022) y, para ser honesto, no tenía planificado competir en torneo escrablero alguno durante el presente año. Más bien tenía como norte viajar a los Estados Unidos de Norteamérica por dos semanas, hospedarme en casa de algún familiar y, de paso, visitar a mis entrañables amigos escrablistas Reisel Murgadas y José Lima (Pepón), jugar con ellos una infinidad de partidas, hasta quemar el vicio.

Pero, ¿qué pasó para que mis planes cambiaran? Durante el mes de marzo del año en curso la asociación panameña organizó un taller virtual de scrabble, cuyo exponente sería el venezolano y experimentado jugador Benjamín Olaizola. Escuché aquel webinario con atención y de verdad que fue de mucho provecho en cuanto a los niveles estratégicos de juego. Al final de este le agradecí a Rubén Falconett, presidente de la Asociación de Scrabble de Panamá, aquella invitación online. De repente me suelta una pregunta tipo invitación: “¿No te gustaría venir a Panamá a competir en el torneo Norcenca del mes de julio?” Al principio le dije que ya tenía planes de ir a Florida por dos semanas, pero que me diera unos días para pensármelo porque quizás la plata (dinero) me alcanzara para Panamá.

Independientemente de la decisión que fuera a tomar, él me envió el programa del torneo por vía whatsapp, incluyendo los precios de las habitaciones en el hotel sede, el Hampton by Hilton en Ciudad Panamá.

Recuerdo que aquella noche empecé a sacar cuentas, obviamente revisando mis ahorros bancarios. Todo cuadraba a la perfección; el dinero alcanzaba y sobraba para mi estadía panameña durante los días del 13 al 17 de julio. Aunque el torneo se efectuaría del 14 al 16 lo calculé en base a llegar un día antes y marcharme uno después de terminado el evento. Esto, naturalmente porque las horas de competición serían entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde. Era lógico que, si llegaba a Panamá el mismo viernes, día de inicio del torneo, me perdería una buena tajada de las partidas. Las perdería por ausencia. Si me regresaba a Santo Domingo el mismo domingo 16, también perdería por descalificación otros cuantos matches.

Le comenté a Rubén, un día después, que sí, que iría al torneo, que los números me cuadraban. Además, ya poseía la visa americana desde 2020, de modo que, nada que perder ahora, me dije a mí mismo.

Iván Ottenwalder (izq), Reisel Murgadas y Pepón (der) en Fort Lauderdale. 
De igual modo quise asesorarme telefoneando a la embajada panameña en Santo Domingo. No me contestaban la llamada. Entonces les mandé un correo electrónico. Ahí sí, recibí respuesta. Me contestaron sobre las vías para viajar a Panamá, entre ellas, poseer la visa americana, siempre y cuando le hubiera dado algún uso, o sea, un viaje a los Estados Unidos de América como mínimo. El problema radicaba entonces en que no le había dado uso al visado americano desde que lo obtuve en marzo de 2020. No me quedaba de otra, tendría que realizar un viaje corto, al menos a Puerto Rico o Estados Unidos, solo para justificar ante la Migración de Panamá que sí, que además de mi visa americana también había entrado al suelo estadounidense previamente.

Hice un viaje corto y estratégico a Fort Lauderdale (EUA) durante los días 29 y 30 de abril y 1ro de mayo. Solo dos noches en las que me hospedé en casa de mi prima Emilia y su esposo Sagi. ¡Resuelto el asunto!

Continuará…

miércoles, 31 de mayo de 2023

El inolvidable y misterioso suceso a la salida de la escuela

Cursaba el segundo grado en el Colegio Decroly, aquella institución académica situada en el sector Piantini de Santo Domingo que, para 1984 – año del suceso – apenas impartía docencia hasta el octavo curso de la primaria. Jamás podré olvidar – alguien me dijo alguna vez que mi memoria era lo más parecido a un motor de auto nuevo recién sacado de la fábrica – aquel jeep marca Land Rover modelo de los años 70 color verde oliva debidamente identificado con el logotipo del Banco Agrícola, entidad gubernamental donde trabajada para ese entonces mi padre, salvo que el conductor de ese todoterreno no era mi padre, sino un extraño que jamás había visto y que, coincidentemente, esa tarde, transitaba por la calle Freddy Prestol Castillo, paralela a la entrada y salida del colegio.


Por Iván Ottenwalder

Principios de 1984. No recuerdo si en enero, febrero o marzo. Lo que sí albergo en mi memoria, haya sido al final del invierno o inicio de la primavera, fue un episodio acontecido una tarde de un día escolar cualquiera – entre lunes a viernes – a la salida de clases, a eso no sé si las doce o doce y treinta. De igual manera, aprovecharé para contarlo.
Vista frontal del Colegio Decroly.

Cursaba el segundo grado en el Colegio Decroly, aquella institución académica situada en el sector Piantini de Santo Domingo que, para 1984 – año del suceso – apenas impartía docencia hasta el octavo curso de la primaria. Jamás podré olvidar – alguien me dijo alguna vez que mi memoria era lo más parecido a un motor de auto nuevo recién sacado de la fábrica – aquel jeep marca Land Rover modelo de los años 70 color verde oliva debidamente identificado con el logotipo del Banco Agrícola, entidad gubernamental donde trabajada para ese entonces mi padre, salvo que el conductor de ese todoterreno no era mi padre, sino un extraño que jamás había visto y que, coincidentemente, esa tarde, transitaba por la calle Freddy Prestol Castillo, paralela a la entrada y salida del colegio.

Precisamente esa tarde, el minibús escolar – que recogía a los estudiantes temprano todas las mañanas y los regresaba a sus hogares a partir de las 12:30 p.m. -, se había averiado, de modo que su chofer, quien era el mismo director del colegio, el señor Palacio, no podía llevarnos a nuestros destinos aquel día. En mi casa no había todavía teléfono fijo, por consiguiente me veía en una situación incómoda frente a los demás niños que sí contaban con teléfono en sus casas. ¿A quién telefonear entonces? Podía, claro está, pedirle a la secretaria de la dirección que llamara a la oficina donde laboraba mi madre, en la Veterinaria del Norte y esperar a que ella me pasara a recoger digamos a eso de las seis de la tarde o un poco más tarde. Demasiado tiempo para esperar.

Para mi fortuna, las cosas me salieron bien. Faltando poco para la una de la tarde pude ver como aquel yip, identificado con el logo del Bagrícola (acrónimo del Banco Agrícola) transitaba despacio por la calle Freddy Prestol Castillo conducido por un señor al que se le notaba buena presencia. Era algo mayor, casi coetáneo a mi padre. Le hice una señal levantando mi brazo, no memorizo si el izquierdo o el derecho. El asunto fue, que aquel conductor se detuvo. Me le acerqué y le dije que mi padre también trabajaba en aquel banco, que el vehículo escolar se había dañado “y yo no tengo cómo llegar a mi casa. Allá no hay teléfono. Si usted me puede llevar a mi casa favor”. Aquel desconocido, me dijo que subiera al vehículo, me preguntó dónde vivía y aquello bastó para solucionar mi problema. Durante el trayecto, le expliqué cómo llegar a mi hogar. Asombrosamente, o por descuido, no le pregunté el nombre a aquel señor. Tampoco le dije el nombre de mi papá. ¡Y vaya que le hablé de mi papá durante todo el viaje! ¿Cómo se me pudieron escapar aspectos tan elementales? Aquel caballero y yo hablamos hasta por los codos. Le platiqué sobre mi escuela, mi grado académico, mis compañeros de clase, mi edad (8 años) y los amigos del barrio. El tipo era todo un simpaticón y buen conversador.

Aquel aventón hacia mi casa duró como 25 minutos. El señor conductor, quien tampoco me preguntó por el nombre de mi padre, y yo tampoco por su nombre y apellido, finalmente me dejó frente a la mismísima puerta de mi vivienda, el número 13 de la calle Jesús Salvador, en el Barrio Los Maestros del Mirador Sur. Nadie salió a abrirme el portón del garaje. Simplemente me desmonté del yip, le di las gracias a la figura desconocida, y entré a mi morada. El todoterreno se marchó, nunca sabré hacia dónde.

Una vez en casa, relaté a la trabajadora doméstica, así como a mi padre y hermano, todo lo sucedido. “¿Cómo se llamaba ese hombre?”, quiso saber mi progenitor. “No sé, no me dijo su nombre”, respondí.

Mi padre duró varios días tratando de indagar en el Banco Agrícola sobre el personaje en cuestión, del cual se sentía agradecido por el favor hecho a su hijo. No tuvo buena fortuna. Volvió nuevamente a preguntarme una noche cómo se llamaba aquel señor. Otra vez, no tuve la respuesta.

El pasado viernes 26 de mayo de este año 2023 que transcurre, le recordé aquel misterioso capítulo. “¿Nunca averiguaste su nombre?”. Un no moviendo la cabeza recibí como respuesta. “¿Nunca hablaste del asunto en el departamento de Recursos Humanos del Bagrícola?”. Ahora un gesto de manos y rostro equivalente a un no recuerdo o qué sé yo. En fin, otro de los tantos misterios sin resolución.

39 años han corrido desde aquel inusual y afortunado suceso. En verdad, las tuve todas a mi favor aquel lejano día de 1984. Las cosas, sin muchos ambages, me salieron perfectamente bien. Eran otros tiempos, obvio, y la gente era menos maliciosa que ahora.

“Espera el próximo capítulo de mi blog”, le aseguré a mi papá - un viejo longevo de 80 primaveras cumplidas - esa misma noche.

martes, 23 de mayo de 2023

Connie Mack, el mánager con más victorias y con más derrotas en las Grandes Ligas

  • Dirigió desde 1901 hasta 1950 a los Atléticos de Filadelfia (50 años). Su palmarés juegos ganados y perdidos fue de 3,627 – 3,891 con un porcentaje de .482 (negativo), sin embargo obtuvo cinco series mundiales para su equipo (1910, 1911, 1913, 1929 y 1930)

Por Iván Ottenwalder

Los seres humanos solemos calificar el éxito de los demás - incluyendo a los atletas y dirigentes -, en base a sus positivos logros estadísticos. Hablamos por los codos de los jugadores en el top 10, de los mejores del momento y de la historia, casi nunca de los perdedores. Y es normal que así ocurra, pero, más allá de las estadísticas, los fracasos constantes o la poca sonoridad, se pueden encontrar casos asombrosos dignos del más justo y sosegado análisis.

¿Puede competidor alguno, del montón si se quiere alcanzar una gran proeza, establecer una marca asombrosa e, inclusive ganar algunas competiciones de importancia? Sí, por qué no. El deporte está lleno de botones como muestra, en especial, el béisbol. Hubo un Fernando Tatis (padre de Tatis Junior) que siendo un normalito, estableció el récord de pegar dos jonrones con las bases llenas a un mismo lanzador en una misma entrada (23 de abril de 1999 en el Dodgers Stadium frente a Chan Ho Park en el tercer episodio). Ese logro le valió, para que el bate con el pegó ese par de cuadrangulares descanse en el Salón de la Fama de Cooperstown, aunque él como jugador no sea miembro de pertenecer a esa institución inmortal. Francisco Cabrera, otro dominicano que nunca dejó de ser jugador de la banca y cuya carrera fue bastante corta llevó a los Bravos de Atlanta de 1992 a la Serie Mundial, con un sencillo remolcador de dos vueltas en el cierre de la novena entrada. También en otros deportes se han dado casos de jugadores de poca estelaridad que en algún que otro momento brillaron con pocas hazañas espectaculares hoy en día recordadas. Pero no me extenderé en citar más ejemplos ya que es hora de entrar de pleno en el tema estelar y el protagonista de esta entrega: Connie Mack, conocido en el mundo beisbolero como Mr. Baseball.

Desde 1901, siendo codueño de los Atléticos de Filadelfia, tomó las riendas como dirigente de este equipo, permaneciendo en el cargo hasta 1950 justo ya a la edad de 88 años. Ya era un anciano con una pérdida notable de sus facultades mentales.

En esos 50 años como mánager de los Atléticos, franquicia de la liga americana que en 1955 se mudó para Kansas City y, posteriormente, en 1968 para Oakland acumuló un total de 3,627 victorias y 3,891 derrotas (en partidos de serie regular, sin contar los playoffs) y 5 títulos de serie mundial.

Las series mundiales ganadas por los A´s de Filadelfia bajo la dirigencia de Mack fueron:

1910 – Frente a los Cachorros de Chicago (4-1)

1911 – Frente a los Gigantes de New York (4-2)

1913 – Frente a los Gigantes de New York (4-1)

1929 – Frente a los Cachorros de Chicago (4-1)

1930 – Frente a los Cardenales de San Luis (4-3)
 

Mientras solo perdió en tres series mundiales. Estas fueron:

1905 – Frente a los Gigantes del New York (4-1)

1914 – Frente a los Bravos de Boston (4-0)

1931 – Frente a los Cardenales de San Luis (4-2)

Luego de 1914 vendió a una buena parte de los mejores jugadores a otros conjuntos, provocando una larga sequía sin ganar (15 años) hasta campeonar en forma seguida en 1929 y 1930.

Connie Mack
Para inicios de 1920 el dueño de los Medias Rojas de Boston - Harry Frazee - puso en venta al bateador y lanzador Babe Ruth. Mack, copropietario de los Atléticos, pudo haberlo adquirido y lo despreció. Los Yanquis de New York, escuadra que hasta el momento no había ganado una serie final en las grandes ligas, lo adquirió. El curso de la historia cambió para siempre, Ruth fue la bendición para los Mulos de Manhattan y el punto de partida de sus grandes triunfos. ¿De haber jugado en Filadelfia, hubiese sido distinta la historia? Nadie lo sabrá, pero quizás, quién sabe, los A´s hubiesen obtenido algunos títulos más. Esto nos es más que una conjetura, una suposición. Lo que fue cierto es, que después de perder la serie mundial de 1931 frente a los Cardenales de San Luis, Connie Mack vendió – tal como hizo finalizada la temporada de 1914 – a los mejores jugadores del equipo, quienes hicieron posible los títulos de 1929 y 1930.

Los Atléticos tenían problemas económicos para entonces, razón por la que tomó aquella decisión.

Nunca vistió el uniforme del equipo

Connie Mack, gloria y fracaso de los A´s de Filadelfia, nunca vistió el uniforme de su conjunto, siempre iba vestido con traje formal (saco y corbata y zapatos de vestir) como todo un caballero. El estadio de béisbol de los Atléticos, el Shibe Park también era conocido como el Connie Mack Stadium. Llegó en un momento dado a comprar las acciones de otros accionistas y convertirse en el dueño absoluto de la franquicia.


Bajo su dirección el equipo llegó a tener campañas maravillosas, por encima de las 90 y 100 victorias, así como temporadas risibles con menos de 60, 50 y 40 partidos ganados. En 17 ocasiones su equipo quedó en la octava posición de la liga, en 3 en séptima. Las veces que obtuvo la posición cimera (primer lugar) fueron 9; la segunda, en 7 oportunidades. Era capaz de endeudarse con tal de obtener preciados y talentosos jugadores con el objetivo – firme y decidido - de ganar el campeonato y motivar a que los fanáticos de Filadelfia fueran al estadio. Era su accionar, no importa si más tarde, tuviese que venderlos buscando sanear las finanzas del equipo.

En 1950, a la edad de 88 años y con un estado de salud muy deplorable, reconoce que ya no puede seguir como timonel de los A´s y es sustituido por Jimmy Dykes quien asume en 1951 hasta 1953. En 1954 dirigió Eddie Joost, el último de la estirpe de los mánagers de los Atléticos de Filadelfia. Esa sería la última campaña de la franquicia en la ciudad del amor fraternal.





Estadísticas de los Atléticos de Filadelfia


- 54 años operando en esa ciudad (1901-1954)

- 3886 victorias y 4248 reveses (.478)

- Estadios: Columbia Park (1901-1908) y Shibe Park (1909-1954)

- Capacidad del Shibe Park: 33,000 fanáticos


Fuente: The Baseball Maniac´s Almanac, Bert Sugar. McGraw-Hill, 2005.

















Connie Mack


































lunes, 15 de mayo de 2023

De paseo por Fort Lauderdale (Florida) en que jugué scrabble ganando dos y perdiendo igual cantidad

Vencí en dos matches a José Lima, pero sucumbí en igual número frente a Reisel Murgadas.

Por Iván Ottenwalder

El 29 de abril, poco después de las dos de la tarde a bordo de un avión de Jet Blue volaba rumbo a Fort Lauderdale (Florida). La última vez que había viajado a aquel destino fue en diciembre de 2007, hacía poco más de 15 años. En esta ocasión el viaje obedecía a razones estratégicas. Tengo planeado para mediados de julio del presente año volar a Panamá para competir en un torneo norcenca de scrabble, pero, para eso requiero de dos condiciones: la primera la visa estadounidense (que la tengo desde de la primavera de 2020) y la segunda, al menos darle un uso a ese visado, cosa que no había hecho aún. De modo que, sí o sí, si quería competir en el torneo panameño, no me bastaba con la visa de los Estados Unidos, sino también una entrada – por lo menos - al territorio del tío Sam.

Esa fue la razón estratégica del viaje. De paso aproveché para ver a unos familiares residentes en aquella urbe. Dormí en casa de mi prima Emilia María y su esposo Sagi, en el condado de Lauderhill.

El vuelo de Santo Domingo a Fort Lauderdale había durado algo más de dos horas y quien me recogió en el aeropuerto fue mi primo Emil Núñez junto a su esposa Mercedes y mis tíos Asela y Roberto (padres de Emil).

Me llevaron a la casa de Emilia y su marido Sagi quien es oriundo de la India y ciudadano estadounidense. Como se trató de un viaje estratégico buscando otro objetivo, apenas dormí dos noches en su casa, exactamente el tiempo de mi estadía en la ciudad floridense. El 1ro de mayo, retornaría a Domingo de Guzmán, República Dominicana.

En el corto periplo, domingo 30 de abril, aproveché para comprar unos zapatos y otros artículos en un concurrido mall. Por la tarde, almorcé en casa de mis tíos Omar y Rossy y visité a unas amistades cubanas, José Limá (Pepón) y Reisel Murgadas con quienes jugué cuatro partidas de scrabble, dos contra cada uno.

La jornada de scrabble

De izquierda a derecha Iván Ottenwalder, Reisel y Pepón.
Robinson, otro de mis primos fue quien me llevó a casa de Pepón, arribando allí poco después de las cinco de la tarde. La última vez que lo había visto fue en el Internacional cubano de scrabble de 2015, cuando le conocí. Lo mismo que a Reisel, salvo que, con este último mantengo comunicación constante vía whatssap. Robinson quedó en que tía Rossy me pasaría a buscar a las 9:00 p.m.

Frente a Reisel fue mi primer match. Un enfrentamiento cargado de dramatismo y con alternancias en el marcador que, se vino a definir, ya en la recta final, en los últimos cuatro turnos de ambos. Mi rival cubano me venció con pizarra de 493-475, por 18 tantos de distancia.

En el siguiente duelo me enfrenté a Lima a quien derroté de forma convincente 497-445 colocándole 4 scrabbles y varias cortas de óptimas puntuaciones. Allí estuvo la clave de mi triunfo.

Primera partida frente a Reisel.
Para el tercer juego me batí otra vez con Reisel. Si en su victoria anterior tuvo que sufrir para ganar, en esta no tuvo situaciones de apuro para propinarme un segundo revés. El marcador finalizó a su favor 472-418.

Y en la última de la jornada pude vencer nuevamente a Pepón, con margen de 69 puntos de diferencia (501 – 432), luciéndome con 4 bonus (DIPUTASE de 72, CENADOS de 90, ACHICASEN de 68 y TIRARON de 78).

Pocos después, marcando el reloj las 9:00 p.m. mi tía Rossy pasó a recogerme y me llevó a la casa de Emilia. Allí pasaría la última noche de mi estadía en Fort Lauderdale. A la mañana siguiente, me desperté a eso de las siete, tomé el desayuno y me alisté mochila y maleta en manos con rumbo al aeropuerto. Emilia se encargaría de telefonear a un taxi de la compañía Uber para que me llevara hasta la terminal de Jet Blue, donde abordaría un aeroplano de regreso a mi destino, Santo Domingo de Guzmán.
Primera frente a Pepón.



Ahora, mientras cuente con mi visa americana vigente hasta el 2030, tendré los cielos de Panamá y Estados Unidos abiertos de par en par para cada ocasión que quiera competir en scrabble en esos territorios. Dios provea, y me lo permita.

Estadísticas jornada de scrabble en casa de José Lima (Pepón)

- Dos ganadas y dos perdidas
- Frente a Pepón 2 – 0
- Frente a Reisel 0 – 2
- Promedio de puntos por partida 472.75
- Promedio de scrabbles por partida, 3.25

Frente a Reisel Murgadas
Promedio de puntos por partida
Iván Ottenwalder 446.5
Reisel Murgadas 482.5
Promedio de scrabbles por partida
Iván Ottenwalder 2.5
Reisel Murgadas 3.0

Frente a José Lima (Pepón)
Promedio de puntos por partida
Iván Ottenwalder 499
Pepón 438.5
Promedio de scrabbles por partida
Iván Ottenwalder 4.0
Pepón 1.5

Segunda frente a Reisel.
















Segunda frente a Pepón.


sábado, 15 de abril de 2023

Scrabble en Bella Vista Mall: he ganado 3; Guillermo 4

Tuve las claras intenciones de lucírmela, robarme el espectáculo tal cual ocurrió la última vez, el lunes 29 de enero – en mi casa – cuando le vencí holgadamente en seis de siete partidas. Pero la historia del 8 de abril, aunque muy batallada, sería distinta: el entrañable amigo y rival me derrotaría en cuatro de siete desafíos (4-3).



Por Iván Ottenwalder

El sábado santo cayó un día 8 de abril. Tendría muy poco que hacer. Es por eso que, el día anterior, 7 de abril (Viernes Santo) había telefoneado por mi móvil a Guillermo Bodden para contar con su parecer de jugar al menos unas cuentas partidas de scrabble en el tan frecuentado punto de encuentro de tantos épicos matches entre nosotros, el área de comida de Bella Vista Mall. Aceptó y concordamos con vernos el sábado.

Tuve claras intenciones de lucírmela, robarme el espectáculo tal cual ocurrió la última vez, el lunes 29 de enero – en mi casa – cuando le vencí holgadamente en seis de siete partidas. Pero la historia del 8 de abril, aunque muy batallada, sería distinta: el entrañable amigo y rival me derrotaría en cuatro de siete desafíos (4-3).

Arribamos a la plaza casi siendo las dos de la tarde. Compramos algunas botellas de agua; preparamos la mesa (tablero, atriles, bolsa y hoja de anotar) y ¡listo para la batalla!

El primer combate fue cerradísimo el cual pude ganar 461 – 438, de paso aprovechando el descuento de 10 puntos de mi oponente, que se me sumaron al final. La segunda batalla, también reñida, fue suya (469-442).

Tras un breve receso de 5 minutos regresamos al campo de combate para la tercera duela. Me la pude llevar con ligera diferencia de 68 tantos (455-387), sin embargo, en la cuarta, por obra y gracia de la malquerida Q, que se me quedó colgada en el atril y me hizo pasar en mis últimos seis turnos, perdí con precariedad 443-448. ¡Bendito para Bodden, cayó mi descuento de 5 puntos!

Otro pequeño receso antes de la quinta. En esta señoreé con marcador amplio de 534 – 450, 84 tantos de diferencia. Razones para creer las tenía de que me iba a llevar la pequeña serie del sábado santo. Empecé a creerlo, pero sucedió lo inimaginable, lo que no estaba en mi libreto mental. El sexto match fue un adefesio en el que cometí cuatro errores, algo nunca visto que recuerde en mi historial de jugador de las palabras cruzadas. La perdí como idiota y de manera vergonzosa (285 – 460). Llovieron las maldiciones. Todas me las dirigí a mí mismo.

La séptima batalla, última de la jornada resultó igualmente en revés. Con anotación de 352 - 495 fui abatido al caer el telón y el reloj marcando las diez de la noche. Nos marchamos a nuestras casas. ¡Hasta una próxima serie!


Estadísticas
Guillermo Bodden: 4 ganadas y 3 perdidas
Iván Ottenwalder: 3 ganadas y 4 perdidas
Promedio de puntos por partida
Guillermo Bodden: 449.57
Iván Ottenwalder: 424.57
Promedio de scrabbles por partida
Guillermo Bodden: 2.57
Iván Ottenwalder: 2.85







































miércoles, 29 de marzo de 2023

Escogido campeón por segunda vez; vence al Licey en la final de 1956-57

Los melenudos Leones del Escogido vuelven a lograrlo, repiten como campeones nacionales del béisbol dominicano al imponerse, de forma convincente a los Tigres del Licey en siete desafíos (5-2 quedó el playoff final)


















Por Iván Ottenwalder

Todos los partidos de aquella final se escenificaron en el Estadio Trujillo de la Ciudad Capital, hogar tanto de rojos como de azules.

Primer juego
Ciudad Trujillo
27 de enero de 1957

Leones del Escogido ganan el primero de la serie, 1-0.














































Segundo juego
Ciudad Trujillo
28 de enero de 1957


Licey iguala la serie, gana partido 3 a 1.

























Tercer juego
Ciudad Trujillo
29 de enero de 1957


Escogido retoma el comando de la final; apabulla a los Tigres 10 a 1.


























Cuarto juego
Ciudad Trujillo
30 de enero de 1957



Leones blanquean a sus rivales azules 5 carreras a 0.













































Quinto juego
Ciudad Trujillo
31 de enero de 1957


¡A uno de ser campeones! Escarlatas vencen en cerrado duelo a los felinos (2-1).




















Sexto juego
Ciudad Trujillo
1 de febrero de 1957


Los Tigres siguen vivos; derrotan a los Leones 6 a 2.











































Séptimo juego
Ciudad Trujillo
2 de febrero de 1957


¡Campeones! Escogido derrota dos a una (2-1) a sus rivales y ponen fin al campeonato.






































Vista del público que asistió al séptimo juego de la serie final del 57. 



















































¡A celebrar la corona!























































Desfile
















































































































Fuentes: Periódico La Nación de los meses de enero y febrero de 1957.
Agradecimiento: Personal del área de hemeroteca, de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.