Tras una larga espera de poco más
de un año, ¡de nuevo a jugar!
Por Iván Ottenwalder
Después
de aquel dulce sabor durante el Internacional Cuba Scrabble 2015 quedé con
ganas renovadas de volver a competir en el máximo torneo anual cubano. Bien
puedo hacerlo, pues aún queda tiempo, pero me desalienta la fecha definida en última
instancia para su celebración en este 2016: el mes de noviembre, penúltimo del
año.
Cecilia Dávalos (izq) e Iván Ottenwalder. |
En principio,
el torneo estuvo pautado para marzo, luego se movió a junio y últimamente a
noviembre. ¿La razón? Los afanes de la directiva del Grupo Promotor de Scrabble
Cubano de atraer una mayor cantidad de jugadores internacionales, sobre todo
del scrabble en inglés de Estados Unidos de América, con el objetivo de crear
un efecto de impacto a favor del palabras cruzadas en toda la isla.
El
propósito en sí es bueno y tendría incluso un matiz político, todo encajado
dentro del marco del deshielo y los continuos avances en materia de
acercamiento diplomático-social con el gran gigante del norte. Es una logística
plausible, sólo que esta vez yo no puedo esperar tanto. La última ocasión que
jugué al scrabble en formato presencial fue el 11 de junio del 2015, tres
partidas en mi casa ante mi apreciado amigo Wagner Méndez. Desde ese instante
no logré pescar un alma con la cual compartir mi gran pasión. La ansiedad
colmaba mi paciencia y no estaba dispuesto a esperar otros meses más sin
competir o, en su defecto, practicar, como eventualmente lo hice en el pasado
torneo mensual del sábado 4 de junio, efectuado en la Biblioteca Rubén Martínez
Villena. Había decidido ponerle fin a la inercia, por eso me compré un boleto
aéreo y me planifiqué una estadía habanera por diez días. En ella aproveché
para jugar todo el scrabble habido y por haber.
Estadía habanera
Rolando Guadalupe (izq) e Iván Ottenwalder. |
Con casi
un mes de antelación adquirí mi boleto de vuelo. Programé mi estancia del 2 al 12
de junio. El avión, previsto para despegar el jueves 2, no pudo operar ese día
y la agencia Cubana de Aviación me telefoneó para notificarme de la situación e
informarme que mi vuelo saldría el viernes 3 a las 4:20 de la tarde. Ya había
perdido un día, pero no me preocupé por ello y acepté esperar. El que sabe
esperar lo mucho, sabe esperar lo poco, dice un adagio.
El 3 de
junio, en efecto, a las 4:20 p.m., despegó la nave del Aeropuerto Internacional
Las Américas José Francisco Peña Gómez con destino a La Habana, haciendo primero
escala en Santiago de Cuba. Vine arribando al Aeropuerto José Martí pasadas las
ocho de la noche.
El
chequeo de migración fue rápido, no así la espera de los equipajes, la cual se
dilató como media hora. A corta distancia logré divisar a Enma Morris, jugadora
de notable trayectoria en el scrabble cubano. Me reconoció de inmediato, nos
saludamos y platicamos. Ella venía de México, país donde reside, a ver a sus
hijos en la capital cubana. Me contó que últimamente se había alejado un poco
del scrabble.
Sobre las
nueve de la noche recogí mi maleta y me dirigí hacia la puerta de salida. Allí
me esperaba una pareja de esposos, los dueños de la casa donde me hospedaría
durante mi corta permanencia. De inmediato, nos dirigimos al auto, monté mi
petaca en la maletera y abordamos rumbo a mi destino: El Vedado.
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