miércoles, 18 de octubre de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 19)

Luego de revisarme la encía consideró que esta aún no había cicatrizado muy bien. Me palpó cierta parte de ella y sentí molestia. Luego de aplicarme un ejercicio respiratorio, tomar aire por la nariz y expulsarlo por la misma, observó que no pude botarlo por el lado derecho. “No puedes por ese lado, ¿verdad?”, me preguntó. Asentí con la cabeza. También le expliqué que por lo regular siempre moqueo del lado izquierdo, y en pocas ocasiones del derecho. Volví a reiterar lo del sabor amargo del agua y de los jalones y ardores en el área donde una vez estuvo la última muela de la zona superior derecha. Consideró la posibilidad de que hubiera una comunicación entre el seno maxilar derecho y esa encía. “Es posible de que no esté pasando aire”, agregó la galena. Algo parecido había opinado la odontóloga general días atrás.

Por Iván Ottenwalder

Dos semanas después de que la odontóloga de Amerident me retirara los puntos de sutura seguía sintiendo molestias en la zona donde antes estaba la muela del juicio, entre ellas ardor y algo de dolor. Le escribí por correo mail a mi odontóloga y ella me contestó que me checaría la encía, pero, que si el problema afectaba al seno maxilar ya tendría que visitar a un cirujano maxilo-facial.

El lunes 25 de septiembre en horas de la mañana asistí al consultorio dental. Cuando llegó mi turno la periodoncista me invitó a recostarme en la camilla reclinable. Chequeó la encía para luego considerar que no la veía tan mal. Yo insistí en lo del ardor y jalones ocasionales. “Entonces, debes visitar a un cirujano maxilo-facial porque puede que haya alguna conexión con el seno maxilar que te esté afectando y produciendo los síntomas que mencionas”, me sugirió. Le hablé también sobre mis secreciones líquidas que nunca llegaban a su fin y de la sinusitis maxilar detectaba por una resonancia magnética en junio de este año. “Es posible, si es así como dices, que tu problema sea tratado de forma conjunta por un cirujano maxilo-facial y un otorrino; pero te digo, ya esto escapa a mi radio de acción”, se sinceró conmigo.

Ese mismo día, en horas de la tarde, planifiqué una cita en la clínica dental Salud Bucal.  Me la agendaron para las 4:50 de la tarde.


Desde las 3:40 estuve en sala de espera hasta que una odontóloga general me viera. Llegado mi turno entré al consultorio. Antes de que la galena me evaluara le hice una síntesis de todo: malestar en la encía, inflamación, sabor amargo del agua que ingiero desde hacía más de año y medio, las secreciones líquidas y el exceso de saliva que se me acumula en la garganta diariamente. En pocas palabras, mis problemas sin fin, por los cuales varios médicos me han tenido drogado a base de un montón de fármacos desde hacía un año y 8 meses; problemas que nunca eran curados en su totalidad. La odontóloga me hizo una evaluación y me preguntó cuándo me habían extraído la última muela de la zona bucal superior derecha. Le conté que hacía más de dos semanas. Ella observó que aún no estaba bien cicatrizada. Luego de algunas preguntas generales dijo que me referiría a donde un cirujano maxilo-facial y luego donde una otorrinolaringóloga. Me prescribió una panorámica general y dos radiografías de lado y lado, una para el derecho y otra para el izquierdo. Al salir de la consulta me planificaron una cita con una especialista en cirugías de encías y senos maxilares para el jueves 28 de septiembre.

Día de la cita con la cirujana maxilo-facial

El jueves 28 de septiembre a las cinco de la tarde llegó el momento de ver a la especialista referida. Ya la doctora anterior le había anticipado sobre mi caso, de modo que, gran parte de lo que le expliqué ya lo sabía.

Luego de revisarme la encía consideró que esta aún no había cicatrizado muy bien. Me palpó cierta parte de ella y sentí molestia. Luego de aplicarme un ejercicio respiratorio, tomar aire por la nariz y expulsarlo por la misma, observó que no pude botarlo por el lado derecho. “No puedes por ese lado, ¿verdad?”, me preguntó. Asentí con la cabeza. También le expliqué que por lo regular siempre moqueo del lado izquierdo, y en pocas ocasiones del derecho. Volví a reiterar lo del sabor amargo del agua y de los jalones y ardores en el área donde una vez estuvo la última muela de la zona superior derecha. Consideró la posibilidad de que hubiera una comunicación entre el seno maxilar derecho y esa encía. “Es posible de que no esté pasando aire”, agregó la galena. Algo parecido había opinado la odontóloga general días atrás.

Finalmente me prescribió un antibiótico a tomar por siete días y me pidió regresar en dos semanas aproximadamente. Le expliqué que viajaría a Asunción durante la fecha del 7 al 15 de octubre y que volvería al consultorio días después. Ella estuvo de acuerdo.

“Vamos a ver si con este antibiótico la encía te cicatriza, de lo contrario te hago la cirugía”, me explicó. El fármaco se trataba de ácido clavulánico más amoxicilina, un producto que desde el 2016 lo había tomado en par de ocasiones, pero que nunca sanó de raíz malestar alguno.

Aproveché para preguntarle si no me iba a indicar alguna tomografía de senos maxilares y ella contestó que no era necesario. También le pregunté si el seguro médico cubría ese tipo de cirugías y en caso necesario cuánto pagaría de diferencia. Respondió “creo que sí, pero lo de la diferencia a pagar ya eso lo saben en caja, pues ellos manejan los precios”.

Al salir de la consulta fui al área a concertar una cita para el miércoles 18 de octubre.

Al salir de la clínica me planteé algunas preguntas:

Suponiendo que con el antibiótico la encía cicatrice, pero que los dolores y jalones aún persistan, ¿qué pasará en ese caso? ¿Me dará de alta la doctora así nomás? ¿Se produciría un tranque de juego que degenere en la palabra de ella contra la mía? ¿Seguiría prescribiéndome medicinas ya infuncionales en mi caso? ¿Me referiría a un otorrino? ¿Para qué si ya he visto tantos? ¿Me va a decir que mi problema es alérgico y que vaya a donde un alergista? ¿Para qué si ya la vacuna inmunológica contra ácaros no me funcionó y tuve que dejarla luego de un año y ocho meses? ¿Será este el problema sin fin? Entonces, ¿para qué vivir en esas condiciones deplorables? ¿Me van repetir los mismos idiotas de siempre que es mental todo esto? ¿Sí? ¿Son mentales estos estornudos interminables? ¿Esta sinusitis y moqueos que nunca finalizan? ¿Estos jalones y dolores episódicos en mi encía? ¿Por qué mis senos nasales son como un barril sin fondo, mientras se limpian vuelven y se congestionan de mucosidad constante? ¿Por qué todos los putos días de mi vida así? ¿No existe la posibilidad de drenar y sanseacabó? ¿Para qué más larga al asunto? ¿Para qué pasarme la vida gastando plata y viéndole las caras a los médicos? ¿Por qué el mismo círculo vicioso?

Ya va un año y diez meses viviendo la misma porquería sin fin, comiendo la misma mierda. Primero, amigdalitis, luego que faringitis, después la sinusitis que no se termina de erradicar y, para colmo, los jalones, dolores y ardores en mi encía. ¿Por qué no me revisan todos los senos maxilares de una vez por todas?

Quiero confesar que por culpa de la sinusitis sin fin ya estoy sintiendo hasta vergüenza con mis compañeros de trabajo, familiares y pocos amigos. Siento vergüenza por algo de lo cual no tengo la culpa, pero reconozco lo molestoso que es para ellos verme constantemente estornudando y moqueando con un pañuelo en manos. No han sido pocas las veces que algún compañero o compañera de labor se ha impacientado ante mi horrible situación. ¿De qué han valido tantos antialérgicos y aerosoles nasales que un médico del Centro de Otorrinolaringología y Especialidades me ha prescrito? ¿Me curó el problema de cuajo? NO.

Durante mi viaje a Paraguay

El sábado 7 de octubre a la una de la tarde tomé un avión rumbo al Aeropuerto de Tocumen en Panamá para luego abordar otro con destino a Asunción, capital de Paraguay, donde sería celebrado el XXI Mundial de Scrabble en Español. Durante el primer trayecto, Santo Domingo - Panamá, me la pasé secretando la misma flema líquida molestosa. Llegué a disculparme con el señor que ocupaba el asiento de al lado. Era un brasileño que también haría escala en Panamá para luego tomar un aeroplano con destino a Río de Janeiro. Le había contado sobre mi eterno malestar pero también sobre el viaje que mi padre había realizado a esa ciudad dos semanas atrás. Le dije que mi progenitor había estudiado medicina veterinaria en Sao Paulo en los años 60 del siglo pasado. Después de ahí seguimos dialogando por una rato más.

Ya en el próximo avión, con destino a Asunción, tuve a mi lado a una pareja de esposos. Supongo que eran más jóvenes que yo. Viajaban con su pequeño bebé de pocos meses. En ese trayecto de viaje, de más de cinco horas, también me las pasé con el pañuelo en manos sacudiéndome la nariz a diestro y siniestro. Sentí mucho apuro por los jóvenes de al lado, el mismo que he sentido en casi dos años por mis compañeros de trabajo, amigos y familiares.

Casi a las 12:00 am llegué a Asunción. En el Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi me recibió Carlos Romero, presidente del Asociación Cultural y Deportiva de Scrabble Paraguay. De igual forma me la pasé estornudando y moqueando dentro de su auto durante el trayecto de Luque a Hernandarias. Ya una vez en el hostal Hamaca Paraguaya decidí darme una ducha tibia y dormir largo y tendido.

Para no extender más el asunto voy a testimoniar que durante mi estadía en Asunción no fueron pocos los días que me las pasé mocando y estornudando sin cesar. Todas las noches en el hostal, pero, más aún, el viernes 13 en casa de Rocío Rodríguez, una ingeniera civil que reside en una mansión situada en un barrio de gente rica y millonaria de Asunción. Rocío también se decanta por el scrabble y suele jugar todas las semanas en la asociación de escrablistas. Aquella noche ella y su marido habían invitado a un pequeño grupo de personas a cenar, entre ellas, a unas señoras argentinas, una pareja de uruguayos, Juan Ghiorzi, Víctor Fernández y yo.

La cena fue espléndida, digna de un manjar de reyes, pero mi jodida secreción de mierda, estornudos y dolores ocasionales en la encía, no se detenían. Sentí vergüenza y apuro por mis amistades escrableras allí presentes.

Ahora viene la pregunta obligada: ¿qué diablos hizo el antibiótico? ¿Acaso no me ha seguido jalando y molestando la encía esa? ¿O será el seno maxilar que colinda con esta? Sea lo que sea algo está jodiendo en esa zona.

Regresé a Santo Domingo el domingo 15 de octubre pasada las tres de la tarde. La historia fue igual: mucho moqueo y estornudos en los aviones, tanto en el que voló de Asunción a Panamá como en el que abordé hasta la capital de República Dominicana.

Síntomas de fatiga y más flaco

En los últimos tres días mi cuadro clínico no ha mejorado, todo lo contrario, ha empeorado. Ahora sumémosle a todo lo anterior síntomas de fatiga, sensaciones de desmayo, temblores de fiebre, de desmayo y pérdida de peso. Me veo flaco en el espejo y hasta en las fotos que me tomaron la semana anterior. Prefiero ni siquiera ir a la báscula para no decepcionarme.

Ayer tarde visité la iglesia católica cercana a mi casa  y no pude estar tranquilo por culpa de los abominables síntomas de mierdas que siempre me acosan. Salí como tres veces afuera por respeto al sacerdote y a la feligresía.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario