Su estilo de narrar y comentar, de cómo decir las cosas siempre a su manera, con un sello característico e inconfundible que muchas veces raya en lo estrambótico, sumado a un ego por las nubes, le ha generado adversarios, es cierto, pero también una legión de seguidores
Por Iván Ottenwalder
El título de esta nueva entrega suena fuerte, no así
ofensivo. Sabemos bien que una crítica puede ser severa no necesariamente
contra las personas sino contra sus argumentos. Como periodista y analista soy
capaz de juzgar una opinión, pero no al ser humano que la emite. Hay ocasiones en
que mayoría puede tener la razón como también equivocarse. Somos entes
imperfectos, manipulables por nuestras emociones, por nuestros líderes y
referentes a quienes, muchas veces, situamos en un pedestal.
Prácticamente todos los individuos, aunque muchos no hayan
caído en cuenta, hemos venido a este mundo, a defender intereses, sean los
nuestros o los de otros. Mis ciberlectores defienden sus propios intereses
personales, culturales y económicos; yo también defiendo los míos, y para
reconocer eso no hay que andarse con tantos excesos de moralismos o prudencia.
Franklin Mirabal, reconocido locutor y narrador beisbolero
también vino a este mundo a defender sus intereses, pasiones y sueños. Su
génesis profesional, arrancó a finales de los 80 del siglo XX. Trabajó sin descanso,
con empuje y alma de quien aspiraba ser un ganador. Y poco a poco lo consiguió.
Hizo pininos en la prensa escrita, en algún que otro segmento deportivo; luego
dio el salto (finales del primer lustro de los 90 del siglo pasado) hacia la
cadena de narración de los Tigres del Licey (equipo beisbolero); también relató
en las transmisiones de series del caribe (desde el 95 hasta el 99); designado
editor deportivo del periódico Hoy desde 1996; narrador para los Leones del
Escogido (finales de los 90 y principios del siglo XXI); creador del espacio
radial y televisivo Impacto Deportivo,
autor de varios libros relacionados al béisbol dominicano y otros cuantos
logros que seguro se me escapan.
Su estilo de narrar y comentar, de cómo decir las cosas siempre
a su manera, con un sello característico e inconfundible que muchas veces raya
en lo estrambótico, sumado a un ego por las nubes, le ha generado adversarios,
es cierto, pero también una legión de seguidores.
Los Tigres del Licey, su vieja casa, le ha contratado de
nuevo (2017), otra vez como uno de sus principales narradores después de tantos
años. A partir de ahí se acentúan los amores y odios. Su estilo se reinventa
cargado de ideas, entusiasmo, mucho ruido y, una cuerda constante, que tienen
que soportar, quizás con estoicismo, los fanáticos de equipos contrarios que están
frente a los televisores, o viendo el juego por dispositivos digitales (pc,
tableta, celular, laptop). Franklin Mirabal parece que usa pilas de larga
duración, el agotamiento no existe para él. Más que un narrador da la impresión
de ser un fanático, pero posee recursos, grandes conocimientos técnicos e
históricos del béisbol. Sus frases son épicas y serán legado para historia:
“¡Me estoy poniendo malo!”, “¡Quítense del medio, porque ahí vienen, ahí
vienen, los Tigres del Licey!”, “¡Qué bonita se ve esa pizarra!”, “¡Lo puso
como a un niño, chiquitiiiiico!”.
Mirabal, un titán que ha sido elegido en numerosas ocasiones
como mejor cronista deportivo dominicano, los latea a todos, sobre todo a los
hinchas de las Águilas Cibaeñas, rivales históricos de los Tigres. Todo es
parte del espectáculo, que se engrandece y vuelve más sonoro gracias al aumento
de las audiencias. No está demás que se diga que el negocio necesita a un
Franklin Mirabal. Por el momento, y quizás por mucho más, él será imprescindible.
Los aguiluchos, más que cualesquiera de los fans de otros conjuntos, son quienes más
le adversan. Muchos, a través de las redes sociales y otros medios, se han
atrevido a pedirle que cambie su forma de narrar, y que lo haga igual para
todos los equipos. “¡Nooooooo, eso nooooo, yo no tengo que cambiar mi estilo de
narrar, yo pertenezco a esta cadena, la de los Tigres del Licey que son quienes
me pagan!”, les respondió, categórica y jocosamente a sus detractores, durante
una noche de transmisión.
En efecto, él tiene razón, es la gerencia de los Tigres la que le paga por sus servicios. Si trabajara para otro conjunto, llámese Toros del Este, Estrellas Orientales, Gigantes del Cibao o, hasta las mismas Águilas, estoy plenamente seguro que pusiera el 500 por ciento de su talento y energía, como avezado locutor que es, en favor de uno de esos. Si la franquicia azul le paga es porque esperan de él un trabajo encomiable. Es en favor de la escuadra de los felinos en que debe poner el énfasis, la chispa, la más estruendosa de las emociones. La neutralidad igualitaria – para equipos visitantes y el dueño de casa – no cabe en el contrato de trabajo. Es por ello que, con todo mi pesar, pero, sin ánimo de retirar lo publicado, tengo que llamarles equivocados, a todos los aficionados que, insistentemente le piden a Franklin, que modere su tono narrativo, relate los partidos con igual intensidad, para todos, o adopte un modo neutral. Las narraciones deportivas tienen sus reglas, sus códigos, pero también sus licencias, dadoras de luz verde a la imaginación. Esto, claro está, siempre que no riña con la ética ni ofenda a los hinchas del club visitante y, por lo que he visto, Franklin Mirabal jamás ha ofendido, en términos verbales ni cayendo en uso de vocablos vulgares a los simpatizantes de otras escuadras.
Los narradores de las Águilas del Cibao, equipo con sede en Santiago de los Caballeros, le ponen más énfasis al jonrón aguilucho que al de otro team; más pasión al ponche que propinan los lanzadores de casa que al de los pitchers visitantes; más entusiasmo a las jugadas defensivas de las Águilas que a las que puedan realizar sus oponentes. Tiene que ser así y no de otra manera. Lo mismo ha de ocurrir en cualquier parte del mundo. Los locales, siempre serán los niños mimados para sus hinchas, comentaristas y narradores. Y no se trata de demeritar las bondades del contrario, se les otorgan cuando haya que hacerlo, pero las preferencias, siempre se inclinarán en favor de los homeclubs.
“Allá voyyy con un doble”; “la puso amarilliiiiiiiita”, “lo bailó con swing, pase bueeeena”, “tiene mieo” y el que nunca falta, “recojan, que ganaron las Águilas”, son celebrados por todo el rebaño aguilucho, sin que eso incomode a los demás. Como tampoco debe irritarnos “La fuerza está en los Toros”, “Los duros de matar” o “El Cibao es Gigante”. Las loas son para los de casa.
Y ya por último, no está de más recordar, y los que tienen buena memoria lo agradecerán, que las dos primeras series del Caribe ganadas por las Águilas Cibaeñas (1997 y 1998), televisadas por Rahintel, fueron narradas por un mortificador legendario, de nombre y apellido …Franklin Mirabal.
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