domingo, 17 de enero de 2016

A La Habana, a competir en scrabble por segunda vez



Buscaré clasificarme al mundial de Asunción, Paraguay, en 2017.


Por Iván Ottenwalder

El lunes 31 de marzo de 2015, pasadas las doce de la mañana, enrumbé hacia Cuba, bien conocida como la mayor de las Antillas. Mi destino era La Habana, su capital, y la meta el Internacional Cuba Scrabble 2015, el más importante torneo escrablero cubano.

Tony Catalá (izq) e Iván Ottenwalder.
El tiempo ha volado rápido y ya faltan casi dos meses para la décima edición ininterrumpida de este evento de palabras cruzadas. Y, naturalmente, estoy decidido a volver.

En la versión del 2015 surgió la categoría Premier, un desprendimiento de jugadores que antes competían en la Élite. Fue en esa Premier donde debuté por vez primera en un escenario escrablero profesional. La historia muchos la conocen: me clasifiqué primero a la gran final y caí vencido en dos partidas consecutivas ante Zoimelys Labrada, quien venía jugando scrabble desde 2007, precisamente desde el origen del torneo internacional cubano.

A pesar del revés a la hora de la entrega de certificados me llevé la mayoría de lideratos estadísticos: promedio de puntos por partida (469.29), premio Cuquita (AHORQUEN, 90 puntos) y partida de mayor puntaje (597 puntos).

Toda esa gran labor exhibida los días 2, 3 y 4 de abril del año anterior me valió para subir a la categoría Élite, el mayor peldaño del scrabble cubano. Obviamente que para la primavera del 2016 los rivales no serán los mismos. Tendré que medirme ante adversarios que promedian mayor puntaje por partida que yo; poseedores de un reportorio de vocabulario más amplio, con mejores estrategias y con más dominio del miedo escénico. En pocas palabras, con más experiencias. Supongamos por un momento un baloncestista que haya tenido una gran actuación en el nivel universitario y que al año próximo haya sido elegible en el draft para debutar en la NBA. Es lógico que el nivel competitivo que le tocará experimentar será completamente distinto a lo que vivió en el básquet universitario.

En mi caso es probable, y estoy seguro de ello, que superaré a unos cuantos oponentes del nivel Élite, posiblemente a la mitad, lo que me permitiría finalizar el certamen entre los mejores diez del torneo. Nada mal para alguien que no suele practicar con la magnitud con que lo hace el cien por ciento de los escrableros cubanos. Por esa razón planearé llegar a La Habana con seis días de antelación. ¡Para que prácticas no me falten!

Además, lo tomaré en serio, y exigiéndome lo mejor que pueda dar. Todo ello será parte de mi plan.

Entrenaré con todos

Aunque ya no juegue en la Premier apostaré a la humildad. Me foguearé con gran parte de los jugadores de esa categoría y con los monstruos de la Élite. Eso será un verdadero entrenamiento.
Roberto Alejandro Porto (izq) e Iván Ottenwalder.

También practicaré con Barbarita Rodríguez y Odalys Figuerola, mujeres de quienes tengo conocimiento le pillan bien al scrabble y con las cuales mantengo una preciosa amistad: real con la primera, desde la Semana Santa del 2015, y virtual con la segunda, desde finales de ese mismo año. La diferencia entre ambas competidoras radica en las aspiraciones. Mientras Barbarita prefiere jugar a nivel hogareño, Odalys anhela algún día competir en torneos, cosa para la que se prepara, practicando consistentemente con gente de la Premier.

Mientras mayor sea la cantidad de partidas de fogueo, mayor será la probabilidad de realizar un papel dignificante en el torneo. Como expresé anteriormente, voy a exigirme al máximo. Deseo enfrentar a Rolando, Stevens, Alonso, Murgadas, Rivero y todos esos diccionarios andantes. Solo así podré ganar confianza y un poquito de ego, que no es malo poseerlo cuando se trata de medir neuronas una competición de tres días. Creerse bueno e intentar romper la barrera de lo imposible es apasionante.

Sea cual sea mi desempeño, que ya me lo creo será bueno, porque llevo el scrabble en mi ADN, en mis venas, habré conseguido clasificarme al mundial que se efectuará en la capital de Paraguay, Asunción, en verano del 2017.

Mi segundo periplo en Cuba será otra maravillosa aventura imposible de olvidar, un nuevo capítulo de mi matrimonio con el scrabble que, como siempre he dicho, no admite divorcio. Mi límite es el cielo, los trofeos, las medallas y esos fascinantes viajes a otras naciones que me esperan, gracias a este majestuoso juego gramática que me atrapó una tarde de verano del 2005.

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