sábado, 28 de marzo de 2015

Vale más mi convicción que lo que me han inculcado



Por Iván Ottenwalder

Los entornos sociales, culturales y familiares nos marcan como individuos, para bien o mal en nuestra manera de pensar y proceder. Nuestras elecciones casi siempre vienen encadenadas con lo que nos enseñaron e inculcaron, con aquello que nos vendieron como verdades absolutas. Usted y yo somos víctimas de un sistema de cosas, aunque al final terminemos aceptándolas y defendiéndolas con determinación.

Tengo mucho que contar y acá les dejo algunas anécdotas.

A finales de la década de los 70 mi padre nos llevaba a mi hermano Carlos y a mí al Estadio Tetelo Vargas, de San Pedro de Macorís, cada vez que las Águilas Cibaeñas iban a jugar contra las Estrellas Orientales. Yo ni sabía por qué me llevaban ni entendía nada sobre béisbol. Años después, ya mudados y establecidos en Santo Domingo, mi padre y hermano decidieron integrarme a la cultura del béisbol, claro, imponiéndome ser simpatizante de las Águilas. Fue una presión diaria que me produjo hastío. Al final, acepté ver por televisión los partidos de béisbol, pero, para infortunio de papá y Carlos, decidí convertirme en liceísta. Ellos consiguieron una victoria, pero a medias, ya que el plan no les cuadró como querían. Fue en aquel escenario (1983-84 y 85) que comenzó la rivalidad deportiva, mejor dicho, beisbolera, entre Carlos y yo. Papá casi siempre se mantenía al margen, pero en el trasfondo siempre supe a quien apoyaba. Dos años y algo después (finales de 1986) mi hermano terminó, a puro lavado de cerebro, convenciéndome para que me convirtiera en aguilucho.

Sorprendentemente en casa el único deporte que se veía por televisión era béisbol, hasta que descubrí, para la época del mundial de fútbol México 86, que a papá también le gustaba el balompié. ¿Y esa afición de dónde le salió a mi padre? Pues de los años 60, específicamente del 63 al 67, cuando estudió medicina veterinaria en Brasil y agarró la simpatía por el soccer. De modo pues, que aquel mundial en que Diego Maradona y Argentina se alzaron con la copa del mundo, fue el primero que presencié por la pantalla chica.

Un año después, verano de 1987, cambiando de canales de tv., me encuentro con un partido de baloncesto entre los clubes San Carlos y Los Mina. Curioso al fin me quedé observándolo. En ese instante, reconocí que el baloncesto me llamaba la atención. Ocasionalmente miraba otros partidos en esa temporada de basquet distrital. Más tarde empecé a ver los de la NBA, gracias a que Lalo, en aquel entonces el mejor amigo de Carlos, fue a casa un verano de 1988, a ver un partido de la final entre los Detroit Pistons y Los Ángeles Lakers. También quedé impregnado con el baloncesto de Estados Unidos.

A los pocos meses, también cambiando de canales y por curiosidad, me encontré con un partido de tenis. Me llamó la atención y lo observé hasta el final. Después de ése no han sido pocos los matches de tenis que mis ojos han presenciado. ¡Vaya, hasta me considero culpable de haberle inculcado a mi primo Óliver la pasión por el tenis en 2004!

En otra ocasión, mirando una carrera de galgos, en los tiempos en que los canes corrían en el Canódromo El Coco (1987-1990 aproximadamente) nunca olvido un reproche de papá: “¡Oye, maldito loco de mierda, que no se te coja con esa maldita vaina ahora!”. Perfectamente lo recuerdo. Pero de nada sirvió el insulto, todo lo contrario, más amigo de la curiosidad y el pensar diferente me volví.

Creo que mi padre nunca me ha perdonado el instinto por la curiosidad, eso de aprender por observación, de elegir e ir descubriendo nuevos conocimientos cada día.

Por la curiosidad también di con el scrabble, aunque muchos no lo crean. Sobre esto he publicado bastante en Scrabble del bueno …béisbol del bueno, mi vocero digital. Solo bastó visitar el área de juguetes de una de las tiendas La Sirena (¡Vaya, ya les estoy haciendo publicidad gratuita!) y toparme con un pasatiempo educativo que venía dentro de una caja negra para que se me destapara el instinto de saber qué era aquello. Después de varias ojeadas quedé impresionado, aunque fue una semana después, en la misma tienda, que me llevé el preciado juguete gramatical.

Por curiosidad descubrí en Internet que existía una website para jugar scrabble en español con jugadores de otras naciones.

No tengo de que arrepentirme. Lo que ocurrió simplemente así ocurrió. Iván Ottenwalder, quien suscribe, no es una rosca izquierda o lleva la contraria como dice su padre y otros cuantos de su familia y conocidos. Iván es un gran observador y tiene muy buenos gustos. Iván no acepta el más de lo mismo del establishment social dominicano. Él quiere ser diferente. Nadie tiene derecho a crucificarle o imponerle claudicar a sus pasiones

El dominó y el béisbol (de aquí y de Grandes Ligas) me lo inculcó la familia; el baloncesto, tenis, a veces Fórmula Uno, raras veces fútbol americano, la lectura variada (geopolítica, ciencia, deportes) y, por supuesto, el scrabble, fueron productos de mis elecciones …de mis convicciones.

Soy curiosidad, observación y convicción.