sábado, 29 de febrero de 2020

Los años maravillosos del Dimargo Country Club, una época para nunca olvidar

Gracias a mi familia llegaron a disfrutar del club Zahíra, Indira y Luisito, hijos de la famosa artista Vickiana; las bellas y atractivas chicas Aury y Kathy Paz, así como Wasang y Pepo, todos nietos de nuestra vecina doña Viola; Carlitos, Charmery y Andrés Luna, hijos de don Carlos Luna y doña María; Miguel Abraham (El Gordo), Giovanny, Lalo, Nano y Milton; Napoleón Núñez, su esposa Rosa y sus hijos Patricia, Albania y Polonchy. Seguramente se me están escapando algunos de la lista, por eso diré “y otros más”.



Por Iván Ottenwalder



Corría el verano de 1985, época de vacaciones escolares, cuando una tarde mi padre llegó a casa trayéndonos una sorpresa para todos nosotros. Entiéndase como todos nosotros al círculo familiar compuesto por mi madre, Carlos, yo y, obviamente, el que traía la sorpresa, mi padre.


Facundo Ottenwalder, sonriente pero siempre con su característica calma, nos mostraba cuatro carnets que nos acreditaba como socios del Dimargo Country Club, un club de reciente creación fundado por el empresario turístico Diógenes Marino Gómez.



Tanto Carlos como mi madre y yo no pudimos esconder nuestras alegrías, era inmensa. Mi padre también nos mostró varios brochures repletos de imágenes y textos alusivos al nuevo club capitalino. Todo se veía impecable y fantástico, como dirían los mexicanos, bien padrísimo.

Diógenes Marino Gómez (foto de 2004)


Por obra y gracia de la buena economía de mi progenitor mi hermano, mi madre y yo, que nunca habíamos sido socios de club alguno en esto que llamamos vida, pasábamos a serlo del Dimargo. Si señores, nos igualábamos en ese preciso instante a varios amigos y familiares que tenían membresía en otros clubes. Ya no necesitaríamos de la generosidad de Frank y Mirtha para que nos invitaran a Casa de España ni tampoco seríamos víctimas de la envidia que sentíamos de algunos vecinos socios de Arroyo Hondo, Los Prados o Naco. En ese momento sentíamos que éramos gente.



Recuerdo muy bien la primera tarde de aquel verano que mi padre nos llevó a mí y a Carlos a bañarnos en la piscina del club. El Dimargo Country Club era grandioso. Contaba con un play tanto para béisbol como softball, varias canchas de tenis y baloncesto, áreas de aparcamientos de vehículos, hermosos jardines, una linda piscina con dos grandes trampolines, restaurantes, cafetines, zona para jugar tenis de mesa, un gran salón para fiestas, discoteca, área de juegos para niños, gimnasio para hombres y mujeres, entre otros atractivos.



Carlos y yo nos bañamos por espacio de hora y media en la alberca del club. Cerca había una cafetería donde vendían pizzas, refrescos, jugos y otros insumos, pero conociendo a nuestro padre sabíamos que este no nos brindaría nada. Facundo Ottenwalder, nuestro progenitor, siempre se ha caracterizado por ser un hombre serio, honesto, incorruptible, pero, al mismo tiempo, tacaño, más duro que un codo. Y no es que no tuviera dinero para comprarnos a Carlos y a mí sendos pedazos de pizza y dos refrescos, sí tenía dinero, de hecho, su economía era saludable aunque no ganase una fortuna, lo que pasa que el viejo era, y es todavía, muy tacaño. Bien recuerdo de las tantas veces que nos acompañó al club y NUNCA nos brindó un delicioso refrigerio de los que preparaban en Dimargo. 
 


Durante la década de los 80 residíamos en el Barrio Los Maestros, primero en el Residencial San Pablo (1980-1982) y luego en la vivienda número 13 de la calle Jesús Salvador (desde 1982 hasta el divorcio de mis padres en 1992, razón por la cual mi madre y yo hicimos tienda aparte mientras Carlos y mi padre se quedaron viviendo en la casa, todo por común acuerdo con mi madre). Mi hermano, quien durante su adolescencia fue el chico most popular del barrio, regó la voz a todo pulmón, contándole a todos sus panas que nuestra familia era socia del club Dimargo. Yo también lo conté a mis amiguitos, que eran menos. A partir de los años 1986, 87 y 88 nuestra familia invitó al club a muchos vecinos del barrio, así como a otras amistades y familiares. Gracias a nosotros llegaron a disfrutar del club Zahíra, Indira y Luisito, hijos de la famosa artista Vickiana; las bellas y atractivas chicas Aury y Kathy Paz, así como Wasang y Pepo, todos nietos de nuestra vecina doña Viola; Carlitos, Charmery y Andrés Luna, hijos de don Carlos Luna y doña María; Miguel Abraham (El Gordo), Giovanny, Lalo, Nano y Milton; Napoleón Núñez, su esposa Rosa y sus hijos Patricia, Albania y Polonchy. Seguramente se me están escapando algunos de la lista, por eso diré “y otros más”.



Ciertamente que fueron momentos maravillosos que varios amigos y seres queridos disfrutaron con nosotros. Esa gente nunca lo ha olvidado y nos lo agradece por siempre.



Campamento de verano de 1987



Por dos semanas asistí a un campamento de verano organizado por el club de Dimargo. Para ser llano y preciso, no sobresalí prácticamente en nada. Aprovechaba con mucho entusiasmo las clases de natación, que me resultaron fáciles, debido a que había aprendido a nadar en el club de Aqua-Flamberg un año atrás. En lo concerniente a béisbol, baloncesto, karate y otras disciplinas fui un cero a la izquierda, un fracaso. Todas las tardes, antes de abordar el bus de regreso a casa, solía ducharme en una de las bañeras del club, de esas dispuestas para el público. Durante los 10 días de campamento me llevaba un jabón, dentro de la mochila, listo para usar a eso de las seis de la tarde, cuando tomaba mi baño en el área de ducha. De esa forma, me ahorraba el baño de casa. Poco después, abordaba la guagua que me dejaba en mi morada.


El campamento finalizó sin pena ni gloria, ni siquiera dejé huellas, ni siquiera una novia o algún amigo para el futuro. En mi humilde opinión, considero que mi madre, quien me había pagado ese campamento, botó su dinero. Sin embargo, sí hubo otros momentos dignos de satisfacción vividos en ese maravilloso club: las veces que fuimos en grupos con los amigos del barrio, para citar un ejemplo. Cómo olvidar a las bellas y atractivas Aury y Kathy, las chicas most popular de todo el vecindario luciendo sus hermosos trajes de baños; las travesuras de Wasang y Pepo; las cherchas y bromas de Carlos, Lalo, Giovanny, Carlitos y El Gordo… Tampoco podré dejar de mencionar los agradables momentos que compartimos con Napolén, Rosa y sus hijos Albania, Patricia y Polonchy. Y jamás olvidar a mi gran amigo de infancia Carlos Andrés Luna, hoy en día un profesional brillante que ha alcanzado un éxito económico satisfactorio. Otro de los tantos amigos del ayer que triunfaron económicamente, mientras que yo, con casi 45 años de edad, me he quedado estancado. Pero él no tiene la culpa de esto, quizás mi error estuvo en haber elegido Periodismo como carrera profesional. ¿Qué grandeza económica me ha dado la Comunicación Social? ¿Una casa? NO. ¿Un gran sueldo? NO. ¿Un premio meritorio? NO. No hay que ser un estúpido para darse cuenta si uno ha fracasado en una cosa o no. Los hechos hablan por sí mismo. Durante mi adultez he tenido que vivir o en casa de mi madre o en la de mi padre. ¿Y eso por qué? Porque NUNCA en mi puta existencia he devengado un salario de lujo y, por otro lado, soy un imbécil para los negocios.



Es increíble como en seis años, 1985-1991, nos convertimos en una de las familias más solicitadas, todo gracias al Dimargo Country Club. Y en ello también influyó el very popular de mi hermano, el más admirado y querido por todos los adolescentes de la Jesús Salvador y otras calles cercanas. El chico del Subarú, el muchachón del que todos querían ser como él, fue determinante en todo ese arrastre.



El chico más popular



Cada 1ro de agosto, cuando Carlos cumplía años, la casa número 13 de la Jesús Salvador era un toque de queda, sin embargo, los 22 de abril, fecha de mi cumpleaños, pasaban sin pena ni gloria. Las mejores fiestas caseras se llevaban a cabo en mi casa cuando Carlos estaba de cumpleaños. Aquellas gozaderas se extendían hasta las tres de la madrugada. Recuerdo cuando la noche del 1ro de agosto de 1987, en casa de Sofía, una novia que tuvo, le prepararon tamaña fiesta sorpresa. Aquella noche se bailó muchísimo, se gozo al máximo. Lily, mi primera amiga de infancia, que desde hacía años no me dirigía mucho la palabra, se las pasó bailando con Guillermito; Luisina, con otros chicos; Patricia con Lalo (estaban casi de novios en ese momento), Albania con algún que otro chico. Para ser honesto, en la sala y el área de comedor de la casa de Sofía no cabía una persona más. Ni siquiera se podía caminar bien de lo mucho que éramos.


No está de más recordar que las bellas Aury y Kathy se robaron el show en la fiesta. TODOS hacían turnos por bailar merengues con ellas.



La popularidad juvenil que vivió Carlos me atrevo a compararla con la de los chicos very populars de esas películas de aventuras estadounidenses. Sus amigos lo veían como el gran modelo, sus novias le adoraron.



Aury y Kathy, nietas de doña Viola, habían nacido en los Estados Unidos, no sé si en New York o Boston. Desde que se mudaron a Santo Domingo, por el año 1986, rápidamente se convirtieron en las chicas más apetecibles para los chicos del barrio, opacando al resto de las muchachas. Giovanny, El Gordo, Lalo, Carlitos, Nano, los estudiantes de séptimo y octavo curso del CEDI y, hasta mi propio hermano, TODOS deseaban tener amores con alguna de ellas. Aquello, sin lugar a discusión, fue una época dorada, para nunca olvidar.



El triste final



La vida del majestuoso y alegre Dimargo Country Club llegó hasta el año 1991. Su propietario, Diógenes Marino Gómez, había caído en desgracia política con el gobierno dominicano del período 1990-1994. Su desgracia llegó al punto de perder, no solo su club, sino todos sus negocios. Hoy, ese señor, deambula por las calles de Santo Domingo como todo un miserable pobretón, durmiendo donde le coja la noche, ya sea en la sala de emergencia de un hospital o cualquier otro lugar, claro, siempre que alguien le brinde techo, por supuesto.



Aquellos que fuimos socios del famoso club capitalino, perdimos nuestras membresías. De un sopetón pasamos a ser socios de nada. Para ser honesto, fuimos los grandes perdedores.



Los terreros que una vez pertenecieron al Dimargo Country Club hoy son propiedad de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA).



Solo deseo, como periodista y humano al fin, que si no es la justicia dominicana, que sea la divina quien termine de poner las cosas en su justo lugar.


Señor Diógenes Marino Gómez, Iván Ottenwalder, este relator, no olvida aquel valioso y efímero legado que una vez usted poseyó. En mi memoria, siempre recordaré al Dimargo Country Club como el mejor club social del cual fui socio alguna vez en mi vida. ¡Gracias por siempre!

martes, 18 de febrero de 2020

De vuelta a La Habana. Por el scrabble, TODO (capítulo 8)

Reflexioné toda la noche sobre la partida botada en el basurero, aquella que Enma se llevó con un inexistente TOQUEEN al final. De haber protestado dicho vocablo la Morris jamás hubiese ganado y, mi récord en aquella maratónica jornada, hubiese sido 7 y 4 y no el ajustado 6 -5 con el que terminé. Pero lo hecho ya estaba hecho y no había nada que lamentar.


Por Iván Ottenwalder

El martes 10 de septiembre me levantaría temprano, tomaría mi ducha, me cepillaría los dientes y vestiría mi atuendo informal. Comería un yogurt, tomaría un vaso de jugo, luego me dirigiría a algún cafetín y picaría algo más, ya fuese un emparedado de queso con dulce de guayaba y un cortadito bien calientito. La señora rubia, la dueña del negocio, ya me conocía, pues, en poco tiempo, me había hecho su cliente. 
 
Primera partida ante Charlie Castillo.
Para ser honesto, y creo que casi siempre lo he sido, el estilo habanero me gusta. Me fascina su cocina, en gran medida, su gente; sus escritores ...al menos los pocos que he leído; su cine y, sobre todo, su scrabble. Este último ha sido la razón principal de mis tres viajes a la capital cubana. Gracias a las palabras cruzadas he podido construir una valiosa cantidad de amigos, todos imperecederos, pues nunca morirán en mi corazón. 
 
Durante la mañana aproveché para conectarme a internet desde el parque de Copelia. Me comuniqué con Odalys a quien le pregunté si podía pasar por casa de Rolando en horas de la tarde. Me dijo que Rolando estaría en alguna diligencia y que era imposible. Entonces decidí que me era conveniente volver a casa de Enma, pero ya después de las siete de la tarde. 
 
Aquella mañana compré un libro de la autoría de Daniel Chavarría titulado JOY en 75 CUP, o sea, en moneda nacional. En la divisa de turistas costaba 3 CUC. A eso de la una almorcé en una pizzería local de El Vedado, luego fui por mi postre: una ensalada de helado (cinco bolas) en Copelia. Regresé a la pensión a dormir como por tres horas. A la cinco comí un plato fuerte en un restaurante español cercano. De nuevo regresé a la pensión, recogí mi mochila y le dije al hijo de Barbarita que regresaría bien tarde, ya que iría donde Enma a jugar scrabble. “Se lo dice a tu mamá”, le pido; “si está bien, no hay problemas”, me responde. 
 
Victoria frente a Alejandro Benítez.
Me dirijo a la parada de vehículos y espero como 40 minutos hasta conseguir una máquina que me llevara a Playa. Una vez en casa de Enma me encuentro con una persona que hasta el momento me era desconocida. Se trataba de Charlie Castillo quien, desde temprano en la mañana, se hallaba jugando partidas de fogueo frente a la dueña de casa. Castillo tenía pocos meses como jugador activo del Grupo Promotor de Scrabble Cubano. 
 
Pocos minutos después de mi llegada hace presencia Alejandro Benítez, otro miembro de la gran familia escrablera cubana. Enma nos prepara café, pues ya me conoce bien y sabe que soy cafeinómano. También nos preparó unas maripositas chinas para degustarlas mojándolas en una salsa especial. A juicio de mi paladar, estaban deliciosas. Al poquito rato nos alistamos para jugar. El campo de batalla estaba listo. 
 
Segunda victoria ante Charlie Castillo.
Mi primer oponente fue el nuevo amigo, Charlie Castillo. Le vencí, pero me dio una digna demostración de buen juego. Al inicio se vio liderando con anotaciones de 69-66, 83-78, 161-142 y 241-240, pero no pudo resistir mi embestida. La felicidad le duró poco. El desafío terminó 527-457 a mi favor. Sus mejores aciertos fueron tres bonus (LIMANDO de 69, ACOGÍAS de 78 y LEÑADOR de 73) y varios vocablos cortos de mucho puntaje: OX (52), ZAS (36), AJ (41). De mi lado hubo cinco bonificaciones: SORBIERE (72), SAETEES (64), ENCIMÉIS (98), DESAPOYO (89) y ACUITARE (64). Mi única corta mortífera fue CHA (37). “Felicitaciones, me has dado muy buena batalla, no la esperaba”, le dije a mi adversario. 
 
En el segundo match el vapuleado fui yo (558-392). Esta vez, cortesía de la dueña de casa, Enma Morris. La ganadora me colgó cuatro scrabbles: CHULEASTE (63), OTORGASE (63), LUIRAIS (67) y CAMPANEA (101). HOCES (36), LLENAD (36), JEFA (67) y EX (41) fueron sus cortas asesinas. En cambio, yo, tuve como bonificaciones LACEASTE (70), ANONADE (64) y BRONCEAS (88). Mis pequeñas valiosas CHORRO (31) y ÑÚS (30). 
 
Mi próximo desafío fue ante Alejandro Benítez, un jugador conocido, pero con quien aún no me había enfrentado. Le batí de principio a fin con score de 493-280. DOLIERAN (63), ATORADOS (68), ALUCINO (74) y MONTADA (76) fueron mis cuatro bingos, mientras que FASE (44), JUDOS (42) y CHIRRIÉ (30) mis cortas de mayor valor. Por mi rival solo destacaron ZINC (30), PACTO (36), RAMPAS (38) y XI (36) como lo mejor de su repertorio. 
 
El próximo zurrado fue Charlie Castillo a quien vencí con holgada anotación de 539-290. DESANDE (68), ENGOLAN (70), ALEONES (62) y RASTRILLO (98) fueron mis cuatro bonificaciones mientras que ERRO (30) y SEXA (32) mis pequeñas mejor puntuadas. De parte del derrotado PÍLDORAS (70) su único bonus mientras que JARRA (63) y SUPERO (37) sus cortas letales. 
Tercera victoria ante Castillo.
 
Para mi quinto desafío mordí el polvo de la derrota. Enma se ocupó de que así ocurriera al vencerme con amplio score de 578-317. Ciertamente que frente a la anfitriona no hallaba fórmula alguna de ganarle. Solo necesitó tres bonus: HOPARES (84), CABINAS (75) y OXIGENARE (101) y unos cuantos cortos asesinos como PEAJE ( 34) y DIEZME (42) y otros también significativos como CHICS (28), OCURRE (28), HALLO (28) y ÑOR (26). 
 
De mi parte solo colgué dos bonus: LASTRADO (80) y RONDADA (69) mientras que mis cortas valiosas fueron SILGA (30), DE (24) y FO (23). 
 
El reloj marcaba más de las 12 de la noche, un nuevo día, miércoles 11 de septiembre, fecha en la que Charlie y yo disputábamos la siguiente partida. Don Hilario, custodio de la vivienda de Enma Morris se ocupaba de preparar café cada vez que se agotaba el de la greca. “Sigan jugando, muchacho, sigan jugando, voy a prepará el café”, solía decir el buen señor, de gran confianza para la dueña de casa. También se encargaba de traernos el agua de tomar. 
 
Vencí a Charlie por golpiza de 584- 328. Cuatro bonus en mi haber y estos fueron ROSANDO (70), CONGUEES (78), CUMPLES (83) y SUBIERA (91). Mis duras mortíferas CHOLEO (38), FAX (48), YINA (33) y VEZ (35). El derrotado tuvo un solo bingo: METIDOS (71) y entre sus mejores cortas destacaron AJ (37), GUERREAD (32), HELADO (33), LLE (43) y AHÍ (39). 
 
Mi nuevo amigo decidió que jugáramos otra y volví a batirle. En esta, por score de 484-342. LECTORES (64), PEGADOR (78), PACTARON (61), RETENÍAN (68) y DESLAZAD (104) fueron mis cinco scrabbles. Mi oponente apenas bonificó una vez: HECHIZAN (70), pero me superó en vocablos cortos de amplios puntajes, tales como JI (38), OÍS (34), ECHAD (30) y UÑE (37), que de nada les sirvieron pues, como quiera sucumbió. 
 
Victoria inolvidable frente a Enma Morris en horas de la madrugada.
A eso de las tres de la madrugada me tocó enfrentar nuevamente a Enma. Rápidamente salí adelante en mis primeros siete turnos (335-247) gracias a cuatro buenas bonificaciones como MUTASES (74), GUSTADO (74), RETASÉIS (77) y RONZARE (86). “Enma, esta la vas a perder”, comentaba Charlie Castillo que observaba la partida. Pero Enma, una gran guerrera, nunca se rendiría, todo lo contrario, le echaba más empuje a su juego. Con vocablos cortos como HOCE (36), AXIS (33), LLORARE (58), ERRAD (42) y un oportuno AMASADAS (81), achicaba distancia y se metía en pelea (340-373). Luego vino mi DECLINAD (78), que me adelantó más en el marcador (451-340). Enma, aún confiada en que podía arrebatarme el match, cometió dos errores consecutivos, y fue esto lo que pudo detener su embestida. Le cobré su primera pifia con JO (58), que me acomodó en el marcador, 509-340. Luego, creyó que BABANCO existía. La colocó, le objeté y me llevé la razón. BABANCO, que ya la tenía puesta en zona triplera de palabras, tuvo que quitarla por inexistente. En verdad, ese vocablo existió antes, pero la Real Academia de la Lengua lo abolió. El rostro de Enma era un puro desaliento. Lo que antes era válido, ahora resultaba no serlo. Suspiró hondo. Era su oportunidad dorada de remontar, de reducir distancia. Todo le salió mal. Su segundo error fue castigado con CHAN, jugada defensiva y ofensiva, de 34 tantos, en la misma hilera donde antes ella había errado. Ahora las acciones se colocaban 543 a 340. De nuevo se escuchaba la voz de Charlie Castillo, esta vez muy reflexiva: “Enma, no está mal que a veces tú pierdas una. Dime ¿qué sentido tendría la vida o jugar scrabble para ti si siempre ganaras?” El silencio respondió. Enma no dijo nada, ya se sabía derrotada; yo, de risitas, pero calladito, completando mis últimos turnos. Me lle la victoria, 566 contra 413. 
 
Triunfo de Enma Morris con un TOQUEEN inexistente.
Dominé con cinco scrabbles: MUTASES (74), GUSTADO (74), RETASÉIS (77), RONZARE (86) y DECLINAD (78). Ella solo logró uno con AMASADAS (81). Mis mejores cortas fueron JO (58) y CHAN (34) y las de mi rival las ya mencionadas HOCE (36), AXIS (33), LLORARE (58), ERRAD (42) y, a último momento, CABO (33). 
 
Me tocaba jugar con el retador Charlie, pero preferí descansar. “Jueguen ustedes, voy a tomar un descanso que tengo mis neuronas cansadas”, les dije a Enma y al nuevo amigo. Así lo hicieron, disputaron un match que resultó ganancioso para la anfitriona y penoso para su débil adversario.


Durmiendo en la habitación y cama equivocada

Casi a las cinco de la mañana decidí irme a dormir. Entré al dormitorio del primer piso, me quité los zapatos y me recosté en la cama, no sabiendo que aquella era la habitación de Enma Morris. Estaba recostado en su propia cama, en la misma donde ella duerme todas las noches. Casi media hora después la dueña entra a su habitación y se sorprende. Exclama “¡pero bueno, y esto!” y se ríe. “Enma, yo pensé que esta habitación era de tu hija, la que se fue de viaje. Por eso me recosté en esta cama. Lo siento y discúlpame”, me sinceré. Me contestó que no era nada y me invitó a subir a la habitación del segundo piso. Tras arreglarme una cama me dijo “siéntete como en tu casa”. Encendió el aire acondicionado y se marchó. Yo me eché a dormir para finalmente despertar a la 1:30 de la tarde del miércoles 11 de septiembre.


Últimas tres partidas

A eso de las cuatro de la tarde Enma y yo disputamos tres partidas consecutivas. La primera, digna para nunca olvidar por la forma tan asombrosa en que terminó. 
 
La dueña de casa se vio adelante casi todo el trayecto, incluyendo la recta final. Llegó a dominar con marcadores 129-77, 216-77, 249-168 y 328-305, gracias, sobre todo, a BERREARE (71), AXÓN (46), LUNEARÍA (59), HUCHEAD (33) y CAÍDO (35). ¿Qué pasó entonces en el tramo final? Mi capacidad de remontar salió a relucir. Enma no esperaba que mi atril me CAUSASE 84 tantos y me pusiera en la delantera, 389-328. Poco después me alejaría 438-332 por obra y gracia de un VARÓN de 49 puntos. Ella, ni corta ni perezosa, se acercó con OPTIMES (71), 403-438. L 9 puntitos y ella cambió letras. Conseguí 19 más con HA y me alejé 466-403. Entonces llegaba su turno. Vio un hueco en el que cabía un bonus, el único que había en el tablero. Se la jugó como pudo y le dio resultado. Colocó TOQUEEN en reformación con UVA, GALEAS, ERE y NO, jugada que le dio 101. Antes de la sumatoria objeté GALEAS, pero esta resultó ser válida. La que en verdad debí haber objetado fue TOQUEEN y no lo hice. Esa sí que era inválida. De modo que, la anfitriona, sumando también seis puntos de mi descuento, se llevó la victoria con pizarra de 510-460. Una partida que la boté por el inodoro. 
 
Por la ganadora hubo cuatro bonificaciones: BERREARE (71), LUNEARÍA (59), OPTIMES (71) y el inválido pero no objetado TOQUEEN (101). Sus cortas letales fueron AXÓN (46), HUCHEAD (33) y CAÍDO (35). De mi lado hubo tres bonus: CONTRAS (74), CURSABA (91) y CAUSASE (84). ÑOS (35), BOYERO (45), DIJ (57) y VARÓN (49) mis vocablos cortos mejor puntuados. 
 
En el siguiente desafío recibí soberana zurra por parte de la anfitriona. El score quedó 592-372. DESOLLAD (86), ACUSADOS (86), ZAPEARÍA (88) y LUCHADOS (78) fueron sus cuatro bingos. Los míos CORONÁIS (83), CONTARES (78) y HELEABAS (72). Sus cortas mayores DESOLLADORA (57), OJEE (36) y DEBITA (30). Las mías ANÓNIMA (50) y YUTE (34). 
 
Y, finalmente, el último match también resultó en una contundente victoria para Morris. 497 para ella y 347 para mí. 
 
MESARA (74), FREÍAMOS (78), ADOCENA (74), AGRADASE (62) y GRANICES (66) destacaron como sus cinco bonus mientras que MUE (38) y LLAPE (39) como sus mejores cortas. Mis scrabbles apenas fueron dos: SONRÍAN (68) y COLACIÓN (62). Entre mis mejores cortas estuvieron MÍO (36), JET (37) y DODO (35). 
 
Ya el reloj marcaba más de las nueve de la noche, tiempo que aproveché para regresarme a la pensión. Caminé hasta las vías 3ra y 62 sin ningún tipo de temor, pues, es bien sabido, que la Habana es una ciudad con muy bajos índices de delincuencia. Abordé una máquina, pagando solo un CUC hasta El Vedado y, finalmente, me deposité en mi destino, la habitación rentada en casa de Barbarita.

Reflexioné toda la noche sobre la partida botada en el basurero, aquella que Enma se llevó con un inexistente TOQUEEN al final. De haber protestado dicho vocablo la Morris jamás hubiese ganado y, mi récord en aquella maratónica jornada, hubiese sido 7 y 4 y no el ajustado 6 -5 con el que terminé. Pero lo hecho ya estaba hecho y no había nada que lamentar.


ESTADÍSTICAS, 10 y 11 de septiembre 2019

Ganadas 6, perdidas 5
Contra Enma Morris: 1-5
Contra Charlie Castillo: 4-0
Contra  Alejandro Benítez: 1-0
Promedio de puntos por partida: 461.90
Promedio de scrabbles por partida: 3.63

martes, 21 de enero de 2020

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 37)

Aunque la solución o detonación del problema no se avizore por el momento, cierto es que he tenido muchos días de calma en mi lugar de trabajo en que, prácticamente, no he tenido que agarrar el pañuelo. Sin dudas, que esto ha sido menos preocupación para mí y para mis compañeros de labor.


Por Iván Ottenwalder



En lo que a mi caso concierne julio y agosto de 2019 pasaron sin penas ni glorias. Mis molestias, escozor y pinchazo constante en el paladar superior derecho, no cedieron ni un ápice ...como tampoco en los meses posteriores. Sin embargo, septiembre me trajo algo de paz.



Las dos primeras semanas de septiembre las vacacioné en La Habana, capital de Cuba. Asombrosamente, valga decir, mis secreciones nasales se redujeron al mínimo, pero no así la comezón y pinchazo en el paladar. No sé si haber dormido con aire acondicionado todas las noches que duré hospedado en la pensión de Barbarita, influyó en algo. Lo cierto es que, extraño o no, tuve un gran alivio y prácticamente no me vi en la necesidad de usar el pañuelo para sacudirme.



Cuando regresé a Santo Domingo la mejoría seguía su curso, sin embargo, a partir del 22 de septiembre, las necias secreciones volvieron con fuerza. Hubo semanas horribles (secreciones y molestias del paladar incluidas), pero también las hubo de aparente calma. En esos vaivenes me las pasé el resto del año.



Algo que sí me mantuvo menos ansioso fueron mis cortos amoríos con Yajaira (finales de septiembre a finales de diciembre de 2019), una mujer de 35 años, muy delgada y muy atractiva con la que pasé unos momentos maravillosos los cuales nunca olvidaré mientras vida tenga. Más bien se trataron de lindos momentos sentimentales, besitos y abrazos incluidos, aunque no llegamos a realizar el amor ...pero ya esto es un tema que amerita un capítulo aparte.



Para la fea hinchazón y molestia del paladar superior derecho he venido tomando calmantes y antiinflamatorios que nada hacen. No he querido visitar médicos estúpidos que NUNCA le prestan atención al asunto, que solo me ven como un número frío o como un paciente del montón. Solo estoy apostado al tiempo, a que ocurra lo que tenga que ocurrir. Pero eso sí, si por H o por R llegase a resolverse mi problema, no me quedaré callado. Este blog hablará y denunciará con nombres y apellidos a los médicos que no me creyeron, que me trataron como un paranoico y que fueron INCAPACES de resolver el asunto. Me importará una mierda que me caiga encima alguna que otra demanda económica, pues, al fin de cuentas, no soy millonario y los millones, no los tendrán. Hundir el buque, con todo y tripulación, no es problema para mí.



Aunque la solución o detonación del problema no se avizore por el momento, cierto es que he tenido muchos días de calma en mi lugar de trabajo en que, prácticamente, no he tenido que agarrar el pañuelo. Sin dudas que esto ha sido menos preocupación para mí y para mis compañeros de labor. Otros días sí que han sido horrorosos. Antes, en 2016, 2017 y 2018, todo era pésimo; ahora, los días buenos van y vienen.



Sin embargo, estas aparentes mejorías no las veo como un aliciente para el conformismo. Aún deseo que la cabrona molestia del paladar, con todos los síntomas ya antes descritos, lleguen a su fin. En caso contrario, esta historia






Continuará...

domingo, 19 de enero de 2020

Fumador a los 8 años de edad y NUNCA MÁS

Por Iván Ottenwalder



Corría el verano de 1983, mi hermano Carlos y yo estábamos de vacaciones. Como en años anteriores nuestros padres nos enviaron a San José Adentro, un campito atrasado e inhóspito de la provincia Santiago de los Caballeros.



Para aquella época en San José todavía no había llegado la luz eléctrica y mi abuelo Facundo contaba con una pequeña planta de electricidad, la cual encendía a partir de las 7 de la noche y la apagaba como a las 9 p.m. Tampoco llegaba el agua del CORAASAN, el acueducto de Santiago.



Nuestro verano en San José duró como dos meses. Recuerdo aquellos momentos en que Carlos y Alex, este último hijo de crianza de mis abuelos Facundo y Girita, se levantaban todas las mañanas, a partir de las 5.00 a.m, a ordeñar las vacas, mientras yo me quedaba dormido hasta las siete. Aquel desayuno rural compuesto por plátanos, yuca, tortillas de huevos, leche recién ordeñada o tisana, jamás lo podré olvidar. Lo mismo que aquel arroz con habichuelas rojas, carne de pollo y ensalada, todo producido en la finca de Facundo Primitivo Ottenwalder, mi abuelo paterno. ¡Cómo olvidar aquel sazón que le daba Victoria, la eterna cocinera, a esos alimentos! De cena comíamos prácticamente lo mismo que por la mañana: plátanos, yucas, tortillas de huevos, aguacate, leche caliente o agua, porque, eso sí, mi abuelo era tan raro que NUNCA le interesó en que se nos preparara jugos naturales, limón o naranja, durante las horas de comida. Recuerdo perfectamente cuando, tras preguntarle el porqué nunca nos servían jugos, nos reñía: “¡jugo de queeeeeee! Aquí lo que se va a bebé e aaaagua”. Así de simple zanjaba el asunto.



Bastante fresco en mi memoria conservo como Carlos, Alex y yo nos divertíamos deslizándonos por alguna bajada montañosa sentados sobre grandes hojas de yaguas. Aquello sí que era fascinante. Pero jamás podré olvidar aquel episodio que me movió a la envidia, y fue el siguiente:



Una mañana a Carlos y a Alex se les cogió con jugar a los fumadores, pero no con cigarrillos de verdad, sino utilizando unos finos palitos de un árbol que ahora no recuerdo. Eran unos palitos delgaditos y ahuecados por dentro, con hoyitos en ambos extremos. Carlos y Alex solían encender en el viejo fogón de la cocina dichos palitos por uno de los extremos. Una vez hecho esto se daban a la tarea de fumarlos. Yo quería hacer lo mismo, pero no me lo permitían porque, a juicio de ellos, yo era muy chiquito “y lo niño chiquito no juegan a eso Iván”. Me lo tenían prohibido no solo mi hermano y mi primo, también mis abuelos y la cocinera. Fue tanto lo que jodí y deseé por varios días que, una tarde, a eso de las siete, mi abuela Girita perdió la paciencia.



- ¿Qué es lo que tú quiere, dime, fumá? Espérame aquí, vengo ahora, me pidió mi abuela. Esta se dirigió a uno de los aposentos, abrió un armario y extrajo de una cajetilla de Montecarlo un cigarrillo. Fue caminando hasta la cocina, lo encendió por la punta y me lo entregó en mis manos. “Anda, fumátelo y quítate esas ganas que tienes”, me instó. Yo, un pequeño mocoso de tan solo 8 años de edad, obedecí y agarré el cigarrillo, me lo puse en la boca y ….a fumar. ¡Me fumé un cigarrillo de verdad con todo y su nicotina!



Con una calma pasmosa me fumé aquel cigarrillito de verdad que Alex y Carlos parecían niños de pecho ante mí. Mientra ellos fumaban unos de mentiras, yo me divertía con uno real.



Al finalizar el cigarrillo, ya este se había vuelto más chico, mi abuela me preguntó: “¿dime, te gustó? ¿Quieres otro? ¿Ya eres feliz?”. Mi respuesta: “no abuela, ta bien, ya no quiero más. Esto pone a tosé a uno”.



Mi hermano, al ver el episodio aquel le preguntó: “mama Girita, ¿pol qué uté hizo eso? Uté no tiene que dale un cigarrillo a Iván. Yo se lo voy a contá a papi y a mami cuando vengan”.



- Carlitos, mijo, era para que él viera que fumar no es bueno. Pero ustedes tuvieron la culpa por estar retozando con esos palitos viejo, haciendo de fumadores. Él quería hacer lo mismo, le explicó la madre de mi padre.



Final de las vacaciones. Mi madre se enoja con mi abuela



Ya a finales de agosto mis padres, Facundo y Marisol, fueron un fin de semana a San José con la intención, obviamente, de dormir unos días allá y traernos de vuelta a Santo Domingo. Ya era hora, pues las clases empezarían dentro de poco y tanto Carlos como yo debíamos volver a la escuela.



Lo primero que hizo mi hermano mayor, como era de suponer, fue contarle aquel capítulo del cigarrillo a mi madre. “Mami, se fumó un cigarrillo de veldá y mamá Girita fue quien se lo dio. Anda pregúntale”. Como era de esperar, mi madre se enojo de mala manera.



- Mamá Girita, ¿cómo a usted se le ocurre darle un cigarrillo a Iván para que lo fumara. Usted no debió hacer eso. MIRE, ¡NO LO VUELVA A HACER NUNCA MÁS DOÑA GIRITA! IVÁN APENAS ES UN NIÑO. ¡NO DEBIÓ NUNCA DARLE ESE CIGARRILLO A ESE BICHO VIEJO!



- Marisol, es que ya nos tenía desesperado a todos. Yo lo que quería que él se diera cuenta que fumar no es bueno. Lo que pasa es que Carlos y Alex se pusieron a retozar fumando dizque en unos palitos e Iván se sintió envidioso. Yo, para que él se sintiera tranquilo, le busqué un cigarrillo de los de Cun, se lo prendí y entregué. Después que se fumó ese no quiso fumar más, le confesó mi abuela.



- Doña Girita es que no. ¡NO, NO Y NO! NO DEBIÓ NUNCA USTED DARLE ESE CIGARRILLO, ESO LE PUDO HABER HECHO DAÑO. ¿USTED ESTÁ LOCA MAMÁ GIRITA? No lo vuelva a hacer, por favor. Entonces, mi progenitora buscó mi rostro y me clavó la mirada: mira, y tú, que sea la última vez que me entere que tú andas fumando cigarrillo. ¿Oíste muchachito? Te lo advierto.



Y así culminó la historia. Nunca más en mi vida cogí un cigarrillo, ni de juego. A pesar de todo, el destino intentó varias veces ponerme trampas, para ver si en otra ocasión volvía a fumarme uno. Amigos de la universidad llegaron a brindarme algún cigarrillo y yo se los rechazaba. Amigos de Carlos también lo intentaron. Yo, astuto al fin, me daba cuenta de todo. Sabía que si aceptaba fumarme un cigarrillo, Carlitos, un antiguo amigo de infancia, que también fumaba, y fuma todavía, le iría con el chisme a mi hermano Carlos y a don Facundo, mi padre, quien, durante su juventud, también fue fumador.



Y ya para finalizar, quiero que mis apreciados lectores sepan, porque mi público quiere saber, que durante mi fracasada vida sentimental he tenido parejas, aunque de corta duración, que también han fumado y fuman todavía. ¿Eso me molesta? Para nada. Si una chica o mujer me gusta, me importa tres pepinos que fume o ingiera alcohol, aunque yo ni fume ni beba.



A una pareja jamás le reclamaré porque fume, beba o use tatuajes, lo único que le pediría es que me quiera, que seamos buena pareja y más nada. Y con esta última reflexión este capítulo queda cerrado.