sábado, 13 de julio de 2019

El paradigma de muchos dominicanos hoy en día. ¿Cuál es?

Económicamente hablando ese paradigma perfecto viene definido por: trabajo con sueldo de lujo, la yipeta del año, un apartamento en una torre lujosa, el celular último modelo, estudios en colegios bilingües para los hijos, una villa en La Romana, ropa de marca, vacaciones en hoteles playeros (resorts), viajes a Disney World, almorzar y cenar en restaurantes caros los fines de semana, en pocas palabras, un full todo completo impregnado del mejor confort.


Por Iván Ottenwalder

No tengo ánimos de exagerar ni de juzgar a toda la población dominicana como un absoluto, es decir, de meterla en un mismo saco, pero, de todos modos, aprovecharé la oportunidad que me ofrece el ciberespacio para destacar en este capítulo cuáles son las ambiciones sociales y económicas más notorias, al menos en la mayoría de dominicanos y dominicanas.  

Constantemente somos bombardeados por las publicidades que crean hábitos de consumo, deseos de tener cada vez más y más y a cualquier precio. Nos venden el sueño perfecto, el paradigma del éxito absoluto.

Económicamente hablando ese paradigma perfecto viene definido por: trabajo con sueldo de lujo, la yipeta del año, un apartamento en una torre lujosa, el celular último modelo, estudios en colegios bilingües para los hijos, una villa en La Romana, ropa de marca, vacaciones en hoteles playeros (resorts), viajes a Disney World, almorzar y cenar en restaurantes caros los fines de semana, en pocas palabras, un full todo completo impregnado del mejor confort. 

Nos han programado nuestro cerebro para que comprendamos que debemos ser ambiciosos y pensar a lo grande, todo bajo la cacareada consigna de que nuestro límite debe ser cielo. Y en verdad, no me opongo a que la gente piense en gigante y defina su escala de valores o prioridades. De hecho, la vida de muchos seres humanos está cargada de grandes sueños. Desafortunadamente, no todos los alcanzan.

¿Qué están haciendo muchos dominicanos para conseguir sus sueños dorados?

Por obra y gracia de los bancos hoy en día mucha gente puede acceder a jugosos y estratosféricos préstamos personales, hipotecarios o de vehículos. Así de simple, un trabajador/a con un salario, digamos superior a los 50 mil pesos mensuales, puede adquirir a través de cualquier entidad financiera el monto necesario para ir ganando tiempo y comprar la yipeta  y un apartamento nuevo y decente. Eso sí, ya ese cliente bancario estará condenando a unos largos años, dos o tres décadas, pagando grandes cuotas mensuales por la vivienda. La deuda de la yipeta la podría liquidar quizás en menos de seis años. Supongamos ahora que ese asalariado consiga un ascenso en su trabajo o una mejor oferta en el mercado y su sueldo pase a ser 90 o 100 mil mensuales. ¿Qué piensa usted que ocurrirá? Posiblemente, si tiene uno o dos hijos querrá inscribirlo en una gran escuela bilingüe, con todos los estándares de calidad para asegurar el mañana de sus críos. En ese caso empezará a sacar cuentas y tratará de buscar otro gran préstamo, ya no con el banco que le prestó lo del jeep y la vivienda, sino con otra entidad bancaria. Esa otra entidad chequea su historial crediticio y le calcula cuánto le puede facilitar. Si no le conviene entonces cogerá para otro banco. Si para conseguir lo que desea debe deshacerse de su vehículo, seguro que lo venderá para así eliminar uno de los dos préstamos anteriores, quedándole solo uno, el del apartamento. Gracias a ese rejuego ahora tendría menos dificultades para meterse en otro lío, o sea, préstamo, y alcanzar el sueño para sus hijos y de paso comprarse par de yipetas modernas, una para él y otra para su mujer. Toda una riqueza artificial en base al gran endeudamiento, a una burbuja. Pero, mientras él y la esposa puedan mantener sus puestos laborales y ganar mucho dinero, podrán mantener viva esa fantasía. Fíjense, que solo estoy tomando como referencia las deudas del hombre, no las de la mujer, y esto así partiendo de la premisa machista y paternalista dominicana, en que el hombre quiere costearlo todo y no dejar que la mujer asuma muchos gastos. 

Mientras los bancos tengan abierto el grifo de los préstamos más personas se animarán a las opciones de financiamiento, con tal de hacer realidad sus sueños dorados y de que sus hijos puedan vivir el cuento de hadas perfecto. Exactamente lo que se nos ha vendido como el paradigma del éxito. 

¿Pero qué pasa si la burbuja explota?

La vida financiera de cada persona está llena riesgos. Una pareja que se haya enriquecido a base del endeudamiento puede verse afectada por la pérdida de empleo de uno de los cónyugues, por una crisis económica que traiga consigo una devaluación exagerada de la moneda nacional y de paso la pérdida del poder adquisitivo de la población. Dicha crisis sería una tragedia financiera para la mayoría de los ciudadanos, sobre todo para aquellos que lo apostaron todo al endeudamiento con tal de disfrutar una vida de ensueño. Serían muchos los ciudadanos que caerían en la pobreza, cosa que les dejaría severos traumas emocionales. Las posibilidades de una ola suicidio podrían ser elevadas. Las migraciones hacia los Estados Unidos, también. 

Me acuerdo perfectamente una noche de verano de 2010 en que compartía unas cervezas con José Luis Suárez, un entrañable amigo de la infancia y otras viejas amistades de antaño. Mientras comíamos y tomábamos José Luis observa a un grupo de jóvenes que se deleitaba en una calle frontal. Ellos oían música estruendosa y estaban en plena bebentina. Nos dijo lo siguiente: “Hey, muchacho, ¿ustedes ven toda esa juventud loca, desacatá y dada a lo malo? Esa gente no está ahorrando ni un chele. Si aquí en este país ocurriese una crisis como la que está viviendo España ahora, esos riquitos que ven ahí, son los primeros que se van a joder”. Entendí por qué lo decía. Si la burbuja estalla, adiós clase social, adiós lujo, adiós confort, adiós dinero, adiós todo. 

Pero lo cierto es que la naturaleza humana es de por sí ambiciosa, lo quiere casi todo. En la República Dominicana son menos aquellos que desean una riqueza moderada complementada con la intelectual. El full de to es lo que impera en el chip de casi todos los dominicanos/as. ¿Y yo que quiero? Me hago esta pregunta porque he notado que casi nadie en esta sociedad se toma al menos unos segundos en preguntarnos qué queremos o andamos buscando en la vida. No siempre la cosmovisión ha de ser la yipeta, el piso en una torre, la villa en La Romana, ropas caras, viajes costosos y la escuela bilingüe para los críos. Puede haber personas, como yo, que buscamos otro rumbo en la vida. Cosas diferentes.
Mis ambiciones ni tan exageradas son. Me conformaría con poder viajar todos los años al extranjero a jugar scrabble con mis amigos, disponer de un buen salario, aunque no una fortuna pero tampoco una basura; poseer una vivienda buena, pero modesta, de apenas un dormitorio, cocina, baño y sala de estar; tener plata para costearme mis medicinas; comprar varios libros y revistas de ciertos temas especializados (historia o ciencia) junto a mis pequeñas compras semanales en el supermercado y, por último, terminar de saldar la deuda del apartamento de mi madre. 

Deseo un pasaporte que me dignifique como ser humano

El viernes 12 de julio, en horas de la mañana, abordé un carro público en ruta a mi trabajo. Me encontré con un joven de contextura fornida y pelo teñido de rubio. El me saluda: “¿Cómo te va? Hace mucho que no te veía”. De veras que no sabía quién era, traté de recordar y nada. De todos modos, fui amable con él. Le conté donde trabajaba, mis funciones laborales y demás etcéteras. Él me reveló que laboraba para el Ministerio de Educación Superior Ciencia Tecnología (MESCyT), que ya llevaba equis tiempo allá y que pronto le iba a salir un proyecto que le generaría mucha plata y que con ella compraría una yipeta del año, no recuerdo ahora la marca y el modelo. Le felicité por anticipado y luego nos pusimos a platicar sobre otros temas. El tipo era un gay, de mente ágil, actualizado y manejaba un montón de informaciones. Luego, ya en confianza, le comenté que en mi caso no deseaba yipeta ni vehículo alguno, sino un pasaporte que me dignificara como persona y ser humano, tal como el de Estados Unidos o alguno de la Unión Europea, que así podría viajar al resto del mundo sin la necesidad de visa. Me respondió “te entiendo, y sé por qué lo dices. A los dominicanos nos maltratan en los consulados, sobre todo en el de Estados Unidos. Nos ven como ganado”. Me contó que precisamente estaba casado con un estadounidense y que conocía algunos estados del país norteño. Sin embargo, en cuanto a las limitaciones del pasaporte dominicano, ambos terminamos reconociendo la muy buena gestión de Miguel Vargas al frente de la cancillería, ya que ha logrado, a través de negociaciones, que los dominicanos no necesitemos visa para viajar a varios países”. 

El diálogo llegó a su fin cuando el chófer me dejó en mi destino.

Volviendo al tema central vemos que en la República Dominicana de hoy muchas personas caen en situaciones depresivas por no haber logrado el paradigma del éxito. Muchos dejan de verle sentido a su existencia, cayendo en adicciones como el alcoholismo y la drogadicción; otros, que no tienen para pagarse consultas psiquiátricas, prefieren buscar refugio en alguna iglesia evangélica, donde el pastor hace las veces de buen terapeuta, valga reconocer. 

La vida en la tierra, como bien había explicado en uno de los capítulos anteriores, no es más que una pieza teatral, donde triunfan quienes mejores actúen. Claro, que esto no aplicaría para personas que vinieron al mundo con desventajas, por ejemplo, con algún tipo de discapacidad psicomotora. Recientemente, leí en uno de los periódicos nacionales, que la República Dominicana no había conseguido para los discapacitados la cuota porcentual que les corresponde en el mundo laboral. Una lástima.

Sin embargo, ya se han visto algunos casos de personas discapacitadas laborando para el supermercado Carrefour y algunas telefónicas, pero, a decir verdad, en la mayoría de emporios comerciales de República Dominicana no los están empleando. 

Mi reflexión final

En lo particular respeto la filosofía de vida o la falta de ella en cada quién. Yo no mando en los deseos y sueños de cada persona. El que quiera ser austero, o sea, comedido en el gasto, le aplaudo; quien prefiera endeudarse con todos los bancos para tener full de to y aparentar así una riqueza artificial, del mismo modo, le respeto. Cada cabeza es un universo y dueña de sus propias decisiones. Estoy plenamente de acuerdo con las charlas sobre educación financiera impartida por los bancos, pero ya dependerá de cada persona el educarse o no en el manejo de sus finanzas. Yo viviré mi vida acorde a mis convicciones, les parezcan equivocadas o no a lo demás. Hasta ahora, en mis 44 años de existencia, puedo sentirme orgulloso de algunas cosas en mi vida: ser un buen lector, un subcampeonato y un campeonato en scrabble, haber aprendido a ser más ahorrativo y austero en mis gastos, y tener un blog como este, con un buen número de visitantes quienes me leen semanalmente. Y quiero destacar en este instante, que desde el verano de 2017, mis lectores más asiduos y numerosos han sido italianos. Lo digo porque tengo los datos. El sistema de Blogger me permite indagar sobre ese tipo de información. 

No conozco a estos numerosos y apreciados lectores, no les he visto ni en retrato, nunca nos hemos dado un apretón de manos, pero se han comportado como mis seguidores más fieles y consistentes en los últimos dos años. Para ellos, donde quiera que estén, mis agradecimientos y afectos.

viernes, 28 de junio de 2019

Lo que nunca dejaría de hacer, pase lo que pase

Vivimos nuestra propia historia, somos actores y tomadores de decisiones, sean estas buenas o malas. Por cada decisión tomada, viene luego la consecuencia, la cual puede sernos favorable o desfavorable. 


Por Iván Ottenwalder 

La historia del ser humano siempre ha estado cargada de claroscuros. Los momentos de alegrías y tristezas, diversiones y tragedias, grandes emociones así como decepciones han marcado la trayectoria de todos los hombres y mujeres del planeta. Vivimos por capítulos, como en las telenovelas, y ciertamente que muchos hechos, de alguna manera u otra, nos impactan, dejándonos un sabor, sea amargo o agradable.  

Vivimos nuestra propia historia, somos actores y tomadores de decisiones, sean estas buenas o malas. Por cada decisión tomada, viene luego la consecuencia, la cual puede sernos favorable o desfavorable. Algunos eruditos en el tema sostienen que por cada decisión que tomemos nos perderemos de cientos de posibilidades distintas. Esto quiere decir que si elegimos un camino nunca sabremos que hubiese ocurrido en caso de haber elegido otro.  

Pero lo que en verdad afecta y marca al ser humano son los malos episodios, aquellos desagradables e imposibles de olvidar, y hasta de superar. Tan así que muchas personas se resisten a realizar una acción determinada por lo que sucedió una vez. Conozco gente que no se bañan en un río porque quedaron traumadas durante la infancia al observar cómo se ahogó un primo; otros, que no se montan en un avión porque muchos aeroplanos se han estrellado; algunos no abordan un crucero porque en el año tal se hundió uno y murió un familiar. Muy bien, en lo particular respeto los sentimientos y decisiones de cada ente social, sin embargo, pienso que el espectáculo de la vida, con su máscara de felicidad o siniestralidad, debe continuar. A continuación expongo lo que jamás dejaría de hacer en esta obra de teatro, llamada vida, y donde casi siempre triunfan quienes mejores actúen: 
  • Nunca dejaría de bañarme en una piscina porque un familiar o amigo se haya ahogado en una.  
  • Nunca dejaría de volar en avión, a pesar de todas las aeronaves estrelladas.  
  • Nunca dejaría de perderme la posibilidad de viajar en un crucero porque unos pocos hayan naufragado.  
  • Nunca le tendría miedo a un quirófano, ni a miles de quirófanos, aunque haya hecho un sangrado post- quirúrgico una vez en el pasado.   
  • Jamás dejaría de ir a un pueblo porque una chica de allí me haya sido infiel hace casi 30 años.  
  • Nunca condenaría a todas las gerentes departamentales por el simple hecho de que muchos años atrás hubo una que me hiciera la vida imposible.   
  • No aborrecería a todos los gays, aunque en el pasado alguno me faltase al respeto.   
  • No dejaría de abordar un carro público dizque porque una vez me atracaron dentro de uno.   
  • No dejaría de hacer una maestría en tal o cual universidad, por el hecho de no haberle caído bien a un profesor en el año 98.  
  • No dejaría de jugar al scrabble por el hecho de haber perdido una final en La Habana en 2015.  
  • No dejaría de tener una novia por el hecho de que tres años atrás una chica hedionda me pegara una terrible infección que me traería como consecuencias la pérdida de las amígdalas, dos piezas dentales y un afta bucal tardo en descubrir y erradicar por los médicos.  
  • Nunca dejaría, en caso de emergencia, de visitar a un médico. Eso sí, jamás lo vería como a un héroe, apenas como  a un solucionador de problemas, nomás.  
  • Nunca dejaría de utilizar la red social de Facebook o mi cuenta de Hotmail dizque porque me las hayan pirateado más de cuatro veces.   
  • Nunca me volvería a perder una fiesta de enamorados a pesar de que una novia me haya botado un 14 de febrero de 2013.  
  • Jamás dejaría de competir en una actividad afín a mis intereses por el hecho de que nunca haya ganado un trofeo o medalla.    
  • No dejaría de visitar una iglesia católica por el hecho de que en el año 1987 un párroco nos arrojara su perro pastor alemán a Santiaguito y a mí mientras jugábamos en el jardín de la capilla.   
  • Jamás dejaría de defender una verdad, aunque no la pueda demostrar. Se ha visto que en el mundo hay verdades difíciles de probar, pero no por eso dejan de ser verdades. Dios, a mi juicio, existe, aunque no haya evidencias de su existencia. Hay personas que han tenido experiencias extrañas, como una sanación milagrosa, un avistamiento OVNI, un viaje momentáneo a un mundo alterno, etc. ¿Puede el psiquiatra, el laboratorio clínico y los aparatos demostrar todo ello? No, por supuesto, pero eso no quita que algunas de esas experiencias personales sean ciertas. Hay algunas verdades que no necesitan de evidencias.  
En conclusiones, las experiencias buenas y malas siempre van a existir, tendría uno que no nacer para no ser testigo de ellas. Todo dependerá de la manera como cada ser humano afronte sus malos recuerdos, es decir, sus fantasmas del ayer.  

sábado, 25 de mayo de 2019

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 35)

A lo largo de la historia de la medicina se ha demostrado que ha habido casos muy extraños y complejos que han sido un quebradero de cabeza para muchos médicos. Es cierto que esos casos han sido aislados, pero si los sumamos arrojarían una buena cifra. En escasas ocasiones se han producido casos clínicos en que los aparatos (rayos X, tomografías, resonancias, sonografías) no han sido del todo precisos detectando anomalías o defectos.


Por Iván Ottenwalder   

Marzo, abril y mayo fueron un más de lo mismo, nada de empeorar pero nada de mejorar.  Dependiendo del mismo spray nasal para la secreción sin fin. Para mi alergia de piel, muy estable en lo que va año, he seguido con el Atarax 25 mg. En 2016 y 2017 usaba un montón de medicamentos para no mejorar. Desde 2018 hasta la fecha menos fármacos para que todo continúe tal cual.  

En lo particular sigo manteniendo mi posición firme de que el escozor hiper molestoso en el hueso maxilar superior derecho es el causante de mi desgraciada secreción sin fin, así como de la amargura del agua cuando la ingiero. Me importa una mierda mayúscula que mil panorámicas dentales del coño no cachen el problema que realmente me agobia. Lo juraría por Dios y con la mano derecha encima de la biblia de que es tal cual como lo digo. Nada me va a intimidar ni me hará torcer mi brazo. No tengo el más mínimo problema en hundir un buque, sin importar su tamaño, si me veo con todas la de perder y ni siquiera la mínima de ganar o empatar. También mantengo mi convicción firme y sólida de que la malnacida de Maribel, quien me contagió aquella infección bacteriana a principios de 2016, que me hizo perder las amígdalas palatinas, dos piezas dentales y me creó un afta bucal, tristemente detectado tardíamente (a finales de 2017), fue también la causante de que ese hueso maxilar superior derecho se me deformara e hinchara. Solo hay que compararlos a simple vista, tanto el izquierdo (el sano) como el derecho (donde siento el escozor profundo, no superficial) para darse cuenta de la notable asimetría. Y en esto no voy aceptar argumentos de que el cuerpo humano está lleno de asimetrías, pues, esas que vienen de nacimiento, son mínimas e imperceptibles, muy diferente a las que se producen con el tiempo por una lesión o deformación 

Mi situación es algo así como vivir un infierno en la tierra, irme a la cama de noche y despertarme cada mañana moqueando secreción salivosa hasta más no poder por ambos orificios nasales. Para el que no sepa lo que significa esto, mejor ni se lo deseo.  

He llegado a la firme conclusión de que, así como el dogma de fe de las religiones puede ser un arma peligrosa y de doble filamento, lo mismo ocurre con la ciencia médica cuando muchos doctores creen ciegamente en lo que diga su aparato. A lo largo de la historia de la medicina se ha demostrado que ha habido casos muy extraños y complejos que han sido un quebradero de cabeza para muchos médicos. Es cierto que esos casos han sido aislados, pero si los sumamos arrojarían una buena cifra. En escasas ocasiones se han producido casos clínicos en que los aparatos (rayos X, tomografías, resonancias, sonografías) no han sido del todo precisos detectando anomalías o defectos. Esto se debe a que en raras ocasiones el defecto puede estar alojado en una zona muy recóndita donde las imágenes no llegan o que dicho defecto sea tan poco visible y por eso la dificultad para detectarlo. El asunto es que, quiérase  o no, el problemita molesta y le hace daño al paciente.  

Para los médicos el paciente no es más que un número frío, uno más del montón, y por eso, la mayoría de las veces, lo tratan por salir del paso. Y cuando se producen casos complejos, de esos que les tuercen el pulso y no hallan la forma de resolverlo, entonces se les ocurre la “genial idea” de referir al paciente a un psicólogo o psiquiatra. Yo no pienso verle la cara a ninguno de los dos; estoy firmemente convencido de mi posición, posición que juraría todas las veces del mundo, por Dios, por la salud de mi madre y por el scrabble, mi adorado pasatiempo educativo. Cuando me expreso de esa manera sé por qué lo estoy haciendo. Jamás iría a molestar a un urólogo a sabiendas de que mi próstata está bien, ¿cierto? Nunca me he quejado ni de la vesícula, tiroides, vista o presión. Me quejé del estreñimiento en 2015 y en junio de 2017, pero, una vez controlado, nunca más he molestado a un gastroenterólogo para ese fin. Tampoco he vuelto a quejarme de la amígdala lingual derecha, pues, esta me ha dejado en paz desde la primavera de 2018. Yo mejor que nadie conozco mi organismo, porque es el mío.  

A principios de 2014 le creí ciegamente a un alergólogo, uno de los mejores del país, para llevar un tratamiento de vacunas de inmunoterapia. ¿Funcionó? NO. No me funcionó al sexto mes, fecha en la que supuestamente el paciente debe sentirse como si estuviera sano; mucho menos a los 20 meses (un año y ocho meses). Por eso tomé la decisión de suspenderlo por cuenta propia. ¡Y eso, aquel alergista me había condenado a 4 años de vacunas! Si no funcionó, al sexto mes, ni tampoco al año y ocho meses, mucho menos lo haría en los años que faltasen. Por aquella mala experiencia jamás volvería a colocarme esa porquería de antígeno. No me trataría ni con el mejor alergista del mundo, sea gringo, japonés, coreano, ruso, de donde sea.  

Estoy firmemente convencido de que mi caso no compete a otorrinolaringólogos, sino a cirugía maxilo-facial. Es cierto que un especialista de esa área me drenó los senos maxilares en noviembre de 2017, pero se quedó alicorto, pues, no pudo eliminar el escozor molestoso y el sabor amargo del agua que me aquejan del lado derecho. Tampoco fue capaz de abordar la hinchazón del hueso maxilar superior derecho ni la secreción molestosa del día a día. Entonces, me preguntó: ¿para qué mierda sirvió aquella cirugía? La ciencia médica dominicana, mediocre hasta más no poder, debería indemnizarme económicamente y devolverme toda la plata gastada en medicinas, consultas y cirugías desde el año 2016 hasta el presente. Pero claro, entiendo que sus representantes se van a defender con un uñas y dientes, degenerando el asunto en el ya harto y famoso “tu palabra contra la mía”. Ellos tienen abogados poderosos y marrulleros.  

Cantidad de médicos visitados desde 2016, año en que surgió el problema: 

Año 2016 
2 hematólogos 
2 otorrinolaringólogos 
2 odontólogos 

Año 2017 
3 otorrinolaringólogos 
3 odontólogos 
1 cirujano maxilo-facial 

Año 2018 
2 otorrinolaringólogos 
1 odontólogo 

Ya no seguiré visitando otorrinos, a razón de que todo rallaría en un más de lo mismo: “vamos a ver tu nariz, oídos y garganta”, “hazte estos análisis y una tomografía de senos paranasales”, “tómate estos medicamentos por 10 días y ven a verme de nuevo”. ¡Se acabó el seguir dando vueltas en el mismo círculo vicioso y botar mi dinero! 

Una vez más seguiré apostando a vivir el día a día, sin esperar algo a cambio, ni de este año ni de los venideros.  


Continuará...