miércoles, 31 de mayo de 2023

El inolvidable y misterioso suceso a la salida de la escuela

Cursaba el segundo grado en el Colegio Decroly, aquella institución académica situada en el sector Piantini de Santo Domingo que, para 1984 – año del suceso – apenas impartía docencia hasta el octavo curso de la primaria. Jamás podré olvidar – alguien me dijo alguna vez que mi memoria era lo más parecido a un motor de auto nuevo recién sacado de la fábrica – aquel jeep marca Land Rover modelo de los años 70 color verde oliva debidamente identificado con el logotipo del Banco Agrícola, entidad gubernamental donde trabajada para ese entonces mi padre, salvo que el conductor de ese todoterreno no era mi padre, sino un extraño que jamás había visto y que, coincidentemente, esa tarde, transitaba por la calle Freddy Prestol Castillo, paralela a la entrada y salida del colegio.


Por Iván Ottenwalder

Principios de 1984. No recuerdo si en enero, febrero o marzo. Lo que sí albergo en mi memoria, haya sido al final del invierno o inicio de la primavera, fue un episodio acontecido una tarde de un día escolar cualquiera – entre lunes a viernes – a la salida de clases, a eso no sé si las doce o doce y treinta. De igual manera, aprovecharé para contarlo.
Vista frontal del Colegio Decroly.

Cursaba el segundo grado en el Colegio Decroly, aquella institución académica situada en el sector Piantini de Santo Domingo que, para 1984 – año del suceso – apenas impartía docencia hasta el octavo curso de la primaria. Jamás podré olvidar – alguien me dijo alguna vez que mi memoria era lo más parecido a un motor de auto nuevo recién sacado de la fábrica – aquel jeep marca Land Rover modelo de los años 70 color verde oliva debidamente identificado con el logotipo del Banco Agrícola, entidad gubernamental donde trabajada para ese entonces mi padre, salvo que el conductor de ese todoterreno no era mi padre, sino un extraño que jamás había visto y que, coincidentemente, esa tarde, transitaba por la calle Freddy Prestol Castillo, paralela a la entrada y salida del colegio.

Precisamente esa tarde, el minibús escolar – que recogía a los estudiantes temprano todas las mañanas y los regresaba a sus hogares a partir de las 12:30 p.m. -, se había averiado, de modo que su chofer, quien era el mismo director del colegio, el señor Palacio, no podía llevarnos a nuestros destinos aquel día. En mi casa no había todavía teléfono fijo, por consiguiente me veía en una situación incómoda frente a los demás niños que sí contaban con teléfono en sus casas. ¿A quién telefonear entonces? Podía, claro está, pedirle a la secretaria de la dirección que llamara a la oficina donde laboraba mi madre, en la Veterinaria del Norte y esperar a que ella me pasara a recoger digamos a eso de las seis de la tarde o un poco más tarde. Demasiado tiempo para esperar.

Para mi fortuna, las cosas me salieron bien. Faltando poco para la una de la tarde pude ver como aquel yip, identificado con el logo del Bagrícola (acrónimo del Banco Agrícola) transitaba despacio por la calle Freddy Prestol Castillo conducido por un señor al que se le notaba buena presencia. Era algo mayor, casi coetáneo a mi padre. Le hice una señal levantando mi brazo, no memorizo si el izquierdo o el derecho. El asunto fue, que aquel conductor se detuvo. Me le acerqué y le dije que mi padre también trabajaba en aquel banco, que el vehículo escolar se había dañado “y yo no tengo cómo llegar a mi casa. Allá no hay teléfono. Si usted me puede llevar a mi casa favor”. Aquel desconocido, me dijo que subiera al vehículo, me preguntó dónde vivía y aquello bastó para solucionar mi problema. Durante el trayecto, le expliqué cómo llegar a mi hogar. Asombrosamente, o por descuido, no le pregunté el nombre a aquel señor. Tampoco le dije el nombre de mi papá. ¡Y vaya que le hablé de mi papá durante todo el viaje! ¿Cómo se me pudieron escapar aspectos tan elementales? Aquel caballero y yo hablamos hasta por los codos. Le platiqué sobre mi escuela, mi grado académico, mis compañeros de clase, mi edad (8 años) y los amigos del barrio. El tipo era todo un simpaticón y buen conversador.

Aquel aventón hacia mi casa duró como 25 minutos. El señor conductor, quien tampoco me preguntó por el nombre de mi padre, y yo tampoco por su nombre y apellido, finalmente me dejó frente a la mismísima puerta de mi vivienda, el número 13 de la calle Jesús Salvador, en el Barrio Los Maestros del Mirador Sur. Nadie salió a abrirme el portón del garaje. Simplemente me desmonté del yip, le di las gracias a la figura desconocida, y entré a mi morada. El todoterreno se marchó, nunca sabré hacia dónde.

Una vez en casa, relaté a la trabajadora doméstica, así como a mi padre y hermano, todo lo sucedido. “¿Cómo se llamaba ese hombre?”, quiso saber mi progenitor. “No sé, no me dijo su nombre”, respondí.

Mi padre duró varios días tratando de indagar en el Banco Agrícola sobre el personaje en cuestión, del cual se sentía agradecido por el favor hecho a su hijo. No tuvo buena fortuna. Volvió nuevamente a preguntarme una noche cómo se llamaba aquel señor. Otra vez, no tuve la respuesta.

El pasado viernes 26 de mayo de este año 2023 que transcurre, le recordé aquel misterioso capítulo. “¿Nunca averiguaste su nombre?”. Un no moviendo la cabeza recibí como respuesta. “¿Nunca hablaste del asunto en el departamento de Recursos Humanos del Bagrícola?”. Ahora un gesto de manos y rostro equivalente a un no recuerdo o qué sé yo. En fin, otro de los tantos misterios sin resolución.

39 años han corrido desde aquel inusual y afortunado suceso. En verdad, las tuve todas a mi favor aquel lejano día de 1984. Las cosas, sin muchos ambages, me salieron perfectamente bien. Eran otros tiempos, obvio, y la gente era menos maliciosa que ahora.

“Espera el próximo capítulo de mi blog”, le aseguré a mi papá - un viejo longevo de 80 primaveras cumplidas - esa misma noche.

martes, 23 de mayo de 2023

Connie Mack, el mánager con más victorias y con más derrotas en las Grandes Ligas

  • Dirigió desde 1901 hasta 1950 a los Atléticos de Filadelfia (50 años). Su palmarés juegos ganados y perdidos fue de 3,627 – 3,891 con un porcentaje de .482 (negativo), sin embargo obtuvo cinco series mundiales para su equipo (1910, 1911, 1913, 1929 y 1930)

Por Iván Ottenwalder

Los seres humanos solemos calificar el éxito de los demás - incluyendo a los atletas y dirigentes -, en base a sus positivos logros estadísticos. Hablamos por los codos de los jugadores en el top 10, de los mejores del momento y de la historia, casi nunca de los perdedores. Y es normal que así ocurra, pero, más allá de las estadísticas, los fracasos constantes o la poca sonoridad, se pueden encontrar casos asombrosos dignos del más justo y sosegado análisis.

¿Puede competidor alguno, del montón si se quiere alcanzar una gran proeza, establecer una marca asombrosa e, inclusive ganar algunas competiciones de importancia? Sí, por qué no. El deporte está lleno de botones como muestra, en especial, el béisbol. Hubo un Fernando Tatis (padre de Tatis Junior) que siendo un normalito, estableció el récord de pegar dos jonrones con las bases llenas a un mismo lanzador en una misma entrada (23 de abril de 1999 en el Dodgers Stadium frente a Chan Ho Park en el tercer episodio). Ese logro le valió, para que el bate con el pegó ese par de cuadrangulares descanse en el Salón de la Fama de Cooperstown, aunque él como jugador no sea miembro de pertenecer a esa institución inmortal. Francisco Cabrera, otro dominicano que nunca dejó de ser jugador de la banca y cuya carrera fue bastante corta llevó a los Bravos de Atlanta de 1992 a la Serie Mundial, con un sencillo remolcador de dos vueltas en el cierre de la novena entrada. También en otros deportes se han dado casos de jugadores de poca estelaridad que en algún que otro momento brillaron con pocas hazañas espectaculares hoy en día recordadas. Pero no me extenderé en citar más ejemplos ya que es hora de entrar de pleno en el tema estelar y el protagonista de esta entrega: Connie Mack, conocido en el mundo beisbolero como Mr. Baseball.

Desde 1901, siendo codueño de los Atléticos de Filadelfia, tomó las riendas como dirigente de este equipo, permaneciendo en el cargo hasta 1950 justo ya a la edad de 88 años. Ya era un anciano con una pérdida notable de sus facultades mentales.

En esos 50 años como mánager de los Atléticos, franquicia de la liga americana que en 1955 se mudó para Kansas City y, posteriormente, en 1968 para Oakland acumuló un total de 3,627 victorias y 3,891 derrotas (en partidos de serie regular, sin contar los playoffs) y 5 títulos de serie mundial.

Las series mundiales ganadas por los A´s de Filadelfia bajo la dirigencia de Mack fueron:

1910 – Frente a los Cachorros de Chicago (4-1)

1911 – Frente a los Gigantes de New York (4-2)

1913 – Frente a los Gigantes de New York (4-1)

1929 – Frente a los Cachorros de Chicago (4-1)

1930 – Frente a los Cardenales de San Luis (4-3)
 

Mientras solo perdió en tres series mundiales. Estas fueron:

1905 – Frente a los Gigantes del New York (4-1)

1914 – Frente a los Bravos de Boston (4-0)

1931 – Frente a los Cardenales de San Luis (4-2)

Luego de 1914 vendió a una buena parte de los mejores jugadores a otros conjuntos, provocando una larga sequía sin ganar (15 años) hasta campeonar en forma seguida en 1929 y 1930.

Connie Mack
Para inicios de 1920 el dueño de los Medias Rojas de Boston - Harry Frazee - puso en venta al bateador y lanzador Babe Ruth. Mack, copropietario de los Atléticos, pudo haberlo adquirido y lo despreció. Los Yanquis de New York, escuadra que hasta el momento no había ganado una serie final en las grandes ligas, lo adquirió. El curso de la historia cambió para siempre, Ruth fue la bendición para los Mulos de Manhattan y el punto de partida de sus grandes triunfos. ¿De haber jugado en Filadelfia, hubiese sido distinta la historia? Nadie lo sabrá, pero quizás, quién sabe, los A´s hubiesen obtenido algunos títulos más. Esto nos es más que una conjetura, una suposición. Lo que fue cierto es, que después de perder la serie mundial de 1931 frente a los Cardenales de San Luis, Connie Mack vendió – tal como hizo finalizada la temporada de 1914 – a los mejores jugadores del equipo, quienes hicieron posible los títulos de 1929 y 1930.

Los Atléticos tenían problemas económicos para entonces, razón por la que tomó aquella decisión.

Nunca vistió el uniforme del equipo

Connie Mack, gloria y fracaso de los A´s de Filadelfia, nunca vistió el uniforme de su conjunto, siempre iba vestido con traje formal (saco y corbata y zapatos de vestir) como todo un caballero. El estadio de béisbol de los Atléticos, el Shibe Park también era conocido como el Connie Mack Stadium. Llegó en un momento dado a comprar las acciones de otros accionistas y convertirse en el dueño absoluto de la franquicia.


Bajo su dirección el equipo llegó a tener campañas maravillosas, por encima de las 90 y 100 victorias, así como temporadas risibles con menos de 60, 50 y 40 partidos ganados. En 17 ocasiones su equipo quedó en la octava posición de la liga, en 3 en séptima. Las veces que obtuvo la posición cimera (primer lugar) fueron 9; la segunda, en 7 oportunidades. Era capaz de endeudarse con tal de obtener preciados y talentosos jugadores con el objetivo – firme y decidido - de ganar el campeonato y motivar a que los fanáticos de Filadelfia fueran al estadio. Era su accionar, no importa si más tarde, tuviese que venderlos buscando sanear las finanzas del equipo.

En 1950, a la edad de 88 años y con un estado de salud muy deplorable, reconoce que ya no puede seguir como timonel de los A´s y es sustituido por Jimmy Dykes quien asume en 1951 hasta 1953. En 1954 dirigió Eddie Joost, el último de la estirpe de los mánagers de los Atléticos de Filadelfia. Esa sería la última campaña de la franquicia en la ciudad del amor fraternal.





Estadísticas de los Atléticos de Filadelfia


- 54 años operando en esa ciudad (1901-1954)

- 3886 victorias y 4248 reveses (.478)

- Estadios: Columbia Park (1901-1908) y Shibe Park (1909-1954)

- Capacidad del Shibe Park: 33,000 fanáticos


Fuente: The Baseball Maniac´s Almanac, Bert Sugar. McGraw-Hill, 2005.

















Connie Mack


































lunes, 15 de mayo de 2023

De paseo por Fort Lauderdale (Florida) en que jugué scrabble ganando dos y perdiendo igual cantidad

Vencí en dos matches a José Lima, pero sucumbí en igual número frente a Reisel Murgadas.

Por Iván Ottenwalder

El 29 de abril, poco después de las dos de la tarde a bordo de un avión de Jet Blue volaba rumbo a Fort Lauderdale (Florida). La última vez que había viajado a aquel destino fue en diciembre de 2007, hacía poco más de 15 años. En esta ocasión el viaje obedecía a razones estratégicas. Tengo planeado para mediados de julio del presente año volar a Panamá para competir en un torneo norcenca de scrabble, pero, para eso requiero de dos condiciones: la primera la visa estadounidense (que la tengo desde de la primavera de 2020) y la segunda, al menos darle un uso a ese visado, cosa que no había hecho aún. De modo que, sí o sí, si quería competir en el torneo panameño, no me bastaba con la visa de los Estados Unidos, sino también una entrada – por lo menos - al territorio del tío Sam.

Esa fue la razón estratégica del viaje. De paso aproveché para ver a unos familiares residentes en aquella urbe. Dormí en casa de mi prima Emilia María y su esposo Sagi, en el condado de Lauderhill.

El vuelo de Santo Domingo a Fort Lauderdale había durado algo más de dos horas y quien me recogió en el aeropuerto fue mi primo Emil Núñez junto a su esposa Mercedes y mis tíos Asela y Roberto (padres de Emil).

Me llevaron a la casa de Emilia y su marido Sagi quien es oriundo de la India y ciudadano estadounidense. Como se trató de un viaje estratégico buscando otro objetivo, apenas dormí dos noches en su casa, exactamente el tiempo de mi estadía en la ciudad floridense. El 1ro de mayo, retornaría a Domingo de Guzmán, República Dominicana.

En el corto periplo, domingo 30 de abril, aproveché para comprar unos zapatos y otros artículos en un concurrido mall. Por la tarde, almorcé en casa de mis tíos Omar y Rossy y visité a unas amistades cubanas, José Limá (Pepón) y Reisel Murgadas con quienes jugué cuatro partidas de scrabble, dos contra cada uno.

La jornada de scrabble

De izquierda a derecha Iván Ottenwalder, Reisel y Pepón.
Robinson, otro de mis primos fue quien me llevó a casa de Pepón, arribando allí poco después de las cinco de la tarde. La última vez que lo había visto fue en el Internacional cubano de scrabble de 2015, cuando le conocí. Lo mismo que a Reisel, salvo que, con este último mantengo comunicación constante vía whatssap. Robinson quedó en que tía Rossy me pasaría a buscar a las 9:00 p.m.

Frente a Reisel fue mi primer match. Un enfrentamiento cargado de dramatismo y con alternancias en el marcador que, se vino a definir, ya en la recta final, en los últimos cuatro turnos de ambos. Mi rival cubano me venció con pizarra de 493-475, por 18 tantos de distancia.

En el siguiente duelo me enfrenté a Lima a quien derroté de forma convincente 497-445 colocándole 4 scrabbles y varias cortas de óptimas puntuaciones. Allí estuvo la clave de mi triunfo.

Primera partida frente a Reisel.
Para el tercer juego me batí otra vez con Reisel. Si en su victoria anterior tuvo que sufrir para ganar, en esta no tuvo situaciones de apuro para propinarme un segundo revés. El marcador finalizó a su favor 472-418.

Y en la última de la jornada pude vencer nuevamente a Pepón, con margen de 69 puntos de diferencia (501 – 432), luciéndome con 4 bonus (DIPUTASE de 72, CENADOS de 90, ACHICASEN de 68 y TIRARON de 78).

Pocos después, marcando el reloj las 9:00 p.m. mi tía Rossy pasó a recogerme y me llevó a la casa de Emilia. Allí pasaría la última noche de mi estadía en Fort Lauderdale. A la mañana siguiente, me desperté a eso de las siete, tomé el desayuno y me alisté mochila y maleta en manos con rumbo al aeropuerto. Emilia se encargaría de telefonear a un taxi de la compañía Uber para que me llevara hasta la terminal de Jet Blue, donde abordaría un aeroplano de regreso a mi destino, Santo Domingo de Guzmán.
Primera frente a Pepón.



Ahora, mientras cuente con mi visa americana vigente hasta el 2030, tendré los cielos de Panamá y Estados Unidos abiertos de par en par para cada ocasión que quiera competir en scrabble en esos territorios. Dios provea, y me lo permita.

Estadísticas jornada de scrabble en casa de José Lima (Pepón)

- Dos ganadas y dos perdidas
- Frente a Pepón 2 – 0
- Frente a Reisel 0 – 2
- Promedio de puntos por partida 472.75
- Promedio de scrabbles por partida, 3.25

Frente a Reisel Murgadas
Promedio de puntos por partida
Iván Ottenwalder 446.5
Reisel Murgadas 482.5
Promedio de scrabbles por partida
Iván Ottenwalder 2.5
Reisel Murgadas 3.0

Frente a José Lima (Pepón)
Promedio de puntos por partida
Iván Ottenwalder 499
Pepón 438.5
Promedio de scrabbles por partida
Iván Ottenwalder 4.0
Pepón 1.5

Segunda frente a Reisel.
















Segunda frente a Pepón.


sábado, 15 de abril de 2023

Scrabble en Bella Vista Mall: he ganado 3; Guillermo 4

Tuve las claras intenciones de lucírmela, robarme el espectáculo tal cual ocurrió la última vez, el lunes 29 de enero – en mi casa – cuando le vencí holgadamente en seis de siete partidas. Pero la historia del 8 de abril, aunque muy batallada, sería distinta: el entrañable amigo y rival me derrotaría en cuatro de siete desafíos (4-3).



Por Iván Ottenwalder

El sábado santo cayó un día 8 de abril. Tendría muy poco que hacer. Es por eso que, el día anterior, 7 de abril (Viernes Santo) había telefoneado por mi móvil a Guillermo Bodden para contar con su parecer de jugar al menos unas cuentas partidas de scrabble en el tan frecuentado punto de encuentro de tantos épicos matches entre nosotros, el área de comida de Bella Vista Mall. Aceptó y concordamos con vernos el sábado.

Tuve claras intenciones de lucírmela, robarme el espectáculo tal cual ocurrió la última vez, el lunes 29 de enero – en mi casa – cuando le vencí holgadamente en seis de siete partidas. Pero la historia del 8 de abril, aunque muy batallada, sería distinta: el entrañable amigo y rival me derrotaría en cuatro de siete desafíos (4-3).

Arribamos a la plaza casi siendo las dos de la tarde. Compramos algunas botellas de agua; preparamos la mesa (tablero, atriles, bolsa y hoja de anotar) y ¡listo para la batalla!

El primer combate fue cerradísimo el cual pude ganar 461 – 438, de paso aprovechando el descuento de 10 puntos de mi oponente, que se me sumaron al final. La segunda batalla, también reñida, fue suya (469-442).

Tras un breve receso de 5 minutos regresamos al campo de combate para la tercera duela. Me la pude llevar con ligera diferencia de 68 tantos (455-387), sin embargo, en la cuarta, por obra y gracia de la malquerida Q, que se me quedó colgada en el atril y me hizo pasar en mis últimos seis turnos, perdí con precariedad 443-448. ¡Bendito para Bodden, cayó mi descuento de 5 puntos!

Otro pequeño receso antes de la quinta. En esta señoreé con marcador amplio de 534 – 450, 84 tantos de diferencia. Razones para creer las tenía de que me iba a llevar la pequeña serie del sábado santo. Empecé a creerlo, pero sucedió lo inimaginable, lo que no estaba en mi libreto mental. El sexto match fue un adefesio en el que cometí cuatro errores, algo nunca visto que recuerde en mi historial de jugador de las palabras cruzadas. La perdí como idiota y de manera vergonzosa (285 – 460). Llovieron las maldiciones. Todas me las dirigí a mí mismo.

La séptima batalla, última de la jornada resultó igualmente en revés. Con anotación de 352 - 495 fui abatido al caer el telón y el reloj marcando las diez de la noche. Nos marchamos a nuestras casas. ¡Hasta una próxima serie!


Estadísticas
Guillermo Bodden: 4 ganadas y 3 perdidas
Iván Ottenwalder: 3 ganadas y 4 perdidas
Promedio de puntos por partida
Guillermo Bodden: 449.57
Iván Ottenwalder: 424.57
Promedio de scrabbles por partida
Guillermo Bodden: 2.57
Iván Ottenwalder: 2.85







































miércoles, 29 de marzo de 2023

Escogido campeón por segunda vez; vence al Licey en la final de 1956-57

Los melenudos Leones del Escogido vuelven a lograrlo, repiten como campeones nacionales del béisbol dominicano al imponerse, de forma convincente a los Tigres del Licey en siete desafíos (5-2 quedó el playoff final)


















Por Iván Ottenwalder

Todos los partidos de aquella final se escenificaron en el Estadio Trujillo de la Ciudad Capital, hogar tanto de rojos como de azules.

Primer juego
Ciudad Trujillo
27 de enero de 1957

Leones del Escogido ganan el primero de la serie, 1-0.














































Segundo juego
Ciudad Trujillo
28 de enero de 1957


Licey iguala la serie, gana partido 3 a 1.

























Tercer juego
Ciudad Trujillo
29 de enero de 1957


Escogido retoma el comando de la final; apabulla a los Tigres 10 a 1.


























Cuarto juego
Ciudad Trujillo
30 de enero de 1957



Leones blanquean a sus rivales azules 5 carreras a 0.













































Quinto juego
Ciudad Trujillo
31 de enero de 1957


¡A uno de ser campeones! Escarlatas vencen en cerrado duelo a los felinos (2-1).




















Sexto juego
Ciudad Trujillo
1 de febrero de 1957


Los Tigres siguen vivos; derrotan a los Leones 6 a 2.











































Séptimo juego
Ciudad Trujillo
2 de febrero de 1957


¡Campeones! Escogido derrota dos a una (2-1) a sus rivales y ponen fin al campeonato.






































Vista del público que asistió al séptimo juego de la serie final del 57. 



















































¡A celebrar la corona!























































Desfile
















































































































Fuentes: Periódico La Nación de los meses de enero y febrero de 1957.
Agradecimiento: Personal del área de hemeroteca, de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.

domingo, 19 de febrero de 2023

El 55% de las finales del béisbol dominicano se ha jugado bajo un formato de 9-5.

Esta cifra, corresponde a 38 series finales de un total de 69 que se han disputado en la pelota local.

En el formato 7-4 se han disputado 30 finales, equivalente a un 43.48% y, una sola (1.44%), escenificada en la contienda 1970-71 entre Licey y Escogido, se contendió al mejor de un 11-6.


Por Iván Ottenwalder

Las series finales del béisbol profesional dominicano se han desarrollado, desde 1951 hasta al presente, de forma continua, exceptuando los casos de las temporadas 1961-62 (torneo inconcluso), 1962-63 y 1965-66 (no hubo campeonato), lo que muestra la solidez y estabilidad de esta competición deportiva. Muy distinto, obviamente, a aquella época de los años 20 y 30 del siglo XX, en que los torneos no se disputaban con una regularidad anual, sino discontinua (véase los casos de los torneos de 1922, 1923, 1924, 1929, 1936 y 1937). Los largos intervalos entre las contiendas, eran la norma.
La final de 2022-23 se estructuró a un 7-4.


Aunque post 1951 – excepto los capítulos de la década del 60 ya citados en el párrafo anterior – las series finales se han realizado con una periodicidad anual e invariable. Lo que no ha sido invariable es el formato de dichas finales. Solo hay que echar un vistazo al listado de campeonatos, año por año, para caer en la cuenta.

Desde los primeros campeonatos de verano (1951 al 1954) e inclusive el primero de la era otoño – invernal (1955-56) sus series finales se disputaron al mejor de un 7 – 4. El formato varió a la modalidad de 9-5 desde la final 1956-57 hasta la de 1969-70. En la de 1970-71, una exageración a juicio de muchos expertos, se contendió al ganador de un 11-6. Aquella final se efectuó entre Tigres del Licey y Leones del Escogido. Se retomó nuevamente el 9-5 desde los torneos 1971-72 al 1982-83. Para la estación de 1983-84 cuando surgen los equipos de expansión Caimanes del Sur y Azucareros del Este, se regresa al antiguo esquema del 7-4 para las series finales. Así se mantuvo hasta la final de 2004-05, salvo la de 1998-99, que se disputó a un 9-5. Desde 2005-06 se revive nuevamente esta [última] variante hasta 2016-17. Para 2017-18 se regresa al 7-4 y, para las finalísimas de 2018-19 como 2019-20 se vuelve al mejor de 9-5. Ya a partir de la gran final de 2020-21 se retrocede al 7-4. Así se ha mantenido hasta ahora.
Final de 1970-71, única jugada al máximo de 11-6.


En términos numéricos, de un total de 69 series finales disputadas en el béisbol de la República Dominicana, 38 se han estructurado bajo el formato de un 9-5, correspondiente a un 55.08%; 30, el equivalente a un 43.48% al mejor de un 7-4 y, tan solo una (1.44%), la de 1970-71 al ganador de un 11-6.

¿Volverá a cambiar otro día el formato de serie final?

Difícil saberlo. Lo cierto es que, basado en la historia beisbolera dominicana, es un hecho probado que las reglas de juego que imparte la Liga Dominicana de Béisbol Profesional (Lidom) han cambiado constantemente. Pero no solamente en el béisbol de acá; también en el de los Estados Unidos. En las Grandes Ligas los formatos de series mundiales también han sufrido el efecto de la variabilidad. En la primera (1903) entre los Medias Rojas de Boston y los Piratas de Pittsburgh, se jugó al mejor de un 9-5; luego entre 1904 hasta 1918 se adoptó la modalidad del 7-4. Se retornó al mejor de 9-5 entre los años 1919 al 1921. En 1922, se regresó al ganador del 7-4 y así se ha mantenido hasta el presente.


La final de 2019-20, última con formato de 9-5

Así como los caminos de Dios pueden ser inescrutables, del mismo modo lo pueden ser las decisiones de los organismos deportivos. Las reglas de juego pueden estabilizarse como cambiar cada cierto ciclo.








Fuentes:

· https://www.baseball-reference.com/postseason/
· Béisbol invernal dominicano. Anuario de Héctor J. Cruz. Edición 2010-11
· 5 décadas de béisbol en RD. Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (Lidom)
· Los Grandes Finales. Tony Piña Cámpora.