lunes, 13 de junio de 2016

Una vez más por la senda del scrabble cubano I



Tras una larga espera de poco más de un año, ¡de nuevo a jugar!


Por Iván Ottenwalder

Después de aquel dulce sabor durante el Internacional Cuba Scrabble 2015 quedé con ganas renovadas de volver a competir en el máximo torneo anual cubano. Bien puedo hacerlo, pues aún queda tiempo, pero me desalienta la fecha definida en última instancia para su celebración en este 2016: el mes de noviembre, penúltimo del año.

Cecilia Dávalos (izq) e Iván Ottenwalder.
En principio, el torneo estuvo pautado para marzo, luego se movió a junio y últimamente a noviembre. ¿La razón? Los afanes de la directiva del Grupo Promotor de Scrabble Cubano de atraer una mayor cantidad de jugadores internacionales, sobre todo del scrabble en inglés de Estados Unidos de América, con el objetivo de crear un efecto de impacto a favor del palabras cruzadas en toda la isla.

El propósito en sí es bueno y tendría incluso un matiz político, todo encajado dentro del marco del deshielo y los continuos avances en materia de acercamiento diplomático-social con el gran gigante del norte. Es una logística plausible, sólo que esta vez yo no puedo esperar tanto. La última ocasión que jugué al scrabble en formato presencial fue el 11 de junio del 2015, tres partidas en mi casa ante mi apreciado amigo Wagner Méndez. Desde ese instante no logré pescar un alma con la cual compartir mi gran pasión. La ansiedad colmaba mi paciencia y no estaba dispuesto a esperar otros meses más sin competir o, en su defecto, practicar, como eventualmente lo hice en el pasado torneo mensual del sábado 4 de junio, efectuado en la Biblioteca Rubén Martínez Villena. Había decidido ponerle fin a la inercia, por eso me compré un boleto aéreo y me planifiqué una estadía habanera por diez días. En ella aproveché para jugar todo el scrabble habido y por haber.

Estadía habanera

Rolando Guadalupe (izq) e Iván Ottenwalder.
Con casi un mes de antelación adquirí mi boleto de vuelo. Programé mi estancia del 2 al 12 de junio. El avión, previsto para despegar el jueves 2, no pudo operar ese día y la agencia Cubana de Aviación me telefoneó para notificarme de la situación e informarme que mi vuelo saldría el viernes 3 a las 4:20 de la tarde. Ya había perdido un día, pero no me preocupé por ello y acepté esperar. El que sabe esperar lo mucho, sabe esperar lo poco, dice un adagio.

El 3 de junio, en efecto, a las 4:20 p.m., despegó la nave del Aeropuerto Internacional Las Américas José Francisco Peña Gómez con destino a La Habana, haciendo primero escala en Santiago de Cuba. Vine arribando al Aeropuerto José Martí pasadas las ocho de la noche.

El chequeo de migración fue rápido, no así la espera de los equipajes, la cual se dilató como media hora. A corta distancia logré divisar a Enma Morris, jugadora de notable trayectoria en el scrabble cubano. Me reconoció de inmediato, nos saludamos y platicamos. Ella venía de México, país donde reside, a ver a sus hijos en la capital cubana. Me contó que últimamente se había alejado un poco del scrabble.

Sobre las nueve de la noche recogí mi maleta y me dirigí hacia la puerta de salida. Allí me esperaba una pareja de esposos, los dueños de la casa donde me hospedaría durante mi corta permanencia. De inmediato, nos dirigimos al auto, monté mi petaca en la maletera y abordamos rumbo a mi destino: El Vedado.

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