domingo, 12 de mayo de 2019

República Dominicana, un país enemigo de la lectura

Acorde a los datos de la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples 2016 (ENHOGAR-2016) solo el 48.4% de la población quisqueyana lee algún periódico, libro, revista o portal web. Del total de mujeres solo lee el 52.1% y de los hombres el 44.5%, representando una ligera ventaja para las representantes del género femenino.  


Por Iván Ottenwalder 

¿Qué razones de peso se tiene para pensar que la población dominicana, en su amplia mayoría, es una desinteresada de la lectura? ¿Qué tipo de estudios se han hecho que puedan arrojar luz al respecto? 

Desde el punto de vista del método de la observación cualquiera podría deducir, a leguas, que la mayoría de dominicanos y dominicanas no leen, porque simplemente casi nunca los vemos con un libro o revista a manos, ya sea en el autobús, el tren, la cola de los bancos, el área de la piscina o playa, o en cualquier otro espacio.  

Tampoco es notorio ver al dominicano/a promedio frecuentar las bibliotecas, hemerotecas o librerías de nuestro país.  

Pero la observación no es el único paso de todo análisis científico, también existen las encuestas, las cuales suelen arrojar resultados muy cercanos a la realidad estudiada. Y es precisamente la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples 2016 (ENHOGAR-2016), realizada por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), quien revela ese panorama desalentador sobre el hábito de lectura en la República Dominicana.  

Acorde a los datos del estudio solo el 48.4% de la población quisqueyana lee algún periódico, libro, revista o portal web. Del total de mujeres solo lee el 52.1% y de los hombres el 44.5%, representando una ligera ventaja para las representantes del género femenino. 

¿Pero qué cantidad de horas a la semana dedica esa población a la lectura? 

La misma ENHOGAR – 2016 lo explica bien claro: cinco horas y ocho minutos a la semana (5.8). Y si comparamos quiénes leen más entre hombres o mujeres las del sexo femenino van a la delantera ya que dedican 6.1 horas semanales a este hábito cultural, frente a 5.4 de los varones.  

En la zona urbana es donde más se lee, pero apenas lo hace un 53.1%, una cifra muy poco halagüeña, pues, tratándose de la población citadina, que se supone es la más educada y cuenta con mayores espacios culturales y mejores condiciones económicas, el porcentaje debería ser mucho mayor. Pero en la rural el panorama es más aterrador, ya que la cifra de lectores apenas alcanza un pírrico 34.7%. 

En países asiáticos como India, Tailandia y China su gente dedica una media entre 9 a 11 horas semanales al apasionante mundo de la lectura. En varias naciones europeas casi 7 y 8 horas a la semana. 

Excusas para no leer 

Por idiosincrasia, el dominicano promedio suele criticar los defectos del país, pero muy pocas veces ser parte de las soluciones. Es muy común escuchar al ciudadano de cualquier clase social despotricar los defectos de sus paisanos ya fuese por arrojar basura en la vía pública, escuchar música a todo volumen en horario nocturno, conducir un vehículo de forma imprudente, no pagar sus deudas y por no poseer la pasión por la lectura. Muchos de esos “detractores” actúan de igual manera y muy pocos, pero muy pocos, predican con el buen ejemplo.  

Ese prototipo de ciudadano “crítico” lo encontramos en cualquier lugar: en el trabajo, el colmadón, el restaurante, el café bar, el drink, la cola del banco, el carro público, el tren, el bus, el estadio de béisbol, etc. Es todo más y más de la misma porquería.   

Una de las razones que alegan muchas personas para no leer es el alto precio de los libros. Eso se puede comprender a medias, y digo a medias porque, así como los libros cuestan mucho en las librerías, no menos cierto es que también se puede acceder a ellos a través de los libreros ambulantes, bibliotecas e internet. Así también se pueden adquirir revistas especializadas en diferentes temas las cuales son muchos más baratas que los libros nuevos. Dichas revistas, que en su mayoría no sobrepasan de los 200 pesos, se pueden conseguir en plazas comerciales. Yo suelo comprarlas desde hace mucho tiempo. 

Los periódicos nacionales también disponen de contenido interesante en varias de sus secciones.  

Pero los que no tienen excusas para quejarse del precio de los libros son las personas de las clases medias y altas de República Dominicana. Esa gente que se da muy buenos gustos, a lo bien alto por cierto, bien pudiera ser el blanco de público ideal que abarrote las librerías todas las semanas. Ese debería convertirse en el segmento poblacional que llene de bote en bote las ferias del libro cada año. Esos son los dominicanos que deberíamos verlos leyendo, con libro, revista o periódico en mano, en sus tiempos de ocio, cola de los bancos, el avión, área de piscina o playa, restaurante, cafetería o en cualquier otro espacio. Eso no ocurre. Entonces, me pregunto: ¿qué está pasando? 

Muchos profesionales dominicanos no se actualizan con los nuevos avances del saber. Es cierto que muchos se hacen de una profesión universitaria y hasta de una buena maestría, sin embargo, se les olvida que después del título, máster, doctorado o PhD hay que continuar leyendo información actualizada sobre su área de conocimiento. No es cuestión de decir “yo fui a la univelsidá e hice una maetría. A mí no hay que hablame mielda ni mandame a leé”. Expresiones de ese tipo son muy comunes en muchos colectivos profesionales dominicanos. En verdad nadie debe mandar al otro a que coja los libros y se queme las pestañas, es cada profesional a sí mismo quien debe mandarse a leer, a actualizarse con información avanzada en la rama del saber de su competencia. El problema es que hay muchos ciudadanos que no lo están haciendo.  

Se necesita de más repertorio 

Si una persona quiere llegar a ser buen lector no debería limitarse solamente a leer temas de su profesión, sino también alguna otra temática que le pueda llamar la atención. Así por ejemplo un médico, abogado, mercadólogo, ingeniero, informático, banquero, etc., puede tomarse la libertad de navegar en otro tipo de lectura, llámese historia, novela literaria, biografías, ensayos, poesía, ciencia ficción o lo que considere. Esa diversidad es lo que realmente ayuda a desarrollar una cosmovisión de la vida más amplia, respetando y tolerando las diferentes culturas, filosofías y puntos de vistas de cada ser humano. Es lo que nos enseña a trascender, a cuestionarnos, a aprender de los reveses.
  
Como autor de este tema confieso: no deseaba haber llegado al extremo de escribirlo ni publicarlo. Para mí hubiese sido una alegría gigantesca si la mayoría poblacional dominicana fuese buena lectora y con otros niveles educativos. Pero la realidad es diferente y, simplemente, no me gusta lo que veo. Como ente social que se plantea preguntas constantemente, en los últimos años he llegado a la siguiente conclusión: deduzco, y quizás esté equivocado, que el padre ideólogo de la patria dominicana, Juan Pablo Duarte, hubiese deseado para su país una sociedad con los niveles de civilización parecido a lo que hoy es Costa Rica, Islandia, Dinamarca o Canadá. Esto no es más que una inferencia a la que he llegado, no una verdad absoluta. Solo mi verdad.  

¿Cómo cambiar la realidad? 

La situación debe cambiar no solo en la escuela, sino también en el hogar. La mayoría de dominicanos no se decanta por la lectura, y eso incluye a los papás y mamás. Los niños de hoy se crían en un entono no amigable con la lectura impresa, pero sí afín con los aditamentos electrónicos como celulares, tabletas, y laptops. Gracias al internet estos gadgets son capaces de proporcionar un abanico de conocimiento bien amplio con información rápida para los usuarios. A través de ellos también se pueden descargar libros en el formato PDF y leerlos en pantalla o, si se quiere, hasta imprimirlos. El problema es que el niño, adolescente y adulto dominicano, que no le interesa leer mucho, prefiere mil veces dedicar largas horas al chat, a los canales de músicas o a descargar películas y videojuegos en lugar de leer una buena revista o libro digital. Peor aún, ni siquiera aprovechan los audiolibros, bien conocidos como los libros hablados, herramienta en la que el usuario no tiene siquiera que gastarse su vista, simplemente, escuchar la narración. 

A mi juicio, si se quiere fomentar la cultura lectora en los niños dominicanos, debe incentivárseles a que lean sobre sus temáticas preferidas. A la niña que le guste la ciencia ficción, que se le motive y le faciliten las condiciones para que se cultive en ese género. Si a un pequeñín le fascinan los temas de historia, pues que lo trabajen en esa área. Lo mismo diría para quienes sean apasionados a los comics, novelas literarias, biología, temas deportivos o cualquier otro de su agrado. De esa forma se estaría creando una sociedad de niños lectores, cada uno en su tema favorito. Si, con el pasar de los años, esos niños deciden agregar otro tipo lectura a su repertorio de conocimiento, pues, que se les apoye de igual manera.  

Es un error creer que toda persona debe leer lo mismo que los demás. Aunque existen lectores que leen sobre distintas áreas del conocimiento, es preciso que se sepa, que esa gente tiene una larga trayectoria en el hábito de lectura. No se trata de novatos que empezaron hace dos o tres días, sino de veteranos con una larga vida, entregada en cuerpo y alma a los libros, periódicos, revistas y lecturas digitales. Lo primero es crear la afición por leer; lo demás, vendrá por añadidura.  

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