Si sumamos las coronas obtenidas por los conjuntos de Santo Domingo (Tigres del Licey y Leones del Escogido) y de Santiago de los Caballeros (Águilas Cibaeñas), tendríamos un total de 58 campeonatos, o sea, el 92% en manos de los equipos de las dos principales metrópolis de la República Dominicana. Solo 5 títulos, es decir el 8%, queda en poder de las novenas de La Romana (Toros del Este), San Pedro de Macorís (Estrellas Orientales) y San Francisco de Macorís (Gigantes del Cibao).
Por Iván Ottenwalder
Desde 1951 hasta la temporada pasada 2016-17 se han celebrado 63 campeonatos de béisbol otoño-invernales. De ese universo los Tigres han sido campeones en 22 ocasiones, representando el 35% de los títulos obtenidos; las Águilas Cibaeñas con 20 coronas, el 32%; los Leones del Escogido con 16 diademas, el 25%; los Toros del Este y las Estrellas Orientales, ambos con dos coronas, el 3% respectivamente, y, los Gigantes del Cibao, con un campeonato, el 2%.
Si sumamos las coronas obtenidas por los conjuntos de Santo Domingo (Tigres del Licey y Leones del Escogido) y de Santiago de los Caballeros (Águilas Cibaeñas), tendríamos un total de 58 campeonatos, o sea, el 92% en manos de los equipos de las dos principales metrópolis de la República Dominicana. Solo 5 títulos, es decir el 8%, queda en poder de las novenas de La Romana (Toros del Este), San Pedro de Macorís (Estrellas Orientales) y San Francisco de Macorís (Gigantes del Cibao).
Pero, ¿por qué ha sido así? ¿Por qué las franquicias capitalinas y la santiagués han opacado a las de la región Este y la provincia Duarte en campeonatos ganados? ¿Es que han sido las últimas malos equipos y las de Santo Domingo y Santiago muy buenas? ¿Por qué?
A
simple vista el tema puede obedecer a una cuestión financiera. En Santo
Domingo y Santiago de los Caballeros está concentrado el mayor poder
financiero del país y por ende la gente podría pensar que esa es la
razón por la cual Licey, Escogido y Águilas son los más ganadores y el
resto los más perdedores. Si hay mucha inversión de dinero es muy lógico
que se ganan muchos campeonatos. Sin embargo, no estamos tomando en
cuenta que los conjuntos de Santo Domingo y Santiago son los de mayores
tradiciones y fanaticadas y que por consiguiente eso puede inclinar
también la balanza. Pero la Estrellas Orientales también cuentan con una
gran historia cuyos antecedentes se remontan a los inicios del siglo
XX. ¿Por qué estos no ganan entonces? ¿Algún tornillo anda flojo?
Podríamos
aceptar como una verdad absoluta de que como los Toros del Este, que
nacieron en la estación 1983-84, y los Gigantes del Cibao, en la campaña
1996-97, no tengan tantos títulos de campeones debido a que cuentan con
menos historia que los otros. Pero, ¿son acaso las Estrellas de Macorís
del Mar de ahora? Claro que no. Son
tan antiguas como los Tigres y Leones e incluso más que las Águilas.
Entonces la explicación a este último caso podría obedecer a un asunto
de cultura perdedora. San Pedro no será económicamente una provincia más
rica que Santo Domingo y Santiago de los Caballeros, pero ha tenido un
empresariado adinerado y solvente, de modo que, no podríamos echarle la
culpa del todo al factor monetario. En La Romana hay muchas riquezas
generada por su central azucarero y el turismo, de modo que, por dinero
los Toros no deberían quedarse muy atrás. Y en el caso de los Gigantes,
que desde la campaña 2006-2007 han tenido una poderosa maquinaria de
jugadores, tampoco deberían tener apenas una sola corona. Los
nordestanos han estado presentes en cuatro series finales desde su
primera en 2003-04 y han participado en 12 series de Round Robin desde
su primera en 2002-03. En algunas series del Todos contra Todos se han
visto cerca de llegar a la finalísima y se han derrumbado a última hora.
En la serie final de 2009-10 estuvieron cerquita a ganar la serie final
y la terminaron perdiendo ante los Leones del Escogido. O sea, que
estamos hablando de un equipo batallador que, a pesar de los derrumbes,
ha sabido morir en combate. Esto también les ha ocurrido a lo largo de su trayectoria a las Estrellas de Oriente y Toros del Este.
El
tema es muy complicado y de bastante profundidad. Como escritor y
analista lo más que me queda, por el momento, es coincidir con el resto
de la mayoría de profesionales de la crónica deportiva nacional de que
el asunto, además de económico, es un problema de tradición perdedora o
falta de mística ganadora. Unos, Licey, Águilas y Escogido las han
tenido de sobra; a otros, Estrellas, Toros y Gigantes, les ha faltado.
Hablar de Tigres del Licey es como hablar de una religión donde sus
jugadores se convierten en fanáticos. Las Águilas Cibaeñas son como una
secta religiosa donde sus peloteros también tienen alma de fanáticos en
el camerino y terreno de juego. En el caso de los Leones del Escogido,
un equipo con épocas ganadoras, pero también con largas sequías sin
ganar, sobre todo entre 1969 a 1981 y 1992 a 2010, la respuesta podemos
hallarla en la gerencia. Así como los melenudos han contado con
directivos pesimistas y malos gerentes, también los han tenido buenos y
optimistas. Ha sido una cuestión cíclica a lo largo de su historial
deportivo.
¿Seguirá siendo así la vida entera? ¿Cuál será el derrotero de los menos ganadores?
Si
es cierto que los conjuntos del Este y de la provincia Duarte han sido
los menos ganadores, no menos cierto es que cuentan con fanaticadas
fieles y que les apoyan. Claro, solo cuando les va bien en la serie
regular o Round Robin, pero desde que empiezan a flaquear y derrumbarse
sus fans se convierten en el pesimismo personificado y no se dejan ver.
Los hinchas de Águilas y Licey pueden estar atravesando momentos de
crisis, peros sus fanáticos siguen yendo al estadio y creyendo. Son
fanaticadas que se convierten en una especie de pueblo, de vox populi,
y saben cómo meterles presión a los directivos. Sus periodistas son
súper exigentes e imperdonables. Una verdad es que casi todos los
periódicos están concentrados en la capital y uno muy importante e
histórico, La Información, en Santiago de los Caballeros. Ellos sin duda juegan un papel fundamental como entes de presión. Lo mismo que la mayoría de canales de televisión y emisoras de radio, mayormente concentradas en estas urbes cosmopolitas.
Hablamos
en el párrafo anterior acerca de la fidelidad y el pesimismo de las
fanaticadas de los equipos que menos ganan. Ellas solo van al estadio
cuando les va bien a sus escuadras y se desmotivan muy rápido cuando
todo va saliendo mal. Pero a esto debemos añadirle el componente falta de espíritu ganador.
Cuando los Azucareros del Este ganaron su primera corona en la
contienda 1994-95 su fanaticada duró varios años llenando el Estadio
Francisco Micheli, hasta que se desesperó y la concurrencia aminoró
estrepitosamente. Luego, a raíz de la reestructuración del equipo para
el 2008-09, el parque romanense recuperó su brillo y volvió a verse
colmado de fans. Ganaron el título en la 2010-11 y, en las últimas dos
campañas (2016-17 y esta de ahora), la asistencia al corral de los Toros
a vuelto a descender. En San Pedro de Macorís las afluencias de público, buenas o malas, son también coyunturales a como vayan las Estrellas.
La
mística ganadora de las Águilas y Licey, sobre todo, y el empuje de los
Leones, han sido factores determinantes a la hora de hacer remontadas y
ganar los partidos más difíciles de la forma más espectacular posible. A
las escuadras de Toros, Estrellas y Gigantes les llega el apriete
cuando deben ganar partidos de vida o muerte, incluso, teniendo al
público a favor. Esos escenarios por los regular son bien aprovechados
por Licey, Águilas y Leones. Por eso es que como escritor y analista
sostengo, al igual que muchos expertos que saben más que yo de este
negocio, que el elemento tradición y mística ganadora siempre está
presente y del lado de los capitalinos y santiaguenses. Es muy posible que una hinchada como la taurina o la gigantista no sean capaces de aguantar una racha perdedora de 49 años sin ganar un campeonato, como la padece la de las Estrellas Orientales.
Si los equipos Toros del Este, Gigantes del Cibao y Estrellas Orientales durasen 20 años o más sin ganar un título podría presentarse una situación en que, debido a la poca asistencia a los estadios, y al poco interés de los anunciantes en publicitarse, terminen con serios problemas económicos y, quién sabe, si desapareciendo del escenario beisbolero por bancarrota.
El salvavidas para estos conjuntos sería que puedan ganar la corona digamos cada cierto ciclo de 10 o 15 años.
Por ejemplo, que en un lapso de tiempo de ese tipo puedan campeonar los
Toros, en otro las Estrellas y en otro los Gigantes. Al menos eso podría
evitar el colapso financiero y el alejamiento de los estadios de los
fanáticos de los equipos menos afortunados con las victorias.
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