Por Iván
Ottenwalder
Quiero empezar la ocasión haciéndome varias
preguntas: ¿Qué es mejor, una pandilla de amigos oportunistas o un enemigo ideológico
que me acosa como fiero detractor? ¿Quién me suma, quién me resta? ¿Quién me
está dando más importancia? ¿Quién, sin proponérselo, me da a conocer en un
entorno que en gran medida es compatible conmigo? ¿Quién, si no es que ya lo
ha hecho, me está sacando del anonimato?
La respuesta a todas esas inquietudes: el
enemigo e implacable detractor.
¿Y esta locura? ¿De dónde ha salido este tipo?
Esas son las preguntas que seguramente saldrán del pensamiento de quienes me
están leyendo en este instante.
Para que conozcan mejor sobre mi filosofía de
vida es preciso dejar claro que, más que amigos tengo conocidos, o personas con
uno o varios puntos de vista en común. Lo que entendemos como amistad, no es
más que una forma de interacción o convivencia, si se quiere, entre personas,
movidas por un fin o fines específicos. Amistad
es la nomenclatura que le hemos dado a esas interacciones humanas. A juicio
de muchos escépticos la amistad ha sido una temática de constante debate y no
son pocos quienes la entrecomillan.
Sobre mi caso particular puedo confesar haber
vivido momentos agradables y desagradables en cuanto a interacciones sociales.
En varios instantes me he creído poseedor de un bastión de amigos, de gente
que me quería mucho, cuando, en verdad, todo aquello era pura interacción
circunstancial, como de circunstancias está lleno este mundo. Muchos fueron
amigos entre comillas, así: “amigos”. A esos entrecomillados les endoso el mote
de oportunistas, pero no voy a perder horas innecesarias de tecleo relatando
sus falsedades y cinismos, mejor prefiero loar al mejor de mis enemigos
históricos.
No quiero decir con esto que dicho enemigo
ideológico, como señalé al inicio, sea en el trasfondo un gran amigo. No lo es.
Al fin y al cabo, es mi terrible detractor, un trapiche contra todo cuanto
comento.
¿Y quién es ese
enemigo ideológico al que tanto protege Iván?
Invito a la escasa concurrencia de mis lectores
a que me hagan esa pregunta. Como respuesta les dejo el suspenso. Me reservaré
su nombre, pero si diré lo necesario sobre el personaje en cuestión.
La historia empezó a inicios del 2008, consecuencia
de un tema que elaboré, y que fue producto de un eterno debate: No abolir la Q. En aquel tema justificaba el mantenimiento
intacto de la Q tal
cual, sin ningún tipo de modificación en el juego de scrabble, contrario a lo que opinaban otros, de
que esta letra representaba un problema para los atriles de los jugadores, ya
que, para formar palabras con ella, era necesario contar con la U y una vocal como la E o la
I. Los que disentían alegaban que la lógica
sería unificar la Q
con la U, creando
así un dígrafo QU, para acabar, de una vez por todas, con el eterno trauma que
nos produce esta letra que, además de cambiarla constantemente, cuando no la
podemos jugar, en innumerables ocasiones se nos queda al final de la partida,
restándonos 5 puntos. Añadían, que con el dígrafo QU, que solo existe en la
versión catalana de scrabble, aquel tormentoso nivel de dificultad
desaparecería, pues, con una E o I, fáciles de ubicar en el tablero o de
conseguir en la bolsa de fichas, lo podríamos colocar con más facilidad
Aquel tema fue publicado en el portal www.scrabble-santandreu.com,
cuyo editor es el español y apreciable amigo Santiago Rosales. De inmediato, y
como era de esperarse, aparecieron los detractores. Octavian Mocanu, (rumano y
experto en scrabble español y catalán) fue uno de ellos. El innombrable, que
luego se convertiría en mi enemigo ideológico, fue el más implacable.
Pese a que fui víctima de un cerco de ataques, también
recibí elogios por parte de gente que respaldó mi tesis. Mi emergente enemigo,
con argumentos bien articulados aunque desenfrenado en la forma, se dio a la
tarea de rebatir mi postura. Era natural que, basándome en que no existen
postulados absolutos, me defendería. Ese fue nuestro primer debate, pero no
sería el último.
Aquello no solo parecía un debate, sino una
carnicería textual. Recibí del enemigo respuestas como “tonto”, “tu coeficiente
intelectual no llega ni a 85”,
“te odio” y “basura”. Al final, terminé pagándole con la misma moneda y, días
más tarde, el editor de la página borró todos los comentarios ofensivos entre
nosotros.
En 2010 volví a publicar otro tema en
Santandreu: Cerrado o abierto ¿Cómo es
mejor jugar? Lo que menos imaginaba ocurrió: quien me tenía como su jurado
enemigo regresó de ultratumba para opinar. Respondió, ante todos los foristas, que
hasta que no se tuvieran estrategias de quackle las opiniones como las del autor del
tema no tendrían fundamentos. Cualquier cosa que dijera era bombardeada sin
piedad.
Terminamos siendo los enemigos más extraños. Conversábamos, jugábamos scrabble online en ReDeLetras
y debatíamos. Cuando disentía me denostaba de la manera más humillante y
delante de todos los foristas escrableros de Facebook. Ni siquiera los elogios
que le dispensaba los aceptaba. Expresiones como “subnormal”, “basura”,
“demente”, “eres un comemierda”, las he recibido en los últimos años por parte
de este genio nacido en una de las ciudades más importantes de España.
Paradojas de la vida, ha sido este opositor
quien una vez me enseñó estrategias para jugar mejor al scrabble, quien me ha
explicado como son los costos para competir en un mundial, cuánto cuesta el
hotel, el taxi, en fin, cuánto es el promedio que yo debería gastar si un día
me decidía a volar hacia el torneo mundialista. Es el enemigo quien, desde el
otoño del 2013, me ha desafiado a resolver un complicado reto de palabras
cruzadas partiendo de un escenario en que jugador A, de toda forma legal
posible, debe vencer al jugador B, sin que haya la más mínima posibilidad de
que B pueda triunfar. Ese reto lleva cuatro años y un mes. NADIE lo ha resuelto. He logrado avances, me lo ha manifestado, pero cuando creo tener la solución, me ha dicho, como siempre: “esa no es
la respuesta correcta”.
Es un enemigo excepcional. Me ha recomendado
buenas películas para verlas en el
Youtube, pues de cine tiene buen gusto. Hemos conversado sobre
filosofía, ciencia, religión y ateísmo (es ateo furibundo y me llama “subnormal”
cuando afirmo ser un creyente moderado). No
tienes excusas, creyente = subnormal, me ridiculiza cuando le toco el
asunto.
Es un ducho intelectual, experto en cálculos
matemáticos y probabilidades estadísticas, capaz de determinar la frecuencia en
que un número determinado de letras del scrabble o palabra específica pueda
salir en el atril de un jugador.
Esos no son mis amigos
A pura simpleza mucha gente dirá que tener
amigos es una mejor opción que tener enemigos. En la mayoría de los casos es
así, pero hay situaciones suis generis, dignas de estudio, que rompen con esa
lógica.
En la República Dominicana,
donde vivo, nos venden como axioma que poseer muchos panas es lo mejor del
mundo, por el coro, la gozadera, la bebedera de alcohol, la búsqueda de mujeres, ver el
juego de pelota con los tígueres en la pantalla del colmadón, etc. Esos son panas
que van y vienen. Cuando alguien cae en desgracia financiera o lo corren del
trabajo o padece problemas de salud, la mayoría toma las de Villadiego y no te
conozco.
Prefiero mil veces a mi enemigo, pues, aunque
me odia, siempre me toma en cuenta cuando opino. Prefiero mil veces a mi
enemigo que, sin proponérselo, me ha dado a conocer en el mundo del scrabble,
convirtiéndose de paso en mi mejor relacionista público. Prefiero mil veces a
mi enemigo que, sin darse cuenta y gracias a nuestros épicos debates, termina
dándome ideas creativas. Por eso le admiro y se ha ganado mi respeto.
Antes que cegarme y odiarlo con desenfreno
prefiero apelar a cuatro elementos: convicción,
justicia, razonamiento y prudencia
(C-J-R-P).
Hay gente que no logra salir de traumas, resentimientos y rencores de su niñez y adolescencia. Tratan de escapar dedicándose a otra cosa, e incluso llegan a convertirse en genios y expertos en ello, pero no logran abandonar los fantasmas de su pasado. Eso es lo que le pasa a tu adversario.
ResponderEliminarEs algo común en la mayoría de los europeos, más ahora con la crisis, necesitan alguien a quien denigrar. Les encanta usar la excusa de que "las formas no importan", sobre todo los ateos. Cuando se ven frente a un creyente, súbitamente deja de importar el debate "lógico" y "razonado" que tanto propugnan, y se despotrican en insultos y burlas. Todo vale.
La única solución es dejar que el señor tiempo haga su trabajo y ponga a cada uno en su sitio. Un saludo.