domingo, 30 de septiembre de 2018

Una jodida obsesión que terminó dándome la razón

Simplemente valió la pena

Por Iván Ottenwalder   

Un verano de 2005 conocí por accidente el pasatiempo del scrabble. Una curiosidad que terminó doblegándome me hizo tomar la decisión de comprar aquel juego de la caja negra fabricado por la empresa Mattel. Un año después, 2006, con apenas conocimientos muy escasos, ya empezaba a hacerme ilusiones de viajar al extranjero a los mejores clubes de scrabble en español y competir ante los mejores. Así pasaron unos largos nueve años (2006-2015), soñando, dándole cabeza al asunto constantemente.  

Antonio Catalá (izq) e Iván Ottenwalder en el Cuba Scrabble 2015
Para finales de enero de 2007 había sido despedido de Listín Diario, después de casi tres años laborando para una revista deportiva la cual, por un cúmulo de razones y problemas internos entre su editor y subeditor, terminó desapareciendo del mercado. Padecí casi dos años de desempleo, arrinconado en una vivienda alquilada por mi padre. Allí mi existencia no fue un cuento de hadas, sino más bien un infierno. Para inicios de 2009 conseguí, por recomendación de un amigo, un pequeño empleo mal pagado, del cual me desanimé a las dos semanas. Fue en ese mismo año que decidí mudarme a casa de mi madre, tratando de huirle al infierno. Menos mal que mi progenitora me dio su acogida.  

Una partida ganada en el internacional cubano de 2015.
Aunque por un lado salí ganando, por otro, terminé perdiendo. Y, aunque gané un poco en tranquilidad emocional, perdí mucho en salud, pues acaba de arribar a una pocilga de apartamento donde la sucieza señoreaba por doquier. Sin embargo, un año después, en 2010, gracias a una vecina que habló con su padre, pude reintegrarme de nuevo al mundo laboral. Enero de 2010 venía siendo como un nuevo renacer en mi vida. Por vez primera ganaría un sueldo de 20 mil pesos a pesar de lo devaluada que estaba la moneda dominicana. Y, hablando de sueldos, quiero confesar por este medio que nunca en mi vida he devengando salarios competitivos o ambiciosos, y esa es la razón que explica por qué la mayor parte de mi existencia he tenido que residir o, en la vivienda de mi madre o en la de mi padre. Los salarios que he ganado jamás me han alcanzado para trasladarme a vivir solo a una vivienda y sector decente de clase media. Y si me preguntan por qué no en un barrio pobre y peligroso, les respondería exactamente eso mismo, por el peligro.  

En los casi cinco años que viví en casa de mi madre, sin servicio doméstico que hiciese las labores de limpieza, lavado de ropa y cocinado, era yo mismo quien lavaba mis prendas de vestir, aseaba mi habitación y limpiaba el baño al menos una vez por semana. Me hacía mis compras quincenales en el supermercado y almorzaba cerca de mi trabajo. El desayuno y la cena me lo preparaba yo mismo; en otras ocasiones, mi madre. Bueno, la paz a veces tiene un gran precio.  

Daniel Tunnard (izq) e Iván Ottenwalder durante el Mundial de Asunción.
En 2011 mis ilusiones por viajar al extranjero a competir en scrabble volvieron a renacer con fuerza. Sin embargo, aún no tenía organizado un plan esquemático de cómo lograrlo. De cualquier forma, ese sueño sería consumado tarde o temprano.  

Gracias a aquel empleo por primera vez tuve plata suficiente para comprar una cámara digital, una laptop, ropas abundantes, muchos libros, revistas, una buena mochila de marca y degustar comidas al antojo. También tomaba mucho alcohol, mal hábito que pude erradicar de mi vida en noviembre de 2012. Desde aquella fecha hasta hoy he sido un abstemio total.  

Obsesión truncada y luego lograda 

Para inicios de 2013 empecé a tomar en serio el asunto del viaje al extranjero. Me obsesionaba día y noche con aquello de competir en algún torneo internacional escrablero. Paralelamente a esas ilusiones tuve una relación amorosa con una chica mormona que me fascinaba, pero esta duró poco. Y confieso que fue ella quién decidió romper, no yo.  

Aquel 2013 fue un año en el que tuve que enderezar mis finanzas personales. Dado que producía algo de dinero, me había convertido en un consumidor excesivo, razón por la que tuve que valerme de un plan para sanear dos de mis tarjetas de créditos con problemas de altos déficits. Desde la primavera de 2012 había incurrido en gastos inútiles que nada fructífero me habían dejado.  

Al inicio de diciembre de 2013, cuando empezaba a sanear mis tollos financieros, una visita rutinaria al otorrinolaringólogo desvío el curso de las cosas, destrozando mis planes de viajar en 2014 al mundial de scrabble que se efectuaría en La Habana, Cuba. Aquel galeno, luego de indicarme un montón de pruebas sanguíneas, entre ellas la IGE, observó que esta última tenía niveles séricos muy exagerados. Me recomendó que visitara a un alergista para que me tratara el caso. Me llevé de la sugerencia y para finales de mes ya había dado con un experto de las alergias. Después de realizarme las pruebas cutáneas, en enero de 2014, el especialista diagnosticó que debía llevar el tratamiento de vacunas de inmunoterapia por cuatro años. Debido a que esos tratamientos son muy costosos, tuve que hacerme de un préstamo con una entidad bancaria para podérmelo costear.  

¿Y qué tal aquel tratamiento? Pues, para ser franco, la mierda esa nunca funcionó. Aquel antígeno ni me mitigó el asma ni la alergia de la piel. Bien tuve que valerme de otros fármacos para sobrevivir. Mi piel siempre estaba colorada y llena de ronchas y mi asma apenas la controlaba con el spray y las pastillas de hidroxicina. Para octubre de 2015, tras 20 meses de fracaso, decidí, por cuenta propia, suspender aquel infuncional tratamiento que me hizo gastar mucho dinero y perder la posibilidad de competir en la contienda mundialista de octubre de 2014.  

Al centro Iván Ottenwalder con diploma del Clásico Mundial.
A pesar de las malas decisiones y la larga espera, para la Semana Santa de 2015 por fin pude concretar la meta ...aunque ya no compitiendo en un mundial, sino en un internacional. Así fue, el Internacional Cuba Scrabble de 2015 fue mi debut en mi disciplina favorita. Después de tantos años de ilusiones reprimidas y obsesionado con el asunto, valió la pena esperar. Y voy a testimoniar que, un año antes, bien tuve la posibilidad de establecer alguna relación amorosa con alguna que otra chica a la que belleza no faltaba. Sin embargo, era tan fuerte la pasión, o el capricho, si prefieren llamarle así, que preferí anteponer mis deseos de conquistar alguna chica irresistible, con tal de llevar a cabo mis planes de ahorro y viajar a La Habana a competir en el internacional de 2015. Así me lo propuse y así lo hice.  

Increíblemente el tiempo terminó otorgándome la razón cuando obtuve un segundo lugar en la categoría premier de aquella competición escrablera. Mi obsesión loca había valido la pena. Los que creyeron que lo mío se trataba de una enfermedad mental     que requería atención  psiquiátrica, terminaron siendo derrotados y silenciados. Supongo que si mi actuación hubiese sido pésima hubiese tenido que terminar oyendo comentarios del tipo “pasaste vergüenza”, “¡ves, que lo tuyo era solo una locura!”, “eres un mal jugador y botaste tu dinero”, “ya olvida eso y sácatelo de la cabeza”, y quien sabe que otro montón de sermones.  

En octubre de 2017 pude competir por primera vez en el Mundial de Scrabble. Aquel evento se celebró en Asunción, capital de Paraguay. Había sido mi primer viaje a Suramérica, pues anteriormente apenas conocía Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba. Muchos ya conocen la historia de lo acontecido en aquel mundial de palabras cruzadas. Me llevé el título del torneo clasificatorio llamado Extraordinario y, con esa hazaña, obtuve la clasificación automática al clásico mundial individual. Todo ocurrió tan de prisa: un martes 10 de octubre había campeonado en el Extra y, al día siguiente, ya estaba debutando en las ligas mayores. 

Ya en el torneo mayor las cosas fueron distintas. El nivel de competición era otro, mucho más fuerte, y solo pude conseguir quedar en el puesto 69, de un total de 88 lugares. De todos modos, quiérase o no, por haberme llevado el primer puesto en el torneo de repechaje, el tiempo una vez más habló a mi favor.  

En lo adelante será el mismo Padre Tiempo, quien se encargue de revelar cuál será mi derrotero, tanto en el scrabble como en mi vida personal. 

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