sábado, 18 de octubre de 2025

El Scrabble llegó al Catalonia Beach de Bávaro: El campeón de Cuba frente a mí (1)

 Por Iván Ottenwalder

El 16 de junio me levanté temprano. Aún me quedaba más de una semana de vacaciones. Después de desayunar revisé el whatsapp y había otro mensaje de Rolando Guadalupe. En este me mostraba el enlace del hotel donde estarían él y su hija hospedados. Era el Catalonia Bávaro Beach, un resort situado en la costa este del país en la provincia La Altagracia. Entré a la página de ese hotel y vi los precios. La habitación más asequible a mis bolsillos era la junior suite. Su precio era de unos 220 dólares la noche pero, aplicando un 10% de descuento. Reservé esa opción, solo por dos noches. No podía darme un gusto económico y placentero mayor.

Ese lunes 16 también hice otras diligencias puntuales. Rolando y yo manteníamos conversaciones por el chat. Me contó que llegaría al resort el sábado 21 y se regresaría a La Habana el sábado 28 (mes de junio). Le expliqué que estaría en el hotel por dos noches, del domingo 22 hasta al martes 24. Tomaría el bus desde Santo Domingo hasta Verón (Bávaro – Punta Cana) y llegaría bien temprano al hotel Catalonia a eso de las 12:30 p.m. Lo tenía todo bien programado.

Área de recepción del Catalonia Bávaro Beach

Era increíble que, saliendo de un torneo de scrabble en New York, pocos días después me encontraría en otro escenario para jugar a las palabras cruzadas aunque, esta vez, solo partidas de fogueos. Para lo difícil que se me hace encontrar con quién jugar scrabble en este país, aquello era una gran bendición.

Domingo 22

Aquel domingo 22 me levanté bien temprano. Desayuné bien no recuerdo exactamente qué ahora mismo pues, aunque para muchos mi memoria es privilegiada, tampoco es que sea tipo robótica.

A las 7:30 de la mañana enrumbé hacia la compañía de buses APTPRA. Pagué mi boleto de viaje y esperé en una gran sala hasta que dieran las 9:00 am hora en la que abordaría el autobús con destino a Verón. En ese momento era las 8:00 am y tuve que aguantar una hora de espera. Pero, esas son las reglas. Pude haberme ido en el bus de las 7:00 am saliendo mucho más temprano de mi casa pero, preferí el horario de las 9:00 am.

Al llegar a una de las paradas de Verón, tomé un taxi de la compañía In Drive que me llevó al resort. Pagué 500 pesos por el trayecto.

Eran como las 12:30 del mediodía. Fui al área de check in a pagar mi estadía. La habitación, según me dijo la señorita que me atendió en el lobby aún no estaba lista. Tendría que esperar hasta las 3 de la tarde pero “si aparece antes una habitación se le asignará de inmediato. Le llegará en ese caso un correo electrónico a su cuenta”, me explicó. Le pregunté si podía aprovechar para comer y me respondió que “claro, ya usted pagó, usted es un huésped de este hotel. Cuando usted quiera puede ir a comer”, me dejó saber. Me dijo habían dos restaurantes para tales fines, en los cuales también se sirven los desayunos. “Uno, por el área de la piscina y, el otro, cerca del lobby”.

Aproveché para almorzar tranquilamente. Luego, cuando me dirigía al área de los postres, diviso a Rolando Guadalupe y a su hija Karina, la cual no conocía. A poca distancia le llamo. “Rolando”. Él voltea la cara y me ve. “Otten, mi hermano” me responde al saludo. Nos dimos un fuerte abrazo. Su hija me tendió la mano para saludarme y, tal como si fuese un caballero del siglo XIX y del XX, se la besé.

Tras servirnos el postre ubicamos una mesa para sentarnos. Platicamos tendidamente mientras degustábamos nuestros dulces y helados. Todo muy delicioso. Ellos (Rolando y Karina) habían llegado el día anterior, el sábado. Estaban hospedados en la habitación número 606. En mi caso, aún no me habían asignado una.

Terminamos el postre. Rolando y yo acordamos vernos en una hora aproximadamente. Se dirigieron a su dormitorio. Yo, en cambio me encaminé hacia el lobby.

Mientras me dirigía a la recepción revisé mi mail y ¡Eureka! Ya tenía una habitación asignada. Era la 605, al lado de la de Rolando y Karina. ¡Cuánta coincidencia!

Le digo a la señorita que estaba en recepción que ya tenía habitación. Que me había llegado un correo electrónico. Ella me pide mi nombre y verifica en su computador. “Tiene razón. Es la 605”. Me coloca en mi muñeca un brazalete el cual contenía un censor codificado. “Usted solo tiene que colocar el censor sobre la cerradura de la puerta y ella abre automáticamente”, me explicó.

Me encaminé hacia la villa 6, que era el bloque donde estaba mi habitación. Al principio me perdí dando una vuelta alrededor de dicho bloque pero, luego de preguntar a un trabajador del hotel, este me dijo “mire señor, es esa”, señalando hacia donde estaba. “Solo camine un poco, ya verá la puerta”. Le di las gracias.

Mi alcoba era preciosa. Bien espaciosa. Lo tenía todo para sentirme como un rey por tan solo dos noches. Acomodé mis pertenencias. Las engaveté muy organizadamente. Minutos después – supongo que eran como las dos de la tarde – recibo un mensaje de whatsapp de Rolando para que nos juntemos cerca del área de piscina a jugar un par de partidas de scrabble. Me vestí un short jean y una franela fresca, me calcé mis chancletas. Tomé mi juego de scrabble y salí hacia allá. No era tan lejos.

Nos encontramos cerca de la piscina. Ubicamos una mesa y un par de sillas. Acomodamos el tablero de scrabble, la bolsa de fichas, los atriles y hojas de anotaciones.

“Solo dos partidas Otten que luego me voy a bañar en la piscina”, me dijo. Acepté. Yo también me bañaría, pero en la playa más tarde. Tenía desde 2013 que no me daba un baño de mar.

Primera partida

En el primer combate tuve un excelente arranque. Una buena combinación de cortas valiosas (GAÑID y HAN de 32 cada una, MAPEO de 26) junto a dos bingos (ADOSARÍA de 66 y BOTEARON de 70) me pusieron rápidamente arriba en el marcador (216-123). Más tarde JU (36), TORREÓN (35) y AX (52) me consolidaron aún más (360-194). Rolando es un gran veterano y, en cualquier momento, vendría su ataque. RETOCARE (74) le dio un suspiro y alcanzó los 268 tantos. Sabía perfectamente que la partida aún no estaba liquidada. Tenía que buscar un golpe de gracia que anegara las posibilidades del contrario. Y ese golpe de gracia fue FERAZ, de 54 puntos. Ya estaba dominando 436-296, una ventaja de 140, muy cuesta arriba para mi entrañable rival a quien pocas veces he podido vencer en esta vida.

Primera partida. 

Al final, estando la partida 452-309, Rolando colocó un gran scrabble pero, se quedaría corto. MISASES de 88 lo llevaría a 397. Sumó 14 tantos del descuesto de mi atril y perdió 411-438. Tremendo susto al final.

El segundo desafío sería más reñido. Después de un AUSENTE de 66 colocado por mí, mi oponente remató con tres scrabbles (dos consecutivos) y varias pequeñas gigantes. Los bingos fueron DEMANDÉ (77), CHOCARREES (77) y DELEITAR (60) y, sus cortas valiosas, CUPE (40), OXEA (33) y JAEZ (40). Yo también tendría lo mío: TOCASEN (70), COLLA (26), GANDULES (74) y MUY (30). En ese momento, el match se hallaba 364-356 a favor de Guadalupe. Este, colocó un ÑU de 53 que parecía terminar con mis esperanzas pero, no fue así. Tenía un gran atril y solo había una posibilidad de bonificar, en un solo espacio. Estaba perdiendo 417-356 y tenía que reaccionar rápido. Vi la jugada. Jugué ROSANDO / ACOLLA, formación esta que me dio 84 tantos. Tomé la delantera (440-417). Rolando respondió con VITE en zona de triple superior izquierda. Esta le otorgó 31 puntos y de nuevo se vio al frente (448-440). Yo tendría la última jugada: SESO (08), con la que empaté y, finalmente gané pues, sumé 4 puntos del atril de mi rival. La victoria fue 452 a 444.

Segunda partida.

Era asombroso como, después de haber jugado tan mal en el torneo de New York, perdiendo ante rivales de menores categorías que Guadalupe, pude vencer a este, quien se había proclamado campeón del Cuba Scrabble de 2025, en dos partidas. Aún quedarían más por jugar pero, serían mañana lunes 23. Rolando se iría a dar un baño de piscina y yo, como ya lo tenía previsto, uno de mar. Nos despedimos por el momento.

Fui a mi dormitorio a cambiarme de ropa. Me coloqué un bañador y me encaminé hacia la playa. Después de 12 años volvería a bañarme en el mar. ¡Cuánto tiempo!

El agua estaba tibia, una temperatura divina pero, llena de algas. Eso fue lo que no me gustó. Igual disfruté del baño de mar. Como a las 6:45 de la tarde terminó mi terapéutico baño marino.

Me fui a mi habitación a darme una buena ducha tibia y cambiarme de ropa para ir a cenar. Antes me puse a ver la televisión. Sintonicé el canal donde transmitirían el séptimo partido de la final de la NBA entre los Indiana Pacers y Oklahoma City Thunder. Estaban apenas dando la antesala, la previa de comentarios antes del juego.

Apagué luego el televisor y me fui al restaurante a cenar.

No volví a saber de Rolando desde que terminamos las dos partidas de la tarde. De igual modo, aproveché para cenar abundante en el área de restaurante. Todo estuvo delicioso.

Al terminar de saciar mi apetito, me regresé a la 605, mi dormitorio. Encendí el televisor y me quedé viendo el séptimo partido de la final de la NBA. Indiana estuvo ganando hasta el medio tiempo, apenas por un tanto. En el tercer período los City Thunder dieron vuelta al marcador y sacaron una gran ventaja. Los Pacers no pudieron remontar. Uno de sus mejores jugadores, Tyrese Haliburton, se lesionó gravemente a los pocos minutos de haber iniciado el primer cuarto. ¡Una lástima! Al menos, para mí, que deseaba que ganaran los de Indiana.

Finalmente Oklahoma City Thunder ganó el partido y se tituló campeón. Me entristecí por el revés. Recuerdo perfectamente cuando, en el 2000, los de Indianápolis, sucumbieron en la finalísima ante a Los Ángeles Lakers, en seis desafíos. Ahora, perdían de nuevo pero, ante un rival distinto.

Apagué el televisor y me acosté. Mañana, sería un nuevo día.