sábado, 21 de enero de 2017

Toros del Este y Estrellas Orientales jugaron en Curazao



Ambos equipos dominicanos disputaron dos partidos los días 7 y 8 de diciembre de 1990 en Willemstad, capital de la pequeña isla antillana. Para tales fines hubo que acondicionar el estadio de fútbol del Centro Deportivo de Curazao en un parque de béisbol.

 

Por Iván Ottenwalder



Los grandes rivales beisboleros de la región este del país, Toros del Este y Estrellas Orientales, escenificaron par de partidos nocturnos en tierra lejana, los días 7 y 8 de diciembre de 1990. Nada del Tetelo Vargas de San Pedro de Macorís ni del Francisco Micheli de La Romana. Los combates entre las dos novenas se jugaron en Willemstad, capital de Curazao, país perteneciente a las Antillas Holandesas.



Era la temporada dominicana de béisbol otoño-invernal 1990-91 y para asuntos de calendario ambos partidos tendrían validez en la vuelta regular.  No importaba que se jugase en China o en la Antártida, derrota o victoria contarían de igual modo.



Aquello fue un experimento de la Liga Dominicana de Béisbol (LIDOM) que contó con la aprobación de las autoridades deportivas de Curazao. Una estrategia no mal planificada, pues, el pelotero Hensley Meulens, de los Azucareros del Este, era oriundo de aquel país y muy admirado allí. Su gente curazoleña quería verle, y esa fue la razón por la que se programaron esos dos choques en la pequeña pero desarrollada islita antillana, que tiene su cultura beisbolera, pero con menos rango que República Dominicana.



El viernes 7 de diciembre por la mañana jugadores de ambos equipos abordaron un avión rumbo a Willemstad. El estadio de fútbol habilitado para béisbol del Centro Deportivo de Curazao les esperaba. Orientales y taurinos entrenaron con intensidad. La fanaticada beisbolera de la isla antillana se preparó para comprar las boletas y acudir al parque de pelota a ver jugar uno de sus ídolos deportivos. El partido sería disputado de noche y transmitido para la República Dominicana por la emisora romanense Radio Juventud. En aquellos tiempos los Azucareros no contaban con cadena de televisión.



Quien ganara de las dos escuadras era lo menos importante para la hinchada curazoleña. Los espectadores solo esperaban que su compatriota bateara mucho, que diera muchos palos. Pero las aficiones estrellista y taurista, que escucharían los juegos por radio, pensaban diferente. Para ellos sí tenía mucha relevancia. Anhelaban que sus respectivos conjuntos clasificaran al round robin, los playoffs del béisbol dominicano. Cada partido contaba.



¿Pero qué tan numerosa fue la cantidad de fans al estadio? Una lastimosa cifra que apenas sobrepasó los 3 mil aficionados. Muchos de los entusiasmados se quedaron en sus casas, así nomás.



Tony Chance venció a Meulens



Mirándolo desde un punto de vista dos cosas salieron mal en ese primer partido. Una, para la escasa fanaticada, ya que Hensley Meulens no pudo llenar las expectativas esperadas, y la otra, para los Toros del Este, que perdieron jugando como locales, 5-2. Sin embargo, para las Estrellas Orientales todo fue halagador.



Los bovinos arrancaron bien, picando delante en el marcador. Una vuelta en el primero y otra en el tercero, esta última gracias al bate del novato sensación Andújar Cedeño.



Dos a cero se mantuvo el partido hasta la parte baja del séptimo episodio. José Ventura, lanzador de los romanenses, realizaba un encomiable trabajo, pero en ese inning permitió una carrera a los verdes. De todos modos, el serpentinero se mantuvo en el montículo hasta el octavo, dejando a su combinado al frente, 2-1. Pero en el noveno llegó la tragedia.



En su última oportunidad al bate las Estrellas de San Pedro de Macorís se rebelaron y explosionaron al lanzador relevista Águedo Vásquez. Marcaron cuatro carreras, tres de ellas producto de un jonrón de Tony Chance con dos corredores a bordo, determinantes para el triunfo. Ventura lanzó muy bien, pero el relevo le estropeó la valiosa actuación.



Los escasos tres mil y tantos espectadores que pagaron sus taquillas jamás pensaron que el estadounidense Chance derrotaría al hijo de casa Meulens. Pero esa fue la realidad. El poderoso importado de los orientales, que bateaba a la derecha, se convirtió en el dueño del play y el espectáculo.



Crédito también lo tuvo Bienvenido Rivera, diestro lanzador de las Estrellas, que solo toleró dos rayas a sus oponentes. El petromacorisano, poseedor de una potente recta y otros pitcheos engañosos, intimidó a los bates del rival.



Toros evitaron la barrida



El sábado 8 y en el mismo escenario volvieron a verse las caras ambos conjuntos. José Vargas por los verdes e Hipólito Pichardo por los morados serían los pitchers abridores. El partido también se jugaría por la noche y los únicos roles que cambiarían serían los de local y visitante. Las Estrellas tendrían la ventaja de localía.



Los Azucareros se salvaron de la barrida tras ganar el partido. El resultado fue 6 a 4. Tomaron la delantera marcando una vuelta en la primera entrada, remolcada por el prospecto José Offerman y anotada por Beban Pérez, jugador de escasa producción estadística pero oportuno con el bate. Vale decir que un error defensivo de cuadro interior de las Estrellas, que permitió a Pérez ubicarse en posición anotadora, propició las condiciones para ese marcaje.



Los de San Pedro igualaron la pizarra en el cierre del tercer acto por obra de un elevado de sacrificio de Ramón Caraballo que impulsó al veterano Luis Reyna desde la tercera almohadilla.



En el cuarto capítulo ocurrió de nuevo el desempate. Otra vez una mala defensa de los elefantes sería la protagonista. Ramón Cedeño había alcanzado la inicial con inatrapable y le llegaba el turno al bate a Víctor Rosario. Éste fue dominado con rodado inofensivo al lanzador José Vargas quien tiró salvaje a la intermedia, buscando el out forzado. La bola se internó en el jardín central y fue pifiada por el defensor de la posición, posibilitando la anotación.



La quinta entrada trajo dos carreras más para los de La Romana. Ramón Sambo, atleta de cuarto año en la liga beisbolera, recibió boleto gratis. Entones vino el ídolo de casa, Hensley Meulens, y disparó doblete remolcador de la tercera taurina. La hinchada lo gritó y aplaudió. El chico de Curazao pisó la goma y el culpable fue nuevamente el lanzador, quien intentó cogerlo out con un viraje a la segunda, depositando la pelota al centerfield. Las piernas veloces de Meulens, con tiempo suficiente, alcanzaron el pentágono.



Alberto Montero.
Vino la quinta anotación en el sexto episodio. Bases por bolas al joven Alberto Montero y triple contundente de Beban Pérez la produjeron. Pero en el cierre de ese inning las Estrellas explotaron a Hipólito Pichardo con tres vueltas. Los autores, Miguel Sabino, Francisco Cabrera y de nuevo Tony Chance. Sencillo, bases en bolas y cuadrangular, respectivamente. La película entraba en suspenso ahora con el 4 a 5. El personaje de Chance, cuan demonio implacable, seguía luciéndosela y provocando miedo. Por segunda noche seguida conectaba jonrón de tres carreras.



Respiraron los Toros en el séptimo capítulo, el lucky seven, inning de la buena suerte, según la cábala. Marcaron una para despegarse, aunque poca cosa, 6-4. El relevista de los paquidermos, Franklin García, la encajó. Con Ramón Sambo y el popular Meulens, quien había disparado nuevamente de hit, corriendo en los cojines de tercera y segunda, permitió un elevado de sacrificio al outfield de Víctor Rosario, suficiente para que el velocísimo Sambo marcara.



Las Estrellas no estaban dispuestas a rendirse. En la octava llegaron a colocar dos corredores en bases con un solo out, gracias a boleto del pitcher Greg Everson al veterano Juan Castillo e inatrapable de Jeff Tackett. El mánager de los Toros, Jeff Cox, sustituyó a Everson por otro lanzador, Clemente Acosta. El relevista dominó a César Bernhardt con roletazo para doble matanza que puso fin al pánico.



Finalmente, los bovinos sellaron la victoria en el cierre de la novena entrada cuando Carlos Maldonado retiró de uno, dos y tres a la artillería rival.



Pichardo fue el serpentinero ganador por su equipo, pero llevándose tamaño susto con el tetrabases que le pegó Chance. Y si de Chance hay que hablar, no queda más que reiterarlo con justicia: dueño del estadio y del espectáculo. Sus dos jonrones y seis remolcadas así lo avalaron. El público curazoleño, que pagó por ver al paisano, tuve que conformarse mirando al forastero obtener sobresalientes. El hijo del pueblo, aunque con decente actuación en el segundo choque, perdió la batalla ante el norteamericano. ¡Pero mucho contra poco!



Los periódicos dominicanos de la época nunca especificaron acerca de la concurrencia de fanáticos durante el segundo enfrentamiento de los combinados cañeros.



Hipólito Pichardo.
En cuanto a la división de honores, más perjudicó ésta a las Estrellas Orientales que a los Azucareros del Este. Con el revés del sábado los elefantes cayeron al último puesto en el tablero de posiciones (14 victorias y 18 derrotas), mientras que a los romanenses no les afectó tanto perder el choque del viernes, pues, con la ganada del día siguiente, mantuvieron el primer lugar en el standing, 18 – 12. 















 






















Fuentes: Periódicos El Nacional y Última Hora, diciembre de 1990.

domingo, 8 de enero de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 9)



Ya descartado el asunto de las amígdalas linguales, que no estaban infectadas ni inflamadas, sino mojadas de mucosidad debido a un goteo nasal posterior, lo único que quedaba era eliminar toda mi flema acumulada, quién sabe desde hace qué tiempo, en el seno esfenoidal. 


Por Iván Ottenwalder

Me adelanté cuatro días a la consulta programada. En lugar del viernes 25 de noviembre me apersoné al Centro de Otorrinolaringología y Especialidades el lunes 21. Y lo hice desde muy temprano, casi dos horas antes de que el otorrinolaringólogo llegara.
Hice turno y cuando me tocó entrar al consultorio, luego de un cortés saludo, le expliqué al facultativo sobre mis pocos avances. Me examinó primero la nariz, luego los oídos y, por último, la garganta. Me reveló que había mucosidad en la zona de la laringe y amígdalas linguales.

“Vamos a trabajar detalle a detalle cada paso. Te voy indicar tres pruebas especiales. Primero, una tomografía de senos paranasales para que te la hagan en esta misma semana. Luego, para el sábado, una sonografía de cuello y una endoscopía de laringe. Estas dos últimas quiero hacértelas en una fundación cristiana a la que asisto cada 15 días. La endoscopía te la haré gratis, la otra sí tendrás que pagarla. Te anotaré la dirección de la fundación ahora. Debes llamar al menos un día antes para confirmar la asistencia”, me explicó con claridad el galeno.

Acordamos que le vería en dos o tres día cuando tuviera a manos el estudio de la tomografía de nariz y senos paranasales.

Ese mismo lunes 21 me dirigí al área de tomografía para que me practicaran la primera de las pruebas. Quería ganar tiempo. Cuando le entrego la indicación al radiólogo este me indica que me acueste bocabajo en la camilla del tomógrafo sin moverme durante unos buenos minutos. Cuando encendió la máquina arrancó el proceso de captura de las imágenes de todos mis senos nasales. La duración del estudio fue como de alrededor de 10 o 15 minutos, no recuerdo con exactitud.

“Venga mañana con su recibo a buscar el resultado”, me indicó el experto. Le expliqué que el doctor quería que le llevase el resultado grabado en un cedé para ver las imágenes en su computador. El radiólogo, un señor canoso de ancha contextura física me complació y en 10 minutos ya me lo tenía listo. Finalmente me marché a casa a descansar. Aún me quedaban 4 días de vacaciones y tenía tiempo de sobra para dedicarlo a mis asuntos clínicos.

Entrega de la tomografía

El día 21 por la tarde intenté visualizar las imágenes del cedé en mi laptop, pero todo fue intento fallido. Para verlas en disco compacto necesitaba de un programa especial que no tenía, por lo que tendría que esperar hasta el martes 22 cuando la clínica me entregara los resultados ya con su diagnóstico impreso.

El 22 de noviembre en horas de la mañana, como a las diez, fui a recoger la prueba. Cuando destapo el sobre gigantesco y agarro la hoja diagnóstica, leo el siguiente veredicto:

. Los cortes practicados muestran desviación septal hacia la derecha.
. Hipertrofia de cornete medio en fosa nasal izquierda
. Ocupación de seno esfenoidal
. Resto sin alteraciones

En pocas palabras, pequeña desviación del tabique hacia la derecha, cornete medio alterado en zona izquierda de mi nariz, y el seno esfenoides rebosado de flema que ya no le cabía más.

Ya que estaba en el hospital decidí en ese instante subir donde el otorrino a mostrarle el resultado de la tomografía para que me explicara con más precisión y lucidez de qué se trataba aquel diagnóstico.

Revisó el cedé en su computador, vio las imágenes impresas y me contó sin dejos de preocupaciones que lo mío se trataba de un escurrimiento de mucosidad que iba del seno esfenoides a la parte derecha de mi garganta, lo que en medicina se denomina goteo post nasal. Me contó con regocijo y satisfacción que mi zona etmoidal había mejorado bastante, que ahora lo que teníamos que hacer era cambiar la mecánica en el uso del espray nasal, apuntando hacia arriba, es decir, al esfenoides en lugar de los senos etmoides. Tomó un aerosol de su gabinete de muestras médicas y me explicó al instante. Le pregunté si esa pequeña desviación septal no era algo grave y me contestó que era normal en muchos adultos. Me indicó utilizar dos aerosoles en horario vespertino y nocturno, así como par de antibióticos (Augmentin comprimidos de un gramo) y Kevol de 750 mg) por un máximo de solo 15 días. Así también me volvió a prescribir la lisozima por un mes. Me lo detalló todo con claridad en la receta, la cual compré al día siguiente, 23 de noviembre.

Volveríamos a vernos en la fundación cristiana el sábado 26 en horario matutino. Me esperaban dos estudios: la sonografía de cuello y la endoscopía de laringe.

Sábado 26 de noviembre

Mi padre me acompañó temprano a la fundación clínica. Había mucha gente al llegar. Hice mi turno como era debido y esperé en una sala. Cerca de una hora después me encaminaron al área donde me practicarían la sonografía blanda de cuello. El especialista, luego de untarme la vaselina correspondiente por todo mi pescuezo, tomó un instrumento electrónico que me pasó por toda esa zona, mientras una pantalla computarizada visualizaba diferentes imágenes. Mandó a llamar al otorrino, ya que observó muchos ganglios linfáticos inflamados en el lado izquierdo. El galeno entró y vio las imágenes en el computador. Notó que mi zona derecha no estaba mal, pero la izquierda presentaba varias adenopatías. No lo consideró tan alarmante. Me informó que la endoscopía laríngea me la practicaría en su consultorio ya que la máquina con la que contaba en la fundación para esos fines le estaba presentando un pequeño fallo. Lo acepté y acordamos para el miércoles en horas de la tarde.

Luego de pagar la cuenta por el estudio sonográfico, regresé a casa con mi padre. Por el momento seguiría tomando los antibióticos, el antiinflamatorio y los sprays nasales. Todo era cuestión de mantener la calma y ver cuán efectivo o no sería el tratamiento. El tiempo, sabio al fin, que se encargara de poner las cosas en su lugar, solía pensar a cada momento.

Día de la endoscopía laríngea

El miércoles 30, según lo acordado con el facultativo, fui al consultorio a las 4 de la tarde para la realización de la endoscopía de laringe. Luego de indicarme tomar el asiento exclusivo para los pacientes, me untó abundante cantidad de gotas nasales en ambos orificios de mi nariz para proceder a la primera parte del estudio, la examinación de las fosas nasales. Tomó un tubo largo y finito de metal y me lo penetró por la cavidad nasal derecha, y luego por la de la izquierda. Una pantalla computarizada mostraba las imágenes internas de mi nariz. Terminado este proceso, descansé un rato y me preparé para la última parte, la exploración de la laringe (amígdalas linguales, faringe, cuerdas vocales y úvula). Primero el galeno me sedó con un espray anestésico local la lengua y otras zonas de mi garganta. Me entró un tubo de mayor grosor por la boca para examinarlo todo con detalle. Las partes analizadas estaban normales. Fin del procedimiento.

Aquella endoscopía había sido un estudio complementario, pero, lo que en verdad arrojó el problema, fue la tomografía de senos paranasales de la semana anterior. Ya todo estaba finalizado y claro: mi caso obedecía a una sinusitis esfenoidal y a una pequeña inclinación del tabique hacia la derecha. Lo que había que combatir ahora no era más que toda esa flema atrapada en mi seno esfenoides. En cuanto a ese tema, me surgieron algunas preguntas: “Doctor, ¿por qué no estoy drenando moco de forma abundante por mi nariz?”, “¿Acaso esa desviación del tabique no me está creando problemas para expulsar mis mucosidades?”.

Ambas preguntas me fueron respondidas. Sobre el drenaje de flema me explicó que se trataba de un proceso muy lento que podía tardar como tres meses moqueando de a poquito. También descartó a la desviación de mi septum nasal como causante de mi situación. Ni siquiera ameritaba la cirugía, según su juicio.

Luego de grabarme en un cedé el video completo de mi endoscopía laríngea, agregó a la prescripción médica anterior tres fármacos más: el Bienex de 15 mg. y el Etopan de 400 mg., ambos antiinflamatorios, y un antialérgico llamado Despeval. Me programó la próxima cita para la primera semana de enero del 2017.

Ya descartado el asunto de las amígdalas linguales, que no estaban infectadas ni inflamadas, sino mojadas de mucosidad debido a un goteo nasal posterior, lo único que quedaba era eliminar toda mi flema acumulada, quién sabe desde hace qué tiempo, en el seno esfenoidal.

Sobre mi evolución en diciembre

Al día siguiente de la endoscopía laríngea me hice de los medicamentos que faltaban y me propuse, manos a la obra, a consumirlos con apego a lo prescrito en la receta. Para ser honesto diré que sí pude drenar por mis orificios nasales, derecho e izquierdo, solo que no a la manera que deseaba o esperaba. El drenaje era lento y no muy abundante. Algunos días sí, otros no, podía expulsar pequeñas gotitas de mucus por mi nariz, a veces verdosa, a veces amarillenta. La evolución, aunque no despreciable, me preocupaba por el hecho de ser lenta. Solía darle mente al asunto a cada instante e imaginar sobre lo que podía ocurrir con mi salud en caso de seguir en lo mismo. En días inesperados, en que ya dejaba de creer, venía y drenaba algún fluido mucoso, pero de escaso espesor. En otros instantes, que no fueron pocos, tuve la sensación de estar a punto de arrojar abundante flema por la nariz que luego se me contenía, como si un chorro de moco retrocediese cuando estaba a punto de ser expulsado.  Era como si la flema quisiese y no quisiese salir.

Para los últimos días del año viejo y los primeros cinco del nuevo me valía solamente de los aerosoles nasales. El tratamiento con antibióticos y antiinflamatorios había culminado hacía ratos. El 6 de enero tenía cita pautada con el otorrino para otro chequeo. A ver cuál sería mi desenlace en un 2017 que, en mi caso, viene cargado de anhelos y metas programáticas.


Continuará…