domingo, 22 de marzo de 2020

Batalla en scrabble: en enero gané yo; en marzo fue Guillermo



El 17 de enero tuvo como escenario la ya acostumbrada área de comida de La Sirena de la Churchill. 




Luego de una pausa de un mes, la de febrero, volvimos al campo de batalla el jueves 19 de marzo, siendo el punto de encuentro el apartamento donde resido con mi padre desde hace seis años.

Por Iván Ottenwalder

La guerra de palabras entre Guillermo Bodden y quien relata esta crónica, no se detiene. La batalla por el dominio en scrabble, o juego de palabras cruzadas para otros, arrancó a todo vapor desde enero de 2020, con un descanso en febrero, para luego arreciar en marzo. En el primer mes del año nos vimos las caras en tres desafíos, de los cuales dos fueron míos y uno suyo, llevándome la mejor parte (2-1), sin embargo, en marzo la historia se escribió a su favor, con dos victorias y tan solo un revés. Así de equilibrada van las cosas entre mi apreciado rival y yo.

El 17 de enero tuvo como escenario la ya acostumbrada área de comida de La Sirena de la Churchill. Luego de pedir unos batidos en uno de los restaurantes dimos inicio a la primera de las tres partidas que disputaríamos durante aquella jornada vespertina.

En el primer match Guillermo se impuso ampliamente con pizarra de 603-416. Sus cuatro bonificaciones (LAVAMOS de 82, FUMARÍAN de 76, ASAETEAD de 80 y DESOLLARE de 101) junto a unos cortos asesinos de mucho valor como XI (36), JULO (58) y CLAVAMOS (45) fueron las causantes de su victoria. De mi parte pude meter tres scrabbles: AFOCARAN (102), SERENÉIS (62) y DESNUDO (67). Así también dos cortas de buenos puntajes como ACHINÁIS (32) y ARROPAD (57).

En el segundo choque el derrotado fue él, y por amplia zurra de 606-395. CORTADA (88), SAQUÉIS (91), AGITANO (71) y ARRUANDO (118) fueron mis cuatro bingos, mientras que, JUNTO (40), CONJUNTO (51), XI (38) y PODÉ (30) mis pequeñas gigantes. Por el vencido hubo tres bonus: CLORARES (80), DESEABA (78) y ESPURIOS (62). También algunos vocablos cortos valiosos como ZEN (32), AHELEO (35), ÑA (34) y HALLO (30).

Ya finalizando la jornada pude obtener otra victoria más. Esta con score de 537-439. Pero al inicio no fue nada fácil. Bodden y yo nos alternamos el marcador cuando aún la partida estaba joven. Podía verme en la delantera, 152-148, pero de repente él viraba la anotación, 220-152. Y la mantuvo de forma efímera 246-172, hasta que, con dos bonus consecutivos, TURNADO (79) y BAQUETAS (78), me fui delante 329-256 y jamás perdí el timón.

Lo mejor de mi repertorio fueron tres scrabbles (ENTENADA de 86, TURNADO de 79 y BAQUETAS de 78) más BECERRO (50), ÑATO (79) y MELLA (30) que constituyeron mis cortas de más altos quilates. De parte de mi aguerrido oponente destacaron tres bonus (INICIAS de 70, ALINDÁIS de 68 y AMODORRAS de 72) y, como cortas letales, TEZ (45) y OJOS (33).

El reloj marcaba las ocho y treinta de la noche y, ya cansados, decidimos partir hasta una próxima jornada, la cual se efectuaría en mi casa el jueves 19 de marzo.

Estadísticas

Ganadas:
Iván 2; Guillermo 1
Promedio de puntos por partida:
Iván 519.33; Guillermo 479
Promedio de scrabbles por partida:
Iván 3.33; Guillermo 3.33

Las batallas del 19 de marzo

Luego de una pausa de un mes, la de febrero, volvimos al campo de batalla el jueves 19 de marzo, siendo el punto de encuentro el apartamento donde resido con mi padre desde hace seis años. Tuvo que ser mi morada la sede en esta ocasión debido al estado de emergencia en que se encuentra la República Dominicana ante la amenaza de la pandemia llamada CORONAVIRUS y que tiene aterrado a todo el planeta.

El gobierno dominicano, junto al sector privado, ha tomado medidas, precisas y severas, ante el peligro que representa esta horrible enfermedad, capaz de llevar a la tumba a cualquiera. Hasta el momento se han tomado medidas de prevención en todas las naciones, exhortándoles a los ciudadanos a permanecer lo más posible dentro de casa.

Pero, si en tiempos del cólera pudo haber amor, como bien lo relata una famosa novela de Gabriel García Márquez titulada El amor en los tiempos del cólera ¿por qué entonces no podía haber scrabble en tiempos del Coronavirus? Claro que se podía y así se logró aquella tarde del día 19.

Primer match

La primera partida se vio cargada de emociones hasta cuando íbamos por la mitad. Bodden podía verse comandando 67-15 y de repente abajo 76-92; luego, retomaba el timón, 142-101, para ver poco después como me iba adelante 189-188. Pero esas alternancias llegarían a su fin ya que, gracias a PREDICES (95) y DESBARRAR (88), se afianzó en el score para jamás perderlo. Las acciones se ponían 425-290 y la tendencia ganadora de mi rival ya no variaría. Finalmente se llevó el triunfo 490-357. Lo mejor de su repertorio fueron tres bonificaciones: ASEARAS (66), PREDICES (95) y DESBARRAR (88). Así también cortas muy letales como JUREN (40), YAPES (30) y ROZAN (34). De mi parte solo hubo dos bingos: OVALADO (77) y ACARICIE (72). Mis pequeñas de más valor fueron HUF, inexistente pero, al no ser objetada, me valió 33 tantos; XI (36) y ERRASE (34).


Segunda partida

Si la primera fue suya la segunda terminó siendo mía. Me impuse en esta con pizarra de 608-372. PEDIMOS (74), CURTIDO (81), ASAETEN (83), SANGRAD (83) y JODIDOS (116) fueron mis cinco bingos, mientras que, ZEN (32) y FOSO (30) mis vocablos cortos mejor puntuados. Por el derrotado solo dos bonus: RECELABA (76) y CUENTERO (70). Sus cortas más valiosas fueron ERRO (33), JOPA (39), AVES (35) y CHESA (39).

Tercera y última

La última de la jornada estuvo cargada de muchas emociones y nervios. Guillermo, había arrancado a todo vapor, 70-07, gracias a un LINEADO de 70 tantos. Una jugada que protesté, pero que por ser válida no pudo ser DESHECHA (96), lo acomodó 166-29, a pesar de mi MODERASE (76) que me acercó, 105-166. Dos turnos después vendría INTEGRAR (82) y él seguía arriba 268-201. Estando el score a su favor, 307-221, sorprendí con GUINDÁIS (72) y achiqué distancia 293-307. Su respuesta fue que aún CONTROLA (63) la situación y se alejó 370-293, pero no contaba con DESCOLAS (80) que, sorpresivamente, me ubicaba al frente por primera vez, 373-370. AX (42) y FIAR (34) se convirtieron en dos piedras en mi camino. Él volvería a mandar, 446-390. Un POP, de 13 tantos, me ponía cerca y en pelea, 403-446. Nada lo veía del todo perdido. Ya en la recta final sus siete letras encuentran una zona para cuádruple, abierta de para en par, y SABOTEAN (90) mis esperanzas de remontar y ganar. El valeroso oponente se aleja 536-403. Ya con la bolsa vacía las siete de mi atril también vislumbran un bonus, pero de todas formas me quedaría alicorto. Con REDOBLAN (74) alcanzó los 477 puntos que, sumados a 10 de su descuento, culmino con 487. Pero ya la definición estaba lista y servida, Bodden se llevaría los laureles con un resonante triunfo de 526-487. ¡Felicidades a mi adversario!

No sabremos cuando será nuestro próximo encuentro. Supongo, y ha de ser por sentido común, que será cuando el COVID-19 o Coronavirus ya no represente una amenaza para la salud ciudadana.

Estadísticas

Ganadas:
Iván 1; Guillermo 2
Promedio de puntos por partida:
Iván 484 ; Guillermo 462.66
Promedio de scrabbles por partida:
Iván 3.66 ; Guillermo 3.33

CURIOSIDADES
Aunque mi oponente me venció en dos de tres partidas, fui capaz de promediar más puntos y scrabbles en la miniserie del 19 de marzo.

martes, 10 de marzo de 2020

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 38)

El cirujano maxilo me observó la zona de la cual he venido quejándome. La examinó y me explicó que mi caso podría obedecer a dos situaciones. Una de ellas, a la posibilidad de algún quiste y la otra a una enfermedad llamada neuralgia del trigémino. 

Por Iván Ottenwalder

En los primeros días de enero de 2020 volví a sentir las mismas molestias de los últimos cuatro años: pinchazo molestoso, escozor, sensación de que algo se hincha y me quiere reventar más los moqueos salivosos asquerosos a cada instante. El problema es que cada vez que me limpio al poco rato me vuelvo a llenar de secreción salivosa. En ocasiones esto me crea problemas hasta para hablar bien. Mi voz suele sonar congestionada y fañosa por culpa de la flema y esto en nada me hace feliz, todo lo contrario, me encabrona la paciencia.

Algunos días moqueo menos, pero el pinchazo, escozor y la sensación de que algo quiere brotar, me siguen golpeando como si nada. A estos podría llamarles los días de los males menores, no un aliciente para el conformismo.

A mediados de enero me había arreglado con Yajaira, la exnovia de 2019. Hemos tenido como siempre, momentos de calma y armonía, mientras que otros han sido turbulentos. Claro, me he propuesto ser un hombre diferente a todo lo malo que ella vivió en su pasado. Nada de ser un novio desgraciado, agresor y pega cuernos. Quiero ser, y al menos lo voy intentando, alguien que nunca le levante la mano, y si llegase a levantarle la voz que no sea para insultarla con palabras descompuestas. Esa chica ha tenido una historia de infierno y sé por qué actúo a mi manera.

Muchos dirán que soy un hombre mierda, chopo o palomo que se deja gobernar por la mujer. En verdad, prefiero ser todo eso y no verme envuelto en problemas de violencia de género, teniendo que dar luego la cara ante los tribunales. Me podrán decir que en el mañana ella pudiera pegarme los cuernos y yo quedar avergonzado como un idiota y comemierda. Muy bien, tendría para informarles que ya eso me lo hizo Mechy en 2001, yéndose con otro tipo y dejándome plantado toda una madrugada en Francisfol, un famoso café bar, no sé si todavía existe, situado en Santiago de los Caballeros. Aquella madrugada, un hombre de su pasado la había follado en un campo de la provincia. También viví el desamor en 2005, con Claudia, una chica que laboraba en un salón de belleza. Esta no se cansó de jugar con mis sentimientos, me botaba por unos días y me recogía en otros, hasta que, finalmente, terminamos en el verano de 2006. Rosina, una novia que tuve en diciembre de 2015 y principios de 2016, inexplicablemente dejó de hablarme, motivo por el cual le fui infiel con Maribel (finales de 2016), la hedionda aquella que me pegó la traumática infección bucal que me hizo perder las amígdalas palatinas, dos piezas dentales en el lado superior derecho de mi boca y que me dejó como secuelas el pinchazo molestoso, el escozor y la zona del paladar superior derecho algo deforme e hinchada. Hasta la maldita fecha de hoy la ciencia médica dominicana ni sus aparatos del culo han podido detectar el problema, quedando cada día enganchado con el problema.

Faltando poco para el Día de San Valentín Yajaira me pidió como regalo que le pagara un estudio dental que incluía unos brackets dentales. Había una clínica dental con una oferta de 3,500 pesos. Le dije que le haría su regalo. Pauté su cita para un sábado por la mañana. Ese día ella y nos fuimos a la clínica Dental Chic en taxi. Ese día ella anduvo de mal humor y encarada conmigo, todo por un malentendido que no vale la pena contar por insignificante.

Una vez en el consultorio, una especialista la evaluó y le indicó una panorámica. Se la tomaron en otro estudio. Fue allí, sobre un mostrador, donde vi una pila de tarjetas con el nombre de un cirujano maxilofacial y tomé una. Yaya tuvo que regresar de nuevo a la clínica dental para mostrar su panorámica a la doctora. Al salir, según me dijo, le habían encontrado algunas caries y debían realizarle, además, dos pequeñas cirugías debido a una vieja lesión en sus encías. Después de todo ese proceso, entonces, les colocarían los brackets dentales.

En casa

Cuando llegué a mi casa en horas de la tarde me comuniqué vía whatsapp con el cirujano maxilo, explicándole con la mayor especificad posible los síntomas que me agobiaban en el paladar superior derecho. Le pregunté si recibía seguros médicos y me dijo que no pero que me podía referir a un colega que sí laboraba con los carnets de seguro. Así lo hizo. El galeno grabó toda la conversación que sostuvimos por whatsapp y se las remitió al otro especialista con quien terminé platicando. Este último me dijo que lo podría visitar en la clínica Dominicana Dental, situada en Naco en horario de la tarde. Me había asegurado mandarme a realizar alguna tomografía tridimensional en la zona de la molestia. El miércoles 26 de febrero pacté la cita. No me fue difícil llegar, lo hice rápido, abordando uno o dos carros públicos sin necesidad de gastar mi dinero en taxis.

En la consulta

El cirujano maxilo me observó la zona de la cual he venido quejándome. La examinó y me explicó que mi caso podría obedecer a dos situaciones. Una de ellas, a la posibilidad de algún quiste y la otra a una enfermedad llamada neuralgia del trigémino. “Te indicaré una tomografía tridimensional para determinar si es un problema quístico, pero en caso de que no lo sea lo más probable es que lo tuyo se trate de una neuralgia del trigémino”, consideró. De inmediato empezó a explicarme brevemente de qué se trataba esta afección. Me habló del nervio trigémino, de las arterias, de posibles lesiones y de los síntomas que ocasiona, muy parecidos a los que yo le había descrito. Quedamos en que me haría el estudio, el cual me costó tres mil pesos ya que el seguro no me lo cubría. Lo único que me cubrió fue la consulta, por la que tuve que pagar solo 500 pesos de diferencia. La próxima cita quedó pautada para el 4 de marzo a las cinco de la tarde.

Aquel 4 de marzo fue un día de esos para jamás olvidar. Tuve cita en el consulado americano y mi visa fue aprobada por 10 años. Así como lo están leyendo, 10 años de visa después de haber durado 12 años sin haberla renovado. Aquella mañana me sentía de campeonato, como si hubiese obtenido un título mundial. Había iniciado el día con muy buena suerte. Ya solo quedaba esperar hasta las cinco de la tarde para acudir a la cita con el médico.

Arribé a la sala de espera casi rayando las cinco de la tarde. Había pacientes que estaban siendo atendidos y estuve que esperar mi turno. Cuando finalmente llegó entré al consultorio y el galeno me explicó que en la tomografía no había encontrado quiste alguno y que lo más probable que mi caso se tratase de una neuralgia del trigémino. El especialista también me comentó que en el lado derecho, el de la molestia, cercano a las encías, había encontrado secreción, y por eso me había preguntado si padecía sinusitis a lo que le contesté que sí. Me indicó una receta con los siguientes medicamentos:

  • Núcleo C.M.P Forte, para los pinchazos molestosos y ardores
  • Stérimar, un spray nasal para usar tres veces al día
  • Resorborina, spray bucal para colocármelo en la zona donde sienta la molestia
  • Flemaxin, una solución para diluir en agua y tomarla una vez al día

El galeno me había explicado que ese sería el primer tratamiento, suave por cierto, pero que luego se podría aumentar la dosis. Sin embargo, no me dijo cuándo debía volver a consulta. Voy a suponer, apelando al sentido común, que la próxima cita será una vez concluya con todas las primeras medicaciones.

Efectos

Gracias al Núcleo C.M.P Forte he dejado de sentir los pinchazos molestosos en el paladar superior derecho, pero prefiero no gritar victoria aún, pues apenas han sido muy pocos días para considerar una remisión total. Lo mejor sería esperar tres o cuatro meses para emitir un mejor juicio. La secreción apenas se ha corregido, pero no en lo absoluto. El Stérimar, un buen producto, me ha calmado los moqueos mejor que el costoso Avamys, pero, vuelvo y reitero, han pasado muy pocos días para juzgar con criterio. Mejor que transcurran varios meses, tres o cuatro para opinar de nuevo.

La semana del 2 al 8 de marzo, en apariencia, ha lucido calmosa, pero también turbulenta. He tenido muchas discusiones con Yaya, y esto desde mucho antes. En pocos días le he propuesto terminar como en tres ocasiones; ella, en cambio, a querido apelar al diálogo. Las discusiones, vía whatsapp, han sido muy airadas, aunque al final terminamos arreglándonos. Vivimos entre la guerra y la paz. En casi seis meses de amoríos todavía no hemos tenido sexo y es precisamente eso lo que he venido reclamándole desde enero a la fecha. Le he recordado que la paciencia tiene un límite, lo caballero que he sido con ella, todo lo que he hecho por ayudarla dentro de mis limitaciones económicas. No la he follado aún; ella todavía no me da su trasero. En el caso más noble ni siquiera he recibido una masturbación o chupada. Le he sido sincero y dejado saber que si yo hubiese querido hace ratos hubiese visitado una casa de cita y follado a una puta por paga. También le he contado que no me he fijado en otra ni le he pegado los cuernos porque todavía creo en ella. “No lo he hecho porque algo en mi interior me dice que me detenga, que pronto ocurrirá”, le confieso. Ella, como siempre prometiéndome que haremos el amor, que no me desespere, que entiende mi situación pero que recuerde que tuvo el accidente del año pasado que le afectó la pelvis y que ésta no ha cerrado del todo aún, que no olvide que también, como secuela, a veces cojea. En otro momento me habla de su menstruación y ya he perdido la cuenta de las excusas.

Dentro de un mes tendré que visitar algún odontólogo/a ya que tengo un pequeño agujero entre dos dientes. ¿Dónde? En la parte superior derecha. He visto varias veces como por ese agujerito sale mucha saliva. No sé si se trate de alguna filtración o una doble caries y por eso tendré que prestarle atención al asunto.

Por el momento eso es todo. Ya veremos que ocurre en el transcurso de los próximos días, semanas y meses.

Continuará...

sábado, 29 de febrero de 2020

Los años maravillosos del Dimargo Country Club, una época para nunca olvidar

Gracias a mi familia llegaron a disfrutar del club Zahíra, Indira y Luisito, hijos de la famosa artista Vickiana; las bellas y atractivas chicas Aury y Kathy Paz, así como Wasang y Pepo, todos nietos de nuestra vecina doña Viola; Carlitos, Charmery y Andrés Luna, hijos de don Carlos Luna y doña María; Miguel Abraham (El Gordo), Giovanny, Lalo, Nano y Milton; Napoleón Núñez, su esposa Rosa y sus hijos Patricia, Albania y Polonchy. Seguramente se me están escapando algunos de la lista, por eso diré “y otros más”.



Por Iván Ottenwalder



Corría el verano de 1985, época de vacaciones escolares, cuando una tarde mi padre llegó a casa trayéndonos una sorpresa para todos nosotros. Entiéndase como todos nosotros al círculo familiar compuesto por mi madre, Carlos, yo y, obviamente, el que traía la sorpresa, mi padre.


Facundo Ottenwalder, sonriente pero siempre con su característica calma, nos mostraba cuatro carnets que nos acreditaba como socios del Dimargo Country Club, un club de reciente creación fundado por el empresario turístico Diógenes Marino Gómez.



Tanto Carlos como mi madre y yo no pudimos esconder nuestras alegrías, era inmensa. Mi padre también nos mostró varios brochures repletos de imágenes y textos alusivos al nuevo club capitalino. Todo se veía impecable y fantástico, como dirían los mexicanos, bien padrísimo.

Diógenes Marino Gómez (foto de 2004)


Por obra y gracia de la buena economía de mi progenitor mi hermano, mi madre y yo, que nunca habíamos sido socios de club alguno en esto que llamamos vida, pasábamos a serlo del Dimargo. Si señores, nos igualábamos en ese preciso instante a varios amigos y familiares que tenían membresía en otros clubes. Ya no necesitaríamos de la generosidad de Frank y Mirtha para que nos invitaran a Casa de España ni tampoco seríamos víctimas de la envidia que sentíamos de algunos vecinos socios de Arroyo Hondo, Los Prados o Naco. En ese momento sentíamos que éramos gente.



Recuerdo muy bien la primera tarde de aquel verano que mi padre nos llevó a mí y a Carlos a bañarnos en la piscina del club. El Dimargo Country Club era grandioso. Contaba con un play tanto para béisbol como softball, varias canchas de tenis y baloncesto, áreas de aparcamientos de vehículos, hermosos jardines, una linda piscina con dos grandes trampolines, restaurantes, cafetines, zona para jugar tenis de mesa, un gran salón para fiestas, discoteca, área de juegos para niños, gimnasio para hombres y mujeres, entre otros atractivos.



Carlos y yo nos bañamos por espacio de hora y media en la alberca del club. Cerca había una cafetería donde vendían pizzas, refrescos, jugos y otros insumos, pero conociendo a nuestro padre sabíamos que este no nos brindaría nada. Facundo Ottenwalder, nuestro progenitor, siempre se ha caracterizado por ser un hombre serio, honesto, incorruptible, pero, al mismo tiempo, tacaño, más duro que un codo. Y no es que no tuviera dinero para comprarnos a Carlos y a mí sendos pedazos de pizza y dos refrescos, sí tenía dinero, de hecho, su economía era saludable aunque no ganase una fortuna, lo que pasa que el viejo era, y es todavía, muy tacaño. Bien recuerdo de las tantas veces que nos acompañó al club y NUNCA nos brindó un delicioso refrigerio de los que preparaban en Dimargo. 
 


Durante la década de los 80 residíamos en el Barrio Los Maestros, primero en el Residencial San Pablo (1980-1982) y luego en la vivienda número 13 de la calle Jesús Salvador (desde 1982 hasta el divorcio de mis padres en 1992, razón por la cual mi madre y yo hicimos tienda aparte mientras Carlos y mi padre se quedaron viviendo en la casa, todo por común acuerdo con mi madre). Mi hermano, quien durante su adolescencia fue el chico most popular del barrio, regó la voz a todo pulmón, contándole a todos sus panas que nuestra familia era socia del club Dimargo. Yo también lo conté a mis amiguitos, que eran menos. A partir de los años 1986, 87 y 88 nuestra familia invitó al club a muchos vecinos del barrio, así como a otras amistades y familiares. Gracias a nosotros llegaron a disfrutar del club Zahíra, Indira y Luisito, hijos de la famosa artista Vickiana; las bellas y atractivas chicas Aury y Kathy Paz, así como Wasang y Pepo, todos nietos de nuestra vecina doña Viola; Carlitos, Charmery y Andrés Luna, hijos de don Carlos Luna y doña María; Miguel Abraham (El Gordo), Giovanny, Lalo, Nano y Milton; Napoleón Núñez, su esposa Rosa y sus hijos Patricia, Albania y Polonchy. Seguramente se me están escapando algunos de la lista, por eso diré “y otros más”.



Ciertamente que fueron momentos maravillosos que varios amigos y seres queridos disfrutaron con nosotros. Esa gente nunca lo ha olvidado y nos lo agradece por siempre.



Campamento de verano de 1987



Por dos semanas asistí a un campamento de verano organizado por el club de Dimargo. Para ser llano y preciso, no sobresalí prácticamente en nada. Aprovechaba con mucho entusiasmo las clases de natación, que me resultaron fáciles, debido a que había aprendido a nadar en el club de Aqua-Flamberg un año atrás. En lo concerniente a béisbol, baloncesto, karate y otras disciplinas fui un cero a la izquierda, un fracaso. Todas las tardes, antes de abordar el bus de regreso a casa, solía ducharme en una de las bañeras del club, de esas dispuestas para el público. Durante los 10 días de campamento me llevaba un jabón, dentro de la mochila, listo para usar a eso de las seis de la tarde, cuando tomaba mi baño en el área de ducha. De esa forma, me ahorraba el baño de casa. Poco después, abordaba la guagua que me dejaba en mi morada.


El campamento finalizó sin pena ni gloria, ni siquiera dejé huellas, ni siquiera una novia o algún amigo para el futuro. En mi humilde opinión, considero que mi madre, quien me había pagado ese campamento, botó su dinero. Sin embargo, sí hubo otros momentos dignos de satisfacción vividos en ese maravilloso club: las veces que fuimos en grupos con los amigos del barrio, para citar un ejemplo. Cómo olvidar a las bellas y atractivas Aury y Kathy, las chicas most popular de todo el vecindario luciendo sus hermosos trajes de baños; las travesuras de Wasang y Pepo; las cherchas y bromas de Carlos, Lalo, Giovanny, Carlitos y El Gordo… Tampoco podré dejar de mencionar los agradables momentos que compartimos con Napolén, Rosa y sus hijos Albania, Patricia y Polonchy. Y jamás olvidar a mi gran amigo de infancia Carlos Andrés Luna, hoy en día un profesional brillante que ha alcanzado un éxito económico satisfactorio. Otro de los tantos amigos del ayer que triunfaron económicamente, mientras que yo, con casi 45 años de edad, me he quedado estancado. Pero él no tiene la culpa de esto, quizás mi error estuvo en haber elegido Periodismo como carrera profesional. ¿Qué grandeza económica me ha dado la Comunicación Social? ¿Una casa? NO. ¿Un gran sueldo? NO. ¿Un premio meritorio? NO. No hay que ser un estúpido para darse cuenta si uno ha fracasado en una cosa o no. Los hechos hablan por sí mismo. Durante mi adultez he tenido que vivir o en casa de mi madre o en la de mi padre. ¿Y eso por qué? Porque NUNCA en mi puta existencia he devengado un salario de lujo y, por otro lado, soy un imbécil para los negocios.



Es increíble como en seis años, 1985-1991, nos convertimos en una de las familias más solicitadas, todo gracias al Dimargo Country Club. Y en ello también influyó el very popular de mi hermano, el más admirado y querido por todos los adolescentes de la Jesús Salvador y otras calles cercanas. El chico del Subarú, el muchachón del que todos querían ser como él, fue determinante en todo ese arrastre.



El chico más popular



Cada 1ro de agosto, cuando Carlos cumplía años, la casa número 13 de la Jesús Salvador era un toque de queda, sin embargo, los 22 de abril, fecha de mi cumpleaños, pasaban sin pena ni gloria. Las mejores fiestas caseras se llevaban a cabo en mi casa cuando Carlos estaba de cumpleaños. Aquellas gozaderas se extendían hasta las tres de la madrugada. Recuerdo cuando la noche del 1ro de agosto de 1987, en casa de Sofía, una novia que tuvo, le prepararon tamaña fiesta sorpresa. Aquella noche se bailó muchísimo, se gozo al máximo. Lily, mi primera amiga de infancia, que desde hacía años no me dirigía mucho la palabra, se las pasó bailando con Guillermito; Luisina, con otros chicos; Patricia con Lalo (estaban casi de novios en ese momento), Albania con algún que otro chico. Para ser honesto, en la sala y el área de comedor de la casa de Sofía no cabía una persona más. Ni siquiera se podía caminar bien de lo mucho que éramos.


No está de más recordar que las bellas Aury y Kathy se robaron el show en la fiesta. TODOS hacían turnos por bailar merengues con ellas.



La popularidad juvenil que vivió Carlos me atrevo a compararla con la de los chicos very populars de esas películas de aventuras estadounidenses. Sus amigos lo veían como el gran modelo, sus novias le adoraron.



Aury y Kathy, nietas de doña Viola, habían nacido en los Estados Unidos, no sé si en New York o Boston. Desde que se mudaron a Santo Domingo, por el año 1986, rápidamente se convirtieron en las chicas más apetecibles para los chicos del barrio, opacando al resto de las muchachas. Giovanny, El Gordo, Lalo, Carlitos, Nano, los estudiantes de séptimo y octavo curso del CEDI y, hasta mi propio hermano, TODOS deseaban tener amores con alguna de ellas. Aquello, sin lugar a discusión, fue una época dorada, para nunca olvidar.



El triste final



La vida del majestuoso y alegre Dimargo Country Club llegó hasta el año 1991. Su propietario, Diógenes Marino Gómez, había caído en desgracia política con el gobierno dominicano del período 1990-1994. Su desgracia llegó al punto de perder, no solo su club, sino todos sus negocios. Hoy, ese señor, deambula por las calles de Santo Domingo como todo un miserable pobretón, durmiendo donde le coja la noche, ya sea en la sala de emergencia de un hospital o cualquier otro lugar, claro, siempre que alguien le brinde techo, por supuesto.



Aquellos que fuimos socios del famoso club capitalino, perdimos nuestras membresías. De un sopetón pasamos a ser socios de nada. Para ser honesto, fuimos los grandes perdedores.



Los terreros que una vez pertenecieron al Dimargo Country Club hoy son propiedad de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA).



Solo deseo, como periodista y humano al fin, que si no es la justicia dominicana, que sea la divina quien termine de poner las cosas en su justo lugar.


Señor Diógenes Marino Gómez, Iván Ottenwalder, este relator, no olvida aquel valioso y efímero legado que una vez usted poseyó. En mi memoria, siempre recordaré al Dimargo Country Club como el mejor club social del cual fui socio alguna vez en mi vida. ¡Gracias por siempre!