lunes, 2 de diciembre de 2013

El dominó y el ajedrez no son para mí; el scrabble sí.


Por Iván Ottenwalder


En mi familia, como en casi todas las familias dominicanas, el dominó es el juego insignia de los hogares. Es una cultura muy ancestral que se ha transmitido por los siglos de los siglos dominicanos, de padres a hijos. Es raro quien no lo juegue en la acera de una avenida, en la esquina de una calle, en un barrio y colmadón. En fin, hasta en el lugar más recóndito de la República Dominicana, se escuchará el bullicio de la gente, que rabiosamente en la sangre, llevan este pasatiempo.

Pareciera que el dominó, que en este siglo XXI camina lerdo, haya resistido en este país a las inclemencias de los tiempos modernos. En otras sociedades del planeta juegos como el ajedrez, scrabble y rummikub acaparan una atención espectacular, mientras el dominó va en declive. La explicación por la que diferentes juegos educativos no proliferan satisfactoriamente en la República Dominicana debe circunscribirse, no solo a lo cultural, sino también a otros factores, entre ellos: poca promoción y estrategia de mercado, escasa integración de los padres, que son los que deben transmitirle la enseñanza de estos pasatiempos a sus hijos y, sobre todo, la pobreza cultural que arropa hoy día a este pueblo.

El ajedrez, hay que reconocerlo, es en la actualidad, el que más avance ha logrado entre los juegos educativos, y esto gracias a la buena labor difusiva y de propaganda llevada a cabo por la Federación Dominicana de Ajedrez. Hace alrededor de cinco años, no se veían tantos ajedrecistas en las calles, escuelas y centros comerciales de la República Dominicana; hoy sí.

Sobre mí, puedo afirmar lo siguiente: soy un perfecto imbécil en el dominó y un tonto sin estrategia en el ajedrez. De lo primero pueden dar testimonio cientos y miles de compatriotas a los cuales he hecho perder como frente, y de lo segundo, mi primo Luis Emilio, quien, durante un par de partidas de ajedrez que sostuvimos, se dio cuenta de lo penoso de mis movidas de fichas, al punto de hacer una pausa, mirarme fijamente a los ojos y preguntarme “Iván, ¿tú sabías que en el ajedrez hay que anticipar la jugada del contrario?” Él tuvo razón. Le contesté que en verdad el ajedrez no me gustaba tanto. “No lo vivo, no lo siento, primo”, admití.

Por las razones explicadas anteriormente, me quedo con mi juego favorito, ese que conocí por accidente en el verano del 2005, a ese que siempre le he puesto ganas: mi único e indiscutible scrabble. Gracias a este maravilloso juego gramatical, hoy día puedo decir ‘llevo una disciplina de competición en la sangre’.

Sin dudas, los comentarios que la gente tiene de mí en el scrabble no son los mismos que en el dominó y ajedrez. Mayoría absoluta reconoce mi buen nivel estratégico y entrega total por el juego de palabras cruzadas. A decir verdad, solo me importa que me recuerden como el Iván estrella del scrabble, no como el fracasado del dominó y ajedrez.

En octubre del 2014 tengo una cita con el destino. Viajaré al XVIII Mundial de Scrabble que se efectuará en La Habana, Cuba. Jugaré en el torneo Extraordinario y espero, asimismo, animarme a competir en la Copa FISE. Iré con todo lo que tengo, a dejar mi pellejo y cerebro en el tablero.

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