Ya descartado el asunto de las amígdalas linguales,
que no estaban infectadas ni inflamadas, sino mojadas de mucosidad debido a un
goteo nasal posterior, lo único que quedaba era eliminar toda mi flema
acumulada, quién sabe desde hace qué tiempo, en el seno esfenoidal.
Por Iván Ottenwalder
Me adelanté
cuatro días a la consulta programada. En lugar del viernes 25 de noviembre me apersoné
al Centro de Otorrinolaringología y Especialidades el lunes 21. Y lo hice desde
muy temprano, casi dos horas antes de que el otorrinolaringólogo llegara.
Hice turno y
cuando me tocó entrar al consultorio, luego de un cortés saludo, le expliqué al
facultativo sobre mis pocos avances. Me examinó primero la nariz, luego los
oídos y, por último, la garganta. Me reveló que había mucosidad en la zona de
la laringe y amígdalas linguales.
“Vamos a
trabajar detalle a detalle cada paso. Te voy indicar tres pruebas especiales.
Primero, una tomografía de senos paranasales para que te la hagan en esta misma
semana. Luego, para el sábado, una sonografía de cuello y una endoscopía de
laringe. Estas dos últimas quiero hacértelas en una fundación cristiana a la que
asisto cada 15 días. La endoscopía te la haré gratis, la otra sí tendrás que
pagarla. Te anotaré la dirección de la fundación ahora. Debes llamar al menos
un día antes para confirmar la asistencia”, me explicó con claridad el galeno.
Acordamos que le
vería en dos o tres día cuando tuviera a manos el estudio de la tomografía de
nariz y senos paranasales.
Ese mismo lunes
21 me dirigí al área de tomografía para que me practicaran la primera de las
pruebas. Quería ganar tiempo. Cuando le entrego la indicación al radiólogo este
me indica que me acueste bocabajo en la camilla del tomógrafo sin moverme
durante unos buenos minutos. Cuando encendió la máquina arrancó el proceso de captura
de las imágenes de todos mis senos nasales. La duración del estudio fue como de
alrededor de 10 o 15 minutos, no recuerdo con exactitud.
“Venga mañana
con su recibo a buscar el resultado”, me indicó el experto. Le expliqué que el
doctor quería que le llevase el resultado grabado en un cedé para ver las
imágenes en su computador. El radiólogo, un señor canoso de ancha contextura
física me complació y en 10 minutos ya me lo tenía listo. Finalmente me marché
a casa a descansar. Aún me quedaban 4 días de vacaciones y tenía tiempo de
sobra para dedicarlo a mis asuntos clínicos.
Entrega de la tomografía
El día 21 por la
tarde intenté visualizar las imágenes del cedé en mi laptop, pero todo fue
intento fallido. Para verlas en disco compacto necesitaba de un programa
especial que no tenía, por lo que tendría que esperar hasta el martes 22 cuando
la clínica me entregara los resultados ya con su diagnóstico impreso.
El 22 de
noviembre en horas de la mañana, como a las diez, fui a recoger la prueba.
Cuando destapo el sobre gigantesco y agarro la hoja diagnóstica, leo el
siguiente veredicto:
. Los cortes
practicados muestran desviación septal hacia la derecha.
. Hipertrofia de
cornete medio en fosa nasal izquierda
. Ocupación de
seno esfenoidal
. Resto sin
alteraciones
En pocas
palabras, pequeña desviación del tabique hacia la derecha, cornete medio
alterado en zona izquierda de mi nariz, y el seno esfenoides rebosado de flema
que ya no le cabía más.
Ya que estaba en
el hospital decidí en ese instante subir donde el otorrino a mostrarle el
resultado de la tomografía para que me explicara con más precisión y lucidez de
qué se trataba aquel diagnóstico.
Revisó el cedé
en su computador, vio las imágenes impresas y me contó sin dejos de
preocupaciones que lo mío se trataba de un escurrimiento de mucosidad que iba
del seno esfenoides a la parte derecha de mi garganta, lo que en medicina se
denomina goteo post nasal. Me contó
con regocijo y satisfacción que mi zona etmoidal había mejorado bastante, que
ahora lo que teníamos que hacer era cambiar la mecánica en el uso del espray
nasal, apuntando hacia arriba, es decir, al esfenoides en lugar de los senos etmoides. Tomó un aerosol de su gabinete de muestras médicas y me explicó al
instante. Le pregunté si esa pequeña desviación septal no era algo grave y me
contestó que era normal en muchos adultos. Me indicó utilizar dos aerosoles en
horario vespertino y nocturno, así como par de antibióticos (Augmentin
comprimidos de un gramo) y Kevol de 750 mg) por un máximo de solo 15 días. Así
también me volvió a prescribir la lisozima por un mes. Me lo detalló todo con claridad
en la receta, la cual compré al día siguiente, 23 de noviembre.
Volveríamos a
vernos en la fundación cristiana el sábado 26 en horario matutino. Me esperaban
dos estudios: la sonografía de cuello y la endoscopía de laringe.
Sábado 26 de noviembre
Mi padre me
acompañó temprano a la fundación clínica. Había mucha gente al llegar. Hice mi
turno como era debido y esperé en una sala. Cerca de una hora después me encaminaron
al área donde me practicarían la sonografía blanda de cuello. El especialista,
luego de untarme la vaselina correspondiente por todo mi pescuezo, tomó un
instrumento electrónico que me pasó por toda esa zona, mientras una pantalla
computarizada visualizaba diferentes imágenes. Mandó a llamar al otorrino, ya
que observó muchos ganglios linfáticos inflamados en el lado izquierdo. El
galeno entró y vio las imágenes en el computador. Notó que mi zona derecha no
estaba mal, pero la izquierda presentaba varias adenopatías. No lo consideró tan
alarmante. Me informó que la endoscopía laríngea me la practicaría en su
consultorio ya que la máquina con la que contaba en la fundación para esos
fines le estaba presentando un pequeño fallo. Lo acepté y acordamos para el
miércoles en horas de la tarde.
Luego de pagar
la cuenta por el estudio sonográfico, regresé a casa con mi padre. Por el
momento seguiría tomando los antibióticos, el antiinflamatorio y los sprays
nasales. Todo era cuestión de mantener la calma y ver cuán efectivo o no sería
el tratamiento. El tiempo, sabio al fin, que se encargara de poner las cosas en
su lugar, solía pensar a cada momento.
Día de la endoscopía laríngea
El miércoles 30,
según lo acordado con el facultativo, fui al consultorio a las 4 de la tarde para
la realización de la endoscopía de laringe. Luego de indicarme tomar el asiento
exclusivo para los pacientes, me untó abundante cantidad de gotas nasales en
ambos orificios de mi nariz para proceder a la primera parte del estudio, la
examinación de las fosas nasales. Tomó un tubo largo y finito de metal y me lo
penetró por la cavidad nasal derecha, y luego por la de la izquierda. Una
pantalla computarizada mostraba las imágenes internas de mi nariz. Terminado
este proceso, descansé un rato y me preparé para la última parte, la
exploración de la laringe (amígdalas linguales, faringe, cuerdas vocales y
úvula). Primero el galeno me sedó con un espray anestésico local la lengua y otras
zonas de mi garganta. Me entró un tubo de mayor grosor por la boca para
examinarlo todo con detalle. Las partes analizadas estaban normales. Fin del
procedimiento.
Aquella
endoscopía había sido un estudio complementario, pero, lo que en verdad arrojó
el problema, fue la tomografía de senos paranasales de la semana anterior. Ya
todo estaba finalizado y claro: mi caso obedecía a una sinusitis esfenoidal y a
una pequeña inclinación del tabique hacia la derecha. Lo que había que combatir
ahora no era más que toda esa flema atrapada en mi seno esfenoides. En cuanto a
ese tema, me surgieron algunas preguntas: “Doctor, ¿por qué no estoy drenando
moco de forma abundante por mi nariz?”, “¿Acaso esa desviación del tabique no
me está creando problemas para expulsar mis mucosidades?”.
Ambas preguntas
me fueron respondidas. Sobre el drenaje de flema me explicó que se trataba de
un proceso muy lento que podía tardar como tres meses moqueando de a poquito. También
descartó a la desviación de mi septum nasal como causante de mi situación. Ni
siquiera ameritaba la cirugía, según su juicio.
Luego de
grabarme en un cedé el video completo de mi endoscopía laríngea, agregó a la
prescripción médica anterior tres fármacos más: el Bienex de 15 mg. y el Etopan
de 400 mg., ambos antiinflamatorios, y un antialérgico llamado Despeval. Me
programó la próxima cita para la primera semana de enero del 2017.
Ya descartado el
asunto de las amígdalas linguales, que no estaban infectadas ni inflamadas, sino
mojadas de mucosidad debido a un goteo nasal posterior, lo único que quedaba
era eliminar toda mi flema acumulada, quién sabe desde hace qué tiempo, en el
seno esfenoidal.
Sobre mi evolución en diciembre
Al día siguiente
de la endoscopía laríngea me hice de los medicamentos que faltaban y me
propuse, manos a la obra, a
consumirlos con apego a lo prescrito en la receta. Para ser honesto diré que sí
pude drenar por mis orificios nasales, derecho e izquierdo, solo que no a la
manera que deseaba o esperaba. El drenaje era lento y no muy abundante. Algunos
días sí, otros no, podía expulsar pequeñas gotitas de mucus por mi nariz, a
veces verdosa, a veces amarillenta. La evolución, aunque no despreciable, me
preocupaba por el hecho de ser lenta. Solía darle mente al asunto a cada
instante e imaginar sobre lo que podía ocurrir con mi salud en caso de seguir
en lo mismo. En días inesperados, en que ya dejaba de creer, venía y drenaba algún
fluido mucoso, pero de escaso espesor. En otros instantes, que no fueron pocos,
tuve la sensación de estar a punto de arrojar abundante flema por la nariz que
luego se me contenía, como si un chorro de moco retrocediese cuando estaba a
punto de ser expulsado. Era como si la
flema quisiese y no quisiese salir.
Para los últimos
días del año viejo y los primeros cinco del nuevo me valía solamente de los
aerosoles nasales. El tratamiento con antibióticos y antiinflamatorios había
culminado hacía ratos. El 6 de enero tenía cita pautada con el otorrino para
otro chequeo. A ver cuál sería mi desenlace en un 2017 que, en mi caso, viene
cargado de anhelos y metas programáticas.
Continuará…
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