jueves, 24 de julio de 2014

¿Qué ves, pelota dominicana o de Grandes Ligas?



Por Iván Ottenwalder

Si existe un conglomerado humano aficionado al béisbol y que sabe mucho sobre este deporte, es el dominicano. En la República Dominicana el juego de pelota, como también se le conoce a esta disciplina, es sinónimo de religión. Es cultura, idiosincrasia.

En la mayor parte de la población el tiempo de ocio gira en torno al béisbol. Se puede decir que vivimos en un medio social beisbolcéntrico. Si vamos a una fiesta encontramos puesto en el televisor un partido de béisbol. Lo mismo ocurre en la casa del amigo, de un familiar, en un colmado, en un bar o cualquier centro de diversión.

Ya para febrero y marzo casi todos añoran que llegue abril, el inicio de la temporada de Grandes Ligas. Para septiembre, los fans piden a gritos octubre, que es el mes de arranque de la temporada otoño-invernal de béisbol dominicano. Tanto uno como otro evento se sigue con una pasión desbordante.

Cada quien tiene su equipo, allá como acá. Los que nunca han viajado a los Estados Unidos de Norteamérica tienen como sueño, presenciar un juego en uno de los estadios de las Mayores, en el que sea. Ese es un anhelo al que muchos aspiran; para conseguirlo, deben viajar.

Desde finales de 1983 he seguido las incidencias del béisbol dominicano y desde 1986 hasta la actualidad, el de Grandes Ligas. En lo que a mí concierne, considero que toda esa experiencia como seguidor del béisbol tuvo un balance positivo. Gracias a este adquirí conocimientos, vivencias, amigos, laboré en una revista deportiva (desde 2006 fuera de circulación), me metí en debates en los que gané y perdí, obtuve alegrías y lágrimas. Para ser honesto, no me arrepiento de lo aquello vivido. Lo viví y es lo que importa.

Cuando retrocedo en la máquina del tiempo y me traslado a la década de los 80 (siglo XX) recuerdo aquellos niños y jóvenes que solían renegar del béisbol dominicano en favor del de las Grandes Ligas. Ellos no eran unos verdaderos renegados. Fueron unos liceístas, aguiluchos o escogidistas que, cuando a sus equipos les iba muy mal, daban como respuesta, a todo aquel que les mortificara con alguna cuerda, “yo no veo pelota dominicana, solo veo la de Grandes Ligas”. No fueron una ni dos veces que escuché de labios de amigos míos un “Iván, tú sabes que yo no veo la pelota de aquí. La pelota de aquí es una porquería. Yo miro la buena, la de allá afuera, la de Grandes Ligas”. Si por el contrario, a sus equipos les iba de viento en popa, se convertían en los fans más furibundos del béisbol dominicano. De repente surgía el amor a la escuadra.

¿Y qué explicación puede tener este tipo de actitud que aún perdura?

La más simple de todas: al fanático dominicano no le gusta perder. Es como si dijera, por ejemplo “si, soy liceísta hasta la tasa, pero si me equipo va mal, para que no se burlen de mí, diré que no veo la pelota de acá”. Un tanto igual actúa el hincha escogidista, aguilucho y, en menor proporción, el de los Toros, las Estrellas y los Gigantes. Este tipo de actitud también la reflejan en cuanto al béisbol de las Grandes Ligas y el baloncesto de la NBA. Los aficionados quisqueyanos se alinean en torno al o los conjuntos que, en un momento dado, van ganando. En los años 80 era muy común verlos apoyar a los Dodgers de Los Ángeles y Azulejos de Toronto, pero aquella vez no porque fueran escuadras ganadoras, sino por la cantidad de peloteros dominicanos que militaban allí. A medida que la presencia de jugadores dominicanos se fue haciendo más notoria y común en casi todos los conjuntos, post 1990 hasta el presente, la preferencia de la afición nuestra también cambió. Atlanta ganó muchos adeptos desde 1991, los Medias Rojas de Boston y Yanquis de Nueva York un tanto igual al final de ese decenio. Hasta la fecha, estas dos últimas son las novenas beisboleras con más público en el territorio dominicano.

En la NBA la realidad no ha sido distinta. Cuando los Ángeles Lakers y Boston Celtics señoreaban en los 80, los dominicanos se volcaron hacia ellos. Con los emergentes chicos malos de Detroit Pistons (1989-1990) la afición de dividió y, entre 1991-1998, la era en que los Chicago Bulls y Michael Jordan ganaron seis títulos, se produjo un fenómeno interesante: la fanaticada estaba prácticamente 50/50 por ciento entre los pros y anti Jordan. ¡Vaya, ese es el precio de la fama por ser el mejor!

Para el período 2000-2010, como los Lakers fueron los más ganadores, para allá cogió el fanático dominicano promedio; aunque debemos reconocer, que también ganaron simpatías los Celtics, Heats y Spurs. En 2013 y 2014 Heats y Spurs concitaron los mayores vítores, producto de las finales que ambos conjuntos disputaron en esos años.

Dime quién es el que más gana y te diré de quién soy.

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