Ni el 24 ni el 31 de diciembre quise compartir con mi familia debido a la congestión nasal inacabable. Es que lo mío parece un barril sin fondo: mientras más dreno y me descongestiono, más vuelvo y congestiono de nuevo. Eso no es normal. Si la ciencia médica no llega a resolverlo, pues nada, dejaré que todo corra tal cual. Lo malo de esto es que tanto congestión sin fin, pinchazo y sabor amargo del agua por el lado derecho de la garganta, pueden paulatinamente empeorarse y degenerar en males mayores. Así es que actúa la naturaleza humana, si no se le diagnostica a tiempo y se zanja el mal de raíz, pueden ocurrir catástrofes a posteriori.
Por Iván Ottenwalder
El modelo del bypass dental me fue entregado después de las navidades de diciembre, para ser exactos, pocos días después de la celebración de Nochebuena. La doctora me lo midió y me encajaba a las maravillas. Me pidió que le informara diez días después sobre la adaptación y si el salivero que me corría por la zona en que chocan el hueso de la última encía superior derecha con la mejilla, continuaba. Así quedamos.
Usé
la plantilla dental varios días, pero notaba que el caminito de saliva
continuaba, de modo que decidí informárselo vía telefónica. También
telefoneé a ODONTO-DOM tratando de localizarla. El número de la clínica
dental siempre sonaba ocupado. Fue entonces cuando la tarde del 5 de
enero de 2018 me apersoné en ODONTO-DOM procurándola. Me informaron que
ella estaba de viaje. Hablé con la encargada de piso para contarle el
caso. Me escuchó y decidió que una cirujana me viera. A los pocos
minutos entré al consultorio con ella. Entre la encargada de piso y la
cirujana me revisaron la zona a la que yo hacía hincapié. Primero
observaron de que sí, de que había un cierto roce entre ese hueso y la
mejilla, pero luego la especialista me preguntó si yo había traído el
bypass y le respondí afirmativamente. Lo saqué de mi mochila y me lo
coloqué. Entonces hicieron otra revisada y llegaron a la conclusión de
que no se podía raspar más ese hueso debido a que una porción de este
había sido extirpada durante la cirugía de noviembre de 2017. Esa
porción extirpada era la que estaba llagada por el antiguo afta bucal.
Ambas médicas me lo explicaron de la forma más técnica posible. Yo, como
no soy médico, acepté el veredicto. ¡Bueno, quién sabe, tal vez ese no
sea el problema! Al final me despedí y me retiré tranquilo hacia mi casa.
Mal diciembre en 2017. La sinusitis no cedió
El mes de diciembre me las pasaba congestionado con esa necia sinusitis salivosa. Desde el verano pasado hasta noviembre de 2017 podía drenar mucha mucosidad amarillenta y verdosa, ahora todo es pura saliva espesa o líquida. ¿Es qué se habrá acabado la mucosidad y resulta que ahora los senos nasales apenas los tengo llenos de saliva? No lo sé, pero sea como sea esto es molestoso y mortificante. Los pinchazos y el sabor amargo del agua aún no desaparecen del todo. Es muy posible que ya esto último tenga que ver con la garganta y no con los senos paranasales.
Ni el 24 ni el 31 de diciembre quise compartir con mi familia debido a la congestión nasal inacabable.
Tampoco en la fiesta navideña de mi trabajo. Es que lo mío parece un
barril sin fondo: mientras más dreno y me descongestiono, más vuelvo y
congestiono de nuevo. Eso no es normal. Si la ciencia médica no llega a
resolverlo, pues nada, dejaré que todo corra tal cual. Lo malo de todo
es que tanta congestión sin fin, pinchazo y sabor amargo del agua por el
lado derecho de la garganta, pueden paulatinamente empeorarse y
degenerar en males mayores. Así es que actúa la naturaleza humana, si no
se le diagnostica tiempo y se zanja el mal de raíz, pueden ocurrir
catástrofes a posteriori.
Esa amígdala lingual del lado derecho, que en junio de 2016 un médico
diagnóstico su operación y meses después lo desestimó, sigue siendo una
incógnita. Aunque pueda verse del mismo tamaño que la otra en una
videolaringoscopía o en una resonancia magnética, lo cierto es que me
produce síntomas que la de su contraparte del lado izquierdo no. Solo
hay que hacer un experimento y palparlas con una paleta bucal. Ahí se
verá la diferencia: en una no hay molestias, mientras que en la otra sí:
dolor y náuseas. Una está más vulnerable que la otra. Una se irrita con
mucha recurrencia, la otra, no. Y resulta que por el lado derecho de la
garganta es que me viene el sabor metálico o amargo del agua; por el
lado izquierdo, no. El pinchazo molestoso, que puede ceder por días o
pocos meses, y luego arremeter con furia, viene del lado derecho, no del
izquierdo. El problema radica en
que si los aparatos la siguen viendo del mismo tamaño que la otra, los médicos
tratantes dirán que eso está bien y que no hay que hacer nada. Entonces,
la misma mierda: volver a las gárgaras inútiles, los antialérgicos y
enjuagues que apenas emparchan el problema, pero no lo matan. Esto
parece como un juego que siempre se está trancando. Cuando en verano de
2017 se detectaron las infecciones de las encías por las cuales perdí
dos piezas dentales llegué a pensar que el pinchazo y la amargura del
agua desaparecerían de raíz, pero no fue así. El afta bucal, que era otro foco de infección, fue
eliminado primero con spray y después con extirpación en el otoño del
mismo año.
¿Dónde más puede estar alojado el villano? Ya prácticamente no quedan recónditos.
Para
el 16 de diciembre me realicé una prueba de IGE pendiente. Los
resultados mejoraron, pero una porquería. Los niveles séricos apenas se
redujeron de 9,904 UI/ML como estaban el 8 de junio de 2017 a 9,108
UI/ML en la actualidad. Por mí, bajen o suban, ya mi decisión ha sido
tomada: no volveré a inyectarme vacunas inmunológicas never more in my life.
¿De qué sirvieron aquellas me ponían cada 10 días entre los años 2014 y
2015? ¿De qué? De nada. Solo para empeorarme. Es cierto que en
diciembre de 2013 mis niveles estuvieron en casi 19,000 UI/ML, pero si
luego bajaron fue tras suspender aquellas malditos antígenos en octubre
de 2015. Aquellas vacunas que me prescribió el alergista en 2014 me
produjeron mala reacción, en ocasiones, pulsaciones aceleradas del
corazón, y me tenían la piel como una roncha de colorada. El asma y la sinus tampoco cedieron con aquel fármaco. Las reducciones más satisfactorias vinieron a notarse tras suspenderlas a partir de octubre de 2015.
No vuelvo a ponerme esa porquería ni aunque me recomienden otro alergólogo; ni aunque me las regalen. Fue mucha la plata mal invertida aquella vez, un préstamo de 100 mil pesos, por un tratamiento que no funcionó. Las cosas no fueron el cuento de Hadas que yo esperaba. Mi dinero no lo gastaré en una jodienda tan costosísima e inútil. Me pueden llorar y rogar y no lo haré. Así me tuvieron una vez, que “Iván, ve donde un alergista”, que “por qué no vas donde un alergólogo”. ¡Ya se acabó!
¿Que si sigo empeorando y muero? Pues que así sea. Me tendrían que internar en un sanatorio y que me las pongan amarrado. Y si el fármaco no funciona y empeora, ¿quién me va a indemnizar? ¿Quién le sacará cuentas a esos médicos y enfermeros? ¿Quién me ofrecerá un perdón histórico? Ya expliqué una vez, en un tema titulado “La inmunoterapia por alergia y asma que nunca me funcionó” todo el calvario que padecí por culpa de aquellos pinchazos.
Para la primera semana de enero me decidí a visitar otro otorrinolaringólogo que pueda buscarle explicación al caso de la sinus sin fin, la amargura del agua y los pinchazos que me vienen casi seguro de la garganta. Si no lo halla, pues que ocurra lo que sea, que el tiempo se encargue de dictar sentencia, si le parece, de mala manera. Ya dije una vez que para este 2018 no esperaba nada a cambio.
Continuará...
Todos tenemos problemas, incluso mucho más graves que el tuyo, tanto de salud como económicos. Es cierto que tú sufres de esa afección, sin embargo mira, haces lo que te gusta, vas a torneos de Scrabble, investigas sobre el béisbol dominicano y tienes más lectores de los que piensas. Dios no te pone las pruebas por capricho, sino para que aprendas algo. Ánimo.
ResponderEliminar¿Y si en una de esas pruebas que me pone muero?
ResponderEliminarLa videolaringoscopía solo detecta el tamaño de los distintos órganos de la garganta, pero ha sido incapaz de detectar, en mi caso, el sabor amargo del agua, el dolor, náusea e irritación y pinchazos constantes de mi amígdala lingual por la zona derecha ...lo mismo que mi tos seca y escalofrío ocasional. Con el método del froteo y removimiento, usando la paleta, sí se demuestra parte de lo que he venido sosteniendo.
ResponderEliminarPero los médicos solo le dan la razón a su aparato.