Por Iván
Ottenwalder
Si existe un conglomerado humano aficionado al
béisbol y que sabe mucho sobre este deporte, es el dominicano. En la República Dominicana
el juego de pelota, como también se le conoce a esta disciplina, es sinónimo de
religión. Es cultura, idiosincrasia.
En la mayor parte de la población el tiempo de
ocio gira en torno al béisbol. Se puede decir que vivimos en un medio social
beisbolcéntrico. Si vamos a una fiesta encontramos puesto en el televisor un
partido de béisbol. Lo mismo ocurre en la casa del amigo, de un familiar, en un
colmado, en un bar o cualquier centro de diversión.
Ya para febrero y marzo casi todos añoran que
llegue abril, el inicio de la temporada de Grandes Ligas. Para septiembre, los
fans piden a gritos octubre, que es el mes de arranque de la temporada
otoño-invernal de béisbol dominicano. Tanto uno como otro evento se sigue con
una pasión desbordante.
Cada quien tiene su equipo, allá como acá. Los
que nunca han viajado a los Estados Unidos de Norteamérica tienen como sueño,
presenciar un juego en uno de los estadios de las Mayores, en el que sea. Ese
es un anhelo al que muchos aspiran; para conseguirlo, deben viajar.
Desde finales de 1983 he seguido las incidencias
del béisbol dominicano y desde 1986 hasta la actualidad, el de Grandes Ligas. En
lo que a mí concierne, considero que toda esa experiencia como seguidor del
béisbol tuvo un balance positivo. Gracias a este adquirí conocimientos,
vivencias, amigos, laboré en una revista deportiva (desde 2006 fuera de
circulación), me metí en debates en los que gané y perdí, obtuve alegrías y
lágrimas. Para ser honesto, no me arrepiento de lo aquello vivido. Lo viví y es
lo que importa.
Cuando retrocedo en la máquina del tiempo y me
traslado a la década de los 80 (siglo XX) recuerdo aquellos niños y jóvenes que
solían renegar del béisbol dominicano en favor del de las Grandes Ligas. Ellos
no eran unos verdaderos renegados. Fueron unos liceístas, aguiluchos o escogidistas que, cuando a sus equipos les
iba muy mal, daban como respuesta, a todo aquel que les mortificara con alguna
cuerda, “yo no veo pelota dominicana, solo veo la de Grandes Ligas”. No fueron
una ni dos veces que escuché de labios de amigos míos un “Iván, tú sabes que yo
no veo la pelota de aquí. La pelota de aquí es una porquería. Yo miro la buena,
la de allá afuera, la de Grandes Ligas”. Si por el contrario, a sus equipos les
iba de viento en popa, se convertían en los fans más furibundos del béisbol
dominicano. De repente surgía el amor a la escuadra.
¿Y qué explicación puede tener este tipo de
actitud que aún perdura?
La más simple de todas: al fanático dominicano
no le gusta perder. Es como si dijera, por ejemplo “si, soy liceísta hasta la
tasa, pero si me equipo va mal, para que no se burlen de mí, diré que no veo la
pelota de acá”. Un tanto igual actúa el hincha escogidista, aguilucho y, en
menor proporción, el de los Toros, las Estrellas y los Gigantes. Este tipo de
actitud también la reflejan en cuanto al béisbol de las Grandes Ligas y el
baloncesto de la NBA. Los
aficionados quisqueyanos se alinean en torno al o los conjuntos que, en un
momento dado, van ganando. En los años 80 era muy común verlos apoyar a los
Dodgers de Los Ángeles y Azulejos de Toronto, pero aquella vez no porque fueran
escuadras ganadoras, sino por la cantidad de peloteros dominicanos que
militaban allí. A medida que la presencia de jugadores dominicanos se fue haciendo
más notoria y común en casi todos los conjuntos, post 1990 hasta el presente,
la preferencia de la afición nuestra también cambió. Atlanta ganó muchos
adeptos desde 1991, los Medias Rojas de Boston y Yanquis de Nueva York un tanto
igual al final de ese decenio. Hasta la fecha, estas dos últimas son las
novenas beisboleras con más público en el territorio dominicano.
En la
NBA la realidad no ha sido distinta. Cuando los Ángeles
Lakers y Boston Celtics señoreaban en los 80, los dominicanos se volcaron hacia
ellos. Con los emergentes chicos malos
de Detroit Pistons (1989-1990) la afición de dividió y, entre 1991-1998, la era
en que los Chicago Bulls y Michael Jordan ganaron seis títulos, se produjo un
fenómeno interesante: la fanaticada estaba prácticamente 50/50 por ciento entre
los pros y anti Jordan. ¡Vaya, ese es el precio de la fama por ser el mejor!
Para el período 2000-2010, como los Lakers
fueron los más ganadores, para allá cogió el fanático dominicano promedio;
aunque debemos reconocer, que también ganaron simpatías los Celtics, Heats y Spurs.
En 2013 y 2014 Heats y Spurs concitaron los mayores vítores, producto de las
finales que ambos conjuntos disputaron en esos años.
Dime quién es el que más gana y te diré de
quién soy.
El fanático que más abunda en el país es el pirata.
ResponderEliminar