martes, 26 de enero de 2021

¿Derrotó el covid-19 a los Gigantes del Cibao?

A mi juicio, las Águilas Cibaeñas de ninguna manera se iban a entregar así de fácil, iban a batallar hasta morir, pero considero, que tanto Valdez como Espino las hubiesen frenado en el sexto o séptimo desafío.

Por Iván Ottenwalder

El pasado lunes 18 de enero del presente año un gran coloso del béisbol dominicano se coronó campeón de la temporada 2020-2021. Y ese coloso posee nombre, apellido y lugar de residencia: Águilas Cibaeñas, equipo que tiene su domicilio en Santiago de los Caballeros, la más desarrollada y pujante provincia de toda la región norte del país.

Ganó su corona número 22 que lo iguala con los Tigres del Licey como los conjuntos más ganadores de toda la pelota dominicana. ¡Y de qué manera lo han hecho! Remontando un déficit de 1–3 en una serie final que estuvo pactada al mejor de un 7-4. Ya en la final de la estación 1987-88 lo habían realizado los Leones del Escogido, cuando vencieron a las Estrellas Orientales en un séptimo y decisivo choque, también viniendo de atrás de un 1-3.

Los fans de las Águilas lo gozaron y lo celebraron, quebrantando el toque de queda establecido por el gobierno dominicano debido al covid-19. Una inmensidad de gente, aguiluchos desde chiquiticos, se lanzaron a las calles y avenidas de la Ciudad Corazón hasta el amanecer. De nada sirvió el protocolo sobre el distanciamiento social dispuesto desde mediados de marzo por las autoridades de Salud Pública. La hinchada de las Águilas dio riendas sueltas a la euforia y al desacato.

La 2020-2021 fue una temporada corta y anómala precisamente por el coronavirus, pandemia que tiene en pánico a casi todos los habitantes del mundo. La contienda regular inició el 15 de noviembre del 2020 con un calendario de juegos muy reducido. No bien transcurrieron cuatro o cinco días y ya muchos jugadores de los Tigres del Licey y Gigantes del Cibao habían dado positivo al covid-19. ¡Una lástima! La cuarentena provocó que ambos equipos no vieran acción por dos semanas. Al regresar tuvieron que apostar al corre y corre, al todo o nada, en búsqueda de un puesto clasificatorio hacia los playoffs. Los de la capital se quedaron alicortos, sin embargo, los francomacorisanos alcanzaron la tierra prometida.

En las eliminatorias, dos series pactadas a 7-4, los Gigantes descalificaron a las Estrellas Orientales y se clasificaron a la gran final; las Águilas sepultaron a los Toros del Este y también obtuvieron su boleto a la finalísima.

La inédita serie final cibaeña, ansiada por muchos norteños desde hacía varios años, por fin se llevó a cabo. Claro, no en las condiciones que los hinchas aguiluchos y gigantistas hubiesen deseado. Años atrás, cuando la soñaban, jamás imaginaron que un día alguna pandemia aterradora se establecería en República Dominicana y el mundo, que devendrían los toques de queda, el uso de mascarillas, gel desinfectante y distanciamiento social como medidas sanitarias para evitar contagios y muertes de ciudadanos. Y entre esas medidas sanitarias estaría la de no permitir la entrada de público a los estadios donde se efectúen eventos deportivos. Con esa realidad chocaron. Jamás pensaron que ese momento llegaría, a pocos meses de iniciar el año 2020, y que vendría en forma de un terrible virus para quedarse un largo tiempo.

Desde sus casas, a través de la televisión o Internet, tuvieron que conformarse los fans de uno u otro conjunto para mirar aquella serie final que por años anhelaron. No tenían opciones, o la disfrutaban así o se la perdían.

Los Gigantes del Cibao fueron considerados favoritos a ganar el playoff final acorde al vaticinio de la mayoría de expertos en crónica deportiva. Pero una cosa son las apuestas y otras los resultados. Y otra, por qué no, la fatalidad.  Y esta última no avisa, puede llegar cuando menos se espera. Y cuan si fuese una película de terror esta le cayó encima al equipo de San Francisco de Macorís cuando comandaba la serie con ventaja de 3-1. Poca cosa faltó para que aniquilaran a sus rivales, tan solo un juego para coronarse monarcas del béisbol criollo. Pero ese uno no llegó. El sábado 16 de enero las Águilas ganaron y se mantuvieron con vida, acercándose 2-3 en la serie. Entonces, el domingo 17 el covid-19 hizo su presencia. La gerencia de los Potros, con mucho pesar, anunciaba que los lanzadores Paolo Espino, Yerry de los Santos y Edgar Santana habían dado positivo al coronavirus y que César Valdez, un cazador de águilas, estaba aquejado por una pequeña lesión y se perdería el resto de la final. Los nordestanos tampoco pudieron salir airosos en el sexto desafío escenificado en Santiago de los Caballeros. Las envalentonadas Águilas empezaban a volar alto. La batalla se igualaba 3-3. Temprano en la mañana del 18 de enero los directivos de los Gigantes informaban que el dirigente Luis Urueta también había dado positivo al covid-19 y que sería sustituido por el cubano Bryan Peña, exjugador de la franquicia para dirigir el último choque. También que Moisés Sierra, peligroso bateador y gran jardinero, no jugaría en el juego siete, víctima de una lesión. Si eso no es fatalidad seguro que yo debería ser el amo de la fortuna.

Aquel lunes 18, en San Francisco de Macorís, se disputó el último y decisivo enfrentamiento entre los colosos cibaeños. El de Santiago se impuso con score de 7-4 y levantó el trofeo de campeón otoño-invernal 2020-2021. Los representantes de la provincia Duarte no hallaron la fórmula mágica para ganar ese único juego que les faltaba, lo que hubiese significado su segundo campeonato como organización. No pudieron celebrar a lo grande como lo hicieron en la 2014-15. Las Águilas, en cambio, obtuvieron su 22da y empataron con los Tigres del Licey, sus enemigos jurados, como los más ganadores de nuestro béisbol.

No pretendo restarle crédito al empuje y a la gran remontada aguilucha que los llevó al triunfo, sin embargo, es justo destacar lo siguiente: tanto César Valdez como Paolo Espino habían lanzado muy bien frente a las Águilas, siendo responsables de dos de las tres victorias que obtuvieron los Gigantes en la final. Los bateadores del equipo amarillo tuvieron serias dificultades ante esos dos lanzadores del team nordestano. En pocas palabras, no pudieron descifrar los pitcheos de esos serpentineros. Edgar Santana y Yerry de los Santos, pitchers de relevo, también habían hecho un trabajo digno.

Cuando la serie se hallaba 3-1 en favor de los francomacorisanos, esos monticulistas, que habían hecho eficiente trabajo, se vieron obligados a cesar en sus labores. Tres de ellos enviados a la cuarentena por obra y gracia de un coronavirus inmisericorde que puede atacar a cualquiera, sin importar nombres, apellidos, raza, edad, condición social, profesión o estatus laboral. Otro, como fue César Valdez, por una inesperada lesión.

¿Hubiesen perdido de igual manera los Gigantes del Cibao de haber contado con esos lanzadores en buena salud hasta el final? No lo sabemos, pero la pregunta se nos puede convertir en un quebradero de cabeza. Desde el punto de vista de los simpatizantes y expertos analistas de los Gigantes la victoria del team nordestano hubiese sido un hecho; desde la perspectiva de la crónica deportiva santiaguera las Águilas hubiesen ganado de igual forma. La prensa aguilucha quizás argumentaría que un solo jugador no hace el equipo, sino un conjunto de varios jugadores. Esto último puede ser verdad, un jugador no es todo el equipo, pero sí puede ser determinante para la consecución de victorias importantes. Y, en el caso de los Gigantes, no se trató tan solo de un jugador, sino de cinco, entre ellos dos pitchers abridores de altos quilates como Valdez y Espino, dos relevistas que estaban realizando buen rol y un bateador de fuerza, capaz de producir buenos palos como Moisés Sierra.

Con lo bien que habían lanzado estos serpentineros hasta el cuarto partido, cuando el match se había puesto 3-1, nadie hubiese dudado por un instante de un triunfo contundente para los representantes de la Ciudad del Jaya, ya fuese en un sexto o séptimo juego.

Por último, los vencidos tampoco pudieron contar con su mánager, Luis Urueta, para el decisivo choque en el Julián Javier. Otra víctima más cortesía del covid-19.

A mi juicio, las Águilas del Cibao de ninguna manera se iban a entregar así de fácil, iban a batallar hasta morir. Considero, que tanto Valdez como Espino, así como los relevistas intermedios Santana y De los Santos, las hubiesen frenado en el sexto o séptimo desafío. Esos lanzadores, especialmente el par de abridores, tenían el arsenal y el sigilo necesarios para enfriar esos bates aguiluchos que habían hecho explosión en el quinto partido.

¿Y usted amigo lector qué cree?