domingo, 3 de diciembre de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (5)

Por Iván Ottenwalder

El domingo 16 de julio sería el último día de la competición escrablera. El Norcenca llegaría a su final en el que se definirían las posiciones definitivas de los 39 competidores que accionaron en la justa desde el pasado viernes 14 (cuando inició el torneo).

Foto grupal de los jugadores del torneo.
Al igual que los días anteriores – aunque suene manido relatarlo – me levanté temprano a asearme y vestirme para luego salir de la habitación en ruta al restaurant a tomar el desayuno. Allí me enteré, gracias a Enrique Cortés, que en paz descanse porque fallecería meses después, que había logrado la segunda posición en la segunda bolsa del torneo de duplicadas del viernes 14. La ganadora había sido Aglaía Constantín, la colombiana de la derrota histórica y anómala por culpa de su aplicación celular defectuosa en una partida frente a mí en el torneo individual el mismo viernes por la tarde. Pero de nada nos serviría esas posiciones, pues en la primera bolsa, nos fue horrendamente mal. La noticia la recibí como una especie de consuelo, dado lo mal que me había ido en las seis rondas del día anterior (sábado 15).

Después de desayunar salí a caminar y se me antojó comer algo en una panadería panameña. Compré dos panes de bono; también un buñuelo y un chocolate caliente que estaba delicioso. Regresé a tiempo al hotel. Subí al salón del último piso donde se disputa el torneo. No había empezado todavía la décima ronda pero era cuestión ya de pocos minutos para el arranque. Como expliqué en el capítulo anterior el profesor Alejandro Terenzani sería mi adversario para dicha ronda.


Pocos después de las 9 de la mañana iniciaron las partidas de la ronda 10. El profesor venezolano y yo tomamos nuestros asientos y arrancamos la duela.

Tan solo en una ocasión me vi arriba en el marcador, durante mi segundo turno (87-33) tras colocar LARDEES (precisamente de 87 tantos). Después, nunca más, aunque, cada vez que mi rival se alejaba, yo me le acercaba peligrosamente pero sin nunca poderle dar caza definitiva.

Y no es que no tuviera a mi alcance en varios momentos tomar la delantera, pero, si lo hacía hubiera tenido que disponer de la J para la colocación de par de monosílabos de mucha puntuación, a cambio de dejarle el campo abierto para un remate en zona triple central derecha, cosa que hubiese sido un gran riesgo. Me reprimí ciertamente de pillar unos buenos 45 o 50 puntos, quizás al principio había justificación, pero después no tanto. Tuve miedo a un bingo como contragolpe en la zona descrita. El hecho, que sea como sea, se perdió la partida. Mi oponente ganó 472 a 435.

Tras diez minutos de receso me tocó como rival el costarricense Enrique Villalobos. Al tico le pude derrotar con marcador de 449 – 386. Bonifiqué cuatro veces: LANCÉIS (70), CATEARE (79), COLUDIRÁ (63) y DESEOSO (74).

La foto del torneo

Después de finalizar la ronda número 11 llegó el momento de que todos los participantes nos tomáramos la foto en grupo del torneo Norcenca. Esta, se tomó en el área de la piscina del hotel, en el último piso al aire libre.

Algunos apuntes

Al finalizar la ronda número 11 Francisco Javier Guerrero, mexicano, se encontraba en la primera posición con 10 victorias y tan solo un revés. El colombiano Beto Mora tenía 9 triunfos y dos reveses. Entre los dos reveses del colombiano, uno se lo había propinado el autor de esta crónica el primer día del evento, el viernes 14. El otro, el propio Guerrero ese domingo 16. Tan solo una partida de diferencia, separaba al mexicano del colombiano. En cierta medida, yo también era culpable de que el suramericano no tuviese en primer lugar en ese momento. Pero no tenía de que lamentarme, pues era mi deber jugar para ganar así como el de los otros hacer lo mismo.

Y como unas van de cal y las otras de arena, me encontré en las afueras del salón con María Alejandra García (colombiana) contándome y lamentándose cómo perdió su match frente a Francisco Javier Guerrero tras comerle la duda sobre si una palabra que le hubiese dado mucho puntaje existía o no. El vocablo existía, dejó de ganarse esos puntos y no pudo vencer al mexicano. Si ella derrotaba a Guerrero, el colombiano Mora, su compatriota o paisa hubiese seguido en la primera posición. Así de simple.

Ahora bien, a nivel de reflexión interna yo estaba teniendo un pésimo torneo. La falta de un repertorio más amplio de vocabulario y un poco de mejora en los niveles estratégicos me estaban haciendo falta. Sin dudas que sí.
Partida frente a Yezid Cabrera.

Minutos más tarde ya estábamos de regreso en el salón de juego. En la ronda 12 y mesa número 7 me esperaba el venezolano Diego Lattuf, ese que me había derrotado el día anterior con soberana paliza. ¿Y adivinen qué? Me propinó otra. Esa con score de 447 a 326.

Llegaba la hora del almuerzo y era momento de alimentar el estómago. Antes, decidí pasar por mi habitación para darme una ducha. Luego de aquel aseo entonces bajé al restaurante de la planta baja a comer.


Imagen del tablero de la partida contra Yezid Cabrera.
Siendo poco más de las tres de la tarde arrancó la última ronda, la 13. En la mesa 9 me tocó como adversario el colombiano Yezid Cabrera, jugador de mucho talento y dentro del grupo élite del scrabble de su país. La partida frente al suramericano estuvo cargada de mucho dramatismo hasta el final. Después de unos primeros turnos en que ambos cambiamos letras, pude colocar dos bingos en turnos consecutivos (DORADAS de 72 y EVACUAR de 89) que rápidamente me colocaron delante en el marcador 161 – 72. El colombiano jamás se rendiría pues, gracias a unos cortos de buenos puntajes como PILOTEN (36) y COPE (41) más dos scrabbles seguidos (ENLOZADA de 109 y ACOGOLLAD de 84) lo situarían al frente de la anotación (306 – 225). Fue la última vez que comandó. No lo volvería hacer, y esto debido a mi contragolpe, también con dos bingos consecutivos (FIESTEA de 82 y ASOTANÉ de 92) que me pusieron delante en el marcador, aunque con precariedad (399 – 348) debido a que mi rival tenía grandes agallas y jamás se rendiría tan fácil.

Él logró puntuar con vocablos cortos de mucha valía, por ejemplo AQUÍ (30), BERRÍN (43) y MURES (33); yo en cambio, ni corto ni tonto pude colocar unos también muy buenos como JE (31), OS (30), UH (25) y CHALE (36). El resultado final quedó 553 contra 500 a mi favor.


Minutos más tarde, luego de un refrigerio inició el acto de clausura. Se entregaron los premios y certificados de participación a los jugadores que vieron acción en el torneo. A continuación los ganadores:

- Alejandro Terenzani (Venezuela), campeón torneo de Duplicadas

- Diego Lattuf (Venezuela) subcampeón torneo de Duplicadas

- Eduardo Fernández (Panamá), tercer lugar torneo de Duplicadas

- Daniel Ospina (Colombia) tercer lugar torneo modalidad clásica

- Beto Mora (Colombia), segundo lugar torneo modalidad clásica

- Francisco Javier Guerrero (México) campeón torneo modalidad clásica

En verdad el mexicano Guerrero y el colombiano Mora quedaron empatados en victorias en la primera posición [11 triunfos y dos reveses], pero, debido a los criterios de definición de desempates (ciertos parámetros estadísticos ya establecidos por la FILE para definir los desempates) el mexicano fue declarado ganador del torneo. Mora incluso le ganó dos de tres partidas a Guerrero, pero esto sirvió poco.

También, en el acto de clausura, se anunciaron los clasificados para el mundial de Costa Rica en el mes de diciembre. Yo estaba entre los anunciados.

El podio de la duplicada. 
Tras terminar el acto llovieron las despedidas. Algunos jugadores decidieron marcharse a sus países el mismo domingo por la tarde – noche, mientras que otros esperaron hasta mañana (lunes 17).


Un grupo de jugadores, de los que se quedarían en el hotel hasta mañana fuimos al edificio más alto de Ciudad Panamá a presenciar un partido de fútbol entre las selecciones de México y Panamá. Ese partido se iba a jugar en Los Ángeles (Estados Unidos de Norteamérica) e iba a ser televisado por la televisión por cable panameña. Un grupo se fue en el Suzuki Swift color azul de Verónica Bermúdez. Otro se fue en otro vehículo.

Nos dirigimos específicamente al Ocean Casino del JW Marriot Panamá, el edificio más alto – como dije antes – de todo Panamá. También subimos a la azotea de aquel rascacielos directamente al restaurante – bar Panaviera, a tomarnos unas fotos. Desde allí se podía observar una hermosa panorámica del mar, y parte del Canal de Panamá.

Terenzani (izq) recibe trofeo de campeón de duplicada.
Luego bajamos a la planta donde estaba situado el casino. Allá veríamos en grupo el partido de fútbol. Duramos como hasta 10:30 de la noche. México ganó 1-0 para infortunio de los que apoyaban a la selección panameña, la mayoría de los asistentes. La pasamos muy bien, y comimos abundante y a buen precio. Los dados a las bebidas alcohólicas tomaron cervezas; yo Coca Cola ya que soy abstemio.

Verónica nos llevó de regreso al hotel y nos prometió, a los costarricenses, francés y a mí, llevarnos al aeropuerto temprano en la mañana del lunes 17. “Si a las seis de la mañana ustedes están listos en el lobby con sus maletas, se van conmigo al aeropuerto”, nos garantizó.

Ya de nuevo en mi habitación me preparé a arreglar mi equipaje, observando minuciosamente que no se me quedara nada. Todo perfecto y en orden.

Francisco J. Guerrero recibe trofeo de campeón del Norcenca.
Hora de dormir, a levantarse temprano en la mañita, a eso de las cinco sería mejor.

Lunes 17 de julio

Me levanté temprano como lo tenía previsto, a las 5:00 a.m. Tras mi aseo personal tomé mi maleta y mochila y salí rumbo a la recepción. Aunque el desayuno sería colocado a partir de las seis de la mañana, un personal del hotel hizo lo posible para que desayunáramos algo. Eran como las 5:45 a.m.

A las 6:15 a.m. esperábamos, tranquilamente, Emmanel Gely y los costarricenses Rolando Guevara y Enrique Villalobos más un servidor, a que llegara Verónica. El francés ya se había impacientado por lo que decidió tomar un taxi. Aprovechó que había uno en las afueras del hotel. Justamente en ese instante llegaba el vehículo de Verónica. Gely, ya había apalabrado un acuerdo con el taxista, de modo que solo nos fuimos con la amiga panameña Rolando, Enrique y yo.

Beto Mora (izq) recibiendo el trofeo de subcampeón. 
El trayecto al aeropuerto tardó poco más de 40 minutos. Nos despedimos de nuestra gran anfitriona con abrazos. Cada quien abordaría un avión directo a su destino, los costarricenses al suyo, y yo al mío.












De izquierda a derecha, Mora (subcampeón), Guerrero (campeón) y Ospina (tercer lugar)















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Posiciones finales (primera parte).






















Posiciones finales (segunda parte).










Dentro de un elevador del edificio JW Marriott Panamá.




















Foto con Verónica Bermúdez en la azotea del JW Marriott Panamá.




















Fin.

lunes, 2 de octubre de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (4)

Por Iván Ottenwalder

Me he levantado temprano el sábado 15 de julio, a eso de las 5:30 de la mañana. Tras mi aseo personal (baño y lavado de cara y dientes) y vestirme cuelgo mi mochila a la espalda y, tras cerrar la puerta del dormitorio, salgo camino al restaurante. ¡Hora de desayunar!

Con quien primero me encuentro es con doña Aglaía Constantín la colombiana a la que le gané aquella partida bizarra y todo por culpa del lexicón digital defectuoso aquel. Tras saludarnos se lamenta por su inolvidable revés, que también fue inolvidable derrota. “Mira que boba he sido Iván, yo estaba segura de que aquellas palabras existían y el bendito lexicón de la porra ese me lo estropeó todo. Pero tú no tienes la culpa. Tenías el derecho a objetar y yo debí cerciorarme de que aquella cosa funcionara bien”. Asentí a su explicación y luego le pregunté “¿pero ya pudo arreglarlo?”. Ella me contestó que no, que mejor descargaría la aplicación de nuevo.
Iván Ottenwalder, autor de la crónica, segundo de izquierda a derecha.


Al poco rato de empezar a tomar el desayuno me encuentro con Enrique Cortés y su señora esposa; con Beto Romero y otros tantos de la delegación colombiana. También con los costarricenses Enrique Villalobos y Rolando Guevara. Después llega Emmanuel Gely, quien creía era guatemalteco, pero no, era francés nacionalizado guatemalteco desde hacía años. Aquel galo era el presidente de la Asociación Guatemalteca de Scrabble.

Tras finalizar el desayuno y consultar mi reloj me doy cuenta que todavía tengo tiempo para salir a caminar y comprar algunos regalitos (más llaveritos e imanes alusivos a Panamá) para repartir entre mis compañeros de trabajo en Santo Domingo. Eso hago.

Como a las 8:30 de la mañana nos reunimos todos en el salón de juego. Los pareos para la ronda número cuatro ya habían sido definidos tras finalizar la jornada del día anterior. Sabía quién sería mi rival para la ocasión, pues el mismo a quien vencí en una de las rondas del mundial de Asunción en 2017, Francisco Javier Guerrero, mexicano.

Y el mexicano logró su venganza al derrotarme de principio a fin apelando a un juego cerrado con tal de bloquearme cualquier posibilidad de bonificación. Consiguió tres bingos bien temprano en la partida, dos de ellos de forma seguida y varios vocablos cortos de buenos puntajes. En cambio yo pude meter dos scrabbles y algunas cortas valiosas pero que en nada alteraron la tendencia ganadora de mi oponente quien se llevó la victoria 473 – 354, una soberana paliza.

Para la quinta ronda me tocó el joven venezolano Diego Lattuf (17 años) quien había hecho el viaje desde Venezuela junto al profesor Alejandro Terenzani.

Diego es hijo de Javier Lattuf, antiguo presidente de la Federación Internacional de Scrabble en Español (antes FISE) hoy denominada Federación Internacional de Léxico en Español (FILE). Es uno de los venezolanos cimeros en el juego de palabras cruzadas, es decir, uno de los mejores.

Fue esa súper estrella quien me propinó mi segundo revés del día, con marcador de 528 – 363.
Iván Ottenwalder, primero de derecha a izquierda.


Me estuvo dominando con abultada diferencia de puntos durante gran parte del match, aunque, ya en la recta final amagué con un buen susto cuando me acerqué en la anotación (316 – 358). Creí que podía remontarla y hasta ganar, pero se desvanecieron mis esperanzas cuando me bonificó espectacularmente sobre mi última jugada ofensiva y defensiva colocándome su atril CEDERÍAN delante de EX, en zona de triplete inferior izquierda, formándome EXCEDERÍAN. El cielo se me quiso caer encima cuando vi estropeadas mis posibilidades de regreso. Con esa jugada de 110 tantos, el marcador se puso 468 -316, una arrastrada bien vergonzosa. El resto fue historia y caí vencido con la anotación de 528 – 363.

Durante el receso de 20 minutos, ya fuera del salón le pregunté a Diego si la palabra JOYÓN existía. Me respondió que sí. Me coloqué mis dos manos sobre la cabeza en señal de angustia. Le expliqué que, cuando la partida estaba aún joven, tenía un scrabble vertical comenzando con la N que reformaría JOYO en JOYÓN. Me preguntó “¿tú no conocías esa palabra?”. Tuve que responderle que no, pero que me arropó bastante la duda durante la partida, la inseguridad de jugármela y ponerla, pero que me rajé al final. “Yo hubiese estado en tu lugar y me la juego”, me dijo mientras buscaba en su lexicón digital la palabra JOYÓN, la cual era válida. Y es cierto lo que decía, pues si me la jugaba hubiese significado un scrabble de buena anotación para mí y, quién sabe, el destino de la partida hubiese sido distinto. Nunca se sabe.

Terminado el receso retornamos los jugadores al salón para la sexta ronda. Mi adversaria sería María Alejandra García, la colombiana a la que había vencido en una partida de fogueo el jueves 13 (en la noche) en el área del restaurante. Pero una cosa es el fogueo y otra el torneo, donde realmente cuentan las partidas y los récords.

La suramericana se la desquitó conmigo tal como lo hizo el mexicano Guerrero en la ronda cuatro. Es más, la paliza fue peor ya que mi oponente me zurró con holgado marcador de 536 – 364. Me marcó cuatro bonos (AFEADOS de 68, LAGRIMEE de 94, DESPOSADA de 90 y CORDERO de 74) contra dos míos (DECAÍDAS y RESUENO, ambos de 78).
Partida frente a María Alejandra. 


Haciendo un auto análisis tras mi derrota, caí en la cuenta de haber cometido un error mental cuando el match todavía era joven. En mi cuarta jugada, perdiendo por una distancia de 141 puntos, cometí la torpeza de colocar sobre el tablero un TULA insignificante de tan solo 8 tantos, cuando pude haber cambiado fichas en busca de mejorar el atril. No se perdía nada si apostaba a la generosidad de la bolsa, cuando todavía quedaba muchísimo trecho de la partida. No me la jugué como debía. En ocasiones, esos pequeños detalles, pueden llegar a marcar la diferencia.

El receso

Siendo la una de la tarde bajé al restaurant a tomar mi almuerzo. Mientras me servía mis raciones de alimentos me encontré con Grace Reyes, una de las encargadas de la mesa técnica del torneo, quien me adelantaba en la fila. Venezolana y residente en Panamá desde hacía varios años me invitó a compartir una mesa para que platicáramos mientras saciábamos nuestros estómagos. La conversación fue de lo más agradable. Poco a poco iban llegando los jugadores de los distintos países participantes y el restaurante se llenó.

Después de comer subí a mi dormitorio a descansar un rato, pues a las tres de la tarde había que regresar al salón de juego.

De regreso a la batalla

De nuevo en la sala de juego. Llega la ronda séptima y mi rival sería Beatriz Acuña, panameña, amiga entrañable de varios jugadores del Grupo Promotor de Scrabble Cubano, entre ellos Raúl Báez y Richard Velázquez, también apreciables e inolvidables amigos míos.

El duelo no fue fácil. Ella me estuvo dominando durante buena parte. En un momento 213 a 129, luego 263-177, hasta que me le fui arriba 268-263 con AYEABAS (de 91 puntos); volvió poco después a tomar el comando (339-320) con un ACUERDE de 68. Sería la última ocasión en la que lideraría la partida, pues unas letras mías, bien LICUADAS (75) me pusieron al frente 395-339. Como todo un buen timonel navegué hasta buen puerto, llevándome la victoria con marcador final de 460 a 388.

¡Por fin ganaba una en el día!

Después de 20 minutos de receso me tocó como rival en la octava ronda el colombiano y tocayo Iván David Reales.

Al principio y mitad del desafío todo iba muy cerrado. Él al frente pero siempre por poca diferencia. Eso así hasta que el azar de la bolsa le deparó los dos comodines: uno que le sirvió de S para formar DESTACAN (67) y dos turnos después le llegaría el otro, el cual lo empleó como A para colocar PISARON (65). Eso fue demoledor para mis aspiraciones de remontar. Para colmo mayor, ya casi acabándose la partida, metió el otro: CORLASEN (61). La anotación estaba 494-336. Al final se llevó el triunfo 515-367. ¡Otra golpiza más!

De nuevo a descansar por 20 minutos. Tomé algo de café y algún bocadillo en la estación de refrigerio afuera del salón.

Al regresar para la novena y última ronda del día, me tocó de rival Esteban Girón, una promesa del scrabble panameño.

Le vencí 463 – 395, aprovechando tres errores lamentables de mi adversario así como tres cambios de letras y dos pases consecutivos, estos con el objetivo de hacerme morder el anzuelo, estrategia esta que no le funcionó.

Y con este último match terminaba mi actuación en la jornada del sábado 15.

Me fui a mi habitación. Tomé una buena ducha tibia. La necesitaba, pues estaba exhausto tras un día de seis agotadoras rondas. A partir de las ocho de la noche estaba programado un karaoke en el mismo salón del torneo. Asistiría durante un rato, pero antes bajaría al restaurante para comprarme algo de cenar. Allí me encontraría con Rubén Falconett y otros competidores. Conversamos mientras me comía unas alitas picantes con papas fritas acompañado de una buena Coca Cola bien fría.

Minutos más tarde regresé a mi habitación. Luego me animé a subir al último piso del hotel, entrando al salón donde se desarrollaba el karaoke. Yo no canté nada, pero me senté a presenciar la actuación de aquellos que sí se animaron a entonar alguna canción.

El karaoke llegó a su fin pasada las diez de la noche. Cada quien tomó rumbo a su cuarto. Yo por igual. Mañana domingo, día 16 de julio, sería el último del torneo. Se disputarían las restantes cuatro rondas del evento. Mi oponente para la décima, el profesor Alejandro Terenzani. Era momento propicio para descansar, y tratar de superar lo ocurrido. No podía seguir pensando en la debacle del sábado en que solo gané dos partidas y perdí cuatro.

Continuará…

domingo, 27 de agosto de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (3)

 Por Iván Ottenwalder

Es viernes 14 de julio y me he levantado a las 5:00 am, bastante temprano. Luego de un duchazo tibio y refrescante me visto y cepillo la dentadura. Pocos minutos después salgo con mi mochila a la espalda sin olvidar la funda de chocolatines que he de repartir a los jugadores del torneo a manera de obsequio. Tomo el elevador y desciendo a la planta baja, directo al restaurante. Eran poquito más de las seis de la mañana y el desayuno bufé ya está listo para ser servido. Escojo tostadas, mermelada de fresa y huevos revueltos. También leche caliente, cereal y zumo de fruit punch.

Tomo asiento junto a unos colombianos y costarricenses. Platicamos mientras ingerimos nuestros alimentos. El restaurante poco a poco se iba llenando de gente, de turistas hospedados en el hotel y, entre estos, los participantes del Norcenca de scrabble. Al terminar el desayuno tomamos el ascensor y nos dirigimos rumbo al último piso, al área de azotea donde estaba situado el salón de juego.

Proceso de inscripción

A medida que llegábamos al salón donde se efectuarían las grandes batallas de las palabras cruzadas, hicimos cola ante un personal de recepción que verificaría en un listado nuestros nombres para después entregarnos los carnets de acreditación al certamen. Cada participante debió pagar la suma de 80 dólares por derecho a participación en la justa.

Los trofeos en disputa en el torneo.
Poco después de las nueve de la mañana arrancó la inauguración formal del torneo en palabras del presidente de la Asociación Panameña de Scrabble Rubén Falconett quien dio el mensaje de bienvenida. También habló el presidente de la Federación Internacional de Léxico en Español (FILE) el profesor Alejandro Terenzani (venezolano) agradeciendo la participación de los representantes de distintas naciones, incluyendo la de este servidor.

Posteriormente dos damas de la sociedad panameña escenificaron un pasillo, una danza histórica y folclórica de la cultura de Panamá.


Ya solo quedaba empezar. Y así se hizo, con el inicio de una partida de duplicada a dos bolsas completas. Para ser exacto, se trataba del torneo de duplicada, el cual tuvo una gran acogida.

Cómo me fue

Al fondo una dama danzando un pasillo en el acto inaugural.
Durante las primeras rondas iba realizando un buen papel, acertando buenas jugadas; luego me desplomé con los desaciertos. No logré recuperar el empuje inicial y terminé en una decepción. Apenas se trataba de la primera bolsa, pero en mi subconsciente sabía lo mal que me había ido.

La mesa técnica nos dio 20 minutos de receso para descansar y tomar el refrigerio que ya estaba servido afuera del salón.

¿Por cierto y qué pasó con los chocolatines que tenía en la mochila? No me descuidé. Había repartido unos cuantos entre algunos participantes de la primera bolsa de la duplicada. Ya para la segunda, les repartiría a los otros.

Terminado el receso regresamos al salón de juego para la disputa de la segunda y última bolsa del torneo de duplicadas. En esta segunda fase me fue mucho mejor. Tuve mayor estabilidad en los aciertos y me equivoqué menos. Ya era cuestión de esperar al día siguiente cuando la mesa técnica computara y diera a conocer los resultados de cada jugador en ambas bolsas.


Ya el reloj marcaba más de la una de la tarde. Los participantes del torneo nos marchamos al restaurante para la comida.

Una vez terminé mi almuerzo me dirigí al dormitorio a descansar un rato. A las cuatro de la tarde, deberíamos estar todos de nuevo en el salón para el inicio del torneo en la modalidad clásica.

Llegó la hora

Poco después de las cuatro de la tarde arrancó el torneo clásico del Norcenca. Los pareos para la primera ronda fueron definidos por un sistema aleatorio computarizado y divulgados a través de una pantalla digital. A mí me tocó como rival la señora Estela Barsallo (oriunda de Panamá). Pude vencerle, pero no me fue tan fácil en un principio donde ella llegó a comandar hasta poco después de la mitad del match. Un cambio estratégico y oportuno que me deparó mejores letras para mi atril, fue el punto de inflexión de la partida. Pude colocar un NORTEASE de 77 tantos, en una zona de triple tanto de palabras válido para tomar ventaja 375 – 327 y afianzarme en la cima hasta el final del desafío. Terminé ganando 476 – 375. Era mi primera victoria en el torneo.

Tras veinte minutos de receso, en el que degustamos un refrigerio (café, agua, té y bocadillos) retornamos a la sala para la segunda ronda. Me tocó como oponente otra dama, la señora Aglaía Constantín (colombiana).

En mi vida como competidor de scrabble jamás había ganado una partida de forma tan anómala y extraña como esta. Lo acontecido es digno de ser narrado. Antes del inicio del match mi rival y yo acordamos que [para el tiempo de juego, 30 minutos por jugador en cuenta regresiva] utilizaríamos la aplicación del cronómetro de mi celular mientras que, para la consulta de palabras en protesta la aplicación de su verificador de palabras correctas o incorrectas (lexicón) de su celular.

En cuatro ocasiones de la partida yo objeté sus jugadas. Le protesté un ASOTANAS y su verificador de palabras (lexicón) le dijo que era inválida. En otra le objeté GRUYE y también le marcó error. Llegué a objetarle otra que ahora no recuerdo y pasó lo mismo y, por último, ya en la recta final de la partida, le protesté ZAQUE y también su lexicón dijo inválida. Doña Aglaía, contrariada por la situación, llamó a un monitor para que verificara en la aplicación de este. El verificador de vocablos del monitor marcó la palabra correcta. El problema había sido el lexicón de la colombiana, que estaba dañado. Lamentablemente las otras jugadas injustamente invalidadas por el lexicón de mi rival, tuvieron que quedarse así, pues ella lo había aceptado. La partida siguió su curso. Acordamos entonces que, para cuando surgiera otra protesta, llamaríamos a un monitor para consultar la validez o no del vocablo en cuestión.

Ya en el tramo final, no quedando nada en el bolso de fichas y hallándome en desventaja (387 – 394), realicé mi última jugada: PIADO, de 9 tantos, con el que dio término al desafío. Sumé dos puntos del atril de mi oponente y triunfé por marcador de 398 – 392.

Para la tercera ronda, última del día 14, me enfrenté al colombiano Beto Mora. Tras un inicio algo tímido (un cambio de fichas y una jugada de 22 tantos) me devino una racha ofensiva al bonificar en tres de cuatro turnos (CORSARIO de 70, CEJARÍA de 80 y CHARLAIS de 76 posterior a un EX de 50). Me vi muy arriba, con pizarra de 298-174 y, aunque mi rival trataba por acercase, yo lo mantenía a raya. Le derroté con anotación de 441-396.

Al terminar la jornada me dirigí a mi habitación para darme un buen duchazo. Reflexioné en mi dormitorio sobre aquel golpe de suerte recibido en la partida frente a la colombiana Aglaía Constantín. No sé si en la historia del scrabble mundial – en cualquier idioma - se ha producido una partida tan bizarra como la que disputé y gané, quizás de carambola frente a la dama colombiana. Lo cierto era que había ganado en mis primeras tres partidas y mañana, sábado 15 de julio, sería otro día en el que seguramente enfrentaría a rivales más difíciles.

En el restaurante La Fonda

Foto grupal en el el restaurante La Fonda.
Una vez aseado y vestido con un atuendo formal salí de la habitación. Me encaminé hacia el área de recepción del hotel. Allí esperaría unos minutos hasta que Verónica, una de las organizadoras del torneo, tocó el claxon y me llamó. También a los costarricenses Rolando Guevara y a Enrique Villalobos y al guatemalteco Emmanuel Gely. Abordamos su pequeño Suzuki Swift color azul en ruta hacia La Fonda, un restaurante típico panameño estilo campesino, algo parecido, haciendo un símil al restaurante El Conuco, en Santo Domingo (República Dominicana). En La Fonda los meseros visten atuendo alusivo a la zona rural y las comidas del menú son puros platos con sabor al campo. Todo sabroso, exquisitez absoluta.


Allá nos encontramos con otros jugadores del Norcenca que habían llegado en otros vehículos. Un mesero, nos ubicó en una gran mesa y tomamos asientos. En un ratito ordenamos las bebidas mientras disfrutábamos de la música colocada por un disc jockey. Un par de bailarinas con atuendos folclóricos danzaron para todos los comensales. Después llegaron los platitos de entrada (carimañolas, chorizos de puerco, tortillas de maíz frita, yuquitas frita, patacones, chicharrones, entre otras delicias). Más tarde ordenamos nuestras comidas, mejor dicho, nuestras cenas. Pedí un pescado escovitch bañado en escabeche que estuvo sabrosísimo.

Mensaje cristiano en el restaurant La Fonda. 
Una vez cenados nos tomamos una foto al lado de la cabina de un antiguo camión que servía de decoración y cantina-bar del restorán. Después bailamos música latina, entre algunas piezas merengue (que es la que mejor me funcionaba), salsa, cumbia y son cubano. Aquel momentito era para no olvidar, un bálsamo para la diversión y la buena camaradería.

Platiqué un poco con Francisco Javier Guerrero, jugador mexicano quien sería mi rival el sábado por la mañana en la ronda cuarta del torneo de palabras cruzadas. Le recordé a modo de chanza la partida que le había ganado en una de las rondas en el mundial de Asunción 2017. “Mañana me tocará a mí, será mi desquite, ya lo verás” me dijo en tono alegre mientras ingería cerveza.


Poco después de las doce de la noche nos marchamos. Los costarricenses así como el guatemalteco y yo nos regresamos al hotel en el coche de Verónica la misma con la que habíamos llegado al restaurante. Los demás también retornaron en los vehículos que los habían traído.

Una vez en el Hampton By Hilton me dirigí a mi habitación y preparé para dormir. El sábado 15 sería una nueva jornada donde se disputarían seis rondas. El récord momentáneo de 3 -0 me era muy halagüeño. Es cierto pero la dura jornada del sábado sería mi gran prueba de fuego para demostrar cuán listo o no podría ser ante rivales, seguramente más complicados y de mejor nivel.

Continuará…

lunes, 24 de julio de 2023

Torneo Norcenca de Scrabble 2023. ¡Por fin llegó mi Panamá! (2)

Por Iván Ottenwalder

Tras regresar de Fort Lauderdale a Santo Domingo el 1 de mayo, solo me quedaba esperar el tiempo prudente, poco más de dos meses para la realización de los preparativos del viaje a Ciudad Panamá, pautado, según mi calendario, entre el 13 al 17 de julio.

¿Y qué hice en ese periodo de dos meses y pico previo al viaje?

Puras rutinas. Ir al trabajo de 8:00 am a 3:00 pm, leer mucho, realizar mis compras en el supermercado, algunas visitas y estudios médicos puntuales, caminar, desayunar, almorzar y cenar, jugar al scrabble por internet, entre otros asuntos.

Para principios de junio tuve que mudarme por casi dos semanas al departamento de mi madre, pues Hilton Cabral, compadre de mi papá desde los años 60, venía a pasarse unos días en Santo Domingo y, como costumbre, siempre se hospedaba en el piso de mi progenitor, el cual solo posee dos habitaciones, la de este y la mía.
Mi boleto aéreo a Ciudad Panamá. 


Al igual que en 2017, 2018 y 2019, le cedí mi dormitorio a su compadre de más de cinco décadas.

Para esa misma fecha me puse en contacto, vía WhatsApp, popular aplicación tecnológica de comunicación, con la gerencia del hotel Hampton by Hilton de Ciudad Panamá para fines de reserva de habitación. Esta, como ya lo señalé antes, la programé para cuatro noches, arribando al hotel el jueves 13 de julio y saliendo el 17 de dicho mes.

Gloria Bonilla y Raúl Vega, como representantes del hotel, también se comunicaron conmigo a través de correo electrónico. Me suministraron, un formulario digital para que lo llenara. En este, debía adjuntar copia de mi cédula de lado a lado, fotocopiado (ambas caras) de mi tarjeta de crédito internacional, para así debitar mi estadía en el establecimiento, así como la numeración de mi pasaporte.

Dos semanas antes de la celebración del torneo, ya había comparado mi boleto aéreo. Viajaría por la aerolínea Copa Airlines. Este tique, me costó casi 30 mil pesos. El resto, realizar los llenados de los tiquetes electrónicos así como el check in, 24 horas antes del vuelo, era pan comido.

Día del vuelo

El 3 de julio empezaron mis vacaciones laborales. Había solicitado 20 días, pero, como los sábados y domingos así como los feriados no contaban, dada su naturaleza de no laborables, mis 20 días libres vendrían a convertirse prácticamente en un mes.

El jueves 13 de julio bien temprano, mi padre me llevó en su vehículo al aeropuerto Las Américas. Había llegado como a las 6:45 de la mañana, con tiempo suficiente para registrar mi maleta en la caseta de Copa Airlines. La representante me pidió primero mi pasaporte. Lo observó, vio que estaba visado con la visa americana, pero no encontró evidencia de algún viaje a los Estados Unidos previamente. Me preguntó si le había dado uso a la visa estadounidense. Le contesté afirmativamente. Ella me responde que en mi documento no se observa ningún sellado por parte de la migración de EUA. Le digo que viajé a Florida entre el 29 de abril al 1 de mayo. “Espéreme un momento, déjeme investigar allí en la oficina” me pide. Cinco minutos después regresa sonriente con un papel en la mano. “Es cierto, usted viajó a Fort Lauderdale, lo que pasa que en Florida ya no están sellando los pasaportes”, me explica. Me devuelve el pasaporte y me entrega el papel que tenía en manos. Me sugiere conservarlo por si me lo piden en el aeropuerto de Tocumen de Panamá. El papel no era más que una impresión de mi entrada y salida al viaje realizado a los Estados Unidos de América.


Media hora más tarde entro por la puerta que conduce al registro de migración. Después me desayuno con un emparedado y una botella de agua en uno de los restaurantes del aeropuerto. Al culminar eran como las 8:15 de la mañana. Checo en una de las tantas pantallas que muestran las horas de despegue de los aviones de las distintas aerolíneas así como sus respectivas puertas de embarque. Miro cual es la mía; me dirijo hacia esta.

Todo está en orden y abordo el avión. Este despega a las 9:07 am en ruta a Ciudad Panamá.

El vuelo fue placentero, de casi hora y media. El refrigerio fue escaso. Algún snack, café, agua, jugo o refresco. Cuando volé por Copa en 2017 rumbo a Asunción (Paraguay), la comida era más abundante y mejor, tanto en el trayecto de Santo Domingo – Panamá como en el de Panamá – Asunción. Ya los tiempos no son iguales. Pero esto ocurre casi en todas las líneas aéreas.

A las 10:30 de la mañana el aeroplano aterriza en el aeropuerto de Tocumen. La nave conecta con el túnel que colinda con la puerta de salida; los pasajeros debemos aguardar hasta que nos den la orden de desembarcar.

Como 20 minutos más tarde, ya estaba haciendo la cola en la zona de migración. Espero paciente mi turno. Cuando llega, me dirijo a un cubículo donde un representante me pide mi pasaporte. Este me pregunta por el vuelo en el que llegaba, y si había usado la visa americana previamente. Contesto las dos cuestiones. Él mira, tal como lo había hecho la representante de Copa en Santo Domingo que mi pasaporte no tenía sellada entrada alguna a los Estados Unidos. Me dice “vamos a revisar esa visa, acompáñeme”. Le acompaño hasta la puerta de una oficina, pero no puedo entrar allí. Le entrega mi documento de viaje a una señorita para que lo revise y se retira de nuevo a su cubículo. La dama no tarda más de un minuto en salir. “Bienvenido a Panamá, disfrute la estadía” y me devuelve el pasaporte.
Aeropuerto Internacional de Tocumen.


Me dirijo al área de los equipajes y retiro mi maleta. Debo hacer otra cola en la zona de declaración de bienes. Todo en regla. Finalmente me dirijo a la puerta de salida. Afuera un montón de taxistas. Busco con la mirada a Rubén Falconett, que me había prometido que me buscaría al aeropuerto. No lo diviso, pero sigo esperando. Cinco minutos después lo observo y le hago una seña. Nos saludamos con un abrazo. Nos dirigimos a su vehículo, un coche pequeño. Me ayuda a colocar el equipaje en la maletera. Tomamos rumbo hacia el hotel. En el trayecto observo los grandes edificios de Costa del Este y Santa María, demarcaciones donde residen grandes millonarios de Panamá. Rubén me va explicando sobre cada lugar por el que transitamos. Ya en el casco urbano de la capital panameña me muestra el Tornillo, un edificio con forma atornillada así como otros de bancos, hoteles y torres de apartamentos. Y ya llegamos al barrio El Cangrejo, donde queda situado el hotel Hampton by Hilton, sede del Norcenca de palabras cruzadas. Pero antes el presidente de la Asociación de Scrabble de Panamá toma la calle Vía Benneto, paralela a la Eusebio Morales, donde está el hotel. La primera es una arteria colmada de pequeños establecimientos comerciales, ideal para comprar algunos souvenirs como llaveritos e imanes alusivos a Panamá para llevar a Santo Domingo y regarlos a mis amistades y compañeros de trabajo. Y, finalmente, arribamos a la Eusebio Morales, una vía de menos bullicio y de aspecto más residencial. Llegamos al hotel.

En el hotel

Rubén me acompañó hasta el lobby con la maleta. Ya mi nombre estaba registrado. Firmé previamente un documento y pagué el monto equivalente a 286 dólares (por las cuatro noches, incluyendo desayuno y almuerzo).

Un empleado del hotel me explica que el check in suele ser a partir de las 3 de la tarde, pero que si quería podía dejar mi maleta y me la guardaban dentro de la oficina administrativa. Lo acepté. Rubén se despidió de mí “y cualquier cosa me llamas”. Eran poco más de las once de la mañana.

Hampton by Hilton, en Ciudad Panamá.
Salí a caminar hacia la Vía Benneto. Entré a un par de pequeñas tiendas y compré algunos llaveritos e imanes. El resto, los compraría entre el viernes y el sábado. Había llegado muy temprano al hotel, era verdad, de modo que seguí mi periplo callejero. Caminé por otra avenida, de más importancia que la Benneto aunque no sé su nombre. Allí, había un área de restaurantes tipo Fast Food y, después de tanto otear, me decidí por almorzar en Taco Bell. Ya era poco más de las doce del mediodía. Seguí mi andar, de nuevo por la Benneto. Observaba y memorizaba lugares que me interesasen. Me detuve en un cafetín especializado en postres y batidos nutricionales bajo en calorías y grasa. Pedí uno de manzana y un dulcito de banano con crema. Estuvo delicioso, aunque pagué la suma de casi siete dólares. Caminé de nuevo en ruta al hotel, pero antes me detuve en otra calle, perpendicular a la Eusebio Morales. Miré muchos cafetines, hoteles, pequeñas panaderías exhibiendo sus exquisiteces. Seguro comería algún bocadillo en una de ellas en días posteriores. ¡Ya me conozco!

Otra vez en el hotel. Pido la clave de wifi en la recepción para conectarme al servicio de internet y me siento en el área del comedor. Chateo con varias personas vía WhatsApp esperando que el reloj marque las 3:00 pm para pedir la llave de la que será mi habitación. Todavía falta tiempo, pues apenas era la 1:45 pm. Leo el periódico El Mundo (diario español) en formato digital. Los minutos corren. Por fin, ya como a las 3:15 pm me dirijo a la recepción otra vez. Ahora para pedir mi llave. Me la entregan. No es una llave común y corriente tal como las conocemos, sino una tarjeta de contacto para abrir la puerta del dormitorio. La misma también sirve para, una vez colocada dentro de un dispensador de electricidad, encender las luces y aparatos como el televisor y el aire acondicionado. Me otorgaron dos tarjetas, dentro de un diminuto sobrecito de cartón. Si por alguna causalidad se me perdía una, pues me quedaba con la otra.

Recojo mi maleta y me cuelgo la mochila a la espalda. Entro al elevador y subo hasta el piso cuarto. Allí busco la habitación número 407 y entro. Un lindo dormitorio con una buena vista al exterior. Coloco la tarjeta llave dentro del generador eléctrico y se enciende el televisor y aire acondicionado. Pincho los interruptores y me cercioro de que las luces encienden. Todo está correcto. Me descuelgo la mochila, abro mi maleta. Organizo algunas cosas. Enciendo mi ordenador electrónico portátil. Juego una partida de scrabble online con Reisel Murgadas desde la página electrónica www.isc.ro. Me la gana pero me da lo mismo. Guardo dos fundas repletas de chocolatines dominicanos en la neverita del dormitorio para que se mantengan refrigerados. Había comprados aquellos dulces dominicanos de la marca Cortés Hermanos días antes del viaje. Me los traje para repartirlos a manera de souvenir a los competidores de palabras cruzadas que verían acción en el torneo. Una funda, de la variedad Más Más; la otra, de Rocky Kid. Quería dejarles a cada participante un presente de la República Dominicana, y nada mejor que un delicioso derivado del cacao quisqueyano.
Foto con Enrique Cortes, colombiano. 


Me di una ducha, me sequé y vestí. Salí un rato de la habitación con rumbo al último piso, la azotea, donde estaba la piscina y el salón de juego donde sería disputado el Norcenca a partir de mañana viernes.

El salón del torneo estaba cerrado, no se abriría sino a partir del viernes a las 8:00 de la mañana, durante la inauguración de la justa.

Miré un rato hacia el gimnasio; también hacia ese espacio exterior copado de altos edificios. La panorámica, era preciosa. Volví a tomar el elevador y descendí a la cuarta planta. De nuevo en la 407, mi habitación por cuatro noches, hasta el lunes 17.

Miré un rato la televisión, pero me aburrí. Me puse a redactar el inicio de lo que sería el primer capítulo de esta crónica, que ya fue colocado en mi blog. Como sabrán, esta es la segunda parte. Vendrán más.

Me detuve como en el tercer párrafo. Lo grabé y decidí bajar hacia el lobby. Me encontré en el área de restaurante a un grupo de colombianos, unos platicando y otros jugando al scrabble. Me acerco a ellos. “¿Ustedes son de la gente del scrabble? Mi nombre es Iván Ottenwalder, de la República Dominicana y también competiré en el torneo”. Dos de ellos me responden casi al unísono “un placer”. Les cuento que había traído también mi tablero de juego y les propongo buscarlo para que juguemos. “¡Claro que sí cómo no!” me responde una elegante dama, María Alejandra García, me enteraría que era su nombre horas después.

Subo a mi habitación y busco mi tablero de cruza letras (otro de los sinónimos de scrabble además de palabras cruzadas). Desciendo nuevamente hacia el área de restaurante caja de juego en manos. “Acá de nuevo. Bueno, con quien desee”, sugiero. “Vamos conmigo”, se anima un señor mayor. Me dice que su nombre es Enrique Cortés. Su señora esposa también me saluda. Buscamos una mesa y buena iluminación. Abrimos la caja, organizamos tablero, bolsa y atriles, decidimos la salida y empieza la primera batalla.

El colombiano jugó mejor y se equivocó menos (él una vez y yo dos). Ganó la partida 440 -372. Le felicité y nos tomamos una foto. En ese instante llegaban el profesor Alejandro Terenzani y Diego Lattuf. Primero saludan al grupo de colombianos, incluyendo a los que estaban jugando algún match de fogueo. Luego se acercan a la mesa donde estábamos don Enrique yo. “Iván Ottenwalder, caballero cómo le va” me saluda el veterano jugador y catedrático de la Universidad Central de Venezuela (UCV) con un fuerte abrazo. Luego saludo a Diego con un apretón de manos, sin saber que aquel adolecente de 17 años sería mi terrible verdugo en el torneo días después.

Minutos más tarde Enrique y yo jugaríamos una segunda partida de calentamiento, la cual pude ganar con marcador de 453 – 386.

Mi próximo rival fue César Almengor, panameño al cual me le presenté e invité a jugar. Le vencí, por margen cerrado de 444 -430.

Tomé un descanso para mis neuronas como de treinta minutos mientras presenciaba una partida de María Alejandra contra uno de sus paisanos. Conocí en ese instante a Enmanuel Gely, un guatemalteco que venía también al torneo. Platicamos. Me contaba que la Asociación Guatemalteca de Scrabble (AGUAS) se hallaba inactiva, que de los pocos integrantes que la componían solo quedaba él. “Enmanuel, la historia suya es prácticamente idéntica a la mía. Nosotros en la República Dominicanos tuvimos un club entre los años 2007 al 2009 y se desintegró. Casi todos sus miembros tomaron rumbos distintos y se alejaron. ¡Vaya coincidencia!” le relaté. “Apenas juego, cuando se puede, con un amigo de nombre Guillermo. Él juega bien y conoce vocabulario, pero no le apetece mucho eso de jugar con reloj. Además anda por otra sintonía, en otros proyectos personales. El único en Santo Domingo que mira esto de manera competitiva es un servidor”, le detallo.

Rato después se van retirando las personas jugadoras de scrabble a sus dormitorios. Eran ya poco más de las diez de la noche. Solo quedábamos María Alejandra y yo, a la que invité a un desafío. Aceptó pero me pidió que jugáramos sin reloj y que llevara yo mismo las anotaciones, pues se encontraba cansada. “De acuerdo, no hay problemas con eso”, le complací.

Al principio ella me estuvo ganando, en un momento dado por 132 tantos de distancia. Luego, el punto de inflexión. Coloqué dos bingos consecutivos: ACODARE (84) Y PAGINAN (82), con los cuales viré la anotación a mi favor 377 -366. En lo adelante, la partida fue toda mía. Para mayor tortura, ya en la recta final le metí otro bonus, SALANDO (84) que fue el zarpazo final. El marcador final resultó ser de 576 a 416. Victoria contundente para mí. Pero bien lejos imaginaría que, dos días después, en una de las rondas del torneo, ella se las cobraría con creces propinándome una zurra que ahora prefiero no recordar. Fue su dulce desquite.

Fue la única que jugamos aquel jueves. Nos despedimos y cada quien enrumbó hacia su dormitorio. Ya eran más de las once de la noche. Había que dormir y prepararse para la partida de duplicadas a dos bolsas el viernes por la mañana, fecha de inauguración del torneo.

Continuará…