domingo, 28 de febrero de 2021

El comunista que prosperó, se aburguesó y lo despilfarró todo

 Por Iván Ottenwalder

La historia que voy a relataros está basada en un episodio ocurrido en la vida real cuyo punto de partida se remonta al otoño del año 2008 y su fatídico desenlace a la primavera de 2014.

Por cuestiones de discreción he decido cambiar el nombre de casi todos los personajes, incluyendo al del funesto protagonista, así como el de algunos lugares. Eso sí, los hechos han de ser narrados tal cuales ocurrieron, sin medias distintas ni ocultamientos. 

EM, nombre imaginario que le he dado a mi protagonista que realmente existió en carne y hueso era abogado y apicultor. Dos profesiones, la primera, realizada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y la segunda en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue el abogado triunfante que hizo posible, a partir del 2009, que el gremio de los médicos veterinarios lograra una buena tajada presupuestaria por parte del gobierno dominicano de entonces. Una gran conquista para un sindicato que no contaba antes con grandes recursos económicos y que apenas subsistía de las cuotas mensuales pagadas por algunos profesionales de la medicina animal. Digo algunos porque, desafortunadamente, la mayoría de los veterinarios se hacían los desentendidos y no asumían cabalmente sus compromisos de pago. 

Un poco de historia

Desde su adolescencia en la década de los 60 del siglo XX abrazó las ideas más radicales de la izquierda dominicana. Comunista convencido, brillante alumno de liceo y universidad, poeta y defensor de causas justas, cualidades muy comunes en muchos jóvenes dominicanos de aquel entonces. Se autodefinía como un “enemigo jurado” de la “podredumbre capitalista” del gobierno de los 12 años del presidente Joaquín Balaguer (1966-1978), razón por la que se atrincheró en una famosa agrupación marxista en la ciudad de Santo Domingo y que le trajo como consecuencias la cárcel, culatazos, bofetadas, patadas y pescozones por parte de la brutal fuerza policial al servicio del gobierno Reformista. Nunca delató a sus compañeros, mejor prefirió aguantar con estoicismo los golpes del capitán, coronel, sargento, cabo, carcelero o quien fuese antes que abrir el pico. Ni siquiera dejándolo pasar hambre podían los gendarmes sacarle información alguna. Estaba dispuesto a todo, incluso hasta morir, pero jamás desembucharía. 

Logró salvársele a la muerte varias veces. Varios de sus camaradas cayeron asesinados, aún así, mantuvo firme sus convicciones y espíritu de lucha. Renegó toda su vida de Dios, aunque no solía discutir temas de fe religiosa con casi nadie. Se llegó a casar muy joven y tuvo varios hijos. Como jefe de familia fue severísimo en el hogar, tanto con su esposa y vástagos. Fue recto y disciplinado, buen vecino, honrado y puntual en el pago de sus deudas, pero también resentido y muy marcado por la envidia social. Buen escritor y analista de problemáticas político-sociales. En honor a sus principios era capaz de defender a un honesto e inocente, pero también dejar morir a un depravado e inescrupuloso. Y era verdad. A principios de siglo XXI a un sobrino suyo, caído en prisión por posesión de drogas, le dijo frente a frente “usted, coja su cárcel y púdrase que yo no defiendo a sinvergüenzas”, sin embargo, para el 2009 luchó incansablemente por sacar de la cárcel a otro sobrino, a su entender honesto y estudioso. A ese, según me había confesado EM, le habían tendido una trampa los agentes de la DNCD, colocándole cocaína en el bolsillo trasero mientras disfrutaba con sus amigos en una discoteca. “Iván, coño, me van a joder al muchacho y yo sé que él es serio, no como el otro que te conté hace tiempo que era ladrón y droguita”, me confesó todo lloroso una tarde que acababa de visitar a su pariente en un destacamento de Haina. “El jefe del destacamento lo considera delincuente, traté de explicarle, de que entrara en razón, le dije que era un buen muchacho, pero de nada sirvió. ¡Malditos policías del coño, le metieron como 8 gramitos de cocaína en los bolsillos pa joderlo!”, me contaba lleno de impotencia, sentado a mi lado en uno de los cómodos sofás de la sala principal del gremio de los veterinarios.

¿Y qué hacíamos en el gremio de los veterinarios aquel abogado y yo? 

En el plano legal EM había logrado una gran conquista en beneficio del sindicato que agrupaba a los médicos veterinarios. Gracias a su magistral defensa y determinación hizo posible que el gobierno dominicano de entonces, encabezado por el Partido de la Liberación Dominicana, le asignara una buena partida presupuestaria al sindicato ya mencionado. Una larga faena que había iniciado desde finales de 2008 y culminado felizmente en la primavera del 2009. 

Yo en cambio, que estaba sin empleo, a veces me dejaba caer por la oficina del gremio de los veterinarios siempre y cuando su presidenta me necesitara para algún servicio: digitación de un texto, llenar una base de datos o diseñar algunos brochures. Nunca fui un gran diseñador gráfico, con todo y haber realizado un curso de diseño en un prestigioso centro de la capital dominicana. Fui mediocre en la materia, carente de estética y creatividad, sin embargo, pocas veces en mi vida me he visto en la necesidad de diseñar brochures, y esas pocas me tocaron en 2008 y 2009, cuando aquellas chambas temporales en el gremio.  Después de ahí, nunca más.

Fueron en esos años 2008 y 2009 cuando EM y yo nos conocimos. Nos hicimos buenos amigos. A la par de la prosperidad económica que recientemente él estaba experimentando, gracias a unos buenos clientes que había conseguido y con los cuales ganó bastante dinero, aún seguía definiéndose como un comunista convencido. Admiraba a Joseph Stalin, antiguo líder soviético a quien consideraba como un gran referente político; también a Ho Chi Min, líder vietnamita; a Fidel Castro (Revolución cubana); Kim Il Sung (Corea del Norte) y Vladimir Lenin (Revolución rusa). Amén de esas añoranzas, más bien de la boca para afuera, ya su alma era otra, una tan ambiciosa por el dinero como la de cualquier “capitalista de derechas recalcitrante”, como él solía decir para expresarse de los “corruptos y sinvergüenzas” que habían “pervertido a este país”.

Sus sueños

Tras su victoria a favor del gremio veterinario este último tuvo que pagarle por sus honorarios. Se llegó a un acuerdo en el cual el sindicato le pagaría cuotas mensuales de aproximadamente 35 mil pesos por un lapso de tres o cuatro años. Estos pagos se hicieron efectivos una vez el gremio empezó a recibir las partidas presupuestarias mensuales por parte del Gobierno Central.

Por la cabeza de EM corrían sueños, buenos proyectos, entre ellos la apertura de un bufete jurídico “para buscarme lo mío, pero de manera limpia y honrada”. También, tenía contemplado comprarse una buena yipeta y remodelar su vivienda. La primera y la única de esas metas en obtener fue la yipeta, lo demás, quedó en vagas ilusiones.

LLoira

En el otoño de 2009 EM conoció a Lloira, la encargada de una prestigiosa óptica situada por el kilómetro 10 de la avenida Independencia, muy cerca de donde yo residía en aquel entonces. Fue una tarde en que se detuvo a realizarse un examen visual ya que tenía pensado comprarse unas nuevas gafas. Entabló una amigable conversación con aquella elegante mujer, blanca y rubia. Al final, le ofreció llevarla a su casa y aceptó.

Lloira tenía muchas amistades y pretendientes, entre ellos Gustavo, un jevito alto, mulato y bien fornido gracias a las pesas. Intentó varias veces conquistarla pero sin éxito alguno. Era evangélica desde hacía unos buenos años y aprovechaba los viernes y sábados para visitar la iglesia de una pareja de esposos cubanos que eran pastores. Conocí a aquel pastor, un tipo prácticamente de mi edad con quien, en una ocasión, tuve un debate filosófico en la peluquería de Juany, mi peluquero de tantos años. Recuerdo aquella discusión. Yo era un ateo más bien por moda que por convicción o razonamiento lógico. Trataba por todos los medios de negar la existencia de Dios basado en el cacareado argumento científico de la falta de evidencias. El pastor defendía su fe rebatiéndome con un argumento que, dentro de toda lógica, podía ser discutible y sustentable al considerar “que hay situaciones en que la falta de evidencias no necesariamente implica mentira”. Me puso como ejemplo la palabra sospecha, planteándome la siguiente pregunta: “¿Alguna vez usted no se ha visto en situaciones en que sospecha de algo o alguien, asegurando incluso tener la razón pero sin tener pruebas a manos?” Tuve que cederle el punto a favor. “A mí me ha pasado en innumerables ocasiones”, respondió el religioso. Me contó que, durante su adolescencia, había sido drogadicto y bisexual y la fe cristiana lo ayudó a dejar aquello atrás. “Las evidencias ayudan a resolver situaciones pero hay que tener cuidado, pues ha habido muchas verdades carentes de evidencias y no por eso dejan de ser verdades. Hasta la misma ciencia tiene sus márgenes de errores, aunque mínimos, pero en esos mínimos puedan llegar a presentarse casos de difíciles resoluciones”, argumentó.

Aunque sus explicaciones fueron mejores que las mías mantuve mi postura atea por unos cuantos años más, creo que tres o cuatro. Para finales de 2013 había vuelto a creer en la existencia de un ser supremo. De todos modos, aquello no impidió que nos hiciésemos buenos amigos a lo largo del 2010. Después de ese año, en que mudó su iglesia a otro sector, nunca más he sabido de él ni su esposa.

Para noviembre de 2009 me encontré con EM, de nuevo por los alrededores de la óptica donde laboraba Lloira. Acababa de visitarla. Una vez terminada su cita aprovechó para preguntarme por el precio de los alquileres de apartamentos en el Residencial José Contreras, condominio donde vivía junto a mi madre.  “Iván, tú no sabes la hembra que me estoy dando, pero ando buscando un apartamento que no me cobren más de 16 mil pesos mensuales por el alquiler”, me dejó saber lleno de entusiasmo el convencido marxista convertido a capitalista. Le prometí que le averiguaría pero no encontré un precio acorde a lo que buscaba. De todos modos, no tardó tanto en hallar un piso por un monto de 17 mil pesos mensuales pero en otra zona.

EM se sentía todo un ganador, le había demostrado “a esos comemierdas lambones y criminales que me torturaron en los 12 años de Balaguer que yo también tengo derecho a tirarme una buena hembra rubia y blanca”. Lloira era su gran trofeo, su dulce venganza, su amante rubia y blanca que ahora podía exhibir con orgullo. Siempre le mortificó que los políticos corruptos, “ratones e ineptos que no están mejores preparados que yo”, tuviesen mujeres blancas, bellas y rubias, de pelo lacio, mientras él no.  “A esos sinvergüenzas hay que demostrarles que yo soy mejor y tengo más nivel que ellos. ¡Ratas de mierdas, coño!”, descargaba toda su ira contra sus fantasmas del pasado.

Mientras gozaba de lo lindo con Lloira, a quien, no solo le pagaba el apartamento, sino también los servicios de agua, luz y celular; compras de supermercado, ropas de marca y tarjeta de crédito, descuidaba algunos aspectos importantes, entre ellos su hogar y el proyecto de abrir un bufete jurídico. Lloira, sin dudas le trajo satisfacción, pero también desgracias. Las cosas no andaban bien en el hogar de EM, su esposa se enteró de la infidelidad y le entabló una demanda de divorcio. No llegó a remodelar su casa ni abrir el bufete; sus hijos se pelearon con él. A medida que derrochaba el dinero con su amante, otros males devinieron, como el empeoramiento de su salud. Desarrolló en 2013 un severo cáncer que terminó postrándolo en una cama y llevándolo a la muerte en la primavera del 2014. Querido por muchos, odiado por otros, entre ellos varios familiares, así falleció. Mantuvo sus ideales ateos y comunistas hasta el final, sin ceder un ápice.

Lloira, quien lo había dejado a la hora de la enfermedad, ni siquiera se apersonó por la funeraria o el camposanto.  Es más, para el verano de 2014 en que me la encontré en un bus público, me había comentado de lo más calmada, que se había casado.

La vida del ser humano está llena de opciones y decisiones, cuan si fuesen un cúmulo de carreteras o interestatales, las cuales llevan, cada una, a un destino distinto. EM transitó las suyas y descartó otras. Tuvo la oportunidad de conducir por aquella que le hubiese llevado a la instalación de su bufete jurídico y a conseguir, de paso, más clientes y dinero. Pudo haber tomado la que lo llevaría a la remodelación de su casa y la estabilidad familiar, pero giró por la vía que lo condujo a Lloira, y de Lloira se empecinó. No hubo excusas, sus culpables del ayer Partido Reformista, torturadores, corruptos, ineptos y sinvergüenzas, nada tuvieron que ver con su descalabro final producto de resentimientos y no perdones, de sus pésimas decisiones cuando el destino comenzaba a sonreírle. Aquellos fantasmas del pasado, quedaron absueltos por inocencia en 2014; EM, condenado por sus errores capitales, comprensibles en la juventud, pero imperdonables en la adultez y madurez.

martes, 16 de febrero de 2021

Wikipedia, la verdad y la mentira en la Web

 Esa ecuación de igualdad, aupada por Wikipedia, ha traído como consecuencia desconfianza. Así como podemos encontrar información veraz y objetiva, del mismo modo la podemos hallar dudosa y cargada de inexactitudes.

 

Por Iván Ottenwalder

El surgimiento de la WWW (World Wide Web), en castellano Red Informática Mundial, a principios de la década de los 90 del siglo XX y su evolución a lo largo de este milenio, hizo posible el quiebre de las barreras de la información y el conocimiento. Actualmente, miles de millones de seres humanos en todo el mundo pueden acceder a Internet desde distintos lugares y obtener la información deseada. Esta herramienta, valiosa y útil, le ha simplificado la vida a la mayor parte de la humanidad. 

Con la aparición del Internet nacieron, no solo los buscadores de información, sino también las redes sociales, los chats, el correo electrónico, las páginas webs, los blogs, los canales de videos y música, así como un montón de otras aplicaciones. 

El cúmulo de conocimientos en la nube, o ciberespacio, está hoy a tan solo un clic de acceso por parte de los habitantes del planeta. La información se ha democratizado, aquellos que no tenían voz y voto, hoy lo tienen. Ya no solo pueden acceder a la palabra hablada o escrita un selecto grupo de eruditos o voces autorizadas como ocurría antes de los años 90; ahora, cualquiera, desde un computador, tableta o celular puede expresar su punto de vista, su verdad, su lógica. 



Así como la WWW le ha abierto grandes posibilidades a la población común y corriente para opinar, denunciar y darse a conocer, del mismo modo se la ha dado a las empresas, instituciones estatales, religiones, medios de comunicación y otros grupos para expandirse, llegar a más personas y fijar también sus posiciones. 

En un mundo ampliamente interconectado si queremos que los demás sepan quiénes somos, qué hacemos, cuál es nuestro objetivo, obviamente debemos insertarnos en la Red. Esta situación tan cotidiana en nuestro presente es lo que ha dado como resultado lo que denominamos Internet de las cosas.

Casi todo en la actualidad gira en torno al Internet. La vida de las personas se ha vuelto un Internet mediante

Ese Internet mediante es un gran generador de ideas y emprendimientos. Lo puede ser en aras del conocimiento, de los negocios y hasta de las causas nobles. Le ha dado muy buenos resultados a muchos, y muy malos a otros. La Web, abre posibilidades, cierto, pero no necesariamente garantiza el éxito del 100% de los emprendedores.

Wikipedia, la enciclopedia libre, fue una gran idea de un grupo emprendedor y gestor en favor del conocimiento, o sea, de todo el saber universal. Fue creada en enero del 2001 con el bienintencionado propósito de transmitir de forma gratuita, a través de su website https://es.wikipedia.org/wiki/Sitio_web,  toda la inagotable fuente de información histórica que se tiene, en todos los ámbitos, tanto del pasado como de nuestro presente. Es una mina de información, sin dudas. Pero, la pregunta obligada y que por desgracia muy pocos se están plantando es la siguiente: ¿Es cien por ciento fiable todo lo publicado en Wikipedia? Desafortunadamente no. 

No han sido pocos los eruditos y expertos en las diferentes ramas del conocimiento que han externado sus críticas contra esta gigantesca enciclopedia digital. ¿Y eso por qué? ¿Qué ha pasado?

Ha ocurrido lo que quizás nunca previeron los creadores de Wikipedia. Ellos, cargados talvez de muy buenas intenciones y de un sentido justiciero de las cosas, crearon un concepto muy democrático basado en la participación de todos, sin importar credenciales, nivel académico o erudición. En pocas palabras, permitieron que cualquiera, sin necesidad de ser un experto o pluma autorizada, pudiese publicar información de cualquier tipo. Quisieron igualarlos a todos y eso fue un gravísimo error. Todos sabemos que en materia de conocimiento específico avanzado jamás seremos iguales. No es lo mismo permitir que opine sobre un episodio histórico determinado un investigador reconocido que un Juan Pérez cualquiera, por citar un ejemplo. No se le puede conceder el mismo derecho a publicar una información delicada a una principiante que a un PhD en la materia. Siempre, la opinión del profesional que se ciñe a los pasos del método científico tendrá mucho más peso que la del novato.

Esa ecuación de igualdad, aupada por Wikipedia, ha traído como consecuencia desconfianza. Así como podemos encontrar información veraz y objetiva, del mismo modo la podemos hallar dudosa y cargada de inexactitudes. Todo ello nos complica a la hora de determinar la fiabilidad de la información buscada. Y es que, la igualdad de la Wiki ha provocado, como bien señalé en un párrafo anterior, que las informaciones puedan ser subidas a la red por cualquiera, tanto por un intelectual como por un mediocre, por un honesto como por un deshonesto, por un cronista deportivo como por un fanático, por un asiduo a la lectura y la hemeroteca como por un inepto y sin criterio de lo que debe ser una buena investigación. En fin, al darles la misma oportunidad a todos, crearon tremendo rollo.

Los arquitectos de Wikipedia, quizás movidos por conceptos de justicia, igualdad e inclusión, terminaron engendrando un disparate, tollo mayúsculo. Eso, un TOLLO, con todas sus MAYÚSCULAS. Creyeron que funcionaría, pero terminaron mordiéndose la cola.

Puedo reconocerlo, hay personas anónimas o del montón, bien intencionadas e instruidas, apegadas a la seria investigación en un campo determinado del conocimiento, merecedoras de elogios y aplausos, pero, desafortunadamente, son muy pocas.

Estoy firmemente convencido de algo: el que quiera protagonismo, participación y reconocimiento, que se los gane. Defiendo las oportunidades - que no necesariamente implican igualdad-, siempre y cuando sean bien aprovechadas. El norte ha de ser siempre calidad y profesionalismo, no meras chapuzas.

martes, 26 de enero de 2021

¿Derrotó el covid-19 a los Gigantes del Cibao?

A mi juicio, las Águilas Cibaeñas de ninguna manera se iban a entregar así de fácil, iban a batallar hasta morir, pero considero, que tanto Valdez como Espino las hubiesen frenado en el sexto o séptimo desafío.

Por Iván Ottenwalder

El pasado lunes 18 de enero del presente año un gran coloso del béisbol dominicano se coronó campeón de la temporada 2020-2021. Y ese coloso posee nombre, apellido y lugar de residencia: Águilas Cibaeñas, equipo que tiene su domicilio en Santiago de los Caballeros, la más desarrollada y pujante provincia de toda la región norte del país.

Ganó su corona número 22 que lo iguala con los Tigres del Licey como los conjuntos más ganadores de toda la pelota dominicana. ¡Y de qué manera lo han hecho! Remontando un déficit de 1–3 en una serie final que estuvo pactada al mejor de un 7-4. Ya en la final de la estación 1987-88 lo habían realizado los Leones del Escogido, cuando vencieron a las Estrellas Orientales en un séptimo y decisivo choque, también viniendo de atrás de un 1-3.

Los fans de las Águilas lo gozaron y lo celebraron, quebrantando el toque de queda establecido por el gobierno dominicano debido al covid-19. Una inmensidad de gente, aguiluchos desde chiquiticos, se lanzaron a las calles y avenidas de la Ciudad Corazón hasta el amanecer. De nada sirvió el protocolo sobre el distanciamiento social dispuesto desde mediados de marzo por las autoridades de Salud Pública. La hinchada de las Águilas dio riendas sueltas a la euforia y al desacato.

La 2020-2021 fue una temporada corta y anómala precisamente por el coronavirus, pandemia que tiene en pánico a casi todos los habitantes del mundo. La contienda regular inició el 15 de noviembre del 2020 con un calendario de juegos muy reducido. No bien transcurrieron cuatro o cinco días y ya muchos jugadores de los Tigres del Licey y Gigantes del Cibao habían dado positivo al covid-19. ¡Una lástima! La cuarentena provocó que ambos equipos no vieran acción por dos semanas. Al regresar tuvieron que apostar al corre y corre, al todo o nada, en búsqueda de un puesto clasificatorio hacia los playoffs. Los de la capital se quedaron alicortos, sin embargo, los francomacorisanos alcanzaron la tierra prometida.

En las eliminatorias, dos series pactadas a 7-4, los Gigantes descalificaron a las Estrellas Orientales y se clasificaron a la gran final; las Águilas sepultaron a los Toros del Este y también obtuvieron su boleto a la finalísima.

La inédita serie final cibaeña, ansiada por muchos norteños desde hacía varios años, por fin se llevó a cabo. Claro, no en las condiciones que los hinchas aguiluchos y gigantistas hubiesen deseado. Años atrás, cuando la soñaban, jamás imaginaron que un día alguna pandemia aterradora se establecería en República Dominicana y el mundo, que devendrían los toques de queda, el uso de mascarillas, gel desinfectante y distanciamiento social como medidas sanitarias para evitar contagios y muertes de ciudadanos. Y entre esas medidas sanitarias estaría la de no permitir la entrada de público a los estadios donde se efectúen eventos deportivos. Con esa realidad chocaron. Jamás pensaron que ese momento llegaría, a pocos meses de iniciar el año 2020, y que vendría en forma de un terrible virus para quedarse un largo tiempo.

Desde sus casas, a través de la televisión o Internet, tuvieron que conformarse los fans de uno u otro conjunto para mirar aquella serie final que por años anhelaron. No tenían opciones, o la disfrutaban así o se la perdían.

Los Gigantes del Cibao fueron considerados favoritos a ganar el playoff final acorde al vaticinio de la mayoría de expertos en crónica deportiva. Pero una cosa son las apuestas y otras los resultados. Y otra, por qué no, la fatalidad.  Y esta última no avisa, puede llegar cuando menos se espera. Y cuan si fuese una película de terror esta le cayó encima al equipo de San Francisco de Macorís cuando comandaba la serie con ventaja de 3-1. Poca cosa faltó para que aniquilaran a sus rivales, tan solo un juego para coronarse monarcas del béisbol criollo. Pero ese uno no llegó. El sábado 16 de enero las Águilas ganaron y se mantuvieron con vida, acercándose 2-3 en la serie. Entonces, el domingo 17 el covid-19 hizo su presencia. La gerencia de los Potros, con mucho pesar, anunciaba que los lanzadores Paolo Espino, Yerry de los Santos y Edgar Santana habían dado positivo al coronavirus y que César Valdez, un cazador de águilas, estaba aquejado por una pequeña lesión y se perdería el resto de la final. Los nordestanos tampoco pudieron salir airosos en el sexto desafío escenificado en Santiago de los Caballeros. Las envalentonadas Águilas empezaban a volar alto. La batalla se igualaba 3-3. Temprano en la mañana del 18 de enero los directivos de los Gigantes informaban que el dirigente Luis Urueta también había dado positivo al covid-19 y que sería sustituido por el cubano Bryan Peña, exjugador de la franquicia para dirigir el último choque. También que Moisés Sierra, peligroso bateador y gran jardinero, no jugaría en el juego siete, víctima de una lesión. Si eso no es fatalidad seguro que yo debería ser el amo de la fortuna.

Aquel lunes 18, en San Francisco de Macorís, se disputó el último y decisivo enfrentamiento entre los colosos cibaeños. El de Santiago se impuso con score de 7-4 y levantó el trofeo de campeón otoño-invernal 2020-2021. Los representantes de la provincia Duarte no hallaron la fórmula mágica para ganar ese único juego que les faltaba, lo que hubiese significado su segundo campeonato como organización. No pudieron celebrar a lo grande como lo hicieron en la 2014-15. Las Águilas, en cambio, obtuvieron su 22da y empataron con los Tigres del Licey, sus enemigos jurados, como los más ganadores de nuestro béisbol.

No pretendo restarle crédito al empuje y a la gran remontada aguilucha que los llevó al triunfo, sin embargo, es justo destacar lo siguiente: tanto César Valdez como Paolo Espino habían lanzado muy bien frente a las Águilas, siendo responsables de dos de las tres victorias que obtuvieron los Gigantes en la final. Los bateadores del equipo amarillo tuvieron serias dificultades ante esos dos lanzadores del team nordestano. En pocas palabras, no pudieron descifrar los pitcheos de esos serpentineros. Edgar Santana y Yerry de los Santos, pitchers de relevo, también habían hecho un trabajo digno.

Cuando la serie se hallaba 3-1 en favor de los francomacorisanos, esos monticulistas, que habían hecho eficiente trabajo, se vieron obligados a cesar en sus labores. Tres de ellos enviados a la cuarentena por obra y gracia de un coronavirus inmisericorde que puede atacar a cualquiera, sin importar nombres, apellidos, raza, edad, condición social, profesión o estatus laboral. Otro, como fue César Valdez, por una inesperada lesión.

¿Hubiesen perdido de igual manera los Gigantes del Cibao de haber contado con esos lanzadores en buena salud hasta el final? No lo sabemos, pero la pregunta se nos puede convertir en un quebradero de cabeza. Desde el punto de vista de los simpatizantes y expertos analistas de los Gigantes la victoria del team nordestano hubiese sido un hecho; desde la perspectiva de la crónica deportiva santiaguera las Águilas hubiesen ganado de igual forma. La prensa aguilucha quizás argumentaría que un solo jugador no hace el equipo, sino un conjunto de varios jugadores. Esto último puede ser verdad, un jugador no es todo el equipo, pero sí puede ser determinante para la consecución de victorias importantes. Y, en el caso de los Gigantes, no se trató tan solo de un jugador, sino de cinco, entre ellos dos pitchers abridores de altos quilates como Valdez y Espino, dos relevistas que estaban realizando buen rol y un bateador de fuerza, capaz de producir buenos palos como Moisés Sierra.

Con lo bien que habían lanzado estos serpentineros hasta el cuarto partido, cuando el match se había puesto 3-1, nadie hubiese dudado por un instante de un triunfo contundente para los representantes de la Ciudad del Jaya, ya fuese en un sexto o séptimo juego.

Por último, los vencidos tampoco pudieron contar con su mánager, Luis Urueta, para el decisivo choque en el Julián Javier. Otra víctima más cortesía del covid-19.

A mi juicio, las Águilas del Cibao de ninguna manera se iban a entregar así de fácil, iban a batallar hasta morir. Considero, que tanto Valdez como Espino, así como los relevistas intermedios Santana y De los Santos, las hubiesen frenado en el sexto o séptimo desafío. Esos lanzadores, especialmente el par de abridores, tenían el arsenal y el sigilo necesarios para enfriar esos bates aguiluchos que habían hecho explosión en el quinto partido.

¿Y usted amigo lector qué cree?