sábado, 5 de julio de 2014

Prefiero a mi enemigo ideológico que a mis amigos entre comillas

Sin proponérselo me ha dado a conocer en el mundo del scrabble. Por eso, se ha ganado mi respeto.

Por Iván Ottenwalder



Quiero empezar la ocasión haciéndome varias preguntas: ¿Qué es mejor, una pandilla de amigos oportunistas o un enemigo ideológico que me acosa como fiero detractor? ¿Quién me suma, quién me resta? ¿Quién me está dando más importancia? ¿Quién, sin proponérselo, me da a conocer en un entorno que en gran medida es compatible conmigo? ¿Quién, si no es que ya lo ha hecho, me está sacando del anonimato?



La respuesta a todas esas inquietudes: el enemigo e implacable detractor.



¿Y esta locura? ¿De dónde ha salido este tipo? Esas son las preguntas que seguramente saldrán del pensamiento de quienes me están leyendo en este instante.



Para que conozcan mejor sobre mi filosofía de vida es preciso dejar claro que, más que amigos tengo conocidos, o personas con uno o varios puntos de vista en común. Lo que entendemos como amistad, no es más que una forma de interacción o convivencia, si se quiere, entre personas, movidas por un fin o fines específicos. Amistad es la nomenclatura que le hemos dado a esas interacciones humanas. A juicio de muchos escépticos la amistad ha sido una temática de constante debate y no son pocos quienes la entrecomillan.


Sobre mi caso particular puedo confesar haber vivido momentos agradables y desagradables en cuanto a interacciones sociales. En varios instantes me he creído poseedor de un bastión de amigos, de gente que me quería mucho, cuando, en verdad, todo aquello era pura interacción circunstancial, como de circunstancias está lleno este mundo. Muchos fueron amigos entre comillas, así: “amigos”. A esos entrecomillados les endoso el mote de oportunistas, pero no voy a perder horas innecesarias de tecleo relatando sus falsedades y cinismos, mejor prefiero loar al mejor de mis enemigos históricos.

No quiero decir con esto que dicho enemigo ideológico, como señalé al inicio, sea en el trasfondo un gran amigo. No lo es. Al fin y al cabo, es mi terrible detractor, un trapiche contra todo cuanto comento.

¿Y quién es ese enemigo ideológico al que tanto protege Iván?

Invito a la escasa concurrencia de mis lectores a que me hagan esa pregunta. Como respuesta les dejo el suspenso. Me reservaré su nombre, pero si diré lo necesario sobre el personaje en cuestión.


La historia empezó a inicios del 2008, consecuencia de un tema que elaboré, y que fue producto de un eterno debate: No abolir la Q. En aquel tema justificaba el mantenimiento intacto de la Q tal cual, sin ningún tipo de modificación en el juego de scrabble, contrario a lo que opinaban otros, de que esta letra representaba un problema para los atriles de los jugadores, ya que, para formar palabras con ella, era necesario contar con la U y una vocal como la E o la I. Los que disentían alegaban que la lógica sería unificar la Q con la U, creando así un dígrafo QU, para acabar, de una vez por todas, con el eterno trauma que nos produce esta letra que, además de cambiarla constantemente, cuando no la podemos jugar, en innumerables ocasiones se nos queda al final de la partida, restándonos 5 puntos. Añadían, que con el dígrafo QU, que solo existe en la versión catalana de scrabble, aquel tormentoso nivel de dificultad desaparecería, pues, con una E o I, fáciles de ubicar en el tablero o de conseguir en la bolsa de fichas, lo podríamos colocar con más facilidad

Aquel tema fue publicado en el portal www.scrabble-santandreu.com, cuyo editor es el español y apreciable amigo Santiago Rosales. De inmediato, y como era de esperarse, aparecieron los detractores. Octavian Mocanu, (rumano y experto en scrabble español y catalán) fue uno de ellos. El innombrable, que luego se convertiría en mi enemigo ideológico, fue el más implacable.



Pese a que fui víctima de un cerco de ataques, también recibí elogios por parte de gente que respaldó mi tesis. Mi emergente enemigo, con argumentos bien articulados aunque desenfrenado en la forma, se dio a la tarea de rebatir mi postura. Era natural que, basándome en que no existen postulados absolutos, me defendería. Ese fue nuestro primer debate, pero no sería el último.



Aquello no solo parecía un debate, sino una carnicería textual. Recibí del enemigo respuestas como “tonto”, “tu coeficiente intelectual no llega ni a 85”, “te odio” y “basura”. Al final, terminé pagándole con la misma moneda y, días más tarde, el editor de la página borró todos los comentarios ofensivos entre nosotros.



En 2010 volví a publicar otro tema en Santandreu: Cerrado o abierto ¿Cómo es mejor jugar? Lo que menos imaginaba ocurrió: quien me tenía como su jurado enemigo regresó de ultratumba para opinar. Respondió, ante todos los foristas, que hasta que no se tuvieran estrategias de quackle las opiniones como las del autor del tema no tendrían fundamentos. Cualquier cosa que dijera era bombardeada sin piedad.



Terminamos siendo los enemigos más extraños. Conversábamos, jugábamos scrabble online en ReDeLetras y debatíamos. Cuando disentía me denostaba de la manera más humillante y delante de todos los foristas escrableros de Facebook. Ni siquiera los elogios que le dispensaba los aceptaba. Expresiones como “subnormal”, “basura”, “demente”, “eres un comemierda”, las he recibido en los últimos años por parte de este genio nacido en una de las ciudades más importantes de España.

Paradojas de la vida, ha sido este opositor quien una vez me enseñó estrategias para jugar mejor al scrabble, quien me ha explicado como son los costos para competir en un mundial, cuánto cuesta el hotel, el taxi, en fin, cuánto es el promedio que yo debería gastar si un día me decidía a volar hacia el torneo mundialista. Es el enemigo quien, desde el otoño del 2013, me ha desafiado a resolver un complicado reto de palabras cruzadas partiendo de un escenario en que jugador A, de toda forma legal posible, debe vencer al jugador B, sin que haya la más mínima posibilidad de que B pueda triunfar. Ese reto lleva cuatro años y un mes. NADIE lo ha resuelto. He logrado avances, me lo ha manifestado, pero cuando creo tener la solución, me ha dicho, como siempre: “esa no es la respuesta correcta”.

Es un enemigo excepcional. Me ha recomendado buenas películas para verlas en el  Youtube, pues de cine tiene buen gusto. Hemos conversado sobre filosofía, ciencia, religión y ateísmo (es ateo furibundo y me llama “subnormal” cuando afirmo ser un creyente moderado). No tienes excusas, creyente = subnormal, me ridiculiza cuando le toco el asunto.

Es un ducho intelectual, experto en cálculos matemáticos y probabilidades estadísticas, capaz de determinar la frecuencia en que un número determinado de letras del scrabble o palabra específica pueda salir en el atril de un jugador.

Esos no son mis amigos

A pura simpleza mucha gente dirá que tener amigos es una mejor opción que tener enemigos. En la mayoría de los casos es así, pero hay situaciones suis generis, dignas de estudio, que rompen con esa lógica.

En la República Dominicana, donde vivo, nos venden como axioma que poseer muchos panas es lo mejor del mundo, por el coro, la gozadera, la bebedera de alcohol, la búsqueda de mujeres, ver el juego de pelota con los tígueres en la pantalla del colmadón, etc. Esos son panas que van y vienen. Cuando alguien cae en desgracia financiera o lo corren del trabajo o padece problemas de salud, la mayoría toma las de Villadiego y no te conozco.

Prefiero mil veces a mi enemigo, pues, aunque me odia, siempre me toma en cuenta cuando opino. Prefiero mil veces a mi enemigo que, sin proponérselo, me ha dado a conocer en el mundo del scrabble, convirtiéndose de paso en mi mejor relacionista público. Prefiero mil veces a mi enemigo que, sin darse cuenta y gracias a nuestros épicos debates, termina dándome ideas creativas. Por eso le admiro y se ha ganado mi respeto.

Antes que cegarme y odiarlo con desenfreno prefiero apelar a cuatro elementos: convicción, justicia, razonamiento y prudencia (C-J-R-P).

1 comentario:

  1. Hay gente que no logra salir de traumas, resentimientos y rencores de su niñez y adolescencia. Tratan de escapar dedicándose a otra cosa, e incluso llegan a convertirse en genios y expertos en ello, pero no logran abandonar los fantasmas de su pasado. Eso es lo que le pasa a tu adversario.

    Es algo común en la mayoría de los europeos, más ahora con la crisis, necesitan alguien a quien denigrar. Les encanta usar la excusa de que "las formas no importan", sobre todo los ateos. Cuando se ven frente a un creyente, súbitamente deja de importar el debate "lógico" y "razonado" que tanto propugnan, y se despotrican en insultos y burlas. Todo vale.

    La única solución es dejar que el señor tiempo haga su trabajo y ponga a cada uno en su sitio. Un saludo.

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