Los planes han cambiado y
tendré que desistir del mundial de scrabble.
Por Iván Ottenwalder
La alegría fue inmensa en el
año 2013. La ilusión y seguridad de que viajaría a La Habana en 2014, primero
para jugar en el Internacional Cuba Scrabble y luego, mi cambio de parecer,
motivado por el expresidente de la Federación Internacional
de Scrabble en Español (FISE), Santiago Rosales, para que mejor pensara en el
Mundial, también a disputarse en La
Habana, me provocaba una euforia interna y externa jamás
experimentada en mi vida. Se trataba, nada más y menos, de la segura posibilidad
de competir en el evento más importante de mi pasatiempo favorito, al cual
defiendo con uñas y dientes.
Llegó el mes de diciembre. La
visita al otorrino. Todo para un chequeo general. El galeno me indicó aquella
tarde varios análisis, entre ellos la prueba alérgica de la
IGE. Me las hice todas. Mis eosinófilos
arrojaron niveles altísimos; la
IGE, peor aún: espantosa. Cuando volví al doctor días
después, a llevarle los resultados, los miró. Solo atinó a preguntarme: “¿Iván, no has pensado alguna vez visitar a un
alergista?”. Fui honesto al responderle. Le dije que lo había contemplado
varias veces pero que no me decidía ya que estos especialistas no aceptaban
seguros médicos y los tratamientos eran costosísimos. Me dijo que me diera una
oportunidad, pues valía la pena hacer un esfuerzo. “Tú eres joven, Iván, no me
gustaría verte así”, me instó.
Después
de meditarlo en casa, lo acepte. Era preciso tratarme. Fui al alergólogo y me
hicieron las pruebas. Resultados: alergia a humedad, polvo, ácaros,
filtraciones, pelos de gatos, perros y a las aves. En el instante me puso un tratamiento en
base a un antialérgico de amplio espectro y un desparasitante. He tenido
mejorías, pero no al cien por ciento. Debo mudarme cuanto antes a otra casa. Ya
consulté con mi padre y es lo que me conviene. Viviré en su apartamento.
Si
el problema alérgico no cede entonces tendría que recurrir a la inmunoterapia,
un tratamiento de vacunas (a base de anticuerpos) elaboradas especialmente para
mitigar mis síntomas. La medicación, según me comentó el doctor, tendría una
duración de cuatro años.
Con
el inicio de esta, mi participación en Cuba quedaría totalmente descartada. Solo me quedaría
pensar en el 2015, y no para un mundial, sino para un torneo regional o
internacional. La Habana,
por mis posibilidades de pago, es lo que más me convendría.
Estoy frustrado y no lo niego.
Frustrado por muchas razones y sé que la angustia me arropará. No llegaré a conocer
a mi gran amigo del scrabble cubano, Rolando Guadalupe. No conoceré en persona
a Santiago Rosales, expresidente de la
FISE, que tanto me aprecia. Frustrado por no poder darle un
efusivo abrazo a Horacio Moavro, Darío Moscoso, Benjamín Olaizola, al profesor Alejandro
Terrenzani, a Dirsia Mejías y a Juan Carlos Ayala (mi favorito del mundial
pasado).
Frustrado por no llegar a
vivir la experiencia de jugar partidas con reloj, de sentir la adrenalina, de
conocer a mi rival y de inspirarme en el juego.
Me siento frustrado,
impotente, por no llegar a sentar el precedente que quería, que hubiese servido
para marcar un antes y después y, en lo posible, cambiar el curso de la
historia a favor del scrabble en la República Dominicana.
Soy un revolucionario frustrado
y tendré que resignarme un año más. Este 2014 será largo, apenas orita empezó. El
día que vaya a un mundial de scrabble tendrá que esperar. El fantasma de no poder jugar
en un torneo aún me perseguirá. Mi cerebro estará pensando constantemente en palabras
cruzadas: mañana, tarde y noche.
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