Buscaré clasificarme al mundial de
Asunción, Paraguay, en 2017.
Por
Iván Ottenwalder
El
lunes 31 de marzo de 2015, pasadas las doce de la mañana, enrumbé hacia Cuba,
bien conocida como la mayor de las Antillas.
Mi destino era La Habana, su capital, y la meta el Internacional Cuba Scrabble
2015, el más importante torneo escrablero cubano.
Tony Catalá (izq) e Iván Ottenwalder. |
El
tiempo ha volado rápido y ya faltan casi dos meses para la décima edición
ininterrumpida de este evento de palabras cruzadas. Y, naturalmente, estoy
decidido a volver.
En
la versión del 2015 surgió la categoría Premier, un desprendimiento de
jugadores que antes competían en la Élite. Fue en esa Premier donde debuté por
vez primera en un escenario escrablero profesional. La historia muchos la
conocen: me clasifiqué primero a la gran final y caí vencido en dos partidas
consecutivas ante Zoimelys Labrada, quien venía jugando scrabble desde 2007,
precisamente desde el origen del torneo internacional cubano.
A
pesar del revés a la hora de la entrega de certificados me llevé la mayoría de
lideratos estadísticos: promedio de puntos por partida (469.29), premio Cuquita
(AHORQUEN, 90 puntos) y partida de mayor puntaje (597 puntos).
Toda
esa gran labor exhibida los días 2, 3 y 4 de abril del año anterior me valió
para subir a la categoría Élite, el mayor peldaño del scrabble cubano. Obviamente
que para la primavera del 2016 los rivales no serán los mismos. Tendré que
medirme ante adversarios que promedian mayor puntaje por partida que yo;
poseedores de un reportorio de vocabulario más amplio, con mejores estrategias
y con más dominio del miedo escénico. En pocas palabras, con más experiencias.
Supongamos por un momento un baloncestista que haya tenido una gran actuación
en el nivel universitario y que al año próximo haya sido elegible en el draft
para debutar en la NBA. Es lógico que el nivel competitivo que le tocará
experimentar será completamente distinto a lo que vivió en el básquet
universitario.
En
mi caso es probable, y estoy seguro de ello, que superaré a unos cuantos
oponentes del nivel Élite, posiblemente a la mitad, lo que me permitiría
finalizar el certamen entre los mejores diez del torneo. Nada mal para alguien
que no suele practicar con la magnitud con que lo hace el cien por ciento de
los escrableros cubanos. Por esa razón planearé llegar a La Habana con seis
días de antelación. ¡Para que prácticas no me falten!
Además,
lo tomaré en serio, y exigiéndome lo mejor que pueda dar. Todo ello será parte
de mi plan.
Entrenaré con todos
Aunque
ya no juegue en la Premier apostaré a la humildad. Me foguearé con gran parte
de los jugadores de esa categoría y con los monstruos de la Élite. Eso será un
verdadero entrenamiento.
También
practicaré con Barbarita Rodríguez y Odalys Figuerola, mujeres de quienes tengo
conocimiento le pillan bien al scrabble y con las cuales mantengo una preciosa
amistad: real con la primera, desde la Semana Santa del 2015, y virtual con la
segunda, desde finales de ese mismo año. La diferencia entre ambas competidoras
radica en las aspiraciones. Mientras Barbarita prefiere jugar a nivel hogareño,
Odalys anhela algún día competir en torneos, cosa para la que se prepara,
practicando consistentemente con gente de la Premier.
Mientras
mayor sea la cantidad de partidas de fogueo, mayor será la probabilidad de
realizar un papel dignificante en el torneo. Como expresé anteriormente, voy a
exigirme al máximo. Deseo enfrentar a Rolando, Stevens, Alonso, Murgadas,
Rivero y todos esos diccionarios andantes. Solo así podré ganar confianza y un
poquito de ego, que no es malo poseerlo cuando se trata de medir neuronas una
competición de tres días. Creerse bueno e intentar romper la barrera de lo
imposible es apasionante.
Sea
cual sea mi desempeño, que ya me lo creo será bueno, porque llevo el scrabble
en mi ADN, en mis venas, habré conseguido clasificarme al mundial que se
efectuará en la capital de Paraguay, Asunción, en verano del 2017.
Mi
segundo periplo en Cuba será otra maravillosa aventura imposible de olvidar, un
nuevo capítulo de mi matrimonio con el scrabble que, como siempre he dicho, no
admite divorcio. Mi límite es el cielo, los trofeos, las medallas y esos
fascinantes viajes a otras naciones que me esperan, gracias a este majestuoso
juego gramática que me atrapó una tarde de verano del 2005.
Exitos
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