viernes, 28 de junio de 2019

Lo que nunca dejaría de hacer, pase lo que pase

Vivimos nuestra propia historia, somos actores y tomadores de decisiones, sean estas buenas o malas. Por cada decisión tomada, viene luego la consecuencia, la cual puede sernos favorable o desfavorable. 


Por Iván Ottenwalder 

La historia del ser humano siempre ha estado cargada de claroscuros. Los momentos de alegrías y tristezas, diversiones y tragedias, grandes emociones así como decepciones han marcado la trayectoria de todos los hombres y mujeres del planeta. Vivimos por capítulos, como en las telenovelas, y ciertamente que muchos hechos, de alguna manera u otra, nos impactan, dejándonos un sabor, sea amargo o agradable.  

Vivimos nuestra propia historia, somos actores y tomadores de decisiones, sean estas buenas o malas. Por cada decisión tomada, viene luego la consecuencia, la cual puede sernos favorable o desfavorable. Algunos eruditos en el tema sostienen que por cada decisión que tomemos nos perderemos de cientos de posibilidades distintas. Esto quiere decir que si elegimos un camino nunca sabremos que hubiese ocurrido en caso de haber elegido otro.  

Pero lo que en verdad afecta y marca al ser humano son los malos episodios, aquellos desagradables e imposibles de olvidar, y hasta de superar. Tan así que muchas personas se resisten a realizar una acción determinada por lo que sucedió una vez. Conozco gente que no se bañan en un río porque quedaron traumadas durante la infancia al observar cómo se ahogó un primo; otros, que no se montan en un avión porque muchos aeroplanos se han estrellado; algunos no abordan un crucero porque en el año tal se hundió uno y murió un familiar. Muy bien, en lo particular respeto los sentimientos y decisiones de cada ente social, sin embargo, pienso que el espectáculo de la vida, con su máscara de felicidad o siniestralidad, debe continuar. A continuación expongo lo que jamás dejaría de hacer en esta obra de teatro, llamada vida, y donde casi siempre triunfan quienes mejores actúen: 
  • Nunca dejaría de bañarme en una piscina porque un familiar o amigo se haya ahogado en una.  
  • Nunca dejaría de volar en avión, a pesar de todas las aeronaves estrelladas.  
  • Nunca dejaría de perderme la posibilidad de viajar en un crucero porque unos pocos hayan naufragado.  
  • Nunca le tendría miedo a un quirófano, ni a miles de quirófanos, aunque haya hecho un sangrado post- quirúrgico una vez en el pasado.   
  • Jamás dejaría de ir a un pueblo porque una chica de allí me haya sido infiel hace casi 30 años.  
  • Nunca condenaría a todas las gerentes departamentales por el simple hecho de que muchos años atrás hubo una que me hiciera la vida imposible.   
  • No aborrecería a todos los gays, aunque en el pasado alguno me faltase al respeto.   
  • No dejaría de abordar un carro público dizque porque una vez me atracaron dentro de uno.   
  • No dejaría de hacer una maestría en tal o cual universidad, por el hecho de no haberle caído bien a un profesor en el año 98.  
  • No dejaría de jugar al scrabble por el hecho de haber perdido una final en La Habana en 2015.  
  • No dejaría de tener una novia por el hecho de que tres años atrás una chica hedionda me pegara una terrible infección que me traería como consecuencias la pérdida de las amígdalas, dos piezas dentales y un afta bucal tardo en descubrir y erradicar por los médicos.  
  • Nunca dejaría, en caso de emergencia, de visitar a un médico. Eso sí, jamás lo vería como a un héroe, apenas como  a un solucionador de problemas, nomás.  
  • Nunca dejaría de utilizar la red social de Facebook o mi cuenta de Hotmail dizque porque me las hayan pirateado más de cuatro veces.   
  • Nunca me volvería a perder una fiesta de enamorados a pesar de que una novia me haya botado un 14 de febrero de 2013.  
  • Jamás dejaría de competir en una actividad afín a mis intereses por el hecho de que nunca haya ganado un trofeo o medalla.    
  • No dejaría de visitar una iglesia católica por el hecho de que en el año 1987 un párroco nos arrojara su perro pastor alemán a Santiaguito y a mí mientras jugábamos en el jardín de la capilla.   
  • Jamás dejaría de defender una verdad, aunque no la pueda demostrar. Se ha visto que en el mundo hay verdades difíciles de probar, pero no por eso dejan de ser verdades. Dios, a mi juicio, existe, aunque no haya evidencias de su existencia. Hay personas que han tenido experiencias extrañas, como una sanación milagrosa, un avistamiento OVNI, un viaje momentáneo a un mundo alterno, etc. ¿Puede el psiquiatra, el laboratorio clínico y los aparatos demostrar todo ello? No, por supuesto, pero eso no quita que algunas de esas experiencias personales sean ciertas. Hay algunas verdades que no necesitan de evidencias.  
En conclusiones, las experiencias buenas y malas siempre van a existir, tendría uno que no nacer para no ser testigo de ellas. Todo dependerá de la manera como cada ser humano afronte sus malos recuerdos, es decir, sus fantasmas del ayer.