Por Iván Ottenwalder
Pocas son las competiciones deportivas o de entretenimiento donde varones y hembras compiten en igualdad de condiciones. El Scrabble es una de ellas.
En Palabras Cruzadas la fuerza física no existe, solo la destreza mental, cosa que viene a justificar lo ya explicado en el párrafo anterior.
La trinidad conocimiento de vocabulario, estrategia de juego y suerte están bien marcadas en este juego. Yo diría que en un 33% cada una.
Lo otro (1%) corresponde a intangibles como el espíritu de guerra, mística y dominio psicológico que posea cada jugador. A esto se le llama la parte emocional.
Entonces ¿cómo es posible que en un pasatiempo donde solo domina la fuerza intelectual, donde hombres y mujeres juegan muy bien, donde no existen las divisiones de género por competición, la supremacía de los primeros (los hombres) sea más fuerte?
Cuando analizamos el historial de los campeonatos de Scrabble en español, iniciados en 1997, vemos que apenas DOS MUJERES se han coronado campeonas, mientras que 13 hombres se han llevado el título. Esto es una diferencia muy abismal.
Esas dos coronas mundiales del género femenino recayeron en la argentina Amanda Gauna en 1999 y Claudia Amaral en el 2004.
Scrabbleras de altos niveles (muy buenos ELO) como Graciela González, Claudia Lahaye, Irene Abadi, la profesora Anabela y Victoria Merdinger tienen el potencial necesario para provocar un despertar y mejor desempeño femenino en los mundiales.
También la uruguaya Selene Delgado y la mexicana Enma Morris, quienes realizaron un digno papel en el pasado mundial de México, son otras piezas notables.
Otros nombres que no deben quedarse sin mencionar son Roxana Martínez, Claudia Espósito y Susana Curaba.
Se podrá alegar que en el fútbol, béisbol, boxeo, tenis y baloncesto, competencias que requieren de grandes habilidades físico-musculares la superioridad masculina sobre la femenina tenga razón de ser, pero en scrabble, que no hay nada de eso, ¿qué es lo que sucede? ¿Piensa mejor el cerebro del hombre que el de la mujer?
Esa explicación, honestamente, no la tengo. Un buen psicólogo o conocedor de la condición del cerebro humano quizás tenga la respuesta en sus manos. Aún así, no deja de sorprender la realidad compleja de este caso.
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