jueves, 15 de junio de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 12)

Ya en este extremo prefiero la operación, que me extirpen esas dos linguales. Así el médico pondría punto final a este capítulo, cerrando con broche de oro mi caso que se ha extendido por año y medio. ¿No fue él que puso fin a todas mis otitis en 2011? ¿No ha sido él quien me puso a drenar toda esa flema vieja acumulada de años anteriores, corrigiéndome exitosamente el goteo post-nasal? Entonces, ¿por qué no cerrar de forma estelar este caso de amigdalitis lingual que a leguas ya luce grave o crónica?

Por Iván Ottenwalder

El lunes 12 de junio, nuevamente en el Centro de Otorrinolaringología y Especialidades, visité al galeno para llevarle los análisis sanguíneos. En verdad estaban todos en orden, excepto la IGE, que volvió a elevarse, pasando de 7,649 UI/ML a 9,904 UI/ML. Y esto último lo atribuyo al problema amigdalítico lingual de la derecha que me regresó hace casi un mes. No es normal que después que la IGE me había bajado en tres años de 19,000 UI/ML a 7,649 UI/ML dizque volviera a empeorar. Le expliqué al otorrino acerca de mis síntomas el pasado fin de semana, los cuales detallo a continuación:

  • Hinchamiento descontrolado de la faringe y amígdala lingual derecha cada día, sintiéndola como si estuviera hipertrófica o como una vejiga abultada. Ya son más recurrentes los episodios.
  • Irritación y ardor en esa zona.
  • Fatiga corporal y exudación en la tonsila lingual derecha. Nunca en la izquierda.

La semana anterior a la cita el especialista, luego de checarme las dos linguales y ver el problemazo de la derecha, me había recomendado tratar de no tomar mucha agua y en su lugar tomar líquidos distintos que contengan sales minerales como el GATORADE. Aunque el diagnóstico fue correcto el asunto implicaría lo siguiente: el agua, al fin de cuentas, es un líquido que todo ser humano necesita y, obviamente, yo no puedo pasar tanto tiempo sin tomar agua. ¿Tomarla menos? Muy bien, pero ¿hasta cuándo?

El doctor observó todos los resultados, excepto el de la prueba de ZINC, que el laboratorio me aseguró estaría listo para alrededor de 15 días.

Al ver que la IGE se me había elevado comentó: “Wao Iván, ¡pero tú hiciste una alergia en poco tiempo!” Y preguntó: “¿Tú estás usando vacunas de inmunoterapia? No estaría mal que veas a un alergista y las uses para el problema de garganta”. Yo le respondí que una vez, de 2014 a 2015, había llevado tratamiento con ese tipo de vacunas y que no me habían mitigado el problema en lo más mínimo y que la inversión realizada aquella vez fue costosísima y no satisfactoria. Le expliqué además que tras haber suspendido aquel ineficiente tratamiento, en octubre del 2015, fue que en verdad mi IGE marcó el descenso, y todo gracias a antialérgicos de bajo costo como el SERENUS o ATARAK. “Doctor, aquello de la inmunoterapia fue dinero perdido”, le confesé. El especialista trató de convencerme que quizás fuese la mejor opción para inmunizar mi garganta, pero que reconocía que sí, que en efecto esos tratamientos de vacunas eran demasiado costosos. En aquel instante me pasó por la cabeza pedirle que me operara la dos amígdalas linguales para zanjar el problema de forma más práctica pero me acordé que el año anterior, 2016, me había dicho que si los medicamentos no funcionaban me indicaría una resonancia magnética para determinar si había algo extraño en mi zona faríngea derecha. Por eso le pedí que me mandara la resonancia, aunque yo no tuviera razón. Lo recordó y me complació. Me la prescribió para que me la realizaran en uno de los mejores centros de imágenes y resonancias de Santo Domingo. Me dio dos opciones como referencia. De inmediato anotó en un papel de receta médica: Resonancia magnética nuclear de cuello con contraste. Con atención a espacio parafaríngeo, orofaringe derecha. Molestias faríngeas derechas. Me pidió que le llevara el estudio una vez estuviera listo junto a la prueba de ZINC.

Ya antes de despedirme volví a ser reiterativo con aquello de la fracasada inmunoterapia que llevé entre marzo de 2014 y octubre de 2015, siendo específico: “Doctor, sí se demostró en aquel entonces que suspendiendo aquellas vacunas fue que empecé a mejorar y a reducir mis niveles de IGE, eso es un indicativo de que Iván Ottenwalder nunca necesitó de aquel tratamiento”. Ni me dio la razón, pero tampoco me la quitó. De todos modos me sugirió seguir tomando los mismos medicamentos hasta el final. Nos despedimos con un apretón de manos.

Ese mismo día por la tarde planifiqué una cita para el estudio de la resonancia. La joven que me asistió por teléfono tomó mis datos, el tipo de estudio y me indicó las pautas a tomar para antes y después del mismo. Le pregunté si para la resonancia había cobertura médica y me contestó de forma afirmativa. Cuadramos una fecha y hora específica.

Hoy, jueves 15 de junio, he seguido al pie de la letra con mis medicaciones, aunque estas ya solo jueguen una función de remache hacia el problema, no definitiva. Para ser honesto, no me importa cual sea el resultado de la resonancia, si el problema persiste, tomaré la firme decisión, aunque me sea rechazada, de pedir una amigdalectomía lingual. La resonancia quiero realizármela sólo para comprobar si además del problema amigdalítico lingual hay algo más. De cualquier manera no quiero seguir el resto de mis días gastando plata en medicinas ni haciendo otra inversión en un tratamiento inmunológico del cual ya tuve una insatisfactoria experiencia en un pasado no tan lejano. Ya en este extremo prefiero la operación, que me extirpen esas dos linguales. Así el médico pondría punto final a este capítulo, cerrando con broche de oro mi caso que se ha extendido por año y medio. ¿No fue él que puso fin a todas mis otitis en 2011? ¿No ha sido él quien me puso a drenar toda esa flema vieja acumulada de años anteriores, corrigiéndome exitosamente el goteo post-nasal? Entonces, ¿por qué no cerrar de forma estelar este caso de amigdalitis lingual que a leguas ya luce grave o crónica? Yo, Iván Ottenwalder, estaría dispuesto a seguir las recomendaciones pre y post operatorias de lugar.  Estoy también segurísimo, que una vez operado y pasado el tiempo la IGE volverá a reducirse a pasos agigantados y ya para 2018 aquello no será más que un vago recuerdo.

La huelga de los otorrinos ha llegado a su fin ¿Por qué no aprovechar este momento ahora?

Continuará...

miércoles, 7 de junio de 2017

Amigdalectomía en tiempos de huelga (parte 11)

De nuevo se inflama e irrita la zona derecha de la faringe. Un problema que daba por superado ha vuelto a fastidiarme.

Por Iván Ottenwalder 
El mes de marzo transcurrió normal. Cada día me restablecía mucho mejor. La única situación molestosa fue una inflamación en una encía dental, específicamente la cercana a un implante de una coronita que me fue colocada a finales del año 2015. Sentía mucho dolor y molestia por esa zona, Inclusive, llegué a sentir temblores de fiebre y ni siquiera podía masticar bien por el lado derecho. Una mañana, mientras laboraba en mi lugar de trabajo, tuve que pedir una autorización para salir debido a la fuerte molestia. De regreso en casa fui al espejo a checarme la encía afectada. Estaba hinchadísima. Decidí exprimírmela y brotó una sangre negruzca y mal oliente. De hecho, también sentía mucha halitosis por aquellos días. De repente sentí un alivio. De todos modos me comuniqué con mi odontóloga para explicarle lo sucedido. Cuando acudí a su cita me la checó e indicó un producto, el cual me regaló, para hacer enjuagues bucales. También me otorgó unos antibióticos a tomar por 5 días. Empecé a mejorar pero a los pocos días regresé a la consulta, pues el mal aliento e inflamación de nuevo me regresaban.  La especialista me anestesió la encía inflamada. Me extrajo más líquido sanguinolento entre rojo y negruzco. Al final me indicó tomar amoxicilina  por unos 5 o 7 días. "Si no mejoras pues te hago un radiografía", me explicó. El resultado fue óptimo, la inflamación y halitosis dijeron adiós y hasta el momento no me han molestado más. 



Mientras tanto, para el caso de mi goteo post-nasal, terminé con la misma prescripción médica recomendada por el otorrino.  La molestia de la amígdala lingual derecha me había dejado en paz por tercer mes consecutivo, sin embargo, otro imprevisto, de esos inesperados, tuve que encarar a principios de abril. Se trataba de mi dermatitis atópica, que se me estaba agudizando, aunque solo en las extremidades inferiores. Recurrí a una dermatóloga del Centro Médico Real quien me había solucionado un caso peor en abril del 2015. Me checó la zona afectada e indicó un fármaco que desde hace años me ha hecho buen trabajo:  el Atarax de 25 mg. Junto a éste me prescribió una crema llamada Dermosona y otro antialérgico de nombre BRONAL. Y, para terminar, unos análisis sanguíneos, incluyendo la prueba de IGE. 

Me hice los estudios un sábado en la mañana y los recogí dos días después. Resultaron estables, salvo el colesterol un poco alto y unos comentarios al final del hemograma los cuales desde principios de 2016 siempre salen publicado. ¿Cuáles?  
  • Citometría de fujo: Impedancia eléctrica para glóbulos rojos y plaquetas 
  • Citometría de flujo (Fluorescencia) para glóbulos blancos 
  • Hematócrito calculado a través de detección por amplitud de pulso 
  • Fotometría (laurilsulfato sódico) para hemoglobina 
¿Por qué desde 2016 me vienen saliendo esos comentarios en mis hemogramas? No lo sé, pero lo cierto es que los vengo relacionando desde aquel problema amigdalítico que inició en febrero de 2016. 

Una noticia halagüeña fue, que mis niveles de IGE en la sangre se me habían reducido nuevamente, bajando de 12,498 UI/ML en 2016 a 7,649 UI/ML en abril de 2017. Aunque deseaba algo mejor, de cualquier forma, no estaba mal.  

Mostré mejoría con la medicación y le llevé los resultados a la dermatóloga a la semana posterior. Me encontró mejor de la piel, pero me preguntó "¿tú siempre tienes esa IGE tan alta?" Le respondí que sí, y que mi pico más alto había sido de 19,000 UI/ML en diciembre  de 2013. Le hablé de los fármacos que no me funcionaban, de las vacunas de inmunoterapia que no me hicieron ni cosquillas en 2014 y 2015, pero también le dije que la hidroxicina había sido mi paño de lágrimas, y que gracias a ella fue que mis niveles séricos de IGE pudieron reducirse satisfactoriamente, aunque reconocí que aún quedaba mucho trecho por andar. 

La especialista de la piel volvió a indicarme el Atarax y otro antialérgico de nombre Ketifen, los cuales me los regaló. También me prescribió otra prueba de IGE para que me la tomaran en dos meses.  

Mes de mayo

El inicio de mayo arrancó estable, pero al final mi organismo empezó a dar muestras de molestias extrañas. Los abatimientos, fatiga, cansancio, sudoraciones inexplicables y, sobre todo, el regreso del estreñimiento, algo que yo había dado por superado desde hacía casi más de un año y medio. Sin embargo, mis heces volvieron a la normalidad al poco tiempo.
 
De regreso al otorrino 

El 24 de mayo, como estaba estipulado, regresé al otorrinolaringólogo en el Centro de Otorrinolaringología y Especialidades. Una buena nueva que descubrí aquella tarde fue que la huelga de los otorrinolaringólogos había llegado a su fin y ya estaban recibiendo prácticamente todos los seguros médicos.

El doctor evaluó garganta, nariz y oídos y todo iba a las mil maravillas. Le hablé sobre la caída de mi defensa y debilidad corporal que me aquejaba desde una semana atrás. Me prescribió la Lisozyma y el Luivac a para tomar a diario, el primero por 36 días y el segundo por dos meses, con un mes de intervalo sin tomarlo. Me pidió que regresara en dos meses para ver si ya me daba de alta. Salí satisfecho del consultorio. 

Visita al gastroenterólogo 

En la Clínica Independencia consulté a un gastroenterólogo para explicarle sobre mi ardor estomacal y estreñimiento. Luego de realizarme una larga serie de preguntas me evaluó. Finalmente me aconsejó sobre lo que debo o no debo comer dada mi situación de paciente con reflujo gástrico. También me prescribió ESOMEP-20mg a tomar una pastilla diaria una hora antes del desayuno y un producto llamado EUROGASTRO. Me citó para dentro de una semana una vez tuviera los análisis de sangre que me prescribió. Me dijo que si mejoraba no me indicaría la endoscopía por el momento, pero en caso contrario, tendría que hacerlo. 

Los análisis de sangre salieron bien. El colesterol se me había reducido significativamente y ya casi se estaba regulando. Los eosinófilos sí se dispararon, después de haber estado normales en abril.  
Seguía tomando los fármacos indicados. Estaba defecando mucho mejor, pero en ocasiones sentía como una sensación de gases subiéndome a la garganta.

El regreso del problema de la garganta 

Desde hacía seis meses ya daba por capítulo cerrado aquel problema de la inflamación e irritación de la faringe y amígdala lingual derecha. ¡Así mismo, de nuevo la derecha, como la vez anterior! Me estaba ardiendo y molestando por esa zona derecha de mi cuello. Entre los síntomas acompañantes: sensaciones de desmayo, abatimiento y pérdida de fuerza. También sudoraciones corporales nocturnas en lugares con buena ventilación. Varios dolores de cabeza leves y recurrentes me agobiaban. De todos modos seguía tomándome la medicación prescrita. La única parte buena era que al menos seguía drenando toda aquella flema vieja acumulada de años de mi seno esfenoides.  

No quise hacerlo pero no tuve de otra. Regresé al otorrino y le expliqué con detalle los síntomas. Entre otras de las cosas le hablé de que tenía varios días tomando agua de manera compulsiva para tratar de hidratar el malestar de mi zona derecha de la faringe. Me evaluó y, cuando me frotó la paleta en la amígdala lingual derecha sentí mucho dolor y algo de náuseas. Me prescribió análisis y otro tipo de medicación: SUCRAMAL (1 GR) para realizar gárgaras, Etopan-400 mg, Lukastma Adulto y un Pantropazol de 40 mg. para que me cubriera el estómago. Los análisis deberé llevárselos la semana próxima sin falta.  

Mi reflexión final a todo esto:

¿Hasta cuándo seguirá la misma odisea con esa garganta tan vulnerable? ¿Pasaré el resto de mis días comprando medicamentos costosos? ¿Por qué un problema en apariencia resuelto volvió a visitarme? ¿Por qué aquellos comentarios en mis hemogramas desde el año anterior? ¿Habrá un fin satisfactorio? ¿Seguiré la vida entera mejorando por unos meses para luego empeorar, y sanar y empeorar nuevamente? ¿Quiero yo eso? Por supuesto que no. 

Una vez escribí en una de estas crónicas que si fuese el caso ya extremo, donde no quedase de otra, no le tendría el más mínimo miedo a regresar al quirófano? ¿No podrá ser acaso la solución final extraer esas amígdalas linguales, que, aunque no hieden ni lucen infectadas, debieron haber sanado definitivamente hace mucho?  Ya está bueno de tantas consultas al Centro de Otorrinolaringología y Especialidades.

En la edición pasada dejé clara mi intención de viajar en octubre para Asunción, al mundial de scrabble en español. Pero, ¿con una faringe tan vulnerable y amenazante me atrevería a hacer ese viaje? Me lo voy a pensar dos veces. 

Lo siento, pero en esas condiciones no podré darle fin a esta saga de capítulos. Por mí, ojalá no tener que volver por 20 años ni a otorrinos, ni médicos de las vías digestivas y de ninguna otra especialidad. 

Hubiese deseado un final diferente, pero, 

Continuará...