viernes, 20 de octubre de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 20)

En esta historia, que ha degenerado en cruel pesadilla, los grandes ganadores han sido los médicos, especialmente los otorrinolaringólogos, y la industria farmacéutica, por cierto. El gran perdedor, Iván Ottenwalder, que lo han mantenido drogado por casi dos años, que ha gastado un montón de plata en los mismos medicamentos de siempre, que sólo mitigan muy poca cosa el problema, pero nunca lo curan en su totalidad. Iván Ottenwalder, quien escribe, ha sido el gran derrotado, porque se ha endeudado de forma espantosa con su tarjeta de crédito, sobre todo el año pasado y principios de este, comprando un reguero de antibióticos, antiinflamatorios, aerosoles nasales y antialérgicos que no han curado de raíz este asunto abominable.


Por Iván Ottenwalder

El miércoles 18 de octubre me personé en Salud Bucal. Cuando me acerqué a la ventanilla un tipo, haciendo las veces de recepcionista, me pidió el seguro médico y la cédula. Luego tomé asiento hasta que me llamara. Treinta minutos más tarde me llamó para darme  mi número de espera y pasar al consultorio. Esperé bastante tiempo. Pero lo más incómodo de todo fueron las veces que tuve que salir para afuera a moquear y estornudar de manera descontrolada. Era una pesadilla interminable, igual a la que he vivido desde hace año y medio.

Imagen genérica de los senos paranasales
Una vez llegado mi turno pasé al pequeño cubículo de la cirujana maxilo-facial. Luego de saludarme me preguntó cómo me había ido en mi viaje. Le dije que me había divertido mucho pero que las secreciones nasales, estornudos, jalones en la encía o seno maxilar, y sabor amargo del agua, continuaron igual de peor. “¿Pero el antibiótico no le funcionó?”, me preguntó. “Me aguantó por unos pocos días pero de noche volvían de nuevo los síntomas ésos”, le respondí. Me explicó que quizás con un buen tratamiento se solucionaba y le conté acerca de todos los tratamientos, de todas las medicinas que he venido tragando desde hacía un año y 10 meses y que ya quería soluciones definitivas y no seguir así como estaba. Mencioné el tema del montón de dinero que he gastado desde febrero de 2016 hasta el presente. Aunque no le conté sobre las veces que mi tarjeta de crédito se sobregiró por culpa del exceso en gastos medicinales. ¿Todo para qué? Para que los malestares nunca desaparecieran. La galeno me explicó que la sinusitis no se curaba de raíz, que solo se controlaba, y a eso le dije que la mía era diaria, que al menos en el pasado me pillaban episodios de sinusitis leves que luego desaparecían por mucho tiempo. Ahora ya no era así.

Finalmente la especialista, que desconozco si es una de las mejores o no en su área, me checó la zona de la encía donde antes estuvo la muela del juicio. La palpó y observó. Luego expresó su veredicto: “Mire, le voy a realizar el procedimiento quirúrgico, pero antes quiero que se haga una tomografía de senos paranasales y se tome unos medicamentos que le voy a prescribir por diez días. El lunes por la tarde voy a estar en la sucursal de Salud Bucal de la avenida Núñez de Cáceres a partir de las dos. He notado que está muy congestionado y ni siquiera puede hablar bien. Le voy a drenar el maxilar derecho, pero quiero ver como están los demás senos nasales para que el diagnóstico sea más exacto”.

Tras su dictamen le pregunté: “Con esto se acabará la pesadilla y the end? ¿No tendré que verle las caras a los otorrinos por mucho tiempo?” Ella volvió a reiterar aquello de que la sinusitis no se curaba de raíz, que solo se controlaba, que había que convivir con ello. Yo también defendía mi punto de vista de que no quería vivir así como estaba el resto de mis días, de que tanto tiempo ya estaba bueno y no quería seguir drogado hasta la eternidad.

Al final nos despedimos con un adiós y me retiré del consultorio. Fui a caja a que me sellaran la receta y la indicación del estudio. Terminado todo salí por la puerta y me fui.

Llegado a casa me atraparon unos temblores de fiebre, una congestión peor y el dolor maxilar o de encía, o lo que fuese. Me tiré en mi cama con todo y ropa y me cubrí con la sábana. No podía conciliar el sueño. Al rato me despertaba y daba vueltas por la sala. Luego me puse a ver el partido de béisbol entre los Toros del Este y las Águilas Cibaeñas que mi padre estaba mirando en la tele. Me tendí en un sofá y al rato quedé dormido. Al despertar, aunque el juego no se había acabado, me fui a la cama y ya pude dormir tranquilo hasta las 3:30 de la madrugada, cuando me desperté a orinar. No volví a dormir hasta las 4:20 a.m. debido a la secreción verdosa, amarillenta y líquida que expulsaba a cada instante. La zona aquella de la encía me dolía y por momento me producía picor. Cuando volví a dormir lo hice por casi dos horas.

Durante los últimos días he tenido problemas respiratorios. Cuando agarró el inhalador de asma y me doy par de atomizaciones todo sigue igual. Aparentemente el problema no es asma, sino ahogamiento, ya sea por exceso de moco o saliva.

Día de la tomografía

El jueves 19 de mayo telefoneé a un centro de imágenes muy famoso de Santo Domingo. Pregunté si en una de las sucursales cercanas realizaban tomografía de senos paranasales y me respondieron afirmativamente. Planifiqué mi cita para las 9 de la mañana. Antes me tomé mi desayuno, apenas un vaso de leche descremada, pues no tenía ganas de comer debido a la sensación de ahogamiento cuando tragaba. Me atrevo a decir que es por culpa de la saliva, la flema y la congestión.

A las nueve de la mañana llegué al centro de imágenes de estudios especiales. El tipo de seguridad me ayudó a tomar un número y esperé a que me llamaran, lo que sucedió 30 minutos después. Una recepcionista me pidió carnet de seguro, cédula e indicación médica. Me senté a esperar hasta que me llamaran nuevamente. Me sentía débil y sin fuerza. En pocas palabras, sin energía. Y así en ese tipo de condiciones me he desplazado a todo los lugares. A veces he tenido síntomas de desmayo, como que voy a caer redondo al suelo. Nadie de mi familia se ha ofrecido en lo más mínimo a acompañarme o dame un aventón en vehículo hasta los lugares donde debo dirigirme. No me importa expresarlo a la clara; cuando ha sido todo lo contrario, también lo he publicado por este blog.

Cuando me volvieron a llamar fue del área de caja, para pagar. Una vez saldada la cuenta la cajera me indicó que pasara al cubículo de tomografía. Entré por un largo pasillo hasta llegar al destino final. Un hombre fornido y de tez morena me saludó y preguntó sobre el porqué del estudio. Le dije que una cirujana maxilo-facial me lo había prescrito debido a  mi congestión severa e interminable y por una aparente obstrucción en el seno maxilar derecho. También le mostré la tomografía que me practicaron en noviembre del año pasado, la cual arrojaba una desviación del tabique hacia la derecha, hipertrofia de cornete medio y seno esfenoidal repleto de flema. El experto en tomografías, que desconozco si es muy eficiente o no, me indicó recostarme en la camilla del tomógrafo y retirarme las gafas. Luego de varios minutos encendió el aparato y estuve tranquilo durante el lapso de tiempo que duró el estudio. Acabado el proceso me apeé de la camilla y tomé mis lentes. Me despedí del señor y abandoné el cuarto. Caminé a lo largo del pasillo hasta salir a la calle. Mañana viernes 20, entre 5 a 6 de la tarde, y en el mismo lugar, debo retirar el estudio.

En esta historia, que ha degenerado en cruel pesadilla, los grandes ganadores han sido los médicos, especialmente los otorrinolaringólogos, y la industria farmacéutica, por cierto. El gran perdedor, Iván Ottenwalder, que lo han mantenido drogado por casi dos años, que ha gastado un montón de plata en los mismos medicamentos de siempre, que sólo mitigan muy poca cosa el problema, pero nunca lo curan en su totalidad. Iván Ottenwalder, quien escribe, ha sido el gran derrotado, porque se ha endeudado de forma espantosa con su tarjeta de crédito, sobre todo el año pasado y principios de este, comprando un reguero de antibióticos, antiinflamatorios, aerosoles nasales y antialérgicos que no han curado de raíz este asunto abominable.

Continuará...

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