Por Iván Ottenwalder
Todo el que juega scrabble busca la victoria. De una forma u otra ese es el deber de cada jugador. Para tales fines debe apelar a todos los conocimientos estratégicos adquiridos con los años: uso del vocabulario, destreza como anagramador para bonificar, colocación de palabras cortas de mucha puntuación y saber en que momento cambiar. Exacto, saber en que momento.
En mi vida como escrablero he visto jugadores cuyo objetivo es la consecución del bonus a toda costa, y para ello dependen en demasía del cambio de letras, siempre contando que la bolsa les dará las letras cómodas para lograr ese fin. Esto puede ser un arma de doble filo, pues no siempre contaremos con la generosidad de la bolsa para obtener las fichas necesarias para la bonificación. He dado con personas que cambian ocho, diez y hasta doce veces durante toda la partida, para al final perderla.
En un atril donde solo una ficha (letra) estorbe, no hay porqué cambiarla si se puede colocar en algún espacio del tablero; en caso contrario, si. Pero lo mismo se podría decir en situaciones que las letras indeseadas sean dos o tres. Cuando menos dependemos del cambio estamos aprovechando la ocasión para sumar puntos, que pocos o muchos, adicionan.
Supongamos un atril con estas letras: A, A, E, D, S, Y, I. Aparentemente no vemos posibilidades de jugarlas todas en un turno. Las que molestan son la Y e I. Lo que debemos hacer es ver primero si existe alguna posibilidad de poner esas dos letras en alguna parte del tablero. Si solo hay espacio para una de las dos lo ideal sería colocar la Y, si es que se puede. De ser así nos quedaría A, A, E, D, S, I, y en el recargo de la bolsa puede que salga la consonante idónea para bonificar en el siguiente turno, como también puede que no. Si se da este último caso, sugeriría volver a retomar el mismo proceso anterior. Las posibilidades de que en el recargo de fichas salgan las adecuadas para mejorar nuestro atril son mayores a que nos caigan las incómodas por una sencilla razón: en el scrabble letras como la A, E, O, I, C, D, N, R, S, muy frecuentes para bonificar, son más numerosas en cantidades que el resto de las demás. Por ejemplo, de la CH, Q, X y Y, letras que suelen ser difíciles para formar bonus, apenas hay una de cada una en el juego, mientras que, de la A y la E existen doce, de la O, ocho y de la S, seis.
Cambiar de manera exagerada puede tener un efecto boomerang, muy negativo, ya que la partida se nos podría ir de las manos, nuestro oponente aumentaría paulatinamente su ventaja y a la hora de abrir los ojos habría muy poco que hacer, sería demasiado tarde y prácticamente imposible para remontar.
Tampoco concibo que si alguien está ganando, digamos 285-123 dejé de aprovechar letras de altos valores numéricos como la J, X, Ñ y las deposite en la bolsa con la obsesión o compulsión de buscar un bonus en la siguiente oportunidad. Si hay alguna casilla de doble o triple tanto de letra para colgar par de monosílabos que aporten 38 o 52 puntos, ¿por qué no aprovechar eso?
Por eso prefiero el tipo de jugador que cambia cuando ya no le quedan más opciones, en caso de emergencia o como último recurso estratégico para acercarse en el marcador o conseguir la victoria en la recta final, quedando pocas letras en la bolsa.
Puede que una partida se me vaya de las manos quedando más de 50 letras en la bolsa, ya sea porque mi rival haya colocado cinco bonus en forma consecutiva al inicio, pero jamás porque a este servidor se le haya ocurrido cambiar fichas de manera obsesionada.
Todo el que juega scrabble busca la victoria. De una forma u otra ese es el deber de cada jugador. Para tales fines debe apelar a todos los conocimientos estratégicos adquiridos con los años: uso del vocabulario, destreza como anagramador para bonificar, colocación de palabras cortas de mucha puntuación y saber en que momento cambiar. Exacto, saber en que momento.
En mi vida como escrablero he visto jugadores cuyo objetivo es la consecución del bonus a toda costa, y para ello dependen en demasía del cambio de letras, siempre contando que la bolsa les dará las letras cómodas para lograr ese fin. Esto puede ser un arma de doble filo, pues no siempre contaremos con la generosidad de la bolsa para obtener las fichas necesarias para la bonificación. He dado con personas que cambian ocho, diez y hasta doce veces durante toda la partida, para al final perderla.
En un atril donde solo una ficha (letra) estorbe, no hay porqué cambiarla si se puede colocar en algún espacio del tablero; en caso contrario, si. Pero lo mismo se podría decir en situaciones que las letras indeseadas sean dos o tres. Cuando menos dependemos del cambio estamos aprovechando la ocasión para sumar puntos, que pocos o muchos, adicionan.
Supongamos un atril con estas letras: A, A, E, D, S, Y, I. Aparentemente no vemos posibilidades de jugarlas todas en un turno. Las que molestan son la Y e I. Lo que debemos hacer es ver primero si existe alguna posibilidad de poner esas dos letras en alguna parte del tablero. Si solo hay espacio para una de las dos lo ideal sería colocar la Y, si es que se puede. De ser así nos quedaría A, A, E, D, S, I, y en el recargo de la bolsa puede que salga la consonante idónea para bonificar en el siguiente turno, como también puede que no. Si se da este último caso, sugeriría volver a retomar el mismo proceso anterior. Las posibilidades de que en el recargo de fichas salgan las adecuadas para mejorar nuestro atril son mayores a que nos caigan las incómodas por una sencilla razón: en el scrabble letras como la A, E, O, I, C, D, N, R, S, muy frecuentes para bonificar, son más numerosas en cantidades que el resto de las demás. Por ejemplo, de la CH, Q, X y Y, letras que suelen ser difíciles para formar bonus, apenas hay una de cada una en el juego, mientras que, de la A y la E existen doce, de la O, ocho y de la S, seis.
Cambiar de manera exagerada puede tener un efecto boomerang, muy negativo, ya que la partida se nos podría ir de las manos, nuestro oponente aumentaría paulatinamente su ventaja y a la hora de abrir los ojos habría muy poco que hacer, sería demasiado tarde y prácticamente imposible para remontar.
Tampoco concibo que si alguien está ganando, digamos 285-123 dejé de aprovechar letras de altos valores numéricos como la J, X, Ñ y las deposite en la bolsa con la obsesión o compulsión de buscar un bonus en la siguiente oportunidad. Si hay alguna casilla de doble o triple tanto de letra para colgar par de monosílabos que aporten 38 o 52 puntos, ¿por qué no aprovechar eso?
Por eso prefiero el tipo de jugador que cambia cuando ya no le quedan más opciones, en caso de emergencia o como último recurso estratégico para acercarse en el marcador o conseguir la victoria en la recta final, quedando pocas letras en la bolsa.
Puede que una partida se me vaya de las manos quedando más de 50 letras en la bolsa, ya sea porque mi rival haya colocado cinco bonus en forma consecutiva al inicio, pero jamás porque a este servidor se le haya ocurrido cambiar fichas de manera obsesionada.
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